Partida Rol por web

No disimulé una mirada escéptica cuando aquella chica habló de que el italiano estúpido podía ser de utilidad. Como cebo, quizá. Aunque el otro la verdad es que había demostrado saber combatir, algo era algo. De hecho probablemente estuvieran acostumbrados a que él pelease por los dos. Y pensase por los dos. Y visto lo visto, follase por los dos.

- Por mí ahora mismo, pero tú decides. - Le dije, sin prisa real. - Creo que está bien que un condenado a muerte elija la fecha de ejecución. - Comenté con una media sonrisa, totalmente de buen rollo. Con la espada era difícil de saber, pero a bravucón no iba a ganarme.

No quise decir nada por no caldear más el ambiente, pero cuando Emille propuso un combate a Lauretta dediqué una larga mirada a Carlo mientras me llevaba la taza de café a los labios. No me parecía mal que se patearan el culo mutuamente, de hecho era hasta reconfortante creer que era obra del karma. 

— Adelante, seguro que le puedes — le dije al francés con una sonrisa maliciosa. Apuré la taza de café y continué preparando otra tostada. Digo más, podríamos apostar para hacerlo más interesante. Finalmente se me escapó una ligera carcajada y fui hasta la mesa para sentarme junto a Carlo con las tostadas que me había preparado.

Todavía no podía creerme que Gareth me hubiera perdonado, debía de tener muy en cuenta la opinión de Jeremy... Solo esperaba poder cumplir con las espectativas, a saber qué le habría dicho. 

La mirada que le eché al italiano al escucharle hablar fue clara. Nadie te ha preguntado. Era evidente que intentaba picarme, y también que creía que su compatriota podría conmigo. Sólo por eso me daban más ganas de que el combate tuviera lugar, de ganar, y también de aplastarle a él la cara. Si normalmente odiaba a la gente insidiosa, él estaba haciendo que escalasen posiciones en la lista de personas prescindibles en el mundo.

Lauretta arqueó una ceja e inclinó ligeramente la cabeza, mientras una sonrisa bailaba en sus labios. 

- Si no estuviera tan muerta de hambre, haría que te tragaras esas palabras - . Le dijo a Emille y se encogió suavemente de hombros. - Pero si quieres, después del almuerzo no tengo nada que hacer - . 

Se acercó a la mesa y cogió una de las tostadas que Andrea acababa de prepararse. - Gracias - . Le dijo, como si se las hubiera estado preparando a ella. Se la llevó a la boca y le dio un mordisco. - A la próxima ponle más mermelada. El azúcar da energía y después tengo un combate - . Dijo, señalando con la cabeza hacia Emille. 

Se sentó en la silla de delante de Andrea y le cogió la taza ya vacía de café. La rellenó y le añadió cuatro cucharadas de azúcar antes de darle un trago.

- Por cierto, después tengo que hablar con vosotros dos. Aunque podáis quedaros no creáis que está todo olvidado - . Les informó, a Andrea y a Carlo, señalándoles con la misma mano que sujetaba la tostada robada.

Una media sonrisa apareció en mi rostro al escuchar a Lauretta. No tenía claro si nos llevaríamos muy bien o muy mal, pero algo me decía que pronto me daría cuenta.

- Yo voy a entrenar a estos. - Le dije, haciendo un gesto hacia los recién llegados. - ¿Qué tal cuando acabemos? - Pregunté, observando cómo la chica abusaba del italiano asqueroso. Si es que era normal, hasta a mí me daban ganas de quitarle el desayuno, y eso que no quería comer nada que él hubiera tocado.

— ¡Eh! Cuando me robó el desayuno protesté enfadado. No era la primera vez ni probablemente la última que me hacía estas cosas, pero aun así no tenía porque quedarme callado y aceptarlo. Cualquier día me levantaría y la tumbaría de un golpe, me levantaría y dejaría claro quien manda sobre quien, me levantaría y su reinado de terror acabaría en el acto. 

Y encima pitorreo. — Y con un poco de cianuro... — susurré de vuelta a la encimera para preparar unas nuevas.

De nuevo cogí el pan y la tostadora, mientras este calentaba me giré hacia la italiana cuando dijo que tenía que hablar con nosotros. Si, como no...— dije malhumorado. Quise dejarlo ahí pero la verdad es que me picaba demasiado la curiosidad. - Stiamo usciti un attimo fuori e dirmi? - pregunté esta vez en italiano.

¿Salimos un momento fuera y me lo cuentas?

No comenté demasiado en el desayuno, estaba aún de mal humor por tener que preparármelo yo mismo. Comía mientras prestaba atención a lo que pasaba alrededor con la nueva visitante. Parecía la hembra perfecta para Emille, directa, seria, malhumorada y con una única afición que hacía las veces de trabajo, la espada. En definitiva, una aburrida.

Alcé una ceja cuando le quitó el desayuno al italiano de la mano. Esperé la reacción por parte el chico, pero no vino. Se dejaba pisotear como una simple mosca si siquiera oponer resistencia. Otra pelea de gallos. Qué entretenido. Comenté de forma sarcástica sin mirar a nadie en concreto, mientras me llevaba un bocado a la boca. Tal vez deberían cambiarle el nombre al Instituto por el corral. 

Lauretta se sorprendió al ver las ganas que tenía Andrea de recibir un buen rapapolvo. Le miró, con una expresión entre confusa y divertida y se encogió de hombros. 

- ¿Sei sicuro di voler ora? - Preguntó, arqueando ligeramente una ceja.

¿Estás seguro de que quieres ahora?

¿Por qué no? Había dicho que quería hablar y sin embargo la expresión de la nephilim acabó por confundirme más todavía. Miré rápidamente a Carlo y después con el ceño fruncido devolví la mirada a Lauretta. 

— No lo entiendo... ¿Por qué no? — comenté con un tono de duda. Era evidente que tenía que ser algún tipo de petición de Jeremy, algún castigo pero ya me lo esperaba. Tal cual solté aquellas palabras me puse en pie y con un gesto la invité a abandonar el salón. 

— Non so che stai per dire, ma non solo noi tre parlo italiano — me apresuré a decir por si iba a soltar alguna barbaridad o secreto.

Desconozco que me vas a decir, pero no solo nosotros tres hablamos italiano
 

Carlo había ido desayunando, teniendo cuidado de mantenerse a una distancia prudencial de Lauretta y aunque sus ojos se habían iluminado ante el desafío que había surgido entre la italiana y Émille, no había llegado a decir nada.

Cuando Andrea propuso que la chica les contase lo que fuese de una vez, asintió con la cabeza. Parecía pensar que las broncas cuanto antes, mejor. Así que se puso en pie dispuesto a salir con ellos, pero al escuchar las palabras de Ethan no pudo evitar soltar una carcajada. - Ya verás como en cuatro días le coges el gusto y participas tú también. - Le dijo al pasar junto a él, con una sonrisa divertida. 

Asintió a lo que su amigo le decía a Lauretta y enarcó las cejas. - Più tutto mangiare questo tosse in macchina. Andrea durante la ricerca della guscio. Ci sono ghiaccioli sexy in città.  - Con sus últimas palabras, miró a Nora y le guiñó un ojo, en lo que parecía ser una broma.

Yo también voy, si nos vas a tirar de las orejas, cuanto antes mejor. Andrea tiene razón. La morena sexy nos entiende perfectamente.

Fruncí el ceño ante la posibilidad de que se marcharan a hablar a otro sitio. Realmente había esperado que le echara una buena bronca delante de todos, estar allí me estaba volviendo bastante más sanguinaria y rencorosa de lo que acostumbraba y eso no me gustaba demasiado.

Hice una mueca de disgusto cuando dijeron que les podía entender, había esperado que no lo recordaran, una lástima. Le dediqué a la chica una pequeña sonrisa tímida a la chica y a continuación taladré con la mirada a Carlo por su bromita. No quería tener mucho que ver con ellos dos, el primero era un salido y el segundo su cómplice consentidor.

Lauretta alzó ambas cejas y también dirigió su mirada hacia Nora. Asintió con un suave gesto de cabeza y empezó a caminar hacia la puerta.

- Enseguida os los devuelvo - . Dijo, antes de salir del comedor y volviendo al idioma que entendían todos.

Una vez fuera, esperó a que saliera el último con los brazos cruzados y una expresión de cabreo en su rostro. 

Una vez cerraron la puerta dejó escapar un suspiro y negó con la cabeza, mientras ponía los ojos en blanco.

- ¿En qué estabais pensando? - Les preguntó, volviendo al italiano e intentando controlar el tono de voz para que no la escucharan desde dentro. - Habéis avergonzado nuestro instituto. Ahora todos piensan que somos unos degenerados. ¿Cómo se os ocurre? ¿Es que no puedo dejaros ni un día solos? Y... ¿Qué mierdas era eso de aparecer desnudo delante de todos? Sois una vergüenza - . Resopló cabreada y clavó su mirada azul en los ojos de Andrea. - Me has decepcionado - .

Esperaba que solo acabase llevándome una bronca por haber espiado a Nora, pero una vez más Lauretta se superaba y conseguía hundirme en la miseria. Ni siquiera fue capaz de sostenerle la mirada y terminé agachando la cabeza sin saber qué responder.

— Lo lamento muchísimo, no pensaba... — susurré a regañadientes. Simplemente me pareció una forma divertida de practicar mi sigilo... 

Me extrañaba de su reacción y no sabía por qué, ya debería estar acostumbrado a ese tipo de constestaciones. Mal por mi parte por creer que el humor de Lauretta habría mejorado solo un poco. 

Después de ello miré a Carlo y sonreí. Tengo que admitir que eso estuvo bien, yo no me habría atrevido delante de Gareth. — dije antes de soltar una pequeña risilla.

Carlo bajó la mirada, compungido, y al escuchar la risa de Andrea lo miró con el ceño fruncido. - Tío, no tiene gracia. Casi nos echan por eso. - Le dijo con una actitud de fingido arrepentimiento que su amigo conocía a la perfección.

Después miró a Lauretta y arrugó la nariz. - Eso fue por una apuesta que hice con Émille. Me retó a un combate y perdí, por eso tuve que aparecer desnudo delante de todos. No podía negarme a hacerlo después de apostar, eso me habría hecho parecer deshonesto. - Dijo, negando con la cabeza. - Pero creo que conseguí salvar la situación bastante bien fingiendo que me habían robado la ropa mientras me duchaba.

El chico se cruzó de brazos y una sonrisa de medio lado apareció en sus labios mientras seguía hablando. - Si vas a batirte con él, ten cuidado. No pelea con honor. Y la verdad es que es bueno. Luego te contaré nuestro combate para que estés preparada y sepas por dónde puede salirte. Su lanza está trucada, se desmonta y lanza las cuchillas, me pilló por sorpresa con eso, la verdad.

Cuando la nueva italiana del Instituto se marchó empecé a desayunar con tranquilidad. Las cosas estaban demasiado revueltas últimamente, y eso no me gustaba demasiado. La conversación que habían mantenido - en italiano, por supuesto - me había servido para darme cuenta de que era tan maleducada como los otros. Pero al menos esta decía saber combatir. Algo era algo.