Partida Rol por web

Émille caminaba a buen paso hacia la casa de su tío, con el que había quedado para tomar el té. A pesar de ser un nephilim a Olivier Lalique le gustaba disfrutar de las costumbres mundanas y era más inglés que la reina Isabel. El té se tomaba a las cinco en punto, ni un minuto antes, ni uno después. Y a esa hora Émille ya tenía que estar allí. 

Sin embargo, todavía le quedaban varias manzanas para llegar a su barrio cuando escuchó un estruendo en una calle cercana, de inmediato toda su atención cambió de objetivo mientras llegó a sus oídos un siseo lejano pero inconfundible: un rapiñador. 

- Destripar. Comer carne. Destripar para romper huesos y beber tuétano. Beber de los huesos. Beber venas y triturar carne... 

El sonido parecía provenir de una ventana abierta en una planta baja, apenas a unos cuantos metros de donde se encontraba el chico.

Andrea habría podido jurar que llevaba horas paseando por las calles de la ciudad, aunque en realidad sólo se había alejado unas pocas manzanas. Carlo se había quedado en el Instituto, tal vez entrenando o quizá con Alice. O con cualquier otra. ¿Quién podía saberlo? El caso es que finalmente Andrea se había aburrido de hacer el vago en su habitación y había decidido salir a pasear. Llevaba unos veinte minutos caminando cuando vislumbró un pequeño parque con un césped que se antojaba mullido y cómodo a la vista. El sol asomaba tímidamente entre las nubes y el nephilim había terminado por tumbarse unos minutos a descansar bajo un rayo de sol, hasta quedarse dormido.

Sus ojos se abrieron de repente cuando escuchó un estruendo en una calle cercana, y de inmediato todo su sopor desapareció mientras llegó a sus oídos un siseo lejano pero inconfundible: un rapiñador. 

- Destripar. Comer carne. Destripar para romper huesos y beber tuétano. Beber de los huesos. Beber venas y triturar carne... 

El sonido parecía provenir de una ventana abierta en una planta baja, apenas a unos cuantos metros de donde se encontraba el chico.

En ese momento vuestras miradas se cruzaron. Émille se encontraba en el final de la calle y había detenido su caminar. Andrea se incorporaba en el césped del parque que había enfrente del edificio del que provenía el sonido. 

Había salido a pasear sin ningún destino concreto. Pese a que la idea era conocer un poco el barrio en realidad solo quería matar tiempo fuera del instituto. No había mucho que hacer ahí dentro más que entrenar y soportar malas miradas, y todo sea dicho, la verdad es que empezaba a estar algo cansado del tema. Pero el objetivo era matar tiempo y olvidar los enfados, así que me forcé a pensar en otros asuntos y me di el gustazo de caminar despacio y descansar en cualquier lugar medianamente cómodo que veía.

Una pequeña siesta fue suficiente para alegrarme el humor y dar por concluída mi excursión por la calle. Empecé a abrir los ojos entre bostezos, disfrutando y estirándome de cuerpo entero. Poco a poco fui levantándome cuando de pronto me sorprendió un alboroto no muy lejos, tras lamentar la mala pata que tuve no me quedó más remedio que acercarme a comprobar. Que no sea nada... Que no sea nada, pensé. 

- ¡Puta! - susurré cuando entre el ruido cercano a un edificio logré discenir una voz. Me agaché ligeramente casi por instinto y miré a mi alrededor planteando una estrategia a seguir.

Por desgracia no era el único demonio con el que iba a tener que lidiar, casualmente el francés se acercaba por el extremo de la calle. Reaccioné de inmediato y me incorporé para con un par de gestos pedirle que se acercara, no sabía como me vería pero desde luego esperaba aparentar algo de urgencia con aquellos gestos.

Llevé una mano a uno de los cuchillos y terminé empuñándolo mientras devolvía la mirada a la ventana.

Llevaba ya unos días sin ver a mi tío, y tenía ganas de hablar con alguien de fuera del Instituto de todo lo que estaba pasando. Los novatos, los italianos tocahuevos... De modo que después de comer le había mandado un mensaje para preguntarle si estaría en casa como siempre, y tras avisar a Amber me había preparado para salir.

Después de este tiempo en Londres me sabía el camino de memoria. Aquella ciudad era menos mala por poder llevar una mendelin siempre que recorría las calles. La gente se apartaba inconscientemente, y eso lo hacía todo más sencillo.

Cuando escuché aquel estruendo todo mi cuerpo reaccionó, tensándose de inmediato. Eché a correr de inmediato en esa dirección, invocando mi arma y preparándome para potenciarme. Si sólo era un rapiñador sería tan sencillo que ni siquiera merecía la pena avisar a mi tío de que llegaría tarde.

Y entonces lo vi. El jodido espaguetini pervertido. Iba medio agachado, como si aquel simple demonio menor le diese miedo y no se atreviese a ir de frente. Estaba claro de qué pasta estaba hecho. Pasé de él por completo y, lanza en mano, salté directamente al interior de la vivienda a través de la ventana.

Me cagué en todo lo cagable al ver la negativa de Émille para saludarme o hacerme algún gesto.

- Nada, ni puto caso. Para variar el francés pasó por delante de mi sin darme ni siquiera los buenos días. El notas se metió por la ventana como si fuese rambo, sin pedir ayuda ni nada, ¿para qué? ¡Ojalá se tropezara y el rapiñador hiciera el resto! 

Seguí al nephilim hacia el interior, sin embargo y a diferencia de él lo hice despacio y con precaución. No quería ser atacado por sorpresa, y solo dios sabe la pereza que me daría verme envuelto en un marrón por no tomarme las cosas con la seriedad que requieren. La bronca y la humillación para el instituto de florencia podía ser de magnitudes épicas.

Émille entró de un salto por la ventana, irrumpiendo en aquella casa, y de inmediato las miradas de cinco rapiñadores se centraron en él. En el suelo, delante de ellos, se podían ver lo que parecían varios cuerpos ensangrentados. 

- Comer huesos. Masticar. Triturar. Tragar huesos... - Siguió murmurando uno de ellos durante unos instantes antes de que el silencio se hiciera en aquel salón.

Una mirada rápida daba una idea de que el lugar había sido el escenario de una pelea. Había muebles rotos y pedazos de madera por el suelo y podían verse las marcas de las garras de aquellos demonios incluso por las paredes. 

Con sus cabezas fijas en Émille, un par de los rapiñadores empezaron a moverse hacia él con malas intenciones mientras el murmullo volvía, multiplicándose por cinco.

- Chico... 

- Chico para comer. 

- Chico con venas llenas de sangre... 

- Beber tuétano. Beber venas...

- Beber venas del chico.

- Comer su carne.

Mientras tanto, Andrea aprovechó que la atención de los demonios estaba completamente puesta en Émille para colarse con un movimiento cauto y sigiloso por la ventana de al lado, quedando justo detrás del sofá, fuera de la vista de los rapiñadores.

No iba a hacerme el valiente con ninguno de esos monstruosos demonios. En realidad no me importaba cuan baja fuese jerarquía de estos, prefería no jugar con fuego. Solo faltaría que algo fuese mal y terminasen hincándome el diente, entonces pasaría a ser el nephilim que murió a manos de un rapiñador.

Por si no tenía suficiente con ser el pervertido ya...

Empuñé lentamente los cuchillos que llevaba a la cintura y me centré en acabar con uno de los que se acercaban al francés. Me abalancé él, quería asestarle una puñalada tan violenta como fuese posible esperando que desgarrase su cuerpo.

¡Toma, asquerosa!

Los otros tres rapiñadores también comenzaron a dirigirse hacia Émille, sin dejar de murmurar sus amenazas. Sin embargo, durante un instante su atención se dirigió hacia Andrea que salía de detrás del sofá, desvelando su posición. Dos de ellos continuaron su camino de inmediato hacia su primer objetivo. Sin embargo, otro de ellos cambió de rumbo, empezando a dirigirse hacia Andrea. Desde luego sus susurros dejaban claro que ninguno de los tres tenía buenas intenciones.

Me alucinó ver que el italiano, después de entrar tan sigilosamente, se exponía de aquella manera. Quizá ya se había hecho las runas de combate y yo ni siquiera me había enterado, pero me parecía poco probable. Y más aún me sorprendió ver cómo se lanzaba en cuerpo a cuerpo contra un rapiñador que ni siquiera era el que iba a atacarle a él. Aquello podía ser divertido.

Recordé entonces las palabras de Carlo unos días atrás y decidí cambiar de idea con respecto a ese combate. En lugar de acabar cuanto antes, observaría lo que Andrea podía hacer. En mi mente, sin quererlo siquiera, se trazó un plan rápido: bloquearía los ataques de los rapiñadores durante el tiempo que hiciera falta. Tampoco creía que supusieran un peligro, ni mucho menos.

Tres de los rapiñadores que se habían acercado a Émille se lanzaron a atacarle sin ningún miramiento. Y parecía que todos ellos iban a resultar certeros, pero el muchacho se movió al mismo tiempo comenzando una letal danza con los demonios y bloqueando con su lanza cada uno de los ataques sin recibir ningún daño. 

El rapiñador que había cambiado su objetivo hacia Andrea no dudo en mover su cola en un rápido latigazo que golpeó en la espalda del italiano, pero que no llegó a hacerle daño. Fue entonces cuando Andrea se lanzó hacia uno de los rapiñadores, con el cuchillo por delante, pero tal vez por el golpe que acababa de recibir, calculó mal la distancia y no llegó siquiera a rozar al engendro. 

El demonio al que Andrea intentaba atacar se lanzó sobre Émille y con una de sus garras delanteras rasgó su ropa al golpear su pecho sin que el chico pudiera hacer nada por impedirlo. Sin embargo, la piel del nephilim era resistente, capaz de absorber el golpe sin sufrir daños. 

Poco a poco, Émille se había ido acercando a Andrea sin que ellos ni los rapiñadores hubieran sido heridos. Dos de los que habían atacado en un inicio a Émille parecían dispuestos a atacarle de nuevo.

Que cuatro viniesen a por mí y uno a por él estratégicamente no estaba mal. Si hacía caso de la impresión que el chico me causaba yo podría con ellos sin despeinarme, y él sudaría para enfrentarse a uno. Y aún así tenía ganas de ponerlo más interesante. Ahora que estábamos todos juntos no me costó darme cuenta de que al menos dos seguirían viniendo a por mí. Me preparé para bloquear sus ataques, mientras con el rabillo del ojo medía la distancia al sofá. Si después de recibirlos podía escabullirme y cubrirme detrás de él para sacar mi estela, sería genial.

Uno más de los rapiñadores parecía totalmente pendiente de Émille, dispuesto a saltarle encima también.

Sin embargo, al que ya antes había puesto su atención en Andrea ahora se le había sumado el que había sido atacado por él y ambos se movían con impaciencia a su alrededor, listos para atacar al italiano.

Sentí un subidón de adrenalina cuando me vi empujado por el golpe del rapiñador, no esperaba que me diesen  tan pronto y menos por la espalda. Maldije al aire algo ininteligible cuando tuve que recuperarme de la puñalada fallida.

Cazzo!

Con toda la velocidad que pude me acerqué de espaldas a la pared donde no pudieran golpearme por algún flanco. Dos. Esta vez venían dos a por mi. Más importante que sus fauces era poner especial atención a sus aguijones, no los perdería de vista. 

Corrí y salté para ejecutar una pirueta sobre ellos con la intención de volver a atacar por detrás al aterrizar, no me molestaría en apuntar a ningún organo en concreto, bastaba con intentar acertar en el torso.

Andrea dio un paso hacia la pared rápidamente, cogiendo impulso para saltar por encima de los dos rapiñadores que se lanzaban a por él, pero no consiguió tener sitio suficiente y su salto se quedó en un pequeño cambio de peso. A pesar de eso no lo dudó y lanzó un ataque hacia uno de los rapiñadores, directo a su torso. El cuchillo golpeó contra el duro caparazón que recubría al engendro sin que llegase a penetrar en su carne.

El rapiñador sintió algo golpeando su piel y emitiendo un gruñido sordo lanzó el aguijón hacia Andrea rasgando su pantalón y arañando su pierna con una herida que escocía más que dolía, pero que podía llegar a ser preocupante si el aguijón estaba cargado de veneno. 

El otro demonio también lanzó su ataque con las garras y golpeó en el hombro del nephilim, sin llegar a dañarlo. 

Mientras tanto, Émille bloqueó sin ninguna dificultad los ataques de dos de los rapiñadores que habían ido a por él y antes de que el último se lanzase también, el chico echó a correr hacia el sofá para esconderse tras él, dejando al último rapiñador confuso y alternando su mirada entre el sofá y Andrea.

Los dos rapiñadores cuyos ataques habían sido bloqueados se giraron hacia Andrea en cuanto Émille desapareció tras el sofá y se acercaron al italiano junto a los dos que ya se habían enfrentado a él, rodeándolo. El chico se encontraba con cuatro rapiñadores frente a él, todos con claras intenciones de atacar. Dos de ellos tenían el aguijón levantado y los murmullos amenazantes incrementaban su intensidad a cada segundo que pasaba. 

No había sido nada difícil bloquear aquellos dos ataques. Los rapiñadores eran lentos, tontos y torpes. Con estar un poco pendiente de su aguijón hasta alguien como Jo podría enfrentarse a ellos. No me sorprendió demasiado, aún así, que acertasen tan pronto a Andrea, aunque supuse que si había llegado hasta aquí como nephilim podría soportar más que eso. Aunque quizá era el momento de pensar en echarle un cable.

Con decisión concentré mi poder, decidido a invocar nuevas armas para utilizar de inmediato.