Partida Rol por web

Asentí a las primeras palabras de la porculera, pero pasé de las siguientes. No iba a ponerme a explicarle lo que había pasado en realidad: ni siquiera lo entendería. Me dirigí directamente a Milton entonces, ignorándola.

- He estado buscando. - Le informé como introducción. - Pero Gareth me ha pedido que saque fotos de cómo estaba todo. - Expliqué después. - ¿Crees que me he dejado algo sin colocar?

Bueno, al menos la infusión está buena. Pensé, mientras le daba otro sorbo. Le faltaba un poco de azúcar y la verdad es  estuve tentado en ir a por él, pero al final decidí que no. Ya había perdido suficiente tiempo haciendo tonterías. No sé que me había llevado a pensar que aquello iba a iluminarme o algo. Supuse que las películas de Hollywood sobre brujas. La realidad era que aquella casa me resultaba bastante aburrida.

Tras darle un último sorbo me levanté y me dirigí con los demás con la intención de enterarme a ver si habían descubierto algo y meterles prisa. Ya estaba cansado de aquella vieja casa, quería coger mis cosas y conseguir la información que me había pedido Gareth.

Milton había empezado a mirar a su alrededor, escrutando cada rincón y comparándolo con la imagen mental que se había hecho del sitio al llegar, cuando Ethan volvió de la cocina.

El chico pudo ver a Nora con una mochila en la espalda y un enorme baúl con aspecto de pesar una barbaridad junto a sus pies. Émille por su parte, tenía en las manos una bolsa de deporte vacía. 

Cuando Milton terminó su repaso de la estancia se acercó a uno de los libros del suelo y lo movió apenas un centímetro. Después volvió a mirar a su alrededor y se giró hacia Émille.

- Está todo como antes. - Convino relajando su expresión de concentración y dedicándole una sonrisa suave a Nora.

Tras tener la aprobación de Milton empecé a sacar fotos al lugar, haciendo un gesto a los chicos para que se apartasen cuando pillaban en cuadro. Una vez terminé guardé la bolsa de deporte donde la había encontrado y me dirigí a ellos.

- Nada raro en el resto, ¿no? - Pregunté, valorando si merecía la pena recorrer la casa y descartándolo. El miembro del equipo de Alice que hubiera usado Percepción ya habría visto lo que fuera, si hubiera algo más extraño.

¿Me he perdido algo? Dije, al entrar, aunque parecía que no. Alcé las cejas, sorprendido. Por alguna razón se me hizo raro ver a Emille con algo en las manos que no fuese algún tipo de arma. En la cocina no había nada.

- Nada nuevo. - Respondió Milton a ambos. Entonces su mirada se detuvo en el baúl y pareció valorar algo antes de mirar a Émille. - Oye, ¿crees que podrías acompañar a Ethan tú solo? - Propuso. - Puedo llevar a Nora y su equipaje al Instituto y contarle a Gareth cómo estaba todo esto. Si quieres podemos vernos en casa de Ethan.

Miré a Émille con el ceño fruncido. No me gustaba que me ignorasen y no me había explicado qué hacía con una bolsa de deporte. Esperaba que no hubiera estado intentando robarle algo a mi casera. Sería una bruja y todo eso, pero me había tratado muy bien.

Las palabras de Milton iluminaron mi cara. No tenía ninguna gana de ir a casa de Ethan de nuevo y antes de que alguno de los otros se opusiera di una palmada y busqué mi teléfono. - A mí me parece genial. Así podré ir estudiando un poco el códice. Y con la lanza de Émille seguro que estáis a salvo. Pero tengo que pasar por la cafetería antes de ir al Instituto.

Miré a Ethan y alcé una ceja. Quizá él en concreto no estaría tan a salvo de esa lanza. Sacudí la cabeza y empecé a llamar para pedir dos taxis. Mientras esperaba el tono miré a los chicos. - Alguno tendrá que dejar de ser invisible y todo eso. O no podréis subiros al taxi.

En cuanto me respondieron al teléfono me aparté y cambié el tono por uno más alegre. - ¿Sí? Necesito dos taxis para la B-244, en el número 147. Gracias. 

Tras colgar me giré hacia los chicos. - Tardarán quince minutos. ¿Nos vamos?

Pues sí que has tardado en pirarte. Pensé. Solo te faltaba hacer un corte de mangas.

Vale. Nos vemos en el instituto entonces. Dije, dedicándole una sonrisa tan amable como falsa. No me hacía gracia que me dejase solo con Emille después de lo que había hecho. Dos veces. Pero mucha menos gracia me haría pedirle a una camarera con aires de grandeza que se quedase. Solo esperase que no intentase matarme como la anterior vez.

Centré mi atención en la runa y tendí el brazo a Emille. Iré yo visible, al fin y al cabo vamos a mi casa.

Asentí a la propuesta de Milton en cuanto la hizo. Con un poco de suerte podría dejar de tener cuidado a la hora de no resbalar con las babas de él y la porculera. Aunque me extrañaba que fuese a dejarla en el Instituto e ir a casa de Ethan. La idea era totalmente estúpida. Quizá sólo buscaba cómo escaquearse.

Luego dediqué una mirada alzando una ceja a la camarera, harto de que estuviera empeñada en decir a los demás cómo organizarse y cómo vivir. Podríamos montarnos en los taxis que nos diera la gana estando visibles o invisibles, faltaría más. Sin embargo cuando el memo se ofreció a volverse visible aquello se volvió interesante. Invoqué de manera natural una daga a mis manos y se la tendí, cruzando una mirada con Milton. No iba a ser tan idiota de cortarle yo y que luego le fuese llorando a Gareth. Pero él se había ofrecido. De modo que esperé con ganas de ver cómo se cortaba y empezaba a sangrar. Había que ser cenutrio.

Miré el cuchillo que me tendía Emille y lo miré sin llegar a comprender. ¿Hay que cortarse para que la runa deje de hacer efecto? Pregunté, sin llegar a creérmelo. Seguro que había otra forma menos dolorosa, pero que Emille no me la quería decir porque era un sádico. Miré a Milton. ¿Habrá otra forma, no?

Claro que luego podrían ponerme la runa esa para curarme, pero no confiaba en que el gabacho lo hiciese, seguramente me dejaría sangrando para alegrar su vista. El muy psicópata...

Milton negó con la cabeza mientras miraba a Ethan con cara de circunstancias. - Hay que romper la runa para que deje de funcionar. - Explicó, encogiéndose de hombros. - O esperar a que se pase el efecto.

Viendo al muchacho inseguro se acercó a él y extendió la mano, pidiéndole el cuchillo. - Si quieres puedo cortarte yo y miras para otro lado. No te dolerá demasiado y luego puedes curarte con un iratze.

No me corté en emitir un resoplido cuando el muy idiota hizo aquellas preguntas. Al ver que Milton se ofrecía a cortarle él por un instante me dieron ganas de usar la daga para zanjar yo mismo aquel asunto, pero no llegué a hacerlo.

- Si prestases atención cuando se te habla ya sabrías esas cosas. - Le indiqué, sin evidenciar molestia, ni mucho menos, sino señalando algo evidente. - Y ahora date prisa. No tenemos todo el día para esperar mientras te lo piensas.

No tengo estela aún. Le dije a Milton, ignorando por completo las palabras de Emille. Cogí el cuchillo y me corté un poco, con cuidad para que no cayera sangre por la habitación. Si la vieja aparecía de pronto muerta por ahí y decidían investigar no me hacía ilusión que descubriesen mi sangre en su casa.

Intenté hacerlo con firmeza y sin dudar, disimulando el mal rollo que me daba aquello. Mi orgullo me impedía permitir que Emille o Milton hicieran aquello. Solo les daría una razón más para no tenerme en consideración.

¿Puedes hacerme el iratze? Le indiqué a Milton.

Milton recogió la mano cuando Ethan decidió cortarse él mismo. Cuando la hoja del cuchillo rasgó la piel donde la runa estaba dibujada, ésta empezó a palidecer poco a poco y toda la silueta de Ethan pareció vibrar un instante. De su muñeca empezó a brotar un hilillo de sangre mientras la herida le escocía.

El chico dudó un momento y finalmente sacó la estela del cinturón y se la tendió a Ethan. - ¿Recuerdas la runa? ¿Quieres probar a dibujarla tú mismo? - Ofreció, dispuesto a hacer los honores si el rubio no quería encargarse.

Mientras tanto, Nora había guardado el teléfono y parecía impaciente por marcharse de allí.

Un rato después el taxi se detenía en la puerta de la casa de Ethan. Desde fuera todo estaba igual que antes, como si nada hubiera pasado en esos días, como si la vida no hubiera dado un vuelco de 180º para la familia que la habitaba. 

Nora y Milton se habían marchado en su propio taxi camino de la cafetería donde la chica solía trabajar para después volver de regreso al Instituto. 

Los dos nephilim se bajaron del vehículo y se acercaron a la puerta. Todo parecía tranquilo y no se veía a nadie desde fuera.

Tras una rápida inspección de mi casa y, tras ver que no había nadie alrededor, saqué las llaves del bolsillo y la abrí. Me entretuve en la entrada para que Emille pudiera entrar. Tenía que recoger mis cosas, que eran bastantes y llevar a cabo el encargo de Gareth. Decidí hacer primero la primera, así que me encaminé a mi habitación con la intención de coger ropa, mochilas, posters, fotos, el ordenador, cargadores, mi equipo de música... Todo lo imprescindible, vamos. Sin embargo, se me ocurrió que, si me llevaba todo, tal vez sospechasen de que no pensaba volver. Lo mejor iba a ser llevarme solo una parte de las cosas... Iba a ser difícil decidirme. Aunque bueno, siempre puede comprar lo que necesite.

Me encaminé hacia el piso de arriba fijándome en si escuchaba algo que pudiera decirme si alguno de los criados se encontraba en casa. Iba a tener que aparentar normalidad con la maldita vieja y su hija.

Durante todo el camino me mantuve en silencio. Al principio estaba pensando en mis cosas y maldiciendo la hora en que habíamos acudido a atender aquella llamada de Alice. Probablemente si no hubiéramos ido ella ni siquiera se hubiera dado cuenta de que dos mundanos la veían. Y ahora todos estaríamos más tranquilos.

A mitad de camino me sentí tentado de hablar, de presionarle hasta que tuviese que responder y quedase como un loco. Sin embargo el muy asqueroso seguro que se quedaba en silencio y me dejaba como un idiota a mí. De modo que continué callado hasta que llegamos, mirando al frente con expresión neutra.

Una vez llegamos no me separé de él. Le seguí hacia el piso de arriba y, una vez estuvimos a solas* me dirigí a él.

- Coge algo de tu hermana y de tus padres. - Le dije. - Cuanto más personal mejor. Quizá pueda usarlo para rastrearlos.

El aspecto de la casa no se parecía en nada a lo que los chicos habían visto la última vez que estuvieron allí. Los muebles rotos habían sido repuestos, los cristales recogidos y todo estaba limpio e impoluto. En la cocina se escuchaban algunos sonidos, la música de una radio no demasiado alta y los movimientos de alguien que de vez en cuando tarareaba parte de la melodía. 

No os cruzasteis con nadie al subir por las escaleras. El piso superior estaba también recogido y limpio, con todo en su lugar. Pasasteis por delante de la habitación de Emilie y el cristal de la ventana había sido cambiado por otro. El cuarto estaba completamente recogido, como el resto de la casa. No tardasteis en estar ambos en la habitación de Ethan, que estaba como siempre solía hacerlo.

Empecé a recoger algunas de mis cosas. Aquello me estaba resultando muy difícil, quería llevarme todo, pero no podía hacerlo, así que decidí llevar solo lo indispensable. Me costaba decidirme. Mucho. Saque y metí varias veces las mismas prendas hasta que por fin terminé, tras unos veinte o treinta minutos. A parte de la ropa había cogido mi póster preferido, uno con los miembros de la serie, algunos discos y el portátil. Decidí dejar el equipo de música allí. El plan era que se pensasen que volvería en breve, si me llevaba el equipo de música de poco iba a servir. Tendré que comprarme otro. Y más ropa, que con la que me he llevado no tengo ni para una semana.

Vale. Asentí a las palabras del gabacho dirigiéndome a la habitación de mi hermana. Entrar en la habitación de mi hermana volvió a encogerme el corazón. Eché un vistazo al cristal de la ventana, solo para comprobar que lo habían arreglado, como si nada hubiera pasado, como si Emilie no estuviera desaparecida. Raptada, a saber por quien. A saber que cosa le estaban haciendo. Apreté los puños y aparté aquellas ideas de mi cabeza, no iban a ayudarme en nada. Me dirigí hacia la estantería y cogí un objeto. Un hurón de peluche. Se lo había regalado a mi hermana cuando era más pequeñas y sufría acoso. Cuando aún no era famoso. Era su peluche preferido y, aun entonces, dormía con él siempre. Esto servirá... Dije, en tono quedo. Tras contemplarla unos segundos la guardé con las demás cosas, aunque con más cuidado que con la ropa. ¿Quién me planchará las camisas?

Después de aquello me dirigí a la habitación de mis padres. Cogí unos pendientes que mi madre solía llevar en ocasiones especiales, que eran una clase de herencia familiar, y el álbum de todos de la boda de mis padres. Hay algo más. Dije, intentando apartar los sentimientos que afloraban al recordar el estado de la habitación en aquella noche. Tengo que buscar una cosa. Bajé la voz. Hay que encontrar los contratos de los criados. Me lo ha pedido Gareth.

Me dirigí hacia el despacho donde solía guardar los papeles mi padre. Aquello podría ser un trabajo de negros.