Partida Rol por web

Me quedé fría y enrojecí al mismo tiempo, como si mi cuerpo no supiera si palidecer o fundirse. Ya no sabía con quién hablaba si con una chica cualquiera o con la novia secreta de mi novio, así que no pude hacer más que mentir.

— ¡No! —salté con su pregunta— No, no, de verdad, yo...yo solo creo que es bueno en lo que hace —me excusé—. Y me extraña que sea cariñoso con todos —bajé los ojos a un lado—. Y que no le llaméis por el apellido como profe que es, no sé. Pero no es que me guste, solo que, bueno, nada eso. ¿Por qué? ¿Te gusta a ti?

La joven hizo un gesto con las manos y bajó la mirada con timidez ante tu exclamación y empezó a hablar antes de que tú hubieras terminado, mezclándose sus palabras con las tuyas.

—Ah... vale. Perdona, por un momento creí que... Pero ya me parecía raro porque... y... —detuvo su verborrea y te miró extrañada—. ¿Cariñoso? ¿Émille? —Pero finalmente se calló hasta que terminaste de hablar y entonces negó con la cabeza efusivamente mientras sus mejillas tomaban algo de color.

—No, ni un poco. Es siempre muy borde y sus bromas parecen amenazas —dijo, sin mirarte—. Y no es nuestro profesor ni nada. Sólo es el vuestro porque Gareth le pidió a él y Milton que os enseñasen lo básico, pero Émille no deja que Milton haga nada. —Se encogió suavemente de hombros. —A nosotros nos entrenó Gareth y ahora ya entrenamos por nuestra cuenta si queremos.

Respiré más tranquila al saber que A.B. no estaba liada con lanzaman pero el hecho de que a ella la hubiese entrenado mi padre-tío-abuelo me dio otra clase de envidia. Era un asco lo que me habían hecho mis padres, pero pensaba recuperar el tiempo perdido y antes de tener la runa del ángel sería mejor que todos los nuevos y que muchos de ellos.

La excusa que dio por llamar a Emille por el nombre no me valió, poco peso tenía que no le considerase superior a ella cuando luego llamaba a Herondale Gareth. Y poco me importaba que él fuese regalando su nombre.

— Entonces tu eres A.B.-senpai —le dije con la maldad de usar su nombre—. Porqué aunque Herondale no te lo haya pedido, me entrenas —le sonreí en un intento de no perder la ventaja de que la bruja loca me enseñara a escuchar a los fantasmas—. Gracias —le dije bajito haciendo una pausa para soportar una punzada en mi cabeza— y perdona porqué te he mentido.

Inspiré como si realmente fuese a abrir mi corazón cuando en realidad marcaba territorio —Sí... Sí me gusta pero pensaba que era tu novio y no podía decírtelo. Pero no se lo cuentes a nadie —le tendí el meñique para que me lo jurara—. Ni a Anbel ni a Jo. Es un secreto de amigas.— volví a pararme, esta vez por sentirme realmente cansada — y...y ¿me cuentas lo de sus apellidos?

Ivy volvió a mirarte con curiosidad cuando le pusiste ese añadido a su nombre y con tu agradecimiento, dejó que sus cabellos hicieran de cortina para medio-esconder el rostro tras ellos con cierta timidez. Se empezó a encoger de hombros, pero con tu confesión el gesto quedó a medias y abrió más los ojos, mirándote como si no estuviese segura de si de verdad lo de ahora era verdad o lo era lo de antes.

Sin embargo, no parecía dispuesta a contrariarte, así que asintió con la cabeza y su sonrisa se amplió cuando dijiste que erais amigas.

—A nadie —convino, mirando tu dedo meñique con extrañeza, como si no supiera qué significaba. Tras un par de segundos extendió su mano en la misma postura hacia ti pero sin engancharlo con el tuyo, más como si aquello fuese un saludo extraño que un juramento—. Ah... Bueno, en realidad Amber seguro que sabe mejor de qué va eso. Ella lo conoce de toda la vida —respondió a tu última pregunta, ladeando un poco el rostro al volver a mirarte—. Pero si te fijas, Émille lleva el anillo de los Ravenscar y, sin embargo, dice llamarse Lalique. —Se encogió de hombros. —Creo que no quiere que se sepa quién es su padre, o quizá ha renegado de su apellido. Es raro, pero seguro que es capaz de morder a quien le pregunte.

Al ver lo lentita que era, terminé el recorrido hasta llegar a su meñique y engancharlos.

— Qué rarita es. —flipé, no me extrañaba que tuviese que ir hablando con fantasmas y piedras. Lo mío era distinto, yo no tenía que hacerlo, lo hacía porqué quería, como un añadido.

—Oh, ya veo —dije con una sonrisa—.

Algo muy malo tenía que haber en ese apellido de macho poderoso cuando lanzaman prefería uno tan cutre como Lalique que sonaba a fiesta del té y encima era compartido con su tío el desertor. Ya investigaría, y si me llevaba un mordisco en el proceso mejor que mejor.

— ¿Y cuantos huevos le pones a la tortilla? —cambié de tema con descaro, pasaba de hablar de la amistad entre la pelirroja y lanzaman, y tampoco quería exprimir demasiado a mi nuevo limón— Vas a comer también, supongo, no me dejarás sola, ¿no? —y vas a probar tu mierda antes que yo.

Los ojos de Ivy se abrieron extrañados cuando enganchaste su meñique, pero enseguida aquello pareció hacerle gracia porque volvió a esconder una suave risa detrás de sus dedos. Después aceptó el cambio de tema con naturalidad y tal vez pensando que hablabas de la comida por el hambre que tenías, apretó un poco el paso.

—Pues no sé. Depende del hambre que tenga o si es sólo para mí. ¿De dos te parece bien? —Te miró antes de negar con la cabeza. —Yo no tengo hambre, pero puedo hacer también zumo de naranja y acompañarte.

Me supuso una putada que la niña se pusiera a correr, no porqué quisiera quedarme más en ese jardín como dos bolleras y alguien pudiese confundirse, sino porqué realmente me costaba un poco seguirla. Ese dolor de cabeza era un asco.

— Yo no tengo hambre —la imité con retintín—. Además voy a usar mil de mantequilla y dos huevazos para que se te dispare el colesterol y te pueda te pueda atar en mi castillo de muñecas.—Creo que con uno bastará, tampoco tengo demasiada hambre —me encogí de hombros—. Pero si tu cocinas, tu mandas.

— oye A.B, ¿cuanto tiempo lleva Je-sa-main...ya sabes...? —dibujé una linea horizontal con la mano plana a la altura de mi garganta —caput.

—Ah, pues si quieres uno, uno —comentó un poco extrañada, como si esperase que quisieras zamparte una docena entera. Después escuchó tu pregunta y sus ojos oscuros se separaron de ti para contemplar un lugar en el aire durante algunos segundos.

—Como un siglo y medio o así —dijo entonces antes de volver a mirarte para hablar con tono solícito—. ¿Quieres que lo averigüe con más precisión?

Seguí la mirada de A.B. hasta ese punto y me dio verdadera pena que el fantasma me hubiese escuchado. Morir por un ataque era deshonroso, pero esa se había quedado, lo que implicaba que no se había rendido ni después de muerta, y eso me gustaba. Era como si intentara recuperar su honor, y, no me importaba ayudarla a ello. Como le había dicho, podíamos vengarla.

La respuesta de A.B. me desanimó un poco en mi plan. Un siglo y medio era mucho tiempo. Negué con la cabeza a su pregunta —Tranquila, ya lo haré yo. ¿Cuanto vive un Scorpior? ¿Cómo se les saca de su plano? ¿Cómo se les encuentra? ¿Son inteligentes o simples animales? ¿Tenéis algún libro sobre ellos?

Ante la batería de preguntas Ivy pestañeó como si tuviera que reubicarse en ese nuevo tema de conversación. Esperó un par de segundos desde que acabaste antes de empezar ella a responder, tal vez recolocando sus ideas o quizá esperando por si tenías algo más que preguntar.

—Son demonios, así que viven para siempre, o hasta que se los mata. Y nosotros no podemos sacarlos, pero los brujos pueden invocar demonios... —Se encogió suavemente de hombros. —Aunque no sé cómo funciona eso, seguro que es bastante arriesgado. Y encontrarlos... Yo no soy muy buena cazando, pero Stuart y Derian sí. Y luego está el sensor, que sirve para localizar demonios, pero sólo Amber y Alice saben usarlo sin las tablas de interpretación. No sé cómo de inteligentes son, la verdad. Pero seguro que en la biblioteca hay algo.

Entonces hizo una pausa y te miró con curiosidad.

—¿Por qué te llaman tanto la atención los Scorpior? ¿Es porque uno de ellos atacó a la hermana de Ethan? Yo... —bajó un poco la voz—. No creo que se la llevase él. Creo que había algo más allí.

Las respuestas de A.B. me animaron, cuanto más me clasificaba el trabajo más convencida estaba de que iba a encontrar el Scorpior que se había cargado a Jesamine. Iba a molar liberar un alma, seguro que nadie lo había hecho antes.

Anoté en mi cabeza cada uno de los que iba a liar para mi provecho y cuando ella preguntó por la hermana de E-chan negué con la cabeza.

— Lo digo por Jesamain. No conozco a la hermana de cara de Mike —y mientras no pierda su cara, el resto me la sopla. —que bajara el volumen fue paz para mi dolor de cabeza—; pero ¿qué había? ¿Algo o alguien o qué? ¿dónde fue?

Una vez más la chica te contempló con cierta confusión pintada en su rostro, como si no entendiese algo en tus palabras. Pero una vez más, lo dejó correr sin preguntarte, probablemente por timidez. Sin embargo a tus preguntas sí podía responder, aunque antes de decir nada hizo un gesto indefinido, a medio camino entre encogerse de hombros y sacudir la cabeza.

—Fue en casa de Ethan. Unos Scorpior atacaron a su familia y se llevaron a sus padres. También atacó uno de ellos a su hermana, pero no se la llevó. Algo... pasó. No estoy segura de qué, pero algo entró por la ventana rompiendo el cristal. Eso es lo último que quedó impregnado en las paredes, después de eso no hay nada, sólo vacío.

Ivy hizo una pausa mirándote fijamente, como si analizase en tu rostro si comprendías las implicaciones de sus palabras, aunque, por si acaso, te las explicó.

—Alguien tuvo que limpiar el lugar para que no quedase ni rastro de la magia allí. Alguien muy, muy poderoso. Y ese alguien fue quien se llevó a la cría... Pero no sé quién o qué fue.

Escuché a A.B. con más atención de la que jamás había prestado a nadie y a medida que hablaba un suspiro fascinado crecía en mi pecho.

— molamolamolamolamolamolamola.

— ¿Quienes tienen ese poder? —le pregunté alzando un poco el mentón como si la estuviese acercando a una respuesta.

Fuese quien fuere ese alguien muy, muy poderoso tenía que conocerle o conocerla. Quizás por eso el destino me había llevado a Londres en primer lugar.

Sonreí a A.B. y rodeé sus hombros con mi brazo animada: Había un nuevo superhéroe en la ciudad al que había que dar caza. A Jo le encantaría.

—A.B.-senpai, tenemos que hablar con las piedras más a menudo —me quedé colgada de ella por la comodidad de mis rodillas—. O entre nosotras —le guiñé un ojo con monería—.

Ivy se quedó callada un momento tras tu pregunta, como si estuviese haciendo una lista mental. Y al notar tu brazo sobre sus hombros se encogió un poco con timidez.

—Cuando quieras —dijo, con una pequeña sonrisa, antes de rescatar de su cabeza lo que había quedado colgado—. Hay muchos nephilim con ese poder. Deirdre lo tiene, por ejemplo, y creo que Stuart también. O Derian, no estoy segura. Uno de los dos. No he hablado mucho con ellos, la verdad —reconoció, frunciendo un poco la nariz y bajando la mirada por un instante—. Pero también algunos brujos pueden hacerlo. Aunque me esforcé mucho, así que quien lo hizo, lo hizo muy bien. No fue cualquiera.

Vuestros pasos habían terminado por llevaros a la cocina, donde no había nadie, y en cuanto entrasteis Ivy fue directa hacia el frigorífico para sacar de allí un par de huevos y comenzar a preparar la tortilla.

Me quedé con la lista de A.B. y con la mención a los brujos. Ya sabía con quién hablaría en primer lugar, pero iba a necesitar alguna chaqueta con flecos.

— Eres genial —le dije como eufemismo de "eres mi rata de biblioteca más práctica".

Y al llegar a la cocina la solté para apoyarme en el mármol mientras ella sacaba de la nevera dos huevos, no uno, dos. Así que tuve que volver a acercarme y retirar uno con el disimulo de la naturalidad — oye, A.B. ¿y a ti te gusta Milton?

La joven abrió un armario y un cajón, sacando un plato del primero y un tenedor del segundo. Después buscó con la mano el primer huevo y lo cascó para verterlo en el plato. Pero al buscar el segundo sólo encontró el aire y frunció el ceño insegura. Miró al vacío y luego a ti y con aquella pregunta, pareció decidir que un huevo estaba bien y comenzó a batirlo.

—¿Milton? —repitió—. Me parece un chico agradable, muy gentil. Nunca se ríe de mí. Me cae bien y su música es muy bonita. —Te miró con timidez. —Pero no me gusta de gustar así como dices. ¿Por qué?

Esa chica era realmente lastimera, casi como si fuera trilliza de mis hermanos, y quizás por eso no me apeteció reírme de ella por decir que alguién no se reía de ella como cualidad. Qué jodida debía estar. Pero mientras no fuera esa chica de las películas, estaba bien.

Hice un gesto con la mano quitando importancia al asunto — Como te has enfadado porqué lanzaman no le deja hacer nada, he pensado que tal vez era por eso.

Estiré los ojos por encima de su hombro para controlar cómo hacía la tortilla — Y ¿los brujos? ¿Es normal eso de que vivan en casas tipo catálogo?

Ivy dejó el plato sobre la encimera y se agachó para sacar una sartén, que después puso al fuego. Cuando te miró, lo hizo un poco azorada.

—Oh, no, yo... —comenzó, aprovechando que se giraba a coger un pellizco de sal para dejar que sus cabellos escondiesen su rostro—. No, no es que me enfade. Eso es cosa de ellos y Milton bien podría hacer algo si quisiera. Es... Bueno, yo... —Tomó aire despacio y se encogió de hombros. —Es sólo que no me gusta cómo Émille trata a todo el mundo, como si él fuese mejor que todos los demás.

Hizo una brevísima pausa para verter el contenido del plato en la sartén y al mirarte de nuevo parecía dispuesta a aprovechar tus palabras para cambiar de tema.

—¿Qué es un tipo catálogo?

Era gracioso ver a A.B. agobiada, al menos al principio, después pasaba a ser un poco coñazo como Stacy y su nula inteligencia. Y como Stacy con el tío cachas ese, los balbuceos de A.B. cada vez me gustaban menos, pero de momento la creía.

Me hubiese gustado explicarle que era normal que Emille se comportase como si fuese el mejor porqué lo era, y que tal vez ella era un poco pusilánime y sensiblona, pero no tenía ganas de ayudarla a mejorar en este momento.

— Un catálogo es una revista, que es como un libro pero más delgado, que solo tiene fotos de algún tema concreto: salones, bodas, habitaciones de niño, moda de otoño o cosas así y hay explicaciones sobre lo que es bonito. Entonces una casa tipo catálogo es una casa muy bien decorada, muy limpia, muy ordenada... —dejé de hablar al recordar la casa de la cachorrtita— Bueno, ya me entiendes. Que primitiva eres, tía.

— Entonces, ¿es normal? ¿cómo puedo hablar con un brujo?

—Oh, ya veo —musitó Ivy a tus instructivas palabras sobre los catálogos, apartando los ojos de ti sólo para prestar atención a la sartén en la que la tortilla se freía.

La chica no contestó hasta después de abrir un armario para sacar un plato y dejarlo sobre la encimera. Y cuando lo hico te miró por un momento.

—Pues no, no sé. Cada uno tiene la casa que le gusta, como todo el mundo. O eso creo, vaya. Tampoco es que haya estado en muchas casas de brujos pero cada uno es diferente, son como personas. Sólo que hacen magia y son descendientes de demonios, pero eso no los convierte en mala gente necesariamente.

Se quedó un instante callada, como si estuviese meditando sobre sus propias palabras, o quizá sobre el hecho de haber dicho tantas de ellas seguidas pero finalmente pestañeó y siguió hablando.

—Para hablar con ellos lo más rápido y directo es pedirle a Deirdre que les envíe un mensaje. O a Gareth. Pero si no, quizá podrías ir a algún bar de Subterráneos y buscar alguno por ahí. Amber va mucho a esos sitios, a lo mejor conoce alguno.