Partida Rol por web

Al día siguiente a la llegada de Melissa al Instituto, cuando fuiste a buscar a Amber al taller la encontraste inmersa en un montón de papeles con runas y fórmulas entremezcladas. Sobre la mesa tenía el guante y la daga con los que habíais estado trabajando y que sabías que había estado perfeccionando.

Al escucharte entrar no dejó lo que tenía entre manos. Levantó la cabeza, te sonrió y siguió a lo suyo.

—Eh, Émille —dijo, al tiempo que escribía algo que no parecía tener sentido ninguno—. ¿Vas a ir a la fiesta esa de esta noche?

Como empezaba a ser costumbre, pasaba por el laboratorio para desconectar un poco y quejarme de ese asco de novatos. Los días eran más lentos desde que estaban aquí y, lo que era peor, casi no tenía tiempo de cazar. Saludé a mi amiga y, tras escucharla, las cosas empeoraron porque di por hecho que era uno de ellos quien organizaba eso. Ethan, probablemente. O sea que le sobraba el tiempo para fiestecitas en lugar de documentarse y entrenar un poco. Había que joderse.

—No, prefiero cazar —respondí de inmediato, poniéndome a su lado y echando un ojo a lo que tenía por ahí. Sin embargo no tardé en añadir algo más—. Y no sé de qué fiesta me hablas.

Amber no pareció sorprenderse mucho por tu respuesta, aunque con tus últimas palabras estiró un poco la mano y la metió debajo de la montaña de papeles hasta sacar una cartulina doblada a la mitad.

—Creo que es cosa de Sun-yun —dijo, tendiéndote la invitación para que pudieras echarle un ojo—. La encontré esta mañana en mi almohada. Ivy también tiene una así que pensé que te habría invitado. —Entonces se encogió de hombros con cara de circunstancias. —Hacen cosas muy raras estos mundanos, ¿verdad? Pensaba que eso de las fiestas de pijamas sólo se hacía en las películas.

Fruncí el ceño extrañado con que no fuera cosa del rubito cuando Amber habló, y en cuanto me dijo que también habían invitado a Ivy cambié el peso de pierna, incómodo. No quería ir, fuese lo que fuese pasaba de esas mierdas, pero que no me invitasen me molestaba un poco. Cogí la cartulina en cuanto ella me la ofreció y le eché un vistazo.

—Quien haya sido es gilipollas —aseguré—. No sabe escribir tu nombre y te cita en «mi habitación» sin decirte quién es —expuse soltando la invitación con desprecio sobre la mesa—. Gilipollas.

—¿Tú vas a ir?

Amber soltó una risita con tus apreciaciones sobre la invitación y cuando la dejaste caer la apartó sin mirarla para que no tapase los papeles que tenía esparcidos por la mesa.

—Sí, ¿por qué no? —respondió, encogiéndose de hombros—. Tengo curiosidad y así no irá Ivy sola. —Levantó la mirada un momento para mirarte y añadió algo más. —Podrías venirte. Tiene que ser ella, porque no creo que haya nadie más en el Instituto que no sepa escribir mi nombre. Y en la de Ivy ponía "A.B." —añadió, con una nueva risa.

Me encogí de hombros cuando mi amiga preguntó por qué no. Pues básicamente porque era una gilipollez, justamente por eso. Pero no iba a decírselo, claro, así que simplemente negué con la cabeza cuando trató de arrastrarme a mí también a esa cosa absurda. Se notaba que no quería ir, claro. Y se reía seguramente por no llorar, porque a mí no me hacía ni pizca de gracia.

—Paso —enuncié—. No voy a ir a un sitio donde no me han invitado, sea cual sea la habitación del analfabeto ese —dije haciendo un gesto con la barbilla hacia la tarjeta. Y para no parecer demasiado picado decidí cambiar de tema.

—¿Cómo va lo del guante?

Amber pareció aceptar con total naturalidad el cambio de tema y movió un poco los papeles para enseñarte uno de ellos, que a ti te pareció exactamente igual que los demás, lleno de dibujitos, fórmulas y runas.

—Creo que voy bien, es un sistema parecido al de los portales, pero... —Arrugó un poco la nariz. —Sería mucho más fácil si tuviéramos la ayuda de algún brujo. Hay algunas cosas que yo no puedo hacer.

Dejó que observases los papeles como si fueras a entender algo en ellos y entonces se puso en pie para encararte, apoyando el culo en el borde de la mesa. Su sonrisa se amplió y sus ojos brillaron. 

—¿Qué? ¿Estás nervioso por lo de la semana que viene?  —preguntó finalmente, cruzando los brazos por delante del pecho.

Miré el papel que me enseñaba Amber y no tardé en apartarlo, como si no tuviera nada más que hacer con él. Y es que efectivamente era así. Luego escuché su pregunta, pero decidí jugar a no darle importancia. Así que negué directamente refiriéndome a la primera cuestión.

—Pasando de brujos —enuncié de inmediato—. Seguro que tú puedes. La mierda esa de Forja que sabes hacer es la leche, sólo tenemos que potenciarte todo lo que haga falta —aseguré, verdaderamente convencido. Si el Ángel le había dado ese poder era porque era el que necesitaba. Punto.

—Y lo de la semana que viene... —dije dejándolo un poco en el aire, sonando poco convencido. Aún así era evidente que estaba de broma—. No sé, la Primera Runa de esos idiotas es importante, pero no es para tanto. Aunque ir a Idris sólo para eso... —completé conteniendo un poco la risa antes de empujarla suavemente.

Amber suspiró con tus primeras palabras, mientras sus ojos se elevaban en un gesto que comprendías sin necesidad de que su voz lo explicase. Pero cuando continuaste frunció el ceño y entrecerró los ojos, contemplándote con una exagerada mirada aviesa.

—Eres un idiota —dijo cuando la empujaste, descruzando los brazos para devolvértelo. Y no tardó en tensar los labios en una sonrisa inevitable—. Pues yo sí que estoy un poco nerviosa, pero nerviosa en plan bien, ¿sabes? Estoy deseando que llegue el día —Hizo una pausa antes de suspirar ostentosamente, como asumiendo que nunca reconocerías que algo te ponía nervioso y retomó el tema anterior. —Y tener la ayuda de un brujo nos vendría genial, porque por mucha Forja que el Ángel me haya concedido, ellos pueden usar runas que nosotros no podemos ni mirar.

Reí con naturalidad en cuanto Amber me llamó idiota. Sería una estupidez, pero era cierto que sólo me sentía suficientemente cómodo con ella para hacer esas bromas. Luego frené lo que mi instinto me decía al darme ella ese empujón, y en lugar de coger su muñeca e inmovilizarla me dejé.

Escuché lo que decía con respecto a lo de la ceremonia. Luego vino lo del brujo otra vez, y no me gustó tanto.

—No me convences demasiado, pero confío en ti. Si crees que uno de esos mierdas es necesario podemos usar al próximo brujo que viole los Acuerdos —concedí—. Iré pensando cómo podemos someterlo en lugar de matarlo. —Y la verdad es que en el fondo aquella idea me gustaba. 

Una carcajada escapó de los labios de tu amiga y reverberó contra las paredes de piedra cuando expusiste tu idea.

—Oooo... —comenzó ella antes incluso de que los ecos de su risa se extinguiesen—... podríamos contratar a uno. O incluso hacernos amigo de alguno y conseguir que nos lo hiciese gratis. —Enarcó ambas cejas con un gesto gracioso. —Sé que es descabellado, pero oye, tal vez podríamos probar a ver qué pasa.

Cuando Amber empezó con eso de «Oooo...» ya supuse por dónde iba. La miré, esperando la inevitable propuesta y a punto estuve de negarme de manera puramente sistemática. Sin embargo estaba claro que al idea era buena, y si ella decía que no ñe bastaba sólo con Forja lo sabría mejor que yo.

—Me gusta mucho más mi idea —dije—. No me gusta pagar nada a esos capullos, y más teniendo en cuenta que tendríamos que pagarles cada vez que nos ayudaran, no sólo una. —Aún así la idea de las armas retornando automáticamente a las manos de nuestros compañeros eran sin duda una buena baza, una que me costaba dejar escapar.

—Tú intenta hacerte amiga de uno en esos sitios a los que vas. Yo hablaré con Gareth de lo de pagar el precio.

Tu amiga se rió cuando señalaste que eso os haría pagarles más de una vez, pero después asintió con la cabeza.

—Podrías venir conmigo alguna vez —sugirió entonces, como cambiando de tema radicalmente aprovechando tu pie—. Te vendría bien divertirte sin comerte el tarro. Y podría presentarte gente muy interesante.

Emití un resoplido al escuchar una vez más la recurrente oferta de mi amiga. Sí, claro que podía ir a esos bares de Subterráneos. Pero para limpiarlos. Hasta entonces, bueno... Ellos estaban bien en su territorio, y yo en el mío. Lo que no entendía era qué hacía ella allí además de buscar información. Bueno, sí, beber y hablar con peña, pero lo que no comprendía era por qué le gustaba.

—Oooo... —empecé, bromeando, antes de ponerme totalmente serio de golpe como parte de la broma—. Podemos pasar de ir a esos sitios donde no hay nada que no podamos tener fuera —expuse. Sin embargo, por relajar las cosas, no tardé en mirarla cómplice—. Sabes que cuando seamos parabatais te voy a quitar las ganas, ¿no?

—O te las daré yo a ti —respondió Amber veloz, enarcando ambas cejas—. De repente sentirás unas ganas inevitables de relajarte y pasártelo bien... —bromeó, acompañando sus palabras de una risa—. Y cuando te quieras dar cuenta ya estarás borracho y bailando encima de una plataforma.

La verdad es que me ponía un poco de buen humor hablar de lo de los parabatais. Ni siquiera pensaba en el pasado, en las expectativas que no habían llegado a cumplirse, sino en Amber, y bueno... Desde luego tenía ganas.

Al escuchar lo primero que dijo negué con la cabeza, más bromeando que otra cosa. Relajar y pasármelo bien sí era posible, aunque yo pensaba más en algo que no estuviera lleno de subterráneos. O que sí, pero para cazarlos. Eso sí sería relajarme y pasármelo bien. Sin embargo con lo último que dijo reconozco que una sonrisa asomó por mi boca.

—Si algún día hago eso, mátame —le pedí—. O mejor, ayúdame a matar a todos los presentes.

Tu amiga se rió de nuevo con tus peticiones, más sonoramente que antes. Sin embargo, negó con la cabeza efusivamente.

—Ni hablar de eso. Te grabaré con el móvil y te subiré a la red mundana. Ya sabes... «Italianini style» —terminó, enarcando las cejas.

Al ver cómo Amber seguía descojonándose negué con la cabeza. Al principio como con resignación. Después, al oír su respuesta, con un deje de diversión. No se lo creía ni ella, pero podía jugar a eso.

—Yo de ti no lo haría —advertí antes de alzar yo las cejas—. La última vez que alguien intentó algo parecido en mis dominios acabó expulsado del Instituto. No quieras seguir sus pasos. Sobre todo por no encontrártelo. Créeme: no quieres.

—¿En tus dominios? —repitió Amber entre risas—. Oh, discúlpame, mi señor, por osar entrar en tus dominios... ¿Pero sabes lo más divertido? —preguntó, con una sonrisa pícara—. Como para entonces ya seremos parabatai, si me echas de tus dominios... Tendrás que venir conmigo.

Asentí con exagerada convicción cuando Amber hizo aquella pregunta. Y no perdí del todo la seriedad cuando se dirigió a mí de esa forma, aunque sí que empezó a esbozarse una sonrisa en mi cara. En el fondo lo de los parabatai me hacía ilusión, pero no iba a ser tan marica de decirlo en voz alta ni aun que me torturasen para ello.

—También podría matarte —valoré como si fuera una opción, asintiendo—. Dicen que duele cuando tu parabatai se muere, pero a cambio de lo de grabar eso seguro que vale la pena.

En ese punto hice una pausa pensando en la ceremonia. Aún de buen humor fruncí un poco el ceño, y de mi boca salieron unas palabras que no habría pronunciado de no ser Amber mi interlocutora.

—Supongo que tendría que decírselo a mis padres. Aunque seguro que mi tío ya se ha encargado.