Partida Rol por web

Asentí a Émille todavía sintiéndome algo extraña por esa sensación de poder que me había embriagado. Aunque no me gustara la gente que hablaba mal por norma, me hizo gracia la forma en cómo describía aquella cosa tan mágica con esas palabras tan groseras.

Me fijé en sus movimientos y ya intuí que quería seguir investigando más sobre mis poderes. Al principio tenía un poco de miedo pero ahora que había descubierto uno tenía ganas de más. - Está bien, vamos - Dije, esta vez más optimista que antes. 

Ya en el punto desde el que antes había hablado tomé asiento en el suelo e invité a la rarita a hacer lo mismo. No tenía forma de saber cuáles eran los más probables, así que opté por matar dos pájaros de un tiro.

—Glamour e invisibilidad son fáciles —aseguré—. Quédate quieta, cierra los ojos y piensa en parecer otra persona. Luego piensa en desaparecer, en que nadie pueda verte.

Seguí las indicaciones de Émille y me senté como él en frente suya, mirándolo con atención. Cuando finalizó su escueta explicación hice lo que me dijo. Cerré los ojos, respiré hondo y me imaginé a la primera persona que se me pasó por la cabeza.

Sin saber bien por qué, el rostro de Alan se empezó a formar en mi mente. Luego empecé a añadirle detalles, hasta que formé su torso. Recordé cómo él desapareció sin decir nada. No sabía si eso me ayudaría o si más bien me desconcentraría, pero en cuanto mi mente me dejó imaginé que era yo quien desaparecía.

Aguardé algunos segundos observando a la chica desde el suelo. Me crucé de brazos, aunque tras algunos instantes decidí que había sido suficiente. Chasqueé la lengua, insatisfecho, y negué con la cabeza.

—Ni glamour ni invisibilidad —aseguré—. De los comunes no quedan muchos, así que cruza los dedos.

—Tener tienes tres seguro, eso es cosa del Ángel, pero si no los encontramos tendremos que probar cosas más específicas —dibujé una sonrisa un poco macabra—. O esperar a que aparezcan para salvarte la vida cuando estés en apuros. A lo mejor lo consiguen.

—Vamos a probar con Percepción y con Limpieza —propuse haciendo un gesto hacia el arma que habíamos usado un rato antes— Yo la tengo enlazada. Si tienes Percecpión y te concentras deberías poder verlo. Supongo que será como un tono azulado, o así —expuse—. Si no te sale cógela y pásale las manos, intentando borrar todo rastro de mí en ella.

Con el chasqueo de lengua de Émille volví a la realidad y entreabrí mi ojo derecho manteniendo el izquierdo todavía cerrado. Observé cómo el chico negaba con la cabeza dándome a entender que ninguno de los dos poderes había surgido en mí, y finalmente me lo confirmó en voz.

Escuché sus palabras y su siniestra sonrisa hizo que abriera los dos ojos del todo, permaneciendo alerta a lo que diría a continuación. ¿A qué se referirá con... "más específicas"? Me preocupé.

Por suerte, lo único que me pidió a continuación era una tarea sencilla. Me levanté para coger el arco y me volví a posicionar delante de Émille permaneciendo de pie. A continuación me concentré en el arma y la influencia de sus palabras hizo que cualquier detalle con un color frío me pareciera que lo era, aunque pronto descubría que era fruto de mi imaginación. Al cabo de unos segundos acaricié la pala superior.

Miré a Émille. - Supongo que así no será suficiente - Dije en voz alta, aunque en realidad lo decía más para mí que otra cosa. Así que me esforcé un poco más pasando mi mano por todo el arco, como si realmente estuviera limpiando alguna huella.

Aguardé, aún sentado, a que la rarita esta hiciera lo que le había dicho. Mientras tanto llevé unos instantes la vista al techo, planteándome qué hacer después. Aguardé mientras ella miraba el arco, y luego mientras hacía ese intento de Limpieza.

Acto seguido me puse en pie, invocando el arco en mi mano. Cuando este desapareció de los dedos de Melissa para llegar a los míos hice un gesto con él.

—Sigue enlazado —le dije—. Nada de Limpieza.

Sin embargo en lugar de lamentarme por no haber encontrado más de sus otros poderes me acerqué a ella.

—Tenemos mucho que trabajar con lo que tenemos —aseguré, dejando de lado el asunto de los poderes y empezando con un entrenamiento de verdad—. Así que vamos a ello. ¿Qué deportes has hecho? —pregunté, dando por hecho que no habría nada de utilidad en su respuesta. Sólo esperaba que, por el Ángel, no fuera de esos que venían diciendo que el ajedrez o alguna mierda así contaba.

Ya me estaba empezando a cansar de limpiar el arco. Lo había dejado tan reluciente que me deslumbraba con la luz que reflejaba. Cuando vi a Émille alzar la vista mi ritmo se ralentizó, suponiendo que lo que estaba haciendo no estaba sirviendo para nada.

En cuanto el arma desapareció de mis manos miré a mi alrededor y luego me di cuenta de que Émille lo tenía sostenido en las suyas. Estaba con las manos en la posición en la que me había quedado como si aún sostuviera el arco cuando el chico me preguntó sobre mis actividades deportivas.

Me llevé las manos a los bolsillos de los pantalones de Ivy recordando en ese momento que no eran míos antes de responder. - Pues suelo salir a la montaña. Tengo bastante aguante en excursiones largas y bueno... - Pasé mi peso de una pierna a otra mientras recordaba los buenos momentos que pasaba con mi familia y con Claire. - Me gusta el deporte al aire libre, en general.

Al escuchar la respuesta de la rarita puse los ojos en blanco. Salir a la montaña, excursiones, deportes al aire libre en general... Eso era como no decir nada, sobre todo lo último. Ese «en general» sonaba al pervertido hablando de las muchas tías que se había tirado, cuando era evidentemente virgen.

—Hablaba de deportes de verdad —enuncié con hosquedad tendiéndole el arco—. Vamos, que no has hecho nada.

Emití un suspiro. Otra como Nora. sólo esperaba que esta se dejara enseñar un poco más.

—Si estuvieras a solas con un tío en un callejón y te sacara una navaja, ¿adónde apuntarías?

Cuando Émille puso los ojos en blanco ya sabía qué me iba a decir: "que ir a la montaña y hacer excursiones no es un deporte", "que eso y nada es lo mismo"... En fin, lo que efectivamente dijo.

Me ofendí bastante, pero a la vez pensé en las cosas que había llegado a hacer por ir a fotografiar una planta o un animal concretos en lugares que nadie se hubiera imaginado y no precisamente por caminos asfaltados y desniveles asequibles para toda la humanidad. Iba a discutir sobre el tema pero pronto me preguntó algo que me dejó pensativa.

Pasé de hacer referencia a la tontería que acababa de decir - Ya me gustaría ver tu resistencia en la montaña - emitiendo un suspiro muy largo. Al cabo de unos segundos, después de meditarlo muy poco, dije prácticamente lo primero que se me ocurrió. - Pues... a la cabeza - Pensé en apuntarle después de decirlo, obviamente sin hacer nada, pero una vez el arco estuvo en mis manos me tensé y me contuve.

No me pasó desapercibido que se sentía molesto por lo que le había dicho. Bueno, era la verdad. Y si no le gustaba podía volverse a su vida mundana donde seguro que todo el mundo le decía lo que quería oír.

Luego, cuando se quedó pensando, esperé que la respuesta mereciera la pena. Sin embargo al escucharla me di cuenta de que me había explicado mal. O, mejor dicho, que había entendido lo que le había dado la puta gana.

—Digo sin el arco —aclaré cambiando el peso de pierna, impaciente. Joder, era como intentar hablar con un crío de cuatro años. ¿Y de verdad había necesitado pensárselo tanto si admitía el arco dentro de la situación? Había que ser retrasada.

—Porque espero que tu respuesta no fuera correr —añadí por si acaso.

Al ver la impaciencia con la que se explicaba mejor, mis cejas se curvaron en un gesto de incomprensión. ¿Qué te extraña si no te explicas bien? Si dices "apuntar" mientras me estás dando el arco...

A continuación agitó ligeramente la cabeza como deshaciéndose de esos pensamientos para contestar a Émille antes de que se pusiera más nervioso. - Correr no, pero intentaría esquivarlo al principio. Quizás... - Me detuve muy poco para pensar rápidamente - hasta tener controlada su arma primero y luego... Atacaría por el costado - No dije espalda, que todavía me llamaría cobarde. Aún y así sabía que mi respuesta tampoco le parecería bien, pero ya se encargaría de hacérmelo saber y decirme qué es lo que tendría que hacer. Para algo era mi "entrenador".

Aunque no lo iba a reconocer en voz alta estuvo bien que dijese eso de esquivar. Alguien como ella, que no tenía ni puta idea de nada, no podía enfrentarse directamente a nada sin observarlo antes. Con el tiempo uno aprendía que la mejor defensa es un ataque, uno ineludible y que incapacite por completo al contrario, pero me parecía a mí que para eso aún faltaba mucho.

Mi ceja se alzó un momento más tarde, con escepticismo, cuando dijo eso de tener controlada el arma.

—¿Y cómo exactamente vas a tener controlada el arma? —pregunté. No pretendía explícitamente ser borde, pero aquello había sonado demasiado absurdo viniendo de alguien que nunca había hecho deporte.

—Mira, ¿sabes qué? —pregunté de manera retórica—. Vamos a verlo.

Con esas palabras invoqué en mi mano una daga. Hice un gesto, indicándole que dejase el arco, y me preparé para que hiciese su pequeña demostración.

Todavía con el arco en mano escuché la respuesta-pregunta de Émille. No me dio ni siquiera tiempo a responder que en un suspiro invocó una daga y me pidió que dejara el arco. Abrí los ojos y lo miré incrédula. ¿Que deje el arco ahora?

Si se suponía que me iba a atacar, prefería tener algo con lo que defenderme. Aunque también ocurría que al llevar el arco me sentía más torpe para moverme.

Aunque me costó unos segundos bastante largos, acabé confiando en Émille y en que no me haría daño, pasando totalmente de las advertencias que me había dado Ethan anteriormente. Dejé el arco en el suelo y sin saber muy bien cómo me puse en alerta, intentando ver los movimientos que haría Émille a continuación e intentando hacer "algo". No sabía muy bien el qué, pero ya se vería.

Aguardé unos segundos observando a la rara. Poco más tarde empecé a caminar a su alrededor, pasándome el arma de una mano a la otra. Y en más de una ocasión finté, como si fuese a atacarla, pero deteniéndome tras el primer paso. Quería ver cómo reaccionaba, si esquivaba, si se acobardaba... Ver qué madera había para tallar.

Al final acabé lanzando un ataque real. No quería que fuese demasiado flojo, ni tampoco demasiado fuerte. Lo justo para poder seguir entrenando sin que hubiera que parar hacerle una runa, por ejemplo.

Lo único que sentí al ponerme alerta fue una sensación como de que pisaba más fuerte el suelo, con más seguridad. Observé desde mi posición cómo Émille caminaba dando vueltas a mi alrededor y lo miraba no sólo a los ojos, también a sus manos. Mi mirada bailaba a ratos, siguiendo el arma ir de una mano a otra.

Cuando empezó a acercarse, haciendo intentos de atacarme, ya no sentí que mis pies pisaran tan fuerte. Más bien, noté como de repente un ligero tembleque nacía en mis piernas, concretamente en los cuádriceps. Más tarde comprendí que eso eran síntomas de miedo.

Sin embargo, eso me ayudó a estar alerta cuando de repente una de sus fintas resultó ser un ataque de verdad. Mi reacción fue esquivarlo, o al menos eso ocurrió en mi mente. Esperé que la orden hubiera llegado a mis músculos a tiempo mientras emití un sonido que me surgió inconscientemente del susto.

Émille hizo algunos amagos hasta que finalmente se lanzó a por Melissa. La chica reaccionó tarde, quizás por haberse confiado con las fintas anteriores, y aunque trató de apartarse el filo de la daga cortó su costado abriendo una herida de la que comenzó a manar sangre. 

—No has tenido controlada el arma —dije con severidad en cuanto la sangre empezó a manar de la herida, sin dedicarle más atención que una mirada rápida—. No has esquivado —señalé, haciendo mención a las dos cosas que dijo que haría.

—Veamos ahora cómo atacas por el costado.

Pero no, no pude esquivar el ataque. Me di cuenta cuando note la hoja de su daga penetrar en mi costado. En un primer momento no fui demasiado consciente, aunque dolía, pero en cuanto bajé mi mirada y vi que empezaba a mancharme de sangre, noté además un ardor que nació en la boca de mi estómago.

—¡Ahhhh! — Me quejé al empezar a notar el dolor de la herida todavía más presente. Miré con el ceño fruncido a Émille pero no fui capaz de decir nada. Escuché su voz hablarme pero ese tono tan característico todavía hacía que me sintiera peor.

Sólo me quedé con lo último que me dijo. Yo siempre había sido alguien muy pacífico, pero entre su actitud y lo que acababa de hacer empezaba a enfurecerme. Sentí el impulso de atacarle, pero al verme desarmada me quedé en mi posición.

Eché un ojo al arco que todavía reposaba en el suelo, un poco más lejos de mis pies. Por un instante pensé que sería mala idea ir a recogerlo para atacar, pero la opción de ir a por él inerme me tiraba muy para atrás.

Después de unos segundos de meditación mientras me tapaba la herida con la mano, corrí hacia el arco y luego hacia la aljaba que seguía apoyada en la pared. Si llegaba a tiempo me prepararía para lanzar una flecha a Émille.

Al ver cómo se quejaba de un rasguño de nada puse los ojos en blanco. Empezábamos bien. Joder, ni que nunca hubiera visto sangre.

Esperé. La tía parecía querer pensar qué hacer cuando pensar era lo que menos debía hacer. Y no sólo eso, sino que ya había dicho antes cuál se suponía que era su siguiente paso. En otra situación me habría gustado que quisiera salirse de lo dicho, pero no cuando vi que se iba precisamente hacia lo que había vetado.

No me molesté en esquivar, ni en hacer nada más que cruzarme de brazos.

—Dije sin el arco —le recordé antes de emitir un suspiro e intentar que apareciera en mi mano. Tardaría unos segundos, pero parecía tan lenta que seguro que no le daba tiempo a atacarme. Y si le daba, bueno... ¿Qué iba a hacer, rozarme?