Partida Rol por web

Había sido Amber la que te había contado sobre esos rumores que corrían entre algunos Subterráneos. Esos que hablaban de una adolescente mundana secuestrada por demonios en la misma fecha en la que habíais encontrado a Ethan y Nora. Había sido difícil tirar del hilo y hacerlos hablar, pues no dejábais de ser nephilim, pero entre su mano izquierda y tu lanza habíais conseguido una pista, la primera consistente desde que toda aquella locura había comenzado.

Había sido una vampira, Loreena Hamilton, la que, al parecer, había engendrado el rumor. O, al menos en ella se perdía el rastro de quién dijo qué. Y sabías que solía frecuentar el Mordekainen los sábados por la noche.

Eran las siete de la tarde cuando llamé a la puerta de la habitación de Ethan. Iba, como era costumbre, con el uniforme de combate y la lanza a la espalda. Esperé algún tipo de respuesta y luego abrí la puerta con decisión.

—Eh, Ethan —le dije en cuanto mi mirada se cruzó con la suya—. Prepárate. Nos vamos en media hora.

Estaba tirado en la cama leyendo un tomo sobre demonios en su habitación, tratando de averiguar lo que movía a aquellas criatura para saber lo que podría haberlas llevado a atacar a mi familia. Trataba de entenderlas mejor para conocer mejor al enemigo, había visto eso en alguna película de polis y había decidido aplicarlo.

A mi lado había un tomo sobre la historia de los nephilim que había estado hojeando. Empezaba a adueñarse de mí la frustración cuando sonó la puerta. Está abierto. Indiqué, preguntándome quien sería. Al ver entrar a Emille, como no, con el uniforme de combate puesto, suspiré. ¿Entrenamiento tan tarde? Debe estar a punto de ser la hora de cenar... Me quejé, levantándome de la cama con desgana debido a la frustración de mi infructuosa investigación.

Empecé a prepararme. Ya había asumido que iba a tener que seguir las normas del psicópata para aprender a pelear. Era algo necesario para salvar a mi familia y poder llegar a salir solo del Instituto, algo que planeaba volver a hacer sin ninguna duda. No pensaba quedarme a vivir rodeado de aquella gente ni loco. 

¿O vamos a salir a por algún demonio? Se me ocurrió de repente. No habíamos salido demasiado de caza, pero las veces que lo había hecho me había resultado extrañamente excitante. Tal vez solo fuera por salir de aquella prisión o por sentir que estaba haciendo algo para salvar a mi familia... Pero lo cierto era que me había gustado.

Ver la actitud de Ethan casi me dio ganas de mandarlo a la mierda, y que le jodieran a él y a su familia. Si a mí me venían a buscar, fuese para entrenar o para cazar, en el tiempo que él había tardado en levantarse ya estaría llegando al portal y a la salida del Instituto.

Por otro lado me sorprendió un poco ver que tenía un par de tomos de cosas de verdad y no mierdas de las suyas sobre la cama. Aunque lo mismo estaba haciendo la de tener otra cosa por detrás para aparentar.

—Vamos a seguir una pista de lo de tu familia —le dije en tono seco antes de darme la vuelta—. Salvo que prefieras quedarte.

Normalmente habría puesto los ojos en blanco ante la sequedad habitual de Emille, pero la primera frase me había dejado de piedra. ¿Qué? Pregunté, abriendo los ojos con sorpresa y excitación poco contenidas, incapaz de creerme sus palabras.  Había pasado tanto tiempo sin noticias que aquellas palabras me pillaron completamente por sorpresa.

Voy, espera. Le dije, al ver que se daba la vuelta. Saqué el uniforme negro de los cazadores de sombras y empecé a quitarme la ropa para ponérmelo. Si tenían una pista sobre el paradero de mi familia iba a haber pelea sí o sí. Debía ir preparado. ¿Qué clase de pista? ¿Habéis atrapado a alguno de los demonios o así?

No me detuve ante la primera pregunta de Ethan. A ver si así se daba más prisa. Acto seguido, cuando dijo que venía llevé la vista atrás, sólo para verle desnudándose. Conscientemente decidí no seguir mirando y volver a marcharme para prepararme.

—Ponte algo por encima de eso —le dije con tono seco—. Arréglate. Vas a necesitar seducir a alguien —dije, cargando aquella última palabra de completo desprecio. Decir alguien para decir un Subterráneo era como hacerles un cumplido.

—Y no, no hemos atrapado a ninguno de los demonios —enuncié antes de que mi sonrisa se ladeara, saboreando en lo que esta noche podría convertirse—. De momento.

—Te espero en la puerta.

Fruncí el ceño cuando dijo lo de que iba a tener que seducir a alguien. No sabía si sentirme halagado o ofendido, así que me decanté por lo primero. Había pensado en mí antes que en los dos buenorros del Instituto para una misión que requería sutileza, belleza y don de gentes, eso me dejaba en muy buen lugar. Aunque en realidad no era algo que me sorprendiese.

Claro. Le dije, quitándome el uniforme de cazador de sombras. No quedaría bien llevar algo por encima del uniforme, me habría hecho parecer gordo, así que desoí la orden de Emille. Me puse uno de mis conjuntos preferidos y que mejor me quedaban segun las revistas del corazón. Además, me tomé mi tiempo preparándome, sobre todo con el pelo. Por último me eché un poco de mi mejor perfume y salí al encuentro de Emille con el florete en su habitual bolsa.

¿Así bien? Le indiqué haciendo un gesto con ambos brazos.  ¿Cómo es ella? Iba a necesitar saber algo de la chica antes de lanzarme a seducirla, aunque si conocía mi serie sería todo muchísimo más fácil...

Esperé en la entrada del Instituto a que Ethan estuviera listo. Lo hice un poco impaciente, deseoso de salir y liarla de verdad por primera vez desde que estos niños perdidos habían llegado. Joder, si tener críos era así, no entendía cómo alguien podía querer ser padre.

Al verle llegar no detuve mi mirada demasiado en él, no fuera a ser que se pensase cosas raras. Y con su primera pregunta respondí casi de inmediato.

—Ni puta idea —le dije antes de que pudiera plantearse siquiera que yo tenía alguna idea de cuándo estaban o no estaban buenos los tíos. Me dirigí hacia la puerta entonces —, supongo que ya lo veremos.

Y mientras salíamos añadí algo más.

—Es una vampira. Se llama Lorena Hamilton. Sabe algo de una cría de la edad de tu hermana secuestrada por demonios en la misma fecha. Está en un local de Subterráneos, así que lo haremos por las buenas: la sacas de allí y luego nos encargamos —expliqué, dejando claro que el por las buenas era sólo en relación a cómo nos hacíamos con ella.

Cuando Emille empezó a hablar la perspectiva no pude evitar darme cuenta de lo seco que se puso cuando ni siquiera opinó de mi atuendo. Precisamente él, que conocía aquel mundo. Estaba claro que era el típico machito que ni siquiera era capaz de decir si un tío era guapo o no por miedo a que los considerasen menos tíos.

Al mencionar lo de la vampiresa fruncí el ceño, inseguro, pero no tardé en dejarlo pasar cuando sabía que ella tenía información sobre Emilie. Tenía que ser ella. No se secuestran niñas todos los días. Bueno, no en Londres.

Vale. Dije, bajándome un poco el cuello de la camiseta para dejar más al descubierto mi cuello. Supuse que la vampiresa estaría más interesada en mi sangre que en tener sexo... ¿no? A no ser que fuesen como los de True Blood, entonces a saber. Estoy listo. ¿Cómo te has enterado?

Alcé una ceja al ver que Ethan se recolocaba la camiseta. Podía ser por estar implicado en la misión, pero eso rozaba el vicio.

—Amber se ha enterado —dije de manera escueta, echando a andar hacia el local.

—Hay vampiros que dominan el control mental y la telepatía —le recordé entonces—. Más te vale tener cuidado. —Después de eso hice una pausa—. Y ni de coña vas a colar como mundano, así que juega las cartas que quieras, pero sé consciente de que sabrá que eres nephilim.

Lo del control mental y la telepatía no me molaba. No me molaba nada. Era como en True Blood o en The Vampire Diaries. Solo esperaba que los vampiros fuesen menos asesinos que en esas series. Y que tuvieran menos fuerza. Y menos velocidad. Básicamente que no se parecieran en nada a esos vampiros.

Asintí a sus palabras, pero fruncí el ceño. ¿Seguro que no puedo colar como mundano? Puedo usar el glamour para intentarlo, ¿no crees? Dije. Había practicado a hacerlo, pero nunca lo había llegado a usar de verdad, así que no estaba seguro de si funcionaría o no. Así podría ir de víctime potencial y me resultaría más fácil sacarla del bar. Se me da bien actuar. Añadí, echándome flores.

Lo primero que hice al escuchar la pregunta de Ethan fue poner los ojos en blanco, exasperado.

—¿Tú has estudiado algo? —pregunté de manera retórica.

—Los vampiros pueden ver a través del glamour. Todo el que pertenece al mundo de las sombras puede, de una forma u otra. Y aunque no pudiera, podría sentir que eres más que un mundano.

Mientras hablaba caminaba a buen ritmo, dispuesto a llegar cuanto antes.

—Móntatelo como quieras —dije al fin—. Como si le comes el coño en el baño mientras canta. Pero si quieres encontrar a tu hermana, ella es nuestra mejor opción —expuso antes de mirarle y añadir algo con ironía y una media sonrisa—. Pero eh —le llamé—, sin presión.

No me gustaba el tono del psicópata, como nunca, vamos, pero aquel resultaba especialmente irritante. Se pensaba que tenía que saber tanto como él sobre cómo tratar con subterráneos y sobre otras cosas de cazadores de sombras. Lo cierto era que sí podía pasar por mundano, pero si la mujer podía leer mentes de poco serviría. No sé de donde sacas que no puedo engaar a un subterráneo aparentando ser mundo. Le dije con tono mordaz. Otra cosa es que pueda leer mentes, ahí ya es diferente, pero igual no puede.

Otra opción era ir con la verdad por delante, aunque no sabía hasta qué punto estaría la vampiresa dispuesta a ayudar a un cazador de sombras por altruismo. Probablemente me pediría algo a cambio o directamente se reiría de mí en la cara. Tendría que confiar en que no pudiera leerme la mente.

Las últimas palabras del capullo hicieron que lo mirase con odio desde atrás. Se creía muy superior, cuando lo único en lo que destacaba era en matar y en torturar. De poca ayuda estaba siendo.  Apreté el ritmo para alcanzar a Emille y me quedé callado pensando en lo que debía hacer. Todo dependía de la actitud de la subterránea.

Haré lo que tenga que hacer. Murmuré finalmente, con convicción. Tenía que salvar a Emillie.

Miré a Ethan enarcando una ceja cuando intentó usar la palabra «mundano» y ni siquiera fue capaz, como si hubiera intentado hacerse el malote y no hubiera llegado a nada. Sin embargo, no hice ningún comentario al respecto. Ojalá lo repitiera delante de otros. A su comentario, además, me encogí de hombros.

—Hay más que leer mentes o ver a través del glamour —le dije—. Si te concentras tú también deberías poder sentir si alguien pertenece o no al mundo de las sombras. Prueba cuando lleguemos, el sitio está lleno de Subterráneos —aseguré con un desdén claro.

El resto del camino lo hice en silencio, guiando al rubito a través de las calles. Era una suerte llevar la Mendelin: así la gente se apartaba un poco, aunque fuera de forma inconsciente, para no chocar conmigo y podía mantener el ritmo.

Al llegar al lugar di un rodeo, buscando cualquier salida lateral o trasera que me permitiera esperar de manera discreta.

El Mordekainen ocupaba toda una manzana del Soho. Para la vista mundana aquello era un solar eternamente a medio construir, rodeado por vallas verdes y grises llenas de carteles viejos, descoloridos y llenos de polvo. Sin embargo, para los ojos de los dos nephilim se mostraba un edificio con la altura de tres pisos sin ventanas. La puerta principal era amplia y de dos hojas y el nombre del local se podía leer sobre ella con un brillo oscilante entre azul y morado.

Una de las calles laterales tenía una puerta cerrada que podría ser una salida de incendios, o simplemente una entrada secundaria. 

El interior era amplio, como el de cualquier discoteca mundana de alto nivel, y la iluminación colorida, con motivos que invitaban a la fantasía. Una enorme pista de baile, sillones y mesas, dos plantas de reservados en las paredes laterales y varias barras. Sin embargo, lo que llamaba la atención al entrar era la gente. En una primera impresión tan sólo se apreciaba una masa de personas bebiendo y bailando, pero cuando se miraba con más atención se podía notar con facilidad que pocos entre ellos podrían ser calificados de «normales». 

En las plataformas de gogós se podía ver, por ejemplo, a una chica vestida con un bikini blanco cuya piel era completamente azul. Frente a ella, en otra plataforma gemela, un joven con unos cuernos que parecían de todo menos postizos bailaba al ritmo de la música electrónica tan sólo con unos calzoncillos también blancos. 

El resto de las personas que llenaban el lugar también tenían sus peculiaridades, ojos de colores, una belleza apabullante e inhumana o una mirada salvaje difícil de describir. 

Al llegar al lugar ni llegué a asomarme al interior. Una mueca de asco apareció en mi rostro con ese olor a subterráneo. Lo rodeé, buscando esa salida alternativa que esperaba tuviera, y al encontrarla busqué algún lugar donde esconderme. No llevaba la lanza a la espalda, la invocaría cuando hiciera falta.

—Entra —dije a Ethan, sentándome sobre cualquier cosa que tuviera algo del altura—. Te espero aquí. Lorena Hamilton, vampira.

No respondí a su orden. Por mucho que detestase que un tipejo como él me diese órdenes, había aprendido que replicar no servía de nada, más bien todo lo contrario. Me dirigí a la entrada tras echar un vistazo al lugar al que se dirigía el psicópata. Y se creerá muy valiente.

Sin embargo aquellos pensamientos se fueron disipando a medida que me acercaba a la puerta y fueron reemplazados por una apremiante angustia. Ahí dentro había alguien, una vampiresa, que podría tener información que me llevase hasta Emilie. Tenía que estar concentrado. Respiré una vez con fuerza para calmarme antes de entrar en local tratando de aparentar normalidad.

Entré en lugar y miré alrededor, asombrado. Aquel sitio era espectacular. La decoración estaba genial, tal vez un poco gay para mi gusto, pero impresionante. Me gustaba mucho el toque moderno sin llegar a dejar de lado la elegancia. Todo parecía estar muy bien distribuido y los colores muy bien elegidos.

Aún así, lo que más llamaba la atención era la gente. Nadie allí parecía del todo normal y eso, teniendo en cuenta que yo hacía mucho que había dejado de sentirme normal, hacía que me sintiese completamente fuera de lugar. Pese a todo seguí con mi máscara de natural, fingiendo tranquilidad. Reparé en el extraño color de la piel de algunos, en los cuernos del tipo con evidente falta del sentido de la vergüenza... Aquello parecía sacado de una película de terror o de Halloween.

Traté de identificar vampiros entre la multitud, preferiblemente mujeres. Repasé lo que sabía de ellos. Pálidos, con colmillos, bellos pero fríos... O algo así. La verdad era que me había centrado más en demonios, pero bueno.

Para tratar de pasar aún más desapercibido me acerqué a la barra y le hice un gesto al servicio. Un sex on the beach, por favor. Le dije con amabilidad, dedicándole una sonrisa. Era plenamente consciente de que probablemente mi presencia dejaría de pasar desapercibida en nada, pero iba a actuar con naturalidad, como si no me diese cuenta.

Por supuesto no pensaba tomar ni un sorbo de la bebida, sobre todo teniendo tan reciente el incidente con Andrea en el bar, pero entrar en un bar y no consumir no era elegante.

Había algo en todas aquellas personas. Algo más allá de lo que tus ojos pudieran ver, una sensación. Algo que erizaba el vello de tu nuca con algo parecido al escalofrío de un presentimiento. Era difícil de explicar con palabras, pero podías sentir que no eran humanos, que había algo más en ellos, como Émille te había dicho.

Entre toda aquella masa de gente que bailaba, bebía y se enrollaba tus ojos intentaban rastrear vampiros, al menos tal y como los describían en los libros. Era difícil juzgar entre la iluminación oscura del local y los extraños colores de la piel de algunos de los presentes, pero cuando tus ojos recayeron en un tío con pinta de motero que tenía la espalda apoyada en una columna junto a unos reservados, con una copa de algo rojo en la mano, te dio la impresión de que podría tratarse de uno de ellos.

Sin embargo, no te cupo duda de que la camarera que se acercó a atenderte debía ser seelie. Al menos eso sugerían sus orejas afiladas como las de los elfos de las películas. Su apariencia era la de una chica bastante joven y delgada, sus ojos eran plateados y sus cabellos, peinados en una coleta alta y con dos trenzas enmarcando el rostro, eran totalmente blancos. Llevaba un top blanco que dejaba poco a la imaginación y unos pantalones ajustados, también blancos y su expresión cuando llegó a tu altura era cordial pero en cuanto escuchó lo que pedías, sus ojos te estudiaron de arriba a abajo y sus cejas se enarcaron sorprendidas.

—Vaya. Un nephilim —comentó, empezando a mover las manos para preparar los ingredientes del cóctel—. Creo que no te había visto nunca por aquí. No vienen muchos de los tuyos normalmente. —Entonces hizo una pausa y sus ojos buscaron los tuyos para hacer una advertencia con seriedad. —No queremos problemas.