Partida Rol por web

Al escuchar a Carstairs entendí algo distinto a lo que me había imaginado hasta el momento. Hasta ahora su incomodidad me parecía la de alguien que no había vivido nunca la noche pero resultaba que era la de alguien que cree demasiado en el deber. Y eso era muy sexy, incluso siendo él.

— No me incomoda —dije la verdad—. Pero tampoco me va a gustar si se da el caso —quise atenuar la impresión de ser insensible—.

— Los acuerdos, la ley o lo que sea tiene su función y está muy bien pero eso no significa que todos se repriman por ella hasta que dejen de hacerlo —me encogí de hombros—. Algunos sí, otros no. Es como si los americanos no hablasen con otros americanos por si algún le acaban dando a la palanca.

— No debería pasar, y si llega habrá sido su decisión.

—La diferencia es que ni nosotros ni ellos somos ciudadanos de a pie. Vivimos en guerra, Sun-yun, desde hace siglos, sólo que los mundanos no lo saben —dijo el chico, echándose un poco hacia delante sobre la mesa, interesado con la conversación—. Nosotros existimos para vigilar a los Subterráneos, para cuidar de los mundanos. Y ellos los usan como comida o juguetes en el mejor de los casos. Parecen personas, pero no lo son. Todos ellos tienen sangre de demonio corriendo por sus venas. No hace tanto tiempo desde que existen los Acuerdos y antes de ellos los nephilim directamente los exterminábamos sólo por ser lo que son. 

Hizo una breve pausa. 

—No puedes compararlo con términos mundanos. Todo esto va más allá. 

Y parecía dispuesto a seguir hablando, pero en ese momento Amber se escurrió entre la multitud para aparecer junto al reservado, con una amplia sonrisa en los labios y ninguna copa en las manos.

—¡Ey! —saludó mientras se dejaba caer junto a ti—. Siento haberos dejado solos. ¿Lo estáis pasando bien? ¿De qué hablábais?

La explicación de Carstairs me enfrió los ánimos e hizo que me sintiera como el villano de un cuento de hadas. Existir para algo era bueno pero la historia que tría detrás era más propia de la otra corea.

Era una guerra de sangres. Eso podía entenderlo aunque Carstairs no lo creyera. Pero los acuerdos se suponía que firmaban la paz. Y tal vez nos tocara ser siempre soldados pero no todos ellos tendrían la guerra palpitando en su sangre o no estarían de fiesta o besando al malo de la película.

Lo entendía. La habíamos jodido en el pasado, nos tocaba compensar y a ellos merecerlo. Seguía siendo su decisión.

Le hubiese contestado pero Anbel vino a cortarnos el rollo. La miré y por un segundo creí que iba a responderle — De las sanguijuelas de corea —ensayé tomando la decisión de guardar el tema entre Milton y yo—. ¿Podemos irnos? —pedí para mí sorpresa.

Tu pregunta obtuvo como primera respuesta un pestañeo sorprendido de la pelirroja y una mirada más intensa de lo normal de Milton, como si le preocupase que te hubiese afectado la conversación que estabais manteniendo, pero al mismo tiempo se sintiese aliviado de poder abandonar el club.

Ella fue la primera en reaccionar y asintió con un movimiento que hizo saltar su coleta. 

—Claro, podemos irnos si quieres —dijo, ladeando un poco la cabeza para mirarte con curiosidad—. ¿Pero estás bien? ¿Alguien te ha dicho algo malo o algo...? Pensaba que lo estabas pasando bien.

Mientras tanto, el chico apuraba su copa, como si ya diera por hecho que os ibais a marchar en cuestión de segundos.

Fui a asentir con las primeras palabras de Anbel pero a las segundas quise negar y al final mi cabeza simplemente se ladeó a un lado y a otro como si me hubiese dado un cortacircuito.

— Nadie me ha hecho nada y me lo estoy pasando genial pero es que...no me gusta ser la mala.

Me encogí de hombros y me tragué el momento con la bebida.

— Tu novio parece majo —dije colgándome el bolso haciendo presión entre líneas para que se moviera—. ¿Aquí como lo hacéis? ¿Nos tenemos que despedir de todos? ¿Solo de Zan? ¿O lo hacéis a la francesa?

—Oh, no es mi novio —respondió Amber, echando la vista hacia fuera del reservado con una sonrisilla fácil en la boca—. Sólo es un amigo. 

Tu mensaje subliminal agarrando el bolso pareció funcionar, porque la pelirroja movió el culo hasta incorporarse, y entonces negó con la cabeza. 

—No hace falta despedirse. Nos vamos y ya está —aseguró, disponiéndose a guiar la comitiva hacia la puerta. 

Milton dejó la copa sobre la mesa y empezó a moverse para salir, pero antes de que terminase ese movimiento, extendió la mano para tocar tu brazo con delicadeza y llamar tu atención. 

Mientras Amber visualizaba el camino que ibais a seguir para salir del club, el chico te miró con una pregunta bailando en sus ojos que acabó por llegar también a sus labios en forma de susurro y perdiendo las interrogaciones por el camino.

—Si te he incomodado con algo de lo que he dicho... Me disculpo. 

No me molesté en responder a Anbel, no todavía, pero cuando volvió a llamar amigo al chaval que le metía la lengua hasta la garganta necesité a Ami-son para intercambiar una elocuente mirada juzgadora— ¿Zorra o puta? — abrí la apuesta achicando los ojos.

Al menos nos movíamos, me jodía pero al parecer estaba rodeada de gatos callejeros y así funcionaban las cosas.

El toque de Carstairs en mi brazo me sorprendió y tal vez por ello me erizó la piel pero por suerte no llegué a asustarme y pude sonreírle con toda la monería de estar bien.

Negué con la cabeza moviendo las coletas — Ha sido una charla muy interesante, gracias por compartirla conmigo.

— Seguro que hay un mejor lugar para seguir con ella.

Me deslicé fuera del reservado y busqué la barra con la mirada, se me hacía raro no despedirme de Zan, y muy raro que Anbel no lo hiciera pero ella sabría. Quizás hasta nos dejaba en el castillo y volvía.

Mis pasos eran pesados, prácticamente arrastrando los pies, quería y no quería irme. Estaría guay podernos llevar alguna hada a casa. Pero por hoy me contentaba con haberlas visto, hablado y rozado.

Una de mis comisuras escaló un poco sobre mi mejilla volviendo a sonreír con el recuerdo de la noche.

— Acabaréis adorándome —les advertí cual Malefica, si es que hasta tenía alma de Hada y todo—.

Algunas miradas os siguieron en vuestro camino hacia la salida del Mordekainen, pero nadie se interpuso en vuestro camino ni se dirigió a vosotros. 

Milton, que había asentido ligeramente a tus palabras dentro del local, esperó hasta que seguiste a Amber para colocarse detrás de ti, y en cuanto pisó el asfalto dejó escapar el aire de los pulmones, evidentemente aliviado por estar en la calle de nuevo. 

El camino de regreso lo pasó silencioso, dedicándote largas miradas cuando pensaba que no lo veías, mientras la pelirroja parecía entusiasmada con la salida y caminaba a buen paso hacia el Instituto, parloteando sobre gente que no conocías pero que, al parecer, estaba en el bar.

No tardasteis mucho en estar de regreso en el Instituto pero Amber no llegó a entrar. En cambio, se detuvo en la puerta y cambió el peso de una pierna a la otra. 

—Yo voy a volver al Mordekainen —informó, corroborando tus sospechas para después sonreír ampliamente—. ¿Hacemos antes el selfie de después? —preguntó, dedicándote a ti su sonrisa.

Estuve atenta al camino de vuelta, era cierto que me orientaba de un modo muy especial que solía implicar no tomar el camino más directo pero si alguna vez iba sola a la disco, estaría bien tener algunas referencias para volver.

La gente de la que hablaba Anbel no me sonaba de nada pero era guay saber cosas de ellos antes de conocerles algún día, siempre era mejor saber más de lo que el otro sabe que sabes. Más en una guerra o en una reconstrucción de la paz o lo que fuera.

Las miradas de Carstairs se me hacían raras, tendría que volver a aclararle que no nos íbamos por su culpa, sino que gracias a él podía preparar bien mi estrategia homeopática de inserción.

Al llegar al instituto y oír a Anbel abandonarnos como perdedores le deseé que el polvo se le atragantara pero le sonreí como si no pasara nada.

— Claro, aunque nos hemos portado muy bien como para que se note —dije buscando el móvil y preparando la cámara—. Colocaros en plan amigos pero Anbel no nos comas la boca.

La pelirroja se rió con tus palabras, creyendo que eran una broma y luego pegó su cara a la tuya para el selfie. Milton la imitó por el otro lado y tres segundos más tarde ya tenías el resultado de la salida inmortalizado. Salías perfecta, ni siquiera se te había llegado a descolocar el maquillaje y ellos... Bueno, habían hecho lo que habían podido. 

Amber esperó hasta que atravesasteis la puerta para girar sobre sus talones y marcharse de regreso al bar. Y entonces Milton te miró y se pasó los dedos por los cabellos antes de preguntar.

—¿Te apetece un chocolate caliente? Creo que tenemos nubes para echarle.

Salía estupenda en la foto, podía ir a Twitter e Insta pero pasaba de que se supiera a qué hora tan temprana volvía, así que después de ver la foto guardé el teléfono.

Era una mierda que Anbel pudiera salir sola, seguro que se volvía solo para chulear de ello, pero por otro lado, si se la comían mejor y tampoco pasaría nada por ello.

Entré al instituto con Carstairs repitiendo esa cuenta atrás de tres segundos que siempre recordaba al pisar las no-ruinas en mi cabeza.

La pregunta de Carstairs salvó a Anbel de morir a manos de un kuri en mi cabeza y me hizo sonreír más que con esa imagen perdida.

— Me encantaría, gracias —acepté con educación aunque no fuera navidad—. ¿Anbel estará bien sola? —pregunté aunque en realidad quería saber cuando uno se ganaba el tercer grado.

—Sí, claro —respondió el chico encogiéndose de hombros como si ni siquiera considerase en su cabeza la posibilidad de que Amber corriese algún riesgo por salir sola. 

Y con una sonrisa empezó a encaminarse hacia la cocina, esperando que lo acompañases. 

—¿Lo has pasado bien? —preguntó, volviendo a dedicarte una de esas miradas un poco más largas de lo apropiado.

Pasear con Carstairs a solas y por la noche era raro, y sin embargo, a nadie ni a ninguna piedra en ese Instituto parecía importarle lo más mínimo.

Casi podía no avergonzarme por hacer cosas que en corea harían que me cruzaran la cara pero sus miradas empezaban a darme mal rollo. ¿Y si eso de ser tan majo era una tapadera y ahora me degollaba, me drogaba con el chocolate y abusaba de mí?

Le miré de soslayo intentando valorar cuantas probabilidades había de que fuera un psicópata mientras su pregunta me arrancaba una sonrisa boba.

— ¿Sin musica no puedes sentirlo? —le pregunté y por propia curiosidad apoyé la mano en mi corazón.

— Ha sido un sueño —respondí a la pregunta—. Pero no me gusta molestar —habló la reina del drama—. Estoy segura que le caí como el culo al novio de Anbel, aunque fue educado y al parecer tengo sangre de nazi.

— Prefiero ganarme el derecho a estar con ellos antes de volver.

Milton te escuchó con seriedad hasta que terminaste de hablar. Para ese momento ya estabais delante de la puerta de la cocina y el chico la empujó para entrar. No había nadie dentro y Milton fue directamente hacia uno de los armarios para sacar un cazo y ponerlo al fuego.

—Sin música es mucho más difícil —dijo, mientras iba buscando el chocolate—. Con un poco de esfuerzo y si alguien me potencia puedo usar la música del cuerpo como canal, pero intento no hacerlo. Me parece irrespetuoso —explicó antes de girarse hacia ti, dejando que el chocolate empezase a deshacerse. 

—¿El novio de Amber es un Subterráneo? —preguntó entonces con una curiosidad culpable, como si no le pareciese apropiado indagar sobre la vida personal de su compañera de castillo pero no pudiera resistirse a saber la respuesta.

Mientras esperaba tu respuesta se dirigió al frigorífico y sacó un brick de leche para echar parte de su contenido en el cazo.

No entendía que había querido decir Carstairs con "la musica del cuerpo" pero sonaba tan hermoso como las campanillas de viento. Ser él debía ser una pasada.

Asentí con ligereza tanto a su decisión de intentar ser soso como a lo del novio de Anbel.

— Bueno... —empecé a pensar en voz alta y cuando se giró a buscar la leche, eché un vistazo rápido al fuego comprobando que hubiese ajustado correctamente la intensidad del fuego— creo que ahí no hay humanos y como ha preguntado qué hacíamos tantos nephilims por ahí, he supuesto que no lo era — expliqué mientras buscaba una cuchara de madera para remover el chocolate—. No sé, pero tenía esa mirada de "por favor dame una excusa para partirte los dientes", ¿sabes? Pero no te preocupes por Anbel se le veía majo.

— ¿Dónde están las nubes? —pregunté para ayudar.

—En ese armario —dijo, señalando el que quedaba a tu derecha—. Mira por el fondo, donde Jo no llega —matizó un poco más esbozando una leve sonrisa. 

Sacó una bandeja y empezó a colocar en ella un par de tazas, servilletas y cucharillas, pero antes de terminar, ya se giró para mirarte. 

—¿Y sabes qué tipo de Subterráneo era? —preguntó, con un tono que parecía decir «dime sólo esto más y lo dejo» mientras volvía a dedicarse a la bandeja—. Espero que no sea un vampiro... —Hizo una pausa y volvió a mirarte—. ¿Qué quiere decir lo de sangre de nazi?

Abrí el armario tan pronto como me lo señaló pero al escuchar su indicación tuve mis dudas de que yo fuera a llegar por lo que intenté subirme a la encimera para hacer más largos mis brazos.

— No parecía un Hada, y no creo que fuera un vampiro porqué de él he oído lo de las sanguijuelas -les tendré que enseñar las coreanas- hm... —me quedé pensando en lo que había leído en la biblioteca y me fastidió haber estado tan obsesionada con Hadas y demonios—. Se llama Chris, tenía la mano ardiendo y sabía saludar —comenté metida en el armario y con nubes o sin ellas me giré al procesar lo de los nazis—.

— ¿No sabes que es un nazi? —salté al suelo— Son una gente que caza a otra gente por llevar determinado tipo de sangre. O por no ser puros como ellos se creen que son. Suelen ser los malos de muchas películas y juegos.

— No sé, hubiese estado bien que desde pequeña me hubiesen dicho la verdad sobre la herencia de mi sangre, me hubiese evitado hacer el ridículo. Podría haber hecho las cosas bien, atenuar las conductas de mis ancestros.

— ¿Sabes que pensé la primera vez que oí que desaparecían subterráneos? Menos problemas. ¿Sabes que pienso ahora? Que la culpa fue nuestra especialmente por tener un pelirrojo suelto. Está claro, es pelirrojo porqué se le ha subido tanto la sangre nazi a la cabeza que se le ha teñido el pelo.