Partida Rol por web

La respuesta del chico creó un pequeño vacío en mi estómago que esperaba determinar la emoción que guardaba, ni de lejos me iba a sentir amenazada por una promesa de muerte que sería sencillamente incapaz de cumplir, pero sin duda estremeció cada molécula de mi cuerpo y me hizo agachar la cabeza con una sonrisa tímida.

Me enrabié conmigo misa por el tiempo que me había hecho perder ese gesto cuando vi que lanzaman apretaba el paso -Hay que joderse- protesté apresurándome aunque sabía que probablemente no iba a alcanzar su paso.

Cuando las zarzas volvieron a enredarse en mis piernas, aflojé el paso hasta detenerme cuando terminé de asumir aquella locura disfrazada de magia.

Oí la puerta cerrarse - Será absurdo.- me giré hacia la puerta y me concentré para volver a ver aquel castillo.

Sonreí ampliamente y miré a Ethan y Jo enarcando una ceja. - Y así pelea un nephilim de verdad - dije 
sobradamente. La verdad no obstante era que había tenido una potra horrible, no recordaba haber jugado tan 
bien antes. Que hubiera ganado a Jo era normal, nunca había jugado a un videojuego, ¿pero a Ethan? Si ese tio 
era mundano hasta hace prácticamente dos días... ¡Vergogna tendría que darle!

Al ver como Jo pedía a Ethan repetir, yo también me uní a su súplica. - Siiiiii, ¿podemos repetir otra? Solo estaba calentando - comentó para terminar con una fingida mueca de pena. 

Después volví la cabeza hacia Jo de nuevo. - ¿Y qué dice Milton de mi? - pregunté ensanchando más todavía la sonrisa. Imaginaba qué podía haber dicho, pero lo cierto es que le hacía gracia saberlo. Cada vez que me lo cruzaba, el enamorado de Nora me dedicaba una mirada de asco y algún comentario despectivo. - ¿No tenéis hambre? Empiezo a tener un agujero en el estómago...

Te resultó incluso más sencillo que la vez anterior, concentraste tu mirada en la pared ruinosa y en un instante el castillo volvió a aparecer ante tus ojos como por arte de magia. Allí estaba la puerta, en el mismo lugar que la que veías tapada por tablones en las ruinas, pero en perfecto estado. Sobre ella, podías ver algunas de esas runas que parecían estar por todas partes en aquel lugar.

La respuesta del chico creó un pequeño vacío en mi estómago que esperaba determinar la emoción que guardaba, ni de lejos me iba a sentir amenazada por una promesa de muerte que sería sencillamente incapaz de cumplir, pero sin duda estremeció cada molécula de mi cuerpo y me hizo agachar la cabeza con una sonrisa tímida.

Me enrabié conmigo misa por el tiempo que me había hecho perder ese gesto cuando vi que lanzaman apretaba el paso -Hay que joderse- protesté apresurándome aunque sabía que probablemente no iba a alcanzar su paso.

Cuando las zarzas volvieron a enredarse en mis piernas, aflojé el paso hasta detenerme cuando terminé de asumir aquella locura disfrazada de magia.

Oí la puerta cerrarse - Será absurdo.- me giré hacia la puerta y me concentré para volver a ver aquel castillo. - Uno, dos ... - empecé a contar los segundos necesarios para ellos y al llegar al tercero, avancé hacia la puerta y apoyé la mano en ella para empujarla. 

Cuando Sun-yun apoyó las manos sobre la puerta, una sensación cálida se extendió desde sus dedos a lo largo de los brazos. Durante un instante el aire pareció brillar en una fina película entre la madera y su piel, como si el mismo Instituto estuviese reconociéndola como Nephilim. Después la puerta se abrió con facilidad ante su empuje desvelando tras ella el vestíbulo que ya ambos conocíais. 

La partid había empezado mal y había terminado peor aún. Lo cierto era que los videojuegos nunca habían sido mi fuerte ni mucho menos, antes casi no tenía tiempo para jugarlos y me parecían una pérdida de tiempo. Solo los utilizaba para aparentar y por postureo más que nada. Cada vez estaba más de moda ese vicio que no hacía más que conseguir que millones de personas malgastasen su tiempo, así que yo no podía ser menos. Aunque jamás admitiría eso, claro.

Bueno, una mala partida la tiene cualquiera. Dije, sin dejar que la rabia que sentía se manifestase en mi rostro. Sobre todo por la burla de Ethan sobre los "nephilim de verdad". Tienes tanto de nephilim de verdad como de atractivo. Al menos parecía que Jo lo había disfrutado, eso estaba bien, era lo que pretendía.

La siguiente no será tan fácil. Personajes nuevos. Dije, mientras iba al menú de selección de personajes de nuevo. Supongo que te pondrá de pervertido para arriba. Por eso de espiar en las duchas a Nora. Usé un tono mordaz, pero encantador a la vez.

Escogí a una chica muy estilizada con un francotirador esta vez. Nova valdrá.

Ante la directa pregunta de Andrea sobre Milton, la niña en un primer momento abrió la boca como para responder con naturalidad, pero en cuanto se dio cuenta de lo que iba a decir la cerró de golpe y se empezó a poner colorada hasta las orejas. 

Nerviosa, apartó la mirada de Andrea y casi podía notarse cómo rezaba en su interior porque no insistiera en preguntarle. Así que cuando el chico cambió de tema, la pequeña se agarró al nuevo con rapidez. 

- Yo sí tengo. Pero si mis padres están liados con eso de Alice no sé si se acordarán de hacer la comida. - Hizo una pequeña mueca. - Espero que Scott me prepare un bocata o algo. 

Cuando Ethan llamó indirectamente pervertido a Andrea, Jo volvió a quedarse callada, alternando la mirada entre los dos muchachos mientras escogía el personaje de una chica con una larga trenza rubia.

Al poner mi mano en la puerta y sentir extraña calidez en ella, aguanté la respiración temiéndome aquella novatada que daba sentido a todo el absurdo plan de lanzaman. Pero la puerta cedió sin más, sin electrocuciones, sin fosos, ni ser lapidada con huevos y harina.

Me tragué el aire contenido y algo de saliva - ¿Nos dejamos de chorradas? - repetí en alto aquel pensamiento que llevaba acompañándome un buen rato ansiosa por ver la sala de entrenamiento, y es que vendería mi alma por un buen tatami. Pero tan pronto como me oí intenté pisar mis palabras con una sonrisa amable, una cabeza medio ladeada y las manos guardadas a mi espalda.

Esperé a que nada pasara y entonces entré de nuevo al castillo, ligeramente más fascinada por todo aquello.

Permanecí con los brazos cruzados, más expectante de lo que quería parecer, mientras la china pirada achinaba los ojos y abría la puerta. Al ver que esta parecía reconocerla como Nephilim una pequeña sonrisa apareció en mi rostro, y escuché cómo luego se hacía la dura. Le había molado, fijo. Sin nada que añadir le tendí el códice y caminé hacia el interior.

- Ahí tienes todo lo que necesitas saber para empezar. - Expuse sin dejar de andar, dándole la oportunidad de ojearlo si era capaz de hacerlo mientras caminaba. Me planteé preguntarle si sabía leer nuestro idioma, pero lo dejé pasar. - Cualquier pregunta, nos dices. - Comenté antes de emitir un suspiro. - Y ahora a entrenar. - Enuncié. Ahora llegaba el momento de verdad, el de evaluarla y castigarla a partes iguales por haberme detenido antes.

La pareja recorrió pasillos de piedra en los que una vez más los mismos motivos parecían repetirse hasta la saciedad. Ángeles, espadas, soles y rosas. Y una y otra vez podían ver puertas marcadas con runas sobre su marco. 

Tuvieron que subir varios pisos y cuando las escaleras terminaron se encontraron delante de dos amplias puertas de madera que Émille empujó para abrirlas.

Se trataba de un espacio muy amplio, de unos quince metros de altura. Y podría parecer un gimnasio ya que en algunos de sus laterales había espalderas, si no fuese porque el aire estaba plagado de vigas a distintas alturas y las paredes llenas de armas blancas de todos los tamaños y formas, algunas sin filo, de entrenamiento, y otras que parecían estar tan afiladas como para cortar un cabello en el aire. 

Junto a la entrada una puerta parecía guardar lo que debía ser tal vez un vestuario. Y en la pared del fondo había otra puerta cerrada, quizá para guardar armas u otros materiales.

En cuanto puse un pie en la sala de entrenamiento muchas cosas quedaron atrás. Aquel lugar era casi como un santuario. Amber tenía su laboratorio, yo tenía esto. Había perdido la cuenta hacía mucho de las heridas sufridas y provocadas entre estas paredes, y ahora sólo podía dibujar una sonrisa.

- Venga, escoge un arma. - Dije, al tiempo que hacía aparecer mi lanza en mi mano. Entonces dediqué a aquella chica una mirada con la sonrisa ladeada. - Si te atreves, claro. - Añadí retándola. En realidad era consciente de que podía hacerle mucho daño, pero si eso sucedía ya buscaríamos alguna solución. Tampoco era que fuese a perder una pierna, ni nada así, ¿no? O si sucedía... Bueno, pues ya veríamos qué hacíamos. Tampoco era algo muy probable si era la mitad de capaz de lo que alardeaba.

Cogí el libro contrariada por la curiosidad por ojearlo y el soberano asco que me daban sus paginas gastadas y el ecosistema propio que debían haber creado sus cubiertas.

- Vale.- le sonreí por encima de la mueca de repulsión cuando ofreció a todo ser vivo de ese castillo como posible candidato a resolver mi dudas. Y la ilusión se instaló en mis pupilas cuando al fin llegó el turno de entrenar.

Seguí sus pasos, hojeando el libro sin prestar atención al contenido más allá de algún titulo ocasional que me encontraba al pasar bloques de paginas hacia un lado y otro hasta que nos plantamos frente las puertas de la única sala que me interesaba de verdad más allá de saber junto a quién iba a dormir.

Guardé entonces el libro en el bolso de Ami-son, lo que fuera que tuviera viviendo en su microclima mejor que quedara en ese bolso, que de todos modos iba a quemar.

Levanté la mirada para encontrarme con un gimnasio de ensueño. - woo- resonó por todo mi cuerpo y me quedé pasmada frente a la entrada con los ojos más abiertos de lo que hubiese creído física y racialmente posible y una sonrisa bobalicona que empezó a dolerme en las mejillas - woo- siguieron mis labios con el asombro y di medio paso para adentrarme en aquella nube.

En cuanto el lindar cruzó por la mitad de mis pies, apoyé las manos en la fina capa de aire que quedaba entre mi falda y mis muslos e hice una pequeña reverencia a la sala.

Para cuando me erguí, contemplé toda la sala dando una vuelta sobre mi misma mientras avanzaba y para cuando lanzaman me pidió que escogiera un arma, ya la había elegido.

- ¿qué coño...?- se cortó mi respiración cuando vi como su lanza se materializaba en su mano, pero me tragué todo comentario y di mis dedos golpearon sobre el bolso de Aly, dónde creía que quedaba el libro, convenciéndome a mi misma de que ya encontraría respuesta a eso. - Hadas, Sun, hadas y putos angeles.

Respondí entonces a su reto con la obviedad de la acción, me giré hacia el estante en el que había visto la Kyoketsu Shoge y recogiendo parte de su cadena en una mano, empuñé la daga con la otra y me planté con los pies juntos frente a él - meosjin .

Traducción: tu guías.

Que ataque vamos xD

Que la loca esta hiciera una reverencia a la sala era, de por sí, raro. Había oído que había frikis que hacían ese tipo de cosas, pero también otros que hablaban con las tostadoras. Bueno, podía ser una buena compañera para Ivy en sus idas de olla. Me tomé un momento cuando ella contempló la sala, consciente de que aquella admiración era probablemente lo más normal que había hecho esa chica desde que había puesto un pie en el Instituto. Lo cierto es que nuestra sala de entrenamiento molaba un huevo, de eso no había duda. Hasta los italianos se habían quedado flipados al verla. Bueno, Carlo. Andrea seguramente no había pisado otra sala con esa función en su vida.

Al ver el arma que escogía, asentí. Esto prometía. Ver que se ponía nada más empezar con los pies juntos me decepcionó un poco: parecía que a pesar de su bravuconería no tuviera mi puta idea. Pero bueno, el primer paso para que alguien aprendiera era darle una paliza, ¿no?

No esperé más. Pensé decirle algún tipo de cosa absurda en algún idioma inventado, como había hecho ella, pero me pudo la impaciencia. Sin decir nada lancé un primer ataque directo a su vientre, y probablemente no fuera el último antes de que ella pudiera defenderse.

Antes de invitar a lanzaman a intentar hacerme un rasguño había abandonado, bolsos y zapatos cerca de la entrada con la ligera esperanza de que él decidiera ponerse también algo más cómodo para el baile.

- ¿qué coño hace? - me planteé por milésima vez desde que había llegado a ese absurdo país cuando su brazo empezó a moverse sin ni medio saludo inicial. Había conocido a muchos tramposos, pero jamás a uno tan descarado - kamomail gwa baghaui muli leul tago- deducí y no pude evitar sonreír y avergonzarme por ello casi tanto como se hubiese avergonzado mi padre de que aceptara el juego sucio.

Crucé el brazo derecho sobre mi estomago para parar la lanza en la uve de la daga, mientras deslizaba mi cuerpo a un lado, con la comodidad de los pies desnudos.

- Cuando quieras. Tu no te cortes. - protesté independientemente de la suerte de mi movimiento, con el sarcasmo y juicio que merecía.

Traducción: Sin jueces, sin reglas. 

La mano de Émille se movió rápido, llevando el asta de su lanza hacia el vientre de Sun-yun. La coreana se movió rápido, intentando parar el golpe con su arma, pero no llegó a tiempo y la madera impactó con fuerza en su estómago dejándola sin aliento por un instante. 

Antes de que la chica pudiera reaccionar a ese golpe, Émille giró la lanza para propinarle otro en el costado. 

Sun-yun podía estar bastante segura de que ambos impactos iban a dejarle unos bonitos cardenales. Sentía la piel latir con el dolor en los lugares donde la madera de la lanza la había golpeado y sin embargo, no había tiempo para recrearse en ese dolor. No en medio de un combate, por poco honorable que estuviera siendo su rival.

- Pues yo me cogeré a Guille - repetí tras Ethan, al cual había dedicado una mirada curiosa cuando me llamó pervertido. Apreté el botón y el reflejo de la cuadricula del personaje cambió. - Si, ¿lo recuerdas? Me fijé en como me mirabas mientras estaba allí desnudo - dije imitando su mismo tono, mordaz pero encantador. - Es broma, no te enciendas - corté rápidamente por si tenía intención de ponerse pesado.

Volví a mirar a mi prima pequeña y asentí con una mueca de desaprobación. - Ey, eso no está bien, ¿quieres que preparemos una pizzas? - sugerí antes de volver a mirar a la pantalla.

Miré de nuevo a Ethan. - ¿Qué, te animas a hacer unas pizzas? - pregunté alzando una ceja. - Quería ir a  entrenar un poco, pero viendo que mañana probablemente duerma en Florencia... Prioridades, Ethan, prioridades -comenté con un marcado acento italiano.