Partida Rol por web

Educación. Era curioso que usara ese término del que tanto carecía, o cuanto menos sus quejas dejaban claras que de protocolo no tenía ni idea. No me hubiese importado darle mi nombre, pero yendo de acompañante no me correspondía a mi hacer las presentaciones, y si quién guiaba el encaro no lo hacía sería por algo.

Por ello sellé mis labios con una sonrisa formal hasta que el chico se marchó a abrir la puerta. Creí que aquel sería un buen momento para empezar y terminar el libro que tenía en las manos pero lanzaman tuvo que pronunciar mi nombre. Seguía sin entender de qué iba eso de usar mi nombre propio sin que en ningún momento se hubiesen ganado el derecho a ello, pero a decir verdad, en él no me molestaba y mucho menos en Maik.

Levanté la cabeza de las páginas rasgadas para ver que quería; su petición me sorprendió: me mandaba con el cutre directos a lo más importante de todo, encargarnos del brujo y librarnos de recoger los trastos de otra. Genial.

No obstante, antes de poder llegar tipo de negro que sabía no marcar culo, él ya había vuelto con una niña que parecía haber recibido el último número de la Vogue que declaraba el negro color oficial de todo ser viviente. Seguro que era por Ami-son.

Dejé el libro rasgado sobre la mesa del comedor con cuidado, como si a su alrededor no reinara el desastre más absoluto y me incliné para saludar a la muchacha. Una vez más no di mi nombre, ni pregunté el suyo - Encantada -le sonreí repasándola de pies a frente sin subir a su pelo.

Cuando Emille explicó que ella venía de otro sitio, decidí que yo me iba a volver con ella, prefería la mala suerte que ese peinado que iba a ignorar a volver a cruzar la ventana de las astillas de hielo.

Miré a lanzaman cuando se dirigió a ella para pedirle hablar a solas ¿de qué coño tenían que hablar esos dos? ¿por qué a fuera? pasé mis ojos por Anbel, AB y el brujo esperando que alguno de ellos tuviera una explicación que no llevara ninguna mierda de romance alicantino incluido en ella.

Uno de los chicos del grupo, el moreno de la lanza, se acercó a mí. Su respuesta no me aclaró absolutamente nada. 
¿El Instituto? ¿Qué quiere decir con que no venía desde allí? Me extrañé, pero no dije nada. Había más personas allí, así que esperé a que alguno sumara algo a la respuesta del chico con una información que me sirviera de más ayuda.

Sin embargo, el mismo chico me indicó que lo siguiera, además de decirme que hacía tiempo que no me veía. Todavía me extrañé más. Eché un ojo al chico que me había abierto la puerta, pero como todavía no confiaba en ninguno de los presentes, decidí que no tenía otra opción que hacerle caso y seguirlo. Tampoco comprendía demasiado que nos tuviéramos que ir de allí para hablar, así que aunque accedí a seguirlo, permanecí alerta en todo momento.

Antes de salir, la chica que destacaba más por no llevar ropa negra (y por llevar la que llevaba), me saludó curiosamente. Que me mirara de arriba a bajo no me molestó. Pero tampoco le devolví la sonrisa. Asentí con la cabeza cordialmente y, en ese momento, vi que había hecho bien en no presentarme por mi nombre, ya que ellos tampoco lo habían hecho. Pensé que sería conveniente ocultarlo hasta que no me encontrara cara a cara con Aubrey Saint John.

La chica pelirroja siguió a Émille fuera del salón, dejando allí al resto de personas sin que ninguna de las chicas se hubiera presentado con el nombre que Melissa iba buscando.

El chico enarcó una ceja y su mirada siguió a los dos que abandonaban el salón hasta que la puerta se cerró tras ellos. Se giró entonces hacia los que quedaban allí y su sonrisa se afiló más, especulativa.

—Así que es cierto, ¿eh? —dijo, apoyando la espalda en la misma pared que había ocupado cuando llegasteis—. Aparecéis como setas... ¿Y cómo funciona? ¿Hace diecisiete años uno de los vuestros se dedicó a regar con semen de nephilim todo Londres y ahora estáis pagando las consecuencias?

Señaló con la barbilla hacia las escaleras que llevaban al piso superior antes de añadir algo más, con tono frío.

—Mi tiempo es valioso y lo estáis desperdiciando. Coged lo que habéis venido a buscar y largaos de aquí de una vez.

Amber frunció el ceño al escuchar aquello, pero después tomó aire despacio y dio un paso hacia el chico. 

—Tal vez tienes razón y no hemos empezado con buen pie —dijo, cordial—. Deberíamos haber abierto el portal en la puerta y no dentro. Pero no tenemos por qué llevarnos mal, todos formamos parte de los Acuerdos. Yo soy Amber Blackwell, es un placer conocerte, Verbius. Ella es Ivy Lovelace, Gi Sun-yun e Ethan Evans —añadió, haciendo un gesto hacia cada uno de los que nombraba.

Y con una sonrisa amplia y blanca estiró la mano, ofreciéndosela a modo de saludo y muestra de paz y recibiendo tan sólo una mirada desdeñosa por parte del brujo.

En cuanto esos dos desaparecieron, y nadie se molestó en impedirlo, y por nadie quería decir Anbel, apreté los puños y conté hasta cien.

Cuando el chico de la cola oculta, o eso había decidido yo que era lo que se movía a su espalda empezó a hablar, mis ojos le buscaron rápidamente con una fuerte interrogación y exigencia de que acabara la frase - ¡¿El qué es cierto?! - me agobié y cuando su respuesta llegó mi pulso decayó de golpe -sí, tío. No estar fichado también es msinstream.- protesté considerando aquella afirmación una comparación con la tía del anillo que sí hacia cosas.

- Y hace dieciocho salpicó en corea- terminé su frase riéndome por debajo de la nariz, ese tío era la leche pero si de verdad decía lo que pensaba iba a perder muchísimas bazas.

Anber intervino con su absurda simpatía, y sus más absurdas concesiones. Era increíble lo condescendiente que podía llegar a ser pero al menos hizo las presentaciones, aunque tarde.

Sonreí al tipo cuando ella dio mi nombre - Pues subo. - acepté su prisa - ¿Se puede tocar todo, Lamond?

En cuanto la desconocida esa aceptó me dirigí a la calle antes de que Verbius pudiera decir «Mierda». Salí de la casa y eché sólo un vistazo atrás, decidiendo alejarme al menos unos pasos por si alguien tenía la oreja puesta. Crucé la calle dando por hecho que sería seguido, sin plantearme siquiera otra opción. Y una vez estuve al otro lado de la calzada miré a la chica de arriba a abajo, evaluándola.

—¿Y tú de dónde sales? —pregunté sin preocuparme por el tacto, pero sin hacer ningún tipo de gesto que pudiera ser interpretado como agresivo.

Seguí mi camino tras el chico moreno. Empecé a sentirme un poco incómoda quedándome sola con un desconocido que llevaba una lanza, pero no me iría de allí sin saber dónde podría encontrar a Aubrey.

De nuevo me sentí observada y evaluada. Esta vez sí que me molestó un poco, pero tampoco dije nada.
Estaba totalmente concentrada en mi objetivo y, a la vez, alerta a lo que pudieran decir o hacer los individuos que me había encontrado en la casa.

Crucé la calle, cosa que al principio me asustó, pero luego comprendí, por los gestos y comportamiento del chaval, que lo hacía para que nadie pudiera escucharnos. Quizá sabe algo de Aubrey. Aunque lo que ha comentado antes no me sirve de mucho, ha sido el único que me ha dicho algo al respecto...

Cuando él decidió un lugar donde quedarse quieto para hablar, empezó a hacerlo. La pregunta era muy directa, y yo respondí, quizás no tan despreocupadamente por el tacto como él, pero sí con la misma seriedad. - He venido desde lejos para hablar con Aubrey Saint John. Mi... - Iba a decir "tío" pero me contuve y continué cambiando la estructura de la frase. - Me han dicho que ella me puede ayudar. - Terminé a medias, sin querer dar más detalles, por si a caso.

Escuché las palabras de aquella chica y alcé una ceja con escepticismo. No hacia ella en realidad, sino hacia la mentada Aubrey. Era evidente que esta chica era uno de los nuestros, y casi parecía repetirse la historia de Nora. Me dieron ganas de preguntarle si Aubrey iba a alquilarte también una habitación, pero en lugar de eso hice un gesto con la barbilla, señalándola.

—Aubrey ha desaparecido —informé, y realmente no parecía que me importase demasiado—.La atacaron unos wendigos aquí hace unas semanas, es justamente lo que estamos investigando —dicho eso fruncí el ceño. Una pregunta empezaba a tomar forma, y empezaba a temer la respuesta—. ¿Sabes lo que eres? —pregunté de forma significativa, escrutándola con la mirada.

Esperé la respuesta del chico pero no imaginaba para nada lo que me iba a decir. Que la habían atacado unos "wendigos", dijo. Imaginé que tendría problemas del habla y se refería a "mendigos".

Mi respiración se paró en seco. Pensé rápidamente en todo el viaje que había hecho sola para encontrarme con Aubrey Saint John y, al llegar a donde pensaba que me la encontraría, me tropiezo con unos desconocidos y uno me dice que están investigando su desaparición.

Mi mirada cayó en picado, decepcionada, pero se levantó al escuchar la pregunta que me hizo el chaval. - No entiendo nada. - Empecé a decir indignada. - Pero necesito verla para que me dé explicaciones sobre qué demonios está pasando. - Y mi ceño se frunció. Empezaba a enfadarme. - ¿Cómo que si sé lo que soy? Pues una chica. ¿A qué te refieres? - Contesté, al principio un poco borde, pero luego suavicé mi tono. Tampoco sabía si él tenía la culpa de todo lo que me estaba pasando.

El brujo ni siquiera llegó a echarle más que ese vistazo a la mano de la chica antes de chasquear la lengua, sin hacer ningún movimiento por aceptarla. 

Amber se encogió de hombros y retiró la mano. No parecía ofendida por aquel desplante, sino más bien tenía toda la pinta de estar dándole vueltas en su mente a otros modos de suavizar la situación.

Verbius miró a Sun-yun y se encogió de hombros, desentendiéndose de lo que la coreana quería hacer. 

—Esta es la casa de una bruja, nephilim. —Y de nuevo el desdén implícito en esa palabra pronunciada por su voz se hizo patente. —Todo lo que toques lo haces bajo tu propia responsabilidad —Su sonrisa se ladeó y se afiló más con esas palabras que parecían una amenaza sin llegar a serlo.

Observé la reacción de la chica, y emití un suspiro hastiado al ver que no tenía ni idea de nada.

—Ya veo —respondí a sus primeras palabras. Sí, estaba claro que no entendía una puta mierda.

—Yo te doy las explicaciones que quieras —le dije entonces con tono un poco seco, buscando su mirada—. Tenemos ahí a un brujo gilipollas que nos está tocando los huevos para que no investiguemos lo que él no quiere, pero esto nos afecta también a nosotros —dije antes de evaluarla una vez más—. Y a ti, según parece. A Aubrey se la han llevado, pero los mierdas de los brujos reclaman su casa y sólo hemos conseguido que nos dejen venir hoy con la excusa de recoger cosas de una de los nuestros que vivía con ella sin saber nada de lo que pasaba, como parece que ibas a hacer tú.

Dichas esas palabras emití un nuevo suspiro. Estaba hasta las narices de que esta situación se repitiera. Otra vez.

—Y eres una nephilim. Habrás visto cosas, y si no las verás. Y probablemente vayan a por ti a por tu familia, bla-bla-bla. Y vamos a ahorrarnos la parte en que no te lo crees, te resistes e intentar irte, porque estoy demasiado ocupado como para ponerme a impedírtelo. Piensa que, si no lo fueras, no sentirías esto —dije, y cerré un instante los ojos.

—¿Convencida? —pregunté de manera retórica. Probablemente no lo estaría ni de coña—. Ahora vas a tener que fingir que sabes de qué va el rollo, porque si no el memo ese puede ponerse muy gilipollas.

La tensión sexual entre esos dos se podía cortar con un cuchillo, y por el desdén de él casi seguro que Anbel era de esas chifladas que dejan de cavilar como seguir llamando la atención del chico - Mirala, como ahora - puse los ojos en blanco y me encaminé a la escalera a la espera de que o bien me ignoraran lo suficiente para no impedirme pasear a mis anchas, o bien, me autorizaran a desvalijarlo todo.

Me paré al pie de la escalera con el derecho ya puesto en el primer escalón y cuando él respondió alcé ambos pulgares y le mostré todos los dientes en una sonrisa que casi hizo desaparecer mis ojos - ¡Gracias! Eres estupendo, Lamond. -declaré al volver a tener ojos, para volver a perder uno en un guiño rápido antes de correr escaleras arriba.

El chico de la lanza cerró los ojos durante un instante y en ese instante un cosquilleo empezó a recorrer tu cuerpo, por debajo de la piel. Era una sensación extraña, diferente a cualquier otra cosa que hubieras sentido nunca. Al principio te asustaste y tu estómago se encogió ante esa sensación desconocida, pero enseguida te sentiste mejor. Más fuerte, más capaz. Como si algo dentro de ti se hubiera expandido, una parte que ni siquiera supieras que existía. 

Sin embargo, parecía claro que el trabajo de los que habían irrumpido en esa casa no había sido terminado, pues en las últimas habitaciones del piso superior todo estaba casi en orden, como si a los invasores no les hubiera dado tiempo de investigar en ellas a fondo. Una de estas era la que debía haber sido la habitación de Nora, que salvo por las sábanas revueltas y el contenido del armario esparcido por el suelo, no había sufrido mayores daños. 

La ventana daba a la calle y desde ella podías ver a Émille hablando con esa chica desconocida en la acera de enfrente, aunque, incluso con la ventana abierta, sería difícil escuchar lo que hablaban desde tan lejos.

Al pasar frente una habitación con ventanal no dudé en meterme dentro y asomarme a la calle. - ¿Qué coño hacen tan lejos? -me frustré al no poder oírles y aunque intenté leerles los labios, eran poco visibles a esa distancia.

Liberé un pataleta comprimida en un largo suspiro y me volteé hacia la habitación en busca de alguna solución.

Mis ojos pasaron por las cajitas en las que esa chica debía de guardar sus pendientes y baratijas, por la mesilla de noche, los cojines de la cama y hasta la lámpara del techo. Podría arrojarles cualquiera de esas cosas para llamar su atención pero ninguna de ellas iba a traerme sus palabras.

- ¿De qué mierdas hablan? - seguía atormentándome mi curiosidad. Y en medio de ese pensamiento repetitivo me acerqué a la cama y estiré las sábanas hasta deshacerla.

Una vez con las sábans retiradas, la rodeé hasta ponerme de cara a la ventana, aparté la alfombra del lado de la cama para no resbalarme con ella y la empujé para llevarla contra la pared del fondo, y consecuentemente contra la ventana.

Si lo conseguía me subiría a ella para sacar medio cuerpo y comprobar la altura a la que estaba. Dependiendo de ello podría intentar volcar el colchón y saltar, o usar las sabanas de modo de cuerda como en las películas o pegarles un grito y avisarles de que no se les oye... volver a bajar sería raro.

Al asomarte comprobaste que estabas en el primer piso de una casita adosada, a unos tres metros y medio del suelo. Mientras tanto, al otro lado de la calle, Émille y la chica continuaban hablando sin que llegases a pillar nada.

Arrugué la nariz para calcular mejor la distancia entre mi cabeza y el suelo, ese primer piso hacía al menos dos como yo. Podía hacerlo, no llegaba ni a reto, sería un salto mediocre.

Asentí con una decisión tomada y me acordé del italiano y su escalada por las plataformas de la sala de entrenamiento. Él ya dijo que yo podría hacerlo, así que esto más.

- La próxima vez traeré una de las cámaras- anoté en la lista de las cosas que echaba en falta debajo de mis cascos y ipod. - ¡Qué pena! Hubiese molado imitar su selfie.

Empecé a levantar el colchón para pasarlo por el lado más delgado por la ventana y arrojarlo abajo. Si iba a caerme "accidentalmente" mejor que fuera sobre algo capaz de absorber el golpe.

Con el colchón fuera de la habitación, me senté en la ventana con las piernas colgando y volví a contemplar la parejilla. Si Mike subiera podríamos jugar a ponerles voz a sus gestos, pero el hoy el diva se había vestido el papel de serio.

-Quizás no es el momento de ponerse al día, ¿no creéis?- protesté sin alzar la voz, mosqueada con su cháchara pero intentando sonar tan maja como la gran zorra pelirroja.

Negué con la cabeza y me colgué del marco de la ventana sobre el colchón, ahuequé el cuerpo y conté hasta tres, dos veces, antes de soltar mis dedos y saltar.