Partida Rol por web

Y al pie de las escaleras se reunieron Sun-yun y Émille aquella tarde para quién sabía qué. Tal vez entrenar, quizá ir a buscar unas maletas... ¿Quién sabía qué podría surgir?

El entrenamiento de la mañana había sido suficiente como para dar un poco de cancha a la china. No porque no necesitase entrenar más, sino porque después de verla en acción en dos ocasiones llegaba el momento de plantearme yo cómo proseguir con ella. Sin embargo no habíamos dedicado ni un minuto a descubrir sus poderes, y eso era algo pendiente. Además Gareth había dicho que ella tenía que salir a por sus cosas, así que podíamos aprovechar de camino.

—Eh —la saludé al verla, con un gesto seco. Entonces caminé sin esperarla hacia la puerta—. Vamos. Tú guías —añadí después. La verdad es que yo no tenía ni idea de adónde íbamos, pero estaba claro que no podía salir sola.

Empezaba a estar harta de llevar la ropa de otras que escondía la parte más radiante de mi fabulosa persona por no hablar de la poca comodidad de mis zapatos. Pero especialmente añoraba mis libros y mi portátil y empezaba a ser urgente cambiar el liquido del pote de lentillas de emergencia de mi bolso. 

— ¡Emille!— llevé las manos al regazo e incliné mi espalda quince grados al recibir su toque de atención, luego, e inmediatamente, corrí a ponerme a su lado.

Al alcanzarle le miré de soslayo mientras andábamos hasta empezar a acostumbrarme a su presencia. No obstante, salir solos era maravilloso y horroroso. Y si por si mis nervios no era suficiente incomodidad, tenía que guiar, en una ciudad que no conocía y desde un origen que solo Aly sabría situar. Pero mi gps estaba muerto. 

— Será mejor coger un taxi —disimulé el no tener ni puta idea de dónde estaba ni de a dónde iba exactamente- ¿Pasan por aquí cerca? Sino busquemos en dirección a la universidad -esperé que él supiera esa dirección antes de tener que sacar a sangoogle del bolso-. 

Al ver que la pirada venía corriendo hacia mí estuve a punto de ponerme en guardia, por si acaso intentaba alguna maniobra rara o, peor aún, abrazarme. Menos mal que no llegó a hacerlo.

Luego, mientras salíamos, escuché sus palabras. Si quería coger un taxi era cosa suya. Eso sí, más valía que llevase dinero.

—Por aquí —dije en cuanto estuvimos fuera, girando hacia la esquina más cercana. La última vez que había cogido uno había sido para ir a recoger las cosas de Ethan, pero ni siquiera había sido desde aquí.

—Has estado estudiando —dije-enuncié-pregunté del tirón, esperando que la respuesta fuera afirmativa.

Seguí sus pasos apresurando el mío, y por primera vez eché de menos a Aly y su andar contemplativo.

- He leído el códice -anuncié-respondí-fardé tras sus palabras-. Tiene cosas interesantes, pero le falta objetividad y parece incompleto. ¿Es todo lo que relata real? -pregunté con la mirada en la calle, procurando no envenenarme con lo que fuera que tenía ese chico que me calentaba las mejillas-.

Metí la mano en el bolso y rebusqué la forma y peso de mi móvil y lo saqué solo para reubicarlo en mi bolsillo. - He leído los rituales: lo que hay que decir, lo que implica... y, por extensión, lo de los parabatai, así que supongo que felicidades. -saqué el teléfono y abrí la aplicación de mapa, lo volví a guardar. Paso a paso y con discreción. 

- Cuando volvemos buscaré algún cuadernillo de caligrafía para runas, presupongo que tendréis de eso ¿no?

Dediqué una mirada de esas capaces de matar en el mismo momento en que dijo que al códice le faltaba objetividad, y se acentuó todavía más al añadir la chorrada de que estaba incompleto.

—Todo lo que dice es verdad —dije de manera totalmente seca—. Y es para iniciar a la gente no tiene ni puta idea: si quieres más, te vas a la biblioteca.

Mi expresión, sin embargo, se suavizó en cuanto habló del asunto de los parabatai. No cedí dándole las gracias, ni nada parecido, aunque sus últimas palabras me hicieron reír de incredulidad.

—Sí, claro: se llaman folios —le dije alucinado con la chorrada que acababa de soltar—. Tenemos también algo para escribir mágicamente en ellos y poder comparar con las runas del Libro Gris: se llama boli.

Después de eso caminé algunos pasos en silencio. No sabía ni de qué me sorprendía. Creciendo como una mundana y con la pedrada que esta tenía en la cabeza lo raro sería que dijese algo normal.

—Vamos a tener que ver qué poderes tienes —le dije entonces mejorando un poco mi humor. Aquello siempre me gustaba, porque por muy inútil que fuera cada uno abría nuevas posibilidades como grupo en el campo de batalla. Me preparé también para aumentar sus capacidades—. ¿Has descubierto alguno?

Giré la cabeza y alcé los ojos para mirarle al oír su respuesta realmente me fiaba poco de que todo fuera verdad, parecía que la mitad de las cosas se las inventaban para creerse más guays y que todo lo arregblaban con un "si no lo ves es porqué hay glamour y a tomar por culo". Solo esperaba que las Hadas no fueran frikis con una rama de árbol pegada con cola en cada dedo. 

— Ya entraba en mis planes —sonreí mostrando todos los dientes a lo de la biblioteca—. Pero gracias por el consejo —me regodeé en su humor de perros y cuando habló de folios y bolígrafos se me cayó el alma a los pies— Oh dios —sentí un puñetazo en todo el pecho— No tiene ni puta idea de qué es la caligrafía —arrugué el rostro muerta de asco y miré hacia delante— ¿Es solo otro cutre más? —me pregunté negándome a aceptarlo—.

Seguí caminando aun con el dolor de la desilusión y hasta dejó de importarme esconder el teléfono o disimular el momento de entrar la dirección de la universidad en el gps. Lo miré largo y tendido, en silencio hasta que decidí que aquello estaba mal hecho y seguí buscando algún taxi.

Había dejado de escucharle así que cuando me preguntó por mis descubrimientos no supe a que se refería, si a los taxis, si es que creía que mi móvil era un radar, o algún secreto como solía ser cuando era Ami-son quién hacia esa pregunta. En cualquier caso me encogí de hombros — Puede, ¿y tu?

Me sorprendió un poco la primera respuesta de la coreana. No sabía si se estaba quedando conmigo, haciéndose la sobrada o si lo decía en serio. En cualquier caso mientras lo cumpliera estaríamos bien. Y más si luego no andaba dando la coña sólo por haber leído un poco como hacía Nora.

—Perfecto —le dije aún con un tono seco—. Si tienes dudas, pregunta.

Después seguí caminando, acercándonos ya a la parada de taxis. Y si la respuesta anterior me había descolocado esta lo hizo más todavía. La miré con el ceño fruncido, sin empezar siquiera a entender qué mierda tenía en la cabeza. Sin embargo antes de contestar le hice un gesto hacia el primer taxi y esperé a que ella abriera la puerta para entrar, colándome entonces si no hacía nada para evitarlo.

—¿Si he descubierto tuyos, o míos? —pregunté sin tener claro ya ni de qué mierda estábamos hablando —. En fin, da igual. Voy a potenciarte. Mira a ver si notas algo distinto —le dije, y procedí a hacerlo sin importarme lo más mínimo que estuviéramos en el vehículo.

Una sensación familiar te recorrió entonces, naciendo en tu estómago y extendiéndose como un cosquilleo constante por todo tu cuerpo bajo la piel. Era cálida y agradable, te hacía sentir más fuerte, más capaz y preparada. Algo en tu interior se expandía.

Sonreí encantada con su oferta de ayuda: ¡qué amables eran todos! Y qué raro era aquello.

Estuve valorando sus palabras largo y tendido, quizás no era más que una norma de boyscout del mundo de las sombras, o quizás era una ayuda con trampa para hacer que aprendiera erróneamente o quizás empezaba a gustarle.

Asentí repetidas veces y le seguí hasta la parada de taxis. Eran un buen invento, tal vez podría proponerlo en corea y ganarme puntos para ser presidente.

De dediqué una mirada crítica cuando me hizo la seña para qué fuera yo quién me acercara al taxi primero. Había cambiado a una princesa por otra.

Abrí la puerta trasera y saludé al taxista antes de entrar para no sobresaltarlo. Ese aprovechó para colarse y yo me comí un suspiro mosqueado.

Entré por la misma puerta, obligándole a desplazarse o pasándole por encima, lo mismo me daba por tal de no ceder a su descortesía.

- Al campus universitario, por favor- alargué la mano para cerrar la puerta con mi indicación -.

Miré entonces a Emille extrañada por su comodidad para hablar de esas cosas frente al taxista y una página del libro llamó a la puerta de mi cabecita - Cabrón- comprendí su mala educación y saqué el móvil para ponérmelo en el oído-.

- yeoboseyo - saludé a nadie - La próxima vez avisa cuando no estés visible -recomendé a quién tenía al lado en una pregunta implícita de si me había puesto a hacer el mongolo-.

- Ya lo creo- respondí entonces a lanzaman y la mano libre buscó mi tripa- ¿Cómo haces eso? ¿Y qué hago?.- 3,2,1.

Al ver que sacaba el teléfono para ponérselo en la oreja una media sonrisa cruzó por mi rostro. Qué pena, parecía que había atado cabos y no iba a quedar en ridículo.

—Eh —la llamé entonces, fingiendo de manera inútil que no sabía lo que hacía, e incluso le palmeé la mano a modo de protesta—, que te estoy hablando, deja de hablar por esa mierda —dije, como si creyera que hablaba con otra persona. Sin embargo cuando lo que dijo fue que avisara cuando no estuviera visible, me senté de medio lado, poniendo los pies sobre el asiento. La verdad es que había sido divertido. Una pena que durase tan poco.

—Es uno de los poderes, potenciar a otros —expliqué más tarde. No había respondido a mi pregunta, pero casi mejor. Para enzarzarnos en mierdas sin sentido, mejor pasar—. La mayoría de los nephilim nacemos con tres poderes naturales, aunque con práctica pueden aprenderse otros —dije—. Los míos son los mejores, pero algunos tenéis que conformaros con otras mierdas, así que vamos a comprobar los más comunes uno por uno. Piensa en potenciarme a mí.

Cuando lanzaman me palmeó la mano di gracias a mi maquillaje por ser tan infalible como decían en el anuncio, lo que equivalía a que aquella plasta no se iba ni frotándola cincuenta veces contra la funda de mi almohada; pues de lo contrario mi cara hubiese quedado más roja que un tomate maduro, y no solo por su caricia sino porqué pudiera creerme tan maleducada como él.

- Si te hablo a ti -aclaré al verle acomodarse y mis ojos fueron directos a sus pies - Está loco -clasifiqué su acción y llevé los ojos al retrovisor buscando al taxista para asegurarme que no lo veía.

Asentí a cada punto de su explicación pero al llegar al final tuve que apretar los labios para tragarme una risa - Así que los tuyos son los mejores pero al menos uno de ellos es de los más comunes- me reí por dentro incapaz de concebir mejor y común referido a un mismo elemento - ¿Por qué tres? ¿qué justificación tiene eso? -pregunté por los poderes y cerré los ojos para concentrarme en lo que me había dicho aunque no tenía ni idea de que se suponía que tenía que hacer. Así que pensé en los tres segundos que me había dado para ver algo frente a la iglesia en ruinas y en el cosquilleo de entonces y de ahora, y al pasar esos tres segundos abrí los ojos con un suspiro cansado y escéptico y le miré exigiendo que me diera otra cosa.

- ¿Qué más tienes? -pregunté cambiando el teléfono de lado, para que mi brazo dejara de interponerse entre nosotros. - ¿Y eso que hiciste con mi Kyo?

A pesar de que siguiera fingiendo estar al teléfono que hablase mirándome lo hacía suficientemente divertido por imaginar la cara del taxista. Casi me daban ganas de liarla dándole una colleja al tipo o algo.

—El tres es importante —le dije—. Hay tres instrumentos mortales: Copa, Espada y Espejo —enumero antes de cambiar un poco mi postura, agarrándome una muñeca con la mano opuesta—. Y porque Raziel lo quiere así. Si quieres más detalles, invócale y pregunta.

Después de esa breve explicación aguardé unos segundos, esperando sentir algún tipo de hype.

—Nada de aumento de habilidad. Una pena. Eso te haría útil —señalé. Luego respondí a otra de sus preguntas, ignorando la restante—. Armería. Tu alma se enlaza con un arma y te entiendes mejor con ella, como si realmente fuera una parte de ti —expongo antes de tenderle un cuchillo—. Pruébalo. Cierra los ojos y piensa en sentir dónde se encuentra en cada momento. Enlázalo a ti.

Me sorprendió que realmente el número de poderes tuviera algún sentido, tendría que empollarme más cosas sobre ese número y esas cosas que Emille cargaba de misticismo. - Bien. Interesante. - le puntué e ignoré por completo la referencia a la voluntad de Raziel, como si ese no tuviera nada mejor que hacer que ponerse a empaquetar poderes para cada bebé nephilim. Qué inocente era ese machoman, y que jodidamente encantador le hacía eso.

-Eso lo he tenido siempre. Arma, piano, pincel, lo que tu quieras.- pienso antes de ver ese cuchillo y volver a buscar a toda prisa el conductor - ¿Seguro que es buena idea? - me como un "aquí y ahora" que poco pegaría en mi supuesta conversación para el taxista- Si va a venir a verme puede ser incomodo. Di otra cosa- saqué a pasear mis ojos de cachorrito sin darme cuenta.

Sería la proximidad del campus que empezaba a alterar mis neuronas.

Enarqué una ceja casi de inmediato cuando me preguntó que si era una buena idea. Estuve a punto de ceder, hasta que usó el imperativo en su siguiente oración. Puede que su entonación no fuese de orden, pero no iba a permitir que nadie me dijera qué hacer. Así que entonces, simplemente, abrí mis dedos, dejando caer el cuchillo sobre su regazo.

—Yo creo que es una idea de puta madre —le dije, desviando un instante mi mirada hacia el taxista. En serio, pero qué colleja tenía.

En cuanto vi el cuchillo sobre mi, mis dedos buscaron mi bolso, y mis ojos buscaron el juicio de ese chaval.

-¿Qué coño haces? -le pregunté arrugando la frente y poniendo el bolso sobre el cuchillo. - Te equivocas -le hice saber con tanto tacto como fui capaz de mostrar en mi voz, no todos podían acertar siempre como yo-. Pero ya lo probaré, sé como hacerlo -creí tranquilizar sus ganas de ayudar-.

- Dijiste Barrera en la sala -le recuerdo-, y Pilla. - busqué aquellas palabras que no tenían demasiado contexto.

Miré hacia el teléfono: qué coñazo era aquello y que absurda me sentía. Ojalá llegáramos pronto y ojalá no me cruzara con ninguna Ami-son.

- ¿Y no va por sangre? -pensé en Amis, Elis o como fuera y deseé que la suerte Herondale estuviera muy, muy disuelta en la sangre Gi.

Alcé una ceja con verdadero escepticismo cuando dijo no sólo que me equivocaba, sino que ya sabía cómo era lo de armería. La había visto pelear, y algún día podría llegar a defenderse, pero de armería no tenía ni puta idea.

—Es distinto —le dije—, pero ya aprenderás algún día. Con entrenamiento y la instrucción adecuada uno puede desarollar más poderes que los innatos.

Después asentí a sus primeras palabras, aunque las siguientes me hicieron fruncir un poco el ceño.

—Sí, tienes Barrera, ese ya lo sabemos —le dije—. La Barrera desvía o incluso devuelve los ataques que te hagan. Con entrenamiento puedes proyectarla sobre otros para ayudar —expliqué antes de encogerme de hombros—. Supongo que no está mal —dije con una mueca que dejaba claro que me gustaba más lo mío. Fortaleza, en concreto. Aunque si me conociera un poco más probablemente se daría cuenta de que tampoco rechazaría saber hacer Barrera. —Aún así concéntrate en protegerte. Nora tenía Barrera y Escudo.

—¿Por sangre? —pregunté entonces, extrañado—. Sí, claro, si te bañas en sangre de nephilim secada durante cuatro lunas coges todos sus poderes—expliqué antes de mirarla con una cara que dejaba claro no sólo que acababa de decir un disparate, sino que lo suyo me parecía una tontería—. Qué chorrada, por sangre. ¿Por qué iba a hacernos el Ángel eso?

- Será petardo -juzgue cuando él mismo se contradijo. Ahora resultaba que era distinto ¿a qué jugaba? ¿a ser imprescindible?

Sin embargo lo siguiente que dijo sí mereció ser escuchado y me dejó claro cual era mi papel en ese mundo de sombras: hacerme con todos los poderes.

Había empezado por Barrera, por desviar ataques y devolverlos; algo muy afín a lo que había venido aprendiendo a lo largo de mis años ciegos. Me valía, pero me consolaba saber que había dos más ocultos por algún punto de mi.

Cuando me dejo que me concentrara en proteger porqué la tía ese de las duchas lo hacía no supe si lo decía por sexista o por extranjerismo pero en cualquier caso tenía menos sentido que la genética; y si a él esa última le parecía una chorrada y las suyas no, o era un paleto o un iluminado.

- ¿Bañarse en sangre secada? Lo que daría por abrir su cabeza y ajustarle las tuercas, o aflojarselas más, o ambas.

- En corea las cosas funcionan así -respondí para darle un poco de cultura-. La sangre transmite el legado de la familia, quizás esto también lo era.

>> No sé, ¿tu no eres un plagio de tus padres?.

Eché un vistazo a la luna frontal y me agobié al empezar a reconocer las proximidades del campus.

- Cuando pueda parar ya va bien- me dirigí al taxista y luego miré de soslayo a lanzaman para saber si le parecía bien.

Aproveché entonces para abrir el bolso y buscar el monedero a la vez que intentaba colar dentro el cuchillo sin que se viera -poco o nada-.

- Oye,-hablé al teléfono- cuando nos encontremos en la calle, voy a necesitar que me metas un dedo en el ojo o algo, ¿podrás?

Miré a Sun-yun enarcando una ceja cuando trató de explciar cómo funcionaban los poderes en Corea. Sí, claro. Si ni siquiera sabía lo que era un nephilim antes de venir, ni de coña iba a saber eso. Además, no tenía sentido que fuera distinto. Luego, con su pregunta, negué con la cabeza.

—Ni de coña —le dije—. Además, eso haría que nunca apareciesen poderes nuevos, y sería una mierda. O que desaparecieran otros cuando se extingue un linaje. El Ángel sabe lo que nos conviene más que la sangre.

Después, cuando ella siguió hablando, asentí.

—Claro —le dije sin entender qué coño tenía en la cabeza—. O el puño entero.

Dicho eso esperé a que se dispusiera a pagar. Y una vez el taxista hubiera cogido el dinero y se hubiera girado, le daría la tan esperada colleja y dejaría caer un nuevo cuchillo al suelo, listo para ver cómo salía de la situación la pirada esta.

El taxista recibió el dinero de Sun-yun y cuando se dio la vuelta y recibió también la colleja de Émille, se giró de nuevo, mirando a la coreana con cara de mala leche.

—¿Pero qué mierdas haces? —preguntó de malos modos, llevándose una mano a la nuca, con la otra todavía en el volante.