Partida Rol por web

La sonrisa de Amber se amplió en cuanto Sun-yun escogió y entonces asintió con la cabeza mientras empezaba a hablar.

—De acuerdo —dijo, sin pensárselo demasiado—. Pues tienes que conseguir que venga Émille a la fiesta.

El reto de Anbel hizo que mi ceño se frunciera un poco —Esta tía es oligofrénica profunda —.

Conseguir que Emille viniera a la fiesta era rematadamente fácil, y mi pijama era el mejor de todos - además con diferencia-, pero llevar un chico a una fiesta de chicas iba contra todo lo escrito y sabido por no decir que me iba a convertir en la guarra del instituto y a mis padres se les iba a morir una vaca, tuvieran o no.

Negué con la cabeza lentamente — Pero es un chico —le volví a explicar—.

—¿Es que no sabes lo que es ser una dama? ¿el decoro? ¿el pudor? ¿las normas básicas de toda residencia? ¿tienes siquiera padres?

—Bien —dije entonces, decidiendo salir por la tanjente, Emille vendría, vería mi pijama, se enamoraría locamente de mí pero no iba a quedarse—. Pescar y soltar.

Amber sonrió y se encogió de hombros con la queja de Sun-yun, como diciendo «¿A mí qué me cuentas?». Pero cuando terminó por aceptar, sus ojos se desviaron hacia la puerta.

—¿Quieres que te acompañemos o te esperamos aquí? —preguntó, con un tono que parecía dar por hecho que la coreana preferiría la compañía.

Miré a Amber con admiración cuando propuso el reto a Sun-yun. No me sorprendió que le dijera algo así a Sun-yun, pero aún y así pensé que había tenido agallas por hacerlo. Ya era la segunda o tercera acción que me hacía ver que se trataba de una chica que parece que no teme a nada ni nadie.

A continuación me fijé en la reacción de Sun-yun. Dijo lo que imaginaba que iba a decir: al principio se negaría pero luego querría demostrar que puede hacer lo que quiera si se lo propone. - Vamos Sun-yun. Seguro que puedes - Animé a la coreana, aunque por dentro pensaba en lo difícil que sería hacer que el borde de Émille viniera a la fiesta.

Dejé el vaso en el suelo con la pregunta de Anbel y me levanté ayudándome con las manos en mi rodilla.

— Voy sola —dije con una idea ya en mente—. Tardo nada —añadí dedicando una mirada a Meli-san para que notara lo obvio e innecesario de sus palabras—.

Luego salí por la puerta camino de la habitación de lanzaman.

Desde la cena no habías vuelto a ver a Amber, ya que tenía que ir a esa «fiesta» que había organizado Sun-yun y que ya debía haber comenzado hacía rato. Y para esas alturas tú ya estabas en tu dormitorio. Hacía unos minutos te había parecido escuchar algo de revuelo en el pasillo, pero se había apagado tan rápido como había comenzado.

Ahora, sin embargo, fue una llamada a tu puerta la que atrajo tu atención.

Amber contempló cómo Sun-yun salía del dormitorio y estiró el brazo para rellenar de nuevo su vaso con vodka y refresco.

—¿Todos los mundanos tenéis problemas de género o es sólo ella por su cultura? —preguntó entonces, mirando a Melissa con curiosidad, como si verdaderamente le costase entender qué problema podía haber en que Émille fuese un chico—. Y yo que pensaba que La Clave era un poco primitiva...

Al oír que alguien llamaba a la puerta llevé mis ojos hacia ella. Si tenía suerte sería alguien proponiendo ir de caza. Si tenía mucha suerte, ese alguien sería Gareth.

—Adelante —dije tras guardar el libro que estaba ojeando para que nadie se pensase lo que no era. Entonces me giré en la silla del escritorio.

La habitación era sencilla. Como muebles únicamente tenía una estantería casi vacía, la cama, la mesa y la silla. La ropa y otras mierdas la guardaba en un par de cajones debajo de la cama. Sin embargo las cosas que de verdad importaban estaban repartidas por las paredes. A simple vista podían localizarse armas de distintos lugares, casi todas de filo. Y en un lugar especial sobre la cama estaba la primera lanza con la que Amber y yo habíamos estado haciendo pruebas tiempo atrás, antes de pasarme a la que usaba actualmente.

Me pareció extraño que Sun-yun decidiera ir sola a por Émille. Observé cómo salía de la habitación después de esa mirada que me dejó más extrañada todavía. A ver cómo lo consigue...

Luego me levanté para coger algo de comer, intentando que fuera algo que no picara demasiado. Mientras lo hacía respondí la pregunta de Amber. - Yo creo que es por la educación que ha recibido. Pero supongo que también tiene que ver con la cultura - Dije antes de probar un bocado de lo que había cogido. - A mí no me parece mal que vengan chicos - Expliqué mostrando que yo no aplicaba las normas de la cultura de la coreana.

Arrugué la frente extrañada con la respuesta de lanzaman. ¿Cómo que adelante? ¿Quién dejaba entrar a gente tan alegremente a esas horas en su habitación? ¿Y si esperaba a alguien? Si lo hacía se iba a decepcionar al verme, a lo mejor le avergonzaba, o perdía todo oportunidad de impresionarle con mi pijama de Hello kitty completo. Adelante. Joder.

— Soy Gi Sun-yun —avisé desde fuera por si acaso y esperé unos segundos antes de abrir la puerta por si tenía que ponerse algo por encima del pijama o lo que fuera—. Perdona que te moleste a estas horas —añadí antes de ver el arsenal que tenía montado en las paredes y quedar atontada y boquiabierta —. Wow ¿son todas tuyas?

Al oír la voz al otro lado me pareció raro que fuera la pirada. Daba por hecho que la mierda esa que tenían duraría más. Aunque seguramente se habrían aburrido ya, no es que hubiera demasiado que hacer aquí dentro.

Al abrir ella la puerta y verla con esas pintas dibujé una media sonrisa. Joder, sí que era ridículo. No me extrañana que todos se hubieran pirado rápido de la «fiesta» si se había puesto así. Yo en cambio estaba con el traje de combate, listo para salir en cualquier momento.

Arrugué un poco el ceño cuando dijo lo de las horas, sin entender. No tardé en caer en que probablemente no se había acostumbrado al horario del mundo de las sombras, donde este era el mejor momento para salir si uno quería localizar y seguir demonios o Subterráneos.

Su admiración por mi cuarto me hizo ver una vez más que era, con toda probabilidad, la novata con más madera que teníamos. Pensándolo bien, a lo mejor no estaba de más que los otros murieran rápido y pudiéramos centrarnos en prepararla a ella. Hacerlo con los otros vivos seguro que a Gareth no le gustaba, pero siendo sinceros... ¿Alguien tenía esperanzas en Melissa?

—Casi —respondí antes de aclarar—. Casi todas sí, y las que no casi mías —expuse antes de hacer un gesto hacia un mandoble con empuñadura plateada—. Ese es del Instituto, por ejemplo, pero duerme aquí. Paso de que alguien le haga Limpieza y no poder llamarlo en combate.

Tras ese ejemplo mis ojos se desviaron hacia otra arma y a punto estuve de explayarme más contando detalles personales sobre ella. Sin embargo me di cuenta a tiempo de corregirme.

—¿Qué quieres?

Era asombroso, cada uno de los casis. Debía molar poder invocar todo eso, debía molar ser él.

Sonreí desde el estómago con sus explicaciones y con su pregunta parpadeé y tardé un poco en centrarme.

Había tenido suerte de que estuviera vestido todavía con el traje de combate, no solo suerte para mis ojos, sino porqué le importaría menos salir un momentito y además hacia más adorable mi pijama en el contraste.

— Es que, verás... He montado una fiesta de pijamas con las chicas y Mel está fardando de que te apaliza en los entrenamientos y quería saber si te importa que le parta la cara en tu nombre porqué obviamente no me la creo en absoluto.

Fui consciente al verla sonreír de que muchos habrían podido tomarla por sádica. Y bueno, quizá lo era, teniendo en cuenta cómo ella misma bromeaba sobre la muerte de su amiga aquel mismo día. Sin embargo sabía que esos mismos también me tomarían por sádico a mí, así que que les dieran por el culo.

Sin embargo toda la cordialidad se borró de mi rostro al escuchar lo que decía. Joder, encima de rarita fantasma, como si no tuviéramos bastante con el pervertido. Sin embargo no tenía dudas: nadie se lo creería.

—Esa tía además de inútil es gilipollas —enuncié sin llegar a levantarme: no merecía la pena—. Si ni siquiera sabe correr sin tropezarse.

—Me parece perfecto que le partas la boca por lo menos hasta que sangre —aseguré. Llevé entonces mi mano a un lugar sobre la mesa donde estaba la estela, pero ni siquiera llegué a agarrarla.

—Te iba a ofrecer una runa, pero no creo que te haga falta.

Me sorprendieron las primeras palabras de Emille, mucho, más haciendo referencia a una pelirroja de esas que le volvían necio. Y especialmente teniendo en cuenta las maravillas que se suponía que contaba de ella y su puto arco.

Contuve una sonrisa.

Me fastidió un poco que aceptara que yo defendiera su honor, en mi plan maestro él empalaba a la cachorrita y me libraba de una pelirroja a la vez que ganaba la ronda. Pero por otro lado fue una segunda sorpresa que me confiara el poder de actuar en su nombre, más en un tema de honor.

Contuve otra sonrisa.

Y entonces llegó ese elogio. Ese reconocimiento y medalla y mi corazón se derritió tanto que casi lo babeo fuera de mi. Mis ojos quedaron prendados de esa distancia entre su mano y su estela, mis oídos encantados por sus palabras y mis labios rendidos a esas tres sonrisas bobaliconas con las que ya no podía luchar.

— Ven a verme —le pedí y en ese momento iba con completa sinceridad, podía cargarme a Mel antes de que desmintiera nada con tal de pasar un poco más de tiempo con Emille—. Luego puedes jugar también a torturarlas.

Al ver a la pirada sonreír de esa manera las cosas empezaron a encajar. Joder, sólo había un motivo por el que alguien pudiera querer vestirse así, tendría que haberme dado cuenta antes. Estaba drogada. Al menos esta había tenido el tino de hacerlo aquí y no en un bar de subterráneos. Joder... Pues si de eso iba la fiesta me alegraba de no haber ido.

Al oír lo que decía después negué directamente con la cabeza. Algo así habría molado, pero en la sala de entrenamiento y bajo mis normas. Esto en cambio me podía meter en problemas con Gareth, había que ser idiota para no darse cuenta.

—Ni de coña —enuncié—. Se merece que le partas la boca, pero no es mi movida. Yo ya se lo haré pagar mañana en el entrenamiento. Y sin iratzes. Ya la verás después, va a quedar de muchos colores.

Parpadeé una única vez ladeando la cabeza al escuchar ese "ni de coña" que sonaba exactamente como sonaría el pico de un pato carroñeando mis tripas estando yo aun viva.

Y las palabras que seguían hacían que hubiese ganado más que trayéndolo a la fiesta.

— Esta bien —dije devolviendo la cabeza a su posición natural—. Entonces me voy ya —empecé a despedirme aunque sin moverme del sitio, remoloneando para quedarme solo un poquito más con él, solos, pero apropiadamente en espacios distintos—.

Tardé unos segundos empezar a mover los pies pero antes de completar un paso volví a anclarme en la puerta de Emille. —Por cierto, Anbel me ha dicho que te sabía mal que no te hubiera invitado —conseguí decir del tirón antes de sentir el calor en las mejillas, mi odio por ella en las venas y el dolor de saber a lanzaman triste en las tripas—. Disculpa por eso pero debíamos ser solo chicas, por decoro, ¿lo comprendes, verdad? No querría que nadie pensara lo que no es.

Asentí cuando la pirada dijo que se iba, dispuesto a seguir con lo que estaba haciendo hasta el momento una vez la puerta se hubiera cerrado y me asegurase de estar de nuevo a solas. Sin embargo cuando siguió hablando fruncí el ceño, más molesto de lo que estaba dispuesto a disimular.

—No, no lo entiendo, me parece una mierda de excusa o una idiotez —dije con tono hosco—. Pero da igual, tampoco quería ir a algo así, así que ni me sabe mal ni nada —malmentí de pasada, con un enfado guardado que ni de coña colaba como dignidad—. Además, yo no habría ido a la fiesta de alguien que no es capaz de escribir bien los putos nombres en las invitaciones —enuncié, recurriendo a aquello con el único motivo de ser lo que estaba más cerca y podía ser capaz de herir sin ser un arma. Quizá me estaba dejando llevar, quizá me estaba poniendo a la defensiva, pero que le dieran por culo. En el fondo no era más que una novata.

—Pues menos mal —aseguró Amber antes de beberse la mitad del contenido de su vaso de un trago. Hizo una mueca con la boca y volvió a rellenarlo—. Los nephilim no hacemos caso de esas chorradas y menos mal. Los chicos y las chicas reciben el mismo entrenamiento y todos somos iguales para el Ángel. Además, para patearle el culo a un demonio no importa tu género, ¿no? —comentó, divertida.

—Ey, pásame un bollo de esos, por favor, Ivy —pidió, extendiendo la mano para cogerlo cuando la morena le hizo caso, y siguió hablando contigo, parecía que el alcohol le iba soltando la lengua a medida que sus mejillas se sonrosaban—. Hace mucho tiempo las mujeres nephilim tenían que combatir con un vestido y llevaban el traje de entrenamiento debajo —Frunció la nariz con un gesto gracioso—. ¿Te lo puedes creer? Tenía que ser superincómodo.

La respuesta de lanzaman me descolocó en todo punto. En primer lugar, no podía creer que él también participara de esa especie de moral hippie de comuna. Aunque bien mirado la mongola era yo por no habermelo imaginado desde el mismo momento en el que me hizo la Iratze, ¿qué clase de persona se acerca tanto a un desconocido de sexo contrario con tanta indiferencia? Un hippie. Joder.

En segundo lugar, la puta de Anbel me la había metido doblada y hasta el fondo. Emille no quería venir, era ella quién quería chulearmelo por la cara, seguro que por eso había dicho lo de acompañarme, para tirar de alguna mierda secreta suya de bruja pelirroja y marcarlo delante de todas con su meada de perra. Me había mandado a molestarle. Joder.

— Se llama caligrafía —respondí a lo último, si no fuera porqué Meri-san también se había quedado flipada hubiese empezado a creer que ellos se escribían con runas o algo así—.

— Es un alivio que no te sepa mal. Anbel me había dicho que estabas muy triste y eso me destrozaba por dentro —sonreí ahora alegrándome por no traerlo, al menos era un hippie no practicante—. Pasa buena noche —me despedí con una reverencia y me aparté de la puerta—.

—Mañana hablo con Herondale. Si es que Lamond tenía razón...

Mis ojos se abrieron cuando vi cómo Amber se tragaba la mitad de su bebida de golpe. ¿Cómo no puede afectarle? Me quedé sorprendida un rato mientras la chica se servía de nuevo.

Luego siguió con la mirada cómo Ivy le tendía el bollo a Amber y acabó en sus ojos, escuchando con atención lo que decía. Negué con la cabeza cuando hizo aquella pregunta. No había visto combatir a nadie nunca, pero me podía imaginar lo incómodo que sería para las mujeres que lo hacían llevando un vestido. - Pues sí - Confirmé.

Después de beber un poco más de zumo, pensé en Sun-yun y en qué estaría haciendo para que Émille viniera a la fiesta de pijamas. - ¿Por qué creéis - dije incluyendo a Ivy para que participara un poco - que Sun-yun no nos ha dejado ir con ella? - Pregunté a las chicas mientras esperábamos.