Partida Rol por web

En algún momento del día siguiente a la llegada de Melissa, cuando la chica entró en el cuarto que había escogido, encontró sobre la almohada una cartulina ornamentada que parecía una invitación para esa misma noche:

La primera noche que pasé en esa cama que no sentía para nada mía fue horrible. No pude descansar nada pensando en qué debería hacer a continuación, y en mis padres, y en Ralph. Todo parecía una pesadilla. Las pocas veces que conseguía dormirme me acababa despertando de golpe, como si estuviera en un estado de alerta constante.

A la mañana siguiente recibí varias visitas, sin embargo me escapé en algún momento para investigar aquél laberíntico castillo intentando no perderme en él. Por esa razón no tardé en volver a lo que parecía que iba a ser mi habitación durante un tiempo indeterminado, esperando que fuera el menor posible.

Al entrar ya noté que alguien más había estado en mi ausencia y, al acercarme a la cama, me di cuenta de que había un papel en la almohada. Al verla me extrañé, pero la leí con curiosidad después de contemplar los adornos que la decoraban. Después de volver a repasarla, dibujé una pequeña sonrisa en mis labios y me guardé la invitación en uno de los bolsillos de mi mochila.

A continuación fui a la habitación de Gi Sun-yun y llamé con educación a su puerta para comprobar si se encontraba allí. 
- Hola, ¿Sun-yun? - Pregunté, con voz calmada.

Mi habitación estaba casi perfecta, y ese casi no dejaba de irritarme pues no estaba completamente segura de que el tiempo fuera a estirarse para mi y no querría recortar horas de otras cosas, como estudiar o comer, pues a mi cita diaria con Emille iría sí o sí.

La piedra de las paredes tendría que ser empapelada más adelante, de momento podía quedarse e intentar combinar con mis muebles. Me había traído el escritorio de la residencia pues no iba a dejar que las ideas y conocimientos que había ido impregnando en él a lo largo de los catorce días que habíamos pasado juntos se fueran a otra cabeza, o directamente de la mía.

La cama del Instituto la había llenado de almohadones y convertido, en consecuencia en un sofá y yo dormía en otra que había comprado en una tienda de esas que son como ebay pero llevado por viejos. Ambas estaban enfundadas en sabanas de Hello Kitty. Había lijado el armario y vuelto a pintar en rosa y a su lado todavía tenía mi maleta esperando encontrarle sitio.

Me encontraba de pie -de puntillas más bien- sobre la cama-sofá sujetando con una mano una señal luminosa de la cara de Hello Kitty (que debería tener casi mi tamaño pero menos de la mitad de mi peso) mientras con la otra marcaba los puntos de la pared que iba a taladrar para colgarla cuando oí la voz de la cachorrita.

Aseguré mi equilibrio bajando los talones y entonces giré la cabeza hacia la puerta – ¡Mierda! Y todo hecho un desastre – Pasa Meli-san, disculpa que no venga a abrirte –le dije mientras intentaba bajar a Kitty de la pared y a mi del sofá–.

Pasaron pocos segundos desde que pregunté hasta que escuché una parte de la voz de Gi Sun-yun atravesar las paredes y la puerta de su habitación. Entendí con lo que dijo que podía entrar yo misma sin esperar a que ella abriera la puerta así que así lo hice.

Nunca hubiera imaginado que, tras esa puerta, hubiera una habitación como la que había. El color rosa que abundaba me provocó un impacto visual extraño que me dejó un poco perpleja. Pronto mi mirada encontró a Sun-yun encima de algo parecido a un sofá sosteniendo una especie de cara de Hello Kitty gigantesca.

En seguida cerré la puerta tras de mí y sin decir nada me acerqué a la chica. - ¿Necesitas ayuda con eso? - Pregunté, aunque ya estaba a punto de coger la parte inferior para quitarle peso. Supuse que su intención era colgarla en la pared, pero esperé sus indicaciones por si prefería que me mantuviera al margen. No quería romper nada sin querer, viendo lo exhaustivamente decorada que estaba su habitación. No es que me gustara demasiado el estilo, pero había que reconocer que estaba cien por cien personalizada y eso sí me gustaba.

Suspiré una vez más al ver entrar a la pelirroja y cerrar la puerta a su espalda, con cualquier otra persona aquel gesto me hubiese parecido una señal de educación, pero no en pelirrojos, era mejor que el aire corriera. No obstante, cuando se puso junto a mí para ayudarme con Kitty casi se me olvidaron sus cabellos y la vi más rubia que el oro y con los rizos más rizados que jamás había visto.

— Gracias —le dije de corazón y no fui consciente de ello hasta que esa sinceridad luego me quemó la lengua—. Si-si puedes levantarlo un poco, marco el enganche y ya lo podemos bajar para agujerear —le expliqué volviendo a estirarme sobre las puntas de mis pies—. Pesa un poco —añadí para que se esforzara y ahorrarme yo fuerza, además así vería si tenía algo de musculo en esos brazos—.

Hechas las marcas le pediría que me ayudara a bajarlo y con la excusa de bajarme yo del sofá abusaría de su fuerza, y si no me ayudaba, bueno, ya le haría sentirse mal por ello más tarde.

— ¿Me buscabas? —pregunté que qué coño hacía aquí mientras iba a buscar mi taladro independiente con batería en el último cajón del escritorio.

Levanté un poco más la pieza para que Sun-yun pudiera hacer la marca. Sí que pesaba, pero podía con ello perfectamente. Podía parecer que tenía un aspecto debilucho, pero lo cierto es que estaba bastante fuerte. Mis excursiones a la montaña no sólo me permitían disfrutar de la naturaleza. También me servían para fortalecer mi cuerpo.

En cuanto hizo las marcas la ayudé como pude para que pudiera bajar del sofá cómodamente. Apoyé la cabeza de Hello Kitty en el mismo sofá y, al escuchar la pregunta de la chica, me giré de golpe, extrañada. - Esto... He leído la invitación para la fiesta de pijamas. No ponía tu nombre, pero por cómo estaba escrito el mío he supuesto que habías sido tú - Dije, cambiando mi expresión dubitativa a una más amable.

— ¿Por cómo estaba escrito el tuyo? —pregunté sin entender a qué se refería — La caligrafía ¿quieres decir? —me respondí a mi misma mientras metía la mano en el cajón para sacar el taladro y volvía junto a la pared marcada— Es que me gusta mucho escribir —le expliqué dejando la herramienta sobre el sofá para retrasar un poco el ruido—. Iba a entregaroslas en mano como se hace en Corea, la del Sur, pero luego me pareció más bonito así —y bastante tiempo pierdo ya con esto—. Además, —señalé el escritorio con un dedo— ¿me acercas un post-it?—pedí entre medias de mi cháchara interminable— nadie más hace fiestas de pijamas por aquí, y no queda tan lejos una habitación de otra —me encogí de hombros y solo si me había traído los post-its seguiría manos a la obra—.

— Pero la fiesta es por la noche, cuando los pijamas y eso. Si tienes gorro de dormir tráelo, queda muy kawaii, digo, mono —le sonreí y alcé la voz mientras hacía los agujeros —. Solo chicas —le aclaré aunque me parecía de cajón—. Te caerán bien, bueno ya las conoces, así que tranquila. Pero si querías preguntar algo, pregunta.

Pasé al otro agujero.

Al ver que no me había explicado bien, le aclaré a Sun-yun sobre lo que me refería. - Me refiero a la forma en cómo me llamas. Meli-san - Dije, intentando poner la misma entonación que usa ella cuando me nombra a su manera. Luego emití risa suave y continué. - Pero sí, la verdad es que tienes una letra muy bonita. Me gusta - Confesé.

A continuación le fui a buscar el post-it que me pidió. La verdad es que no me pareció que fuera demasiado pronto, así que intenté asegurarme. - ¿He llegado demasiado pronto, entonces? - Me preocupé un poco.

Sobre lo demás, aproveché antes de que Sun-yun me contestara para responderla yo antes. - No tengo mucha cosa que pueda traer... Llevo lo que ves - Dije observando mi vestido. Todavía llevaba la ropa del día anterior, pero Amber ya me había dicho que me conseguiría alguna cosa pronto. Le di los post-its que había pedido y permanecí atenta por si quería que la ayudara en algo más.

No entendía a esa chica, pero por lo que me habían dicho, con pelirrojas era mejor no intentarlo. Si ella creía que podía oírme pronunciar su nombre con solo leerme, pues que lo creyera. Señal de que tenía memoria asociativa.

Pero al reírse pensé que tal vez me reprochaba no usar con ella el apellido, y en ese caso, el malentendido sería culpa suya por no haberlo dado en primer lugar. Ahora no me quedaba más remedio que ser su amiga.

Sonreí al cumplido de mi letra, no me importaría enseñarle caligrafía ni a escribir con pincel, pero en ese momento no se lo propuse. Tenía demasiado que hacer ¿y si quería aprender ahora? Mejor me callaba.

Utilicé los post-it para recoger el polvo de taladrar la roca y después aseguré la cabeza de Kitty con unos tacos y unos tirafondos de enganche.
Fue entonces cuando la habitación pasó de estar hecha un desastre a estar perfecta.

Escuché a Meli-san mientras recogía las herramientas y me deshacía del polvo.

— Entonces llegas perfecta de tiempo —sonreí con mi nueva manualidad—. Vamos a buscarte un pijama —dije con los ojos brillantes ya camino del armario–. ¿Qué color te gusta? –Negro bollera —respondí por ella—. Y luego me ayudas a hinchar unos globos y a subir la comida de la cocina y recibimos a nuestras invitadas ¿hm?

Cuando vi la cara de satisfacción de Sun-yun después de colocar por fin la cabeza de Hello Kitty me contagió un poco de su felicidad. Me alegraba también de haber llegado cuando tocaba. Lo último que quería era estorbar.

La chica se dirigió al armario dispuesta a dejarme un pijama y yo me sentí un poco mal. - Pues... No te preocupes, Gi Sun-yun. Cualquiera estará bien - Respondí, aunque lo cierto es que deseaba que no se tratara de un color parecido a los colores que abundaban en su habitación. - ¿Dónde tienes los globos? Te voy hinchando algunos - Dije, mirando a mi alrededor, por si los encontraba antes de que me dijera nada.

A continuación, me entró curiosidad por saber qué comeríamos. - Por cierto, ¿qué vamos a cenar? ¿hay que cocinar alguna cosa? Me encantará ayudarte en todo lo que pueda - Finalicé con una nueva sonrisa.

Por supuesto que cualquiera iba a estar bien, era una tendencia en moda, pero no podía darle cualquiera, necesitaba uno que le quedase mono pero no más que a mi, que además pudiera lavar o no me importara deshacerme de él.

— Están sobre la cama, en esa caja malva. Dentro también tengo chuches, unos vasos de plástico, algodones, pintauñas y mascarillas de barro por si quieres dejarlas en la mesa para tenerlo a mano —le di trabajo mientras yo elegía pijama—.

Al final saque tres conjuntos: un camisón con leggins que llevaba dibujada una rana que había estado de moda en Corea hacía ya dos años, un pijama que imitaba el cuerpo de un peluche por si era de esas personas que siempre tienen frío y un pijama de un panda que me habían regalado en la resi y no sabía muy bien porqué me lo había llevado.

—He hecho Hotteok que unos pastelitos de receta coreana, unas bolitas de arroz que llevan especies en su interior y Gimbap que para vosotros es algo así como sushi —porqué claro, la comida japonesa no hacía falta que se describiera—. ¿Quieres que hagamos algo más? —pregunté preparándome para matarla como dijera que sí— Aunque no creo que tarden demasiado en llegar los demás.

Me acerqué a la cama donde se encontraba la caja que me había indicado Gi Sun-yun y la abrí con cuidado. El olor a chuches me embriagó y me entraron unas ganas tremendas de coger una. Sin embargo me contuve por educación y cogí algunos globos para hinchar y para que se me quitara el antojo de las golosinas.

Sobre los pintauñas y mascarillas de barro no hice ningún comentario. Pero sí puse una cara de indiferencia. Nunca me había puesto una mascarilla de esas y, aunque sí me había pintado alguna vez las uñas, no lo había hecho como actividad para hacer con otras personas. Ni siquiera con Claire. 

Me sofoqué un poco al hinchar el quinto globo y me detuve para ver los pijamas que había sacado Gi Sun-yun para mí. Mientras observaba sorprendida tanto el pijama de la rana como el del dinosaurio y decidiendo en mis pensamientos que me quedaría con el del dibujo del panda, escuchaba a Gi Sun-yun explicarme lo que había de cena. - ¡Vaya! Has hecho muchas cosas. No sé cuántos seremos, pero supongo que ya habrá suficiente - Me quedé realmente sorprendida. - Tengo curiosidad por probarlo todo. No conozco nada de lo que has dicho - Confesé y me escondí un poco agachando la cabeza, pero sonriendo.

Después de comentar sobre la comida, redirigí la conversación para escoger pijama. - Por cierto, creo que me pondré con el del oso panda - Seguía un poco escondida. Conociendo sus gustos, seguramente hubiera preferido que escogiera cualquiera de los otros, pero me negaba a hacerlo. - ¡Aunque los tres son muy bonitos!

El entusiasmo inicial de Meri-san al sorprenderse de la comida me hizo sonreír y rápidamente busqué los globos que se había ofrecido a hinchar para poder devolverle el ¡vaya! Como la buena educación dictaba, pero cinco globos no era un número demasiado impresionante así que esperé a encontrar otra cosa.

— Cuantas seremos —la corregí a ella para no corregirme a mi pero sin sazonarlo con tono—. Seremos solo chicas, prometido —le dije tendiéndole el meñique—. He escrito a Anbel, Amis, A.B y me he disculpado con Jo, es pequeña aun, ¿sabes? Y las nueve es muy tarde para estar excitándola.

Luego, le cogí las manos como si fuese Ami-son exaltada por un nuevo cotilleo — ¡Hoy lo pruebas! –le dije nerviosa y expectante, si no tenía con qué comparar seguro que me daba notaza hasta en los pasteles—.

Luego, cuando eligió el pijama, asentí con la cabeza y grité de alegría por dentro. La tía no solo se llevaba el feo, sino que claramente lo hacia para dejarme resaltar a mi. Raro, pero genial.

— Te lo puedes quedar, si quieres —librame de él—, ¿como regalo de bienvenida? —ladeé la cabeza y parpadeé como una mariposa—.

Entonces comprobé la hora y calculé que si quería tener tiempo de ponerme el pijama más me valía correr a por la comida.

— Meli-san, bajaré a la cocina mientras te cambias, ¿te parece?

Así que seremos todo chicas. Pensé cuando Gi Sun-yun me corrigió. No me pareció mal, pero sí que a mí no me importaba mezclarme con chicos y pasar un buen rato con ellos, como amigos. No obstante hoy se trataba de una fiesta de chicas, así que procuré pasármelo igual de bien que en cualquier otra fiesta.

Me hacía gracia cómo llamaba a la gente, cambiándoles el nombre aunque manteniendo un poco de ellos para seguir identificándolos. Sin embargo, no exterioricé nada de eso para que Gi Sun-yun no me malinterpretara y se pensara que me burlo de ella. Asentí cuando explicó la razón por la que no había invitado a Jo. La verdad es que, a pesar de ser una niña muy espavilada, parecía bastante pequeña como según qué cosas.

Mientras cogía la parte superior del pijama que había escogido y me lo miraba para ver si me iría bien, Gi Sun-yun me dijo que me lo daba como regalo de bienvenida. - Vaya, me sabe mal quedármelo. Es tuyo y seguro que lo usas mucho... - Sin embargo, reconocí que me hacía falta uno si iba a pasar mucho más tiempo en el Instituto. - Pero... Me iría bien mientras esté por aquí. ¡Muchas gracias! Y si algún día lo vuelves a necesitar, te lo devuelvo - Agradecí con una sonrisa. - De acuerdo, me cambio ahora.

En cuanto salió de la habitación y me encontré en aquella burbuja rosa a solas, me desvestí y me puse el pijama. Dejé la ropa que me había quitado doblada y la puse en algún rincón que no estorbara y no se viera demasiado.

Negué enérgicamente con la cabeza a las palabras de Meri-san con una sonrisa en los labios para que supiera que podía quedarselo. Y luego salí de la habitación a por la comida extrañamente contenta. Esa chica era más graciosa que los gemelos.

Me moví rápido por el castillo, tarareando mi propia banda sonora a juego con los pasos y acciones que hacía, y aunque quise darme prisa me perdí buscando la cocina y me perdí a la vuelta pero conseguí dar con mi propia habitación.

— Meri-san — le llamé desde fuera con voz educada y sin alzarla demasiado— ¿me abres?

Llevaba dos bandejas en cada mano, apiladas una sobre otra con un listón de madera entre ellas para no estropear ni aplastar la comida y aun a falta de manos no estaba dispuesta a empujar la puerta con el pie o el pompis como un asalvajado.

Mientras esperaba a Gi Sun-yun me quedé en su habitación observando todas sus cosas sin tocar nada. No solía ser demasiado fisgona, excepto en algún caso como cuando mis padres no me contaban cosas sobre mis familiares y, en cuanto me dejaban sola en casa, aprovechaba para buscar álbumes de fotos o algo similar.

Me senté en el sofá con el pijama ya puesto y llenando algún globo más para sentirme útil en el rato que estuvo la anfitriona yendo a por la comida.

Finalmente, la voz de la chica sonó tras la puerta y cuando me pidió que la abriera imaginé que iría cargada y no podría hacerlo ella. Me levanté de un salto, me dirigí rápido hacia la puerta para abrir y en cuanto la vi le pregunté cómo prefería que la ayudara. - ¡Ey! ¿Te cojo algo o es mejor que lo lleves tú sola?

Meri-san en pijama estaba adorable, tan adorable como un cachorrillo con una lazada roja al cuello y me sentí orgullosa como si la hubiese moldeado yo misma desde un trozo de barro.

- ¡Qué mona! -le dije con maldad al tiempo que mi cabeza ya estaba buscando otro pijama para mi. Mejor, siempre mejor.

Asentí con exageración a su oferta -Coge las de arriba, si puedes y las dejamos en la mesa. ¡Que suerte que no haya llegado nadie! - Y que impresentables.

Entré detrás de ella para dejar las bandejas y procuré que la de las bolitas de arróz quedase un poco más escondida. La quería para jugar a verdad o atrevimiento, especialmente por esas bolitas rellenas de especies tan picantes que podrían mandar a un elefante al hospital u obligar a un coreano a beber un chupito de leche.

- Gracias por los globos -le dije al notar que había hinchado alguno más, algo que no suponía gran reto-. 

Después fui al armario, busqué mi pijama y sin ningún pudor me cambié de ropa. Esa chica merecía poder ver mi Iratze.

Como si el terminar de colocarse las zapatillas a juego con el pijama hubiera sido una señal de que la fiesta debía dar comienzo, justo en ese instante alguien llamó a la puerta. Y tras ella estaban Amber e Ivy, vestida la primera con una camiseta y un pantalón corto de aspecto muy cómodo, ambos de un beige claro casi blanco, y la segunda con una camiseta negra de tirantes con un ángel estampado en ella y unos pantalones cortos, también negros.

Ninguna de las dos parecía tener muy claro a qué iban, pero mientras que a la pelirroja parecía divertirle todo el asunto, Ivy escondía tras la cortina de sus cabellos parte de su rostro y parecía estar deseando fundirse con el suelo hasta desaparecer.

-¡Hola! —saludó Amber, haciendo que su cola de caballo oscilase al mirar hacia el interior de la habitación de Sun-yun—. Joooder —añadió, abriendo los ojos impresionada—. Vaya cambio ha pegado esto. Y qué... Rosa todo. ¿Podemos pasar? No sabíamos si teníamos que traer algo... Así que no hemos traído nada. Pero podemos ir a buscar algo si hace falta.