Partida Rol por web

Tras el oscuro terciopelo de tus ojos cerrados, soñabas. Cansados los músculos y el alma tu mente se había abandonado. Soñabas con éxitos y alabanzas, con princesas mutantes y brujas pelirrojas, con ángeles descendidos para mostrarte un camino dorado, a la altura de tu valía. Tus sueños aquella noche sabían a arroz y a jengibre, sabían a un hogar distinto al de casa, a la calidez del destino arropándote.

Hasta que el arroz se volvió ceniza y el jengibre polvo. Tus labios se cuartearon bajo una respiración agitada y la música de ópera que arrullaba tus oídos dejó paso a una voz femenina y aguda, una voz que no parecía acostumbrada a pasar desapercibida o no ser el centro de atención. Una voz que te impelía a ti y sólo a ti a abandonar la dulzura de tus sueños para escucharla a ella.

—Abre los ojos —dijo, autoritaria—. Vamos. Tienes que levantarte ahora. No tenemos mucho tiempo.

Obedecer su orden parecía más sencillo de lo que en realidad era. Tus párpados parecían pegados con pegamento y tu mente todavía ansiaba flotar lejana, resistiéndose a los tirones de una voz que de alguna forma extraña sentías familiar.

Pero los abriste.

El mundo parecía todavía ensoñado a tu alrededor, iluminado tan sólo por la tenue luz rosada de Kitty, que parecía haberse atenuado para no dañar tus ojos aún adormilados. Sin embargo, lo que atrajo tu atención de inmediato fue la chica, junto a la cama. Era la misma que habías visto al tocar la piedra y te contemplaba con cierta impaciencia anidando en sus pupilas.

—Por el Ángel, lo que te ha costado —protestó con una voz que parecía llegar desde lejos, como si tuviera que atravesar las mareas del tiempo para llegar a tus oídos. 

Dio un paso hacia atrás y viste entonces que llevaba un vestido de época de color azul celeste y una sombrilla a juego colgando de su brazo. También sus cabellos estaban recogidos y toda ella parecía recién salida de una de esas películas antiguas.

—Vamos. No tenemos mucho tiempo —apremió de nuevo, esperando que te levantaras.

Nunca me había resultado difícil despertar, o eso creía. Tal vez lo que no me resultaba difícil era despertar a mi hora y aquella voz que me mandaba romper mi sueño se había equivocado de momento.

Aun así sonaba autoritaria, a orden, y otra cosa que se me daba bien era seguir mandatos.

— ¿Qué coño...? —me pregunté al abrir los ojos y encontrarme al fantasma de A.B. — ¿Te manda ella? —le pregunté sin dirigirme realmente a ella, como si yo sola me bastara para responder a esa pregunta.

No atendí demasiado al contenido de su queja sino a lo lejana y ancestral que parecía su voz. ¿Desde dónde y desde cuándo me hablaba? ¿Seguía soñando? ¿Estaba jugando A.B. con mi cabeza? ¿Me había vuelto a desmayar y estaba tocando el ángel?

Aparté la funda nórdica y me senté en la cama buscando mis zapatillas de hello kitty con los pies. Solo me levantaba con ellas puestas.

Qué no había mucho tiempo era evidente visto lo que llevaba puesto, no se lo había currado mucho. Aunque por otro lado, a lo mejor la tía no podía cambiarse de ropa por eso de estar muerta y tal.

— ¿Qué ocurre JeSaMain?

La muchacha empezó a caminar hacia la puerta en cuanto vio que su llamada obtenía respuesta. Y desde allí se giró para mirarte y sacudir levemente la cabeza, como si estuvieras preguntando algo que le resultaba evidente.

—Tú quieres saber —dijo esa voz demasiado profunda para ser de este mundo—. Así que voy a mostrarte.

Y tras esas palabras siguió andando y atravesó la puerta como si la madera no fuese para ella más consistente que el mismo aire.

Miré a la chica de arriba a abajo y luego comprobé mi ropa preocupada por si mi sueño tenía mal gusto de principio a final. Y solo por si acaso me pellizqué la mejilla con fuerza mientras ella prometía mostrarme algo.

— Sí, sí, quiero saber. Y quiero vengarte —me apresuré a añadir empezando a caminar hacia ella—.

Verla atravesar la puerta, no obstante, hizo que volviera a retrasarme, y así como antes me había costado despertar ahora me costaba decidir si esa puerta estaba ahí para impedir mi paso o demostrarme algo. La miré ladeando la cabeza a un lado y luego al otro, apoyando el índice en mi mejilla y sin hacerlo y al final decidí que yo también iba a atravesarla en un acto de crédula fe.

—¿Vengarme? ¿Por qué? —preguntó la voz cargada de extrañeza, más lejana aún ahora que te llegaba desde el otro lado de la puerta que confiabas poder atravesar tú también.

Sin embargo, la fe no pareció ser suficiente para que tu nariz no sintiera la dureza de la madera cuando chocaste dolorosamente contra ella.

—¿Te has vuelto a dormir? —volvió a escucharse la voz, ahora hablando con impaciencia.

Apreté los labios para conteniendo un chillido de dolor más moral que físico -y eso que el físico era considerable- al golpearme con la puerta.

Cerré los ojos y respiré para centrarme en algo que me hiciera olvidar el palpitante escozor de mi nariz y frente. Maldecí a A.B. y por temor a que un demonio se la comiera cambié a una Abigail random y con la protesta de la fantasma me froté la nariz con una mano y llevé la otra al pomo.

— Nada más lejos —respondí entre dientes abriendo la puerta—. Vengarte del scorpior —recuperé la conversación disimulando mi tropiezo de fe—.

La joven se encontraba esperándote en el pasillo, que se encontraba en penumbra, iluminado apenas por la luz tenue y rosada que escapaba de tu habitación.

—¿No tienes una piedra de luz? —preguntó la chica, mirándote las manos y emitiendo un leve suspiro al verlas vacías—. Está bien. Nos apañaremos.

Comenzó a caminar hacia las escaleras que os llevarían al vestíbulo de la planta baja y mientras lo hacía se giró para contemplarte con el ceño ligeramente fruncido.

—¿El Scorpior? ¿Acaso crees que fue él quien me mató? —preguntó, con un tono que parecía indicar que le resultaba increíble que alguien pudiera pensar algo así—. Nunca quise ser una nephilim, pero no era una maldita inútil.

Esa chica tenía razón, no tenía una piedra de esas. Tal vez este sueño raro que dolía como si no lo fuera era para hacerme recordar que me faltaba material de cazadora de sombras. Tal vez aquella era la moraleja que no podía esperar ser la mejor si no me equipaba como una.

Pero la niña dijo que íbamos a seguir, así que tal vez había más que aprender. La seguí sin llegar a buscar su lado, marcando su papel de guía de sueño o de lo que fuera y mi posición de iluminada o heroína.

Me chocó su forma de responder para alguien con esas pintas, ese apellido y, a fin de cuentas, muerto. Matada.

— Oh woo —levanté las palmas en petición de calma—. ¿Le hablas a A.B. con esa lengua? Puede que no fueras una inútil pero estas, bueno, muerta —señalé por si esto era como aquella peli y no se había enterado bien aunque fuera diciéndolo sin pestañear—. ¿No estás aquí para que haga algo por ti?

La chica enarcó ambas cejas antes de dejar de mirarte para mirar de nuevo hacia delante, con un gesto lleno de dignidad.

—Oh, gracias por avisarme —masculló con sarcasmo—. No me había dado cuenta.

Sin dejar de caminar, dio algunos pasos envuelta en sus propios pensamientos antes de volver a hablarte.

—¿Qué vas a poder hacer tú por mí? Estoy muerta, ¿recuerdas? —añadió, mientras llegabais al final del pasillo y, con un gesto completamente asimilado, sujetaba con la mano la falda de su vestido para empezar a descender por las escaleras—. Ya te lo he dicho. Estoy aquí porque tú quieres saber. —Detuvo entonces sus pasos y se giró para mirarte. —¿O no quieres?

— De nada —respondí feliz de haber aclarado ese punto. Aunque la chica parecía haberse ofendido por la brusquedad quizás, debería haber usado la frase de la peli—.

Me sumé al silencio mientras ella asumía que era un fantasma y no Kitty Pryde y me sorprendí con lo tonta que la había vuelto el proceso de negación. Justamente había mucho qué hacer para un muerto que no se había largado, ayudarle a cruzar al otro lado y tal y cual, así funcionaba. O tal vez, no. Si Dios ya no era mi dios y los demonios eran no eran como me habían dicho, los fantasmas podían no ser como creía. Y eso era un asco.

Seguía sus pasos sin seguir sus palabras hasta que se giró para hablarme. En ese momento me di prisa en asentir repetidamente. —Quiero saber —dije convencida y supuse que hasta que no terminara de enseñarme lo que fuera era mejor no preguntarle nada más—.

—Pues vamos —resumió la conclusión con su voz perdida en el tiempo, dándose la vuelta para continuar el descenso hasta el vestíbulo.

Allí miró a su alrededor por un momento, como si necesitase ubicarse, para terminar por encaminarse hacia el pasillo que quedaba a la izquierda y siguió entonces guiándote hasta que se detuvo delante de la puerta de dos hojas de la biblioteca. Te miró antes de atravesarlas, una vez más como si la madera no tuviera más consistencia que el aire.

— Pues ya estás tardando —respondí en mi cabeza y me reí con la idea de que seguramente llegaba años tarde y por eso su voz sonaba a peli vieja—.

La seguí hasta el vestíbulo, pinzando también mi ropa al bajar las escaleras, ya fuera mi pijama ya una de mis faldas de calle. No lo creía necesario pero si ese fantasma quería enseñarme algo, yo pensaba aprenderlo todo.

Al llegar frente a la biblioteca le sonreí en respuesta a su mirada. Era una sonrisa que solo dejaba claro que no me había largado y que no pensaba volver a comerme la puerta. Aunque molaría que a ella le pasara, se rompiera la nariz, resbalara con su propia sangre y cayera de culo con las faldas esas.

Abrí la puerta y entré detrás de ella.

Cuando abriste la puerta a esa realidad ensoñada llena de estanterías de libros, todo se te antojó por un instante polvoriento, como si el tiempo hubiera caído sobre el lugar, arrastrado quizá por la joven que caminaba en dirección a las salas de la izquierda sin detenerse, como dando por hecho que te las apañarías para seguirla.

Atravesasteis tres salas cada vez de menor tamaño hasta llegar a una pared que parecía cubierta por entero con una estantería y allí Jessamine te miró y señaló una moldura en la madera que guardaba los libros y que tenía forma de lágrima.

_—Aquí —dijo con un hilo de voz que de repente parecía apenas un murmullo fino llevado por el viento—_{. ¿Lo ves? Desliza la gota y podrás saber lo que puedo contarte.}

Tardaste un segundo en notar que a tu alrededor todo parecía ondularse, como si el polvo que cubría muebles y libros hubiera decidido arremolinarse para enturbiar tu visión. La muchacha, en cambio, parecía brillar y contraerse, hasta que tan sólo quedó convertida en un puntito de luz que flotaba entre las partículas en suspensión. Y, finalmente, el polvo te cubrió por entero y tiñó tus ojos de gris.

...Despierta...

Tus ojos se abrieron de golpe esta vez, sin ninguna dificultad para abandonar el sueño que parecía tenerte presa. Te costó tres pestañeos ubicarte, pues no estabas en tu cama, sino de pie en uno de los pasillos del castillo.

El mundo parecía haber recuperado su color y su forma, liberándose también del ensueño y del polvo del tiempo que habían pesado en tus párpados. Ante ti se encontraban las dos hojas de la biblioteca, pacientes y silenciosas como esperando que las abrieras y penetraras en su interior.

Ver la biblioteca llena de polvo me pinzó el corazón con un dolor incluso mayor que el claro olvido de la sala de musica. Quizás porqué sabía que a la música todavía la cuidaba Carstairs, o quizás porqué los libros tenían un lugar más sensible en mi corazón o porqué el polvo le añadía el dramatismo de perder la esperanza en el cerebro de esos nephilim.

Era un paisaje más desolador que lo restante de un campo de guerra cuando esta acababa de avanzar a un nuevo encuentro. Pero avancé. Avancé y no perdí detalle de aquello que me rodeaba, quería saber fuera lo que fuera que pretendía decirme el sueño con ello.

Seguí a la chica hortera a la sala de la izquierda y a la siguiente, y a la siguiente después hasta plantarnos frente a una librería. Algo que debía estudiar, supongo. Sobre scorpions, sobre ella, sobre los Lovelace, tal vez.

Pero ella estaba más interesada en una lágrima tan minúscula como de repente era su voz.

Y antes de poder responder, antes de poder cagarme en ella en silencio, antes de poder tocar esa lágrima, el mundo pareció desvanecerse para escupirme fuera del sueño y de la biblioteca.

Despertar fue sencillo, soportar mi cabeza no tanto. — Pero ¿qué coño...? —musité al verme de pie frente a la biblioteca —Sonámbula, ¡y una mierda! —renegué de los efectos secundarios de dormir en ese castillo.

— ¡JeSaMain! —grité buscándola a lado y lado de mi— Hay que joderse —apoyé la mano en la puerta izquierda y empujé—. ¿Lovelace?

Tus ojos buscaron en el aire, pues la joven no estaba a tu lado en ese pasillo que parecía pertenecer a un mundo demasiado real como para acogerla también a ella al mismo tiempo. Y cuando empujaste la puerta para entrar en la biblioteca tampoco la viste allí. El lugar parecía estar igual que la última vez que habías estado estudiando allí.

Todo igual salvo... Sí, había algo. Como un estremecimiento que recorría tu espina dorsal desde la nuca hasta el lugar donde la espalda perdía su nombre. Un presentimiento, la sensación de que había algo más allí, hacia la izquierda, donde tus ojos no podían ver, pero tu alma sentía. 

Lovelace se había largado. De puta madre. A saber cómo volvería ahora a mi habitación... O cuánto tardaría en encontrar el camino. Aquel castillo era raro, raro, raro de cojones.

Con un poco de suerte, dentro de nada llegaría A.B. caminando como una momia. Y si no, mejor. Más le jodería cuando se lo contara.

Avancé dos pasos hacia el centro de la sala y algo dentro de mí me empujó a dar un tercero y quedarme ahí plantada. Con las piernas juntas, las manos entrelazadas a la espalda y la cabeza completamente encarada a las salas de la izquierda.

Esperé sin saber a qué, tal vez a que la racionalidad ganara la batalla dentro de mí. Era una chica práctica, inteligente, perfecta y en la perfección no había lugar para la locura, los sueños raros y ...

Mis pies se giraron también apuntando la izquierda y con ellos giré mi cuerpo.

— Si las hadas existen, ¿por qué no los fantasmas? — Sonreí con soberbia al ser yo quién estaba ahí, sola en una biblioteca en mitad de la noche, no A.B, no Amis, yo.

Me imaginé mi pelo rizado y avancé hacia las salas de la izquierda, buscando aquellas otras que había cruzado con Je-Sa-Main hasta la estantería de la marquita de las narices.

— Y cómo vuelva a echarme la mando a tomar por culo... —quise fingir conmigo misma que no me importaba tanto llegar a descubrir que estaba haciendo el tonto.

Llegaste caminando hasta la última de las salas de la izquierda, allí donde habías seguido a la joven rubia unos minutos antes. En la estantería que ella te había señalado antes de desaparecer viste esa moldura que sobresalía en la madera con forma de lágrima. 

— Oh, vaya, vaya —musité al ver la lágrima y acerqué mis ojos a ella muchísimo más que el resto de mi cuerpo — ¿Qué escondes aquí Jesamain lovelace? —me pregunté dándole un golpecito con la punta de la nariz recordando una anécdota que mi tío me había contado sobre Mozart que Carstairs adoraría saber y luego acerqué mi meñique a ella e intenté deslizarla en todas direcciones.

— ¿Estás ahí?