Partida Rol por web

PROLOGO

En la sala había cuatro hombres reunidos alrededor de una mesa circular con el emblema del Emperador grabado. Los cuatro hojeaban varios informes y en todos los rostros se veía preocupación.

El Padre Aronius pensaba en todas las consecuencias que aquello tenía para su fe. Lo que para los científicos era una dimensión desconocida para él no era más que el Infierno proclamado en las Escrituras del Pancreator. El capitán Sterling, convenientemente afeitado y uniformado, conocía aquel lugar de primera mano. Sus hombres continuaban allí y tenía pensado rescatarlos. Con ayuda del Alto Mando o sin ella. El teniente Nomad todavía intentaba encajar todas las piezas de aquel puzzle y el doctor Greener guardaba silencio pensando en las posibilidades de las piedras negras como remedio para la infección simbionte.

- ¿Estamos totalmente seguros de esto? - preguntó el teniente Nomad dejando los papeles sobre la mesa - Los simbiontes... ¿son inteligentes?

- Sí. No me cabe duda. No entendemos su inteligencia porque es alienígena pero no son animales. Pensábamos que eran como insectos gigantes y seguimos apostando a que existe una especie de mente colmena central, pero hay algo más. Tienen objetivos y... una cultura. Esas piedras lo demuestran.- afirmó el doctor Greener.

- Temen a las piedras.- intervino Sterling - No se acercan a ellas porque les hacen algo. Esas piedras abren un portal o algo parecido. Fue lo que nos arrastró a nosotros al otro lado. Y es un sitio desagradable.

- Sí, pero también eliminan la infección simbionte.- dijo el médico - Lo hemos comprobado. Por eso las rehuyen: hay algo en ellas que los daña. 

El padre Aronius se sirvió una copa de agua. Sus manos temblaban:

- Los daña el Infierno. Lo que Sterling nos ha descrito es el Infierno, el Lado Oscuro. Es un milagro que haya sobrevivido a ello, pero si no destruimos las piedras... el portal se puede abrir y dejar entrar a esos demonios aquí. ¡La oscuridad de los soles puede que sea debida a la existencia de esas piedras!

- ¡Pero pueden significar también el final de esta guerra! ¡Podemos usarlas para erradicar a los simbiontes y su contagio! - Greener parecía emocionado - Por lo que hemos visto para activar el portal se necesita una gran cantidad de energía. Es cuestión de conseguir las piedras y mantenerlas separadas, una en cada guarnición. ¡Nos protegerían de los simbiontes y podríamos utilizarlas para curar a los infectados!

- No sabemos como funcionan. ¡Estamos tentando la ira del Pancreator! ¡Debemos destruirlas!

- ¡No podemos destruirlas! ¡Mis hombres siguen al otro lado! ¡Necesito abrir el Portal de nuevo para...

- ¡Señores! ¡Señores! - intervino el teniente Nomad dando un fuerte golpe en la mesa - ¡Cálmense! No podemos precipitarnos. Una de esas piedras está en camino hacia Bizantium. ¡Hacia el centro del Imperio! Está en manos de los traidores de la Iniciativa Caronte y no sabemos cual es su poder. Puede que incluso ellos lo desconozcan. He contactado con el Ojo Imperial para advertirlos y en esa comunicación me han informado de que enviarán a alguien para que se haga cargo de la situación. El Sumo Inquisidor Icarus. 

Todos callaron. El Sumo Inquisidor Icarus era un héroe de guerra, uno de los mejores Hermanos de Batalla que se conocían, con tantas leyendas a su espalda que casi resultaba imposible creer en su existencia real.

- Estará aquí en una semana. Mientras tanto nuestras órdenes son custodiar la otra piedra que está aquí y que el capitán Sterling complete su informe. 

- ¿Mi informe? - el soldado estalló levantándose de su silla y tirando papeles a su alrededor - ¡Mis hombres están en ese infierno y usted me pide que cubra papeleo! Debemos buscar una manera de abrir el portal.

- Relájese capitán.- intervino Greener - Por lo que nos ha contado el tiempo aquí y allí discurre distinto. Lo que para nosotros es un año para ellos será un mes. No podemos precipitarnos. Ni siquiera sabemos como se abre el portal, y dudo que los Carroñeros colaboren. Los que hemos capturado son soldados... no tenemos a ninguno de sus chamanes. Se han internado en la selva para ocultar las otras piedras. Hasta que los capturemos me temo que estamos atados, así que toda la información que pueda darnos será vital para cuando sí podamos actuar.

Un golpeteo en la puerta hizo que el teniente Nomad tuviera que acercarse a abrirla. Tras intercambiar unas palabras con su ayudante volvió a la mesa:

- Tenemos noticias. Hay rumores de que Svenson Decados intentará salir del planeta a través de Karma, probablemente robando alguna lanzadera o con ayuda de algún contrabandista. 

- ¿Ese traidor? ¿No pertenece a la Iniciativa Caronte? - dijo Greener - Es nuestra oportunidad de conseguir información de primera mano.

- ¿Qué es la Iniciativa Caronte? - pregunto Sterling.

- Lo que sabemos está en los informes.- el teniente Nomad recogió algunas de las hojas que había tirado el capitán en su furia - Los Decados habían trazado algún tipo de actuación con material simbionte. Al principio pensábamos que era algún intento de desarrollar armamento biológico o incluso retocar con genética controlada a sus hombres. Supersoldados. El proyecto tenía el nombre clave de Iniciativa Caronte y lo habían enmascarado como si fuera una operación Imperial. Al ser descubiertos se dieron a la fuga. La primera piedra negra que encontramos la tienen ellos, se la llevaron de Estigma. A la vista de los descubrimientos recientes empezamos a temer que haya algo más. Quizás, al igual que los Carroñeros, sabían algo más sobre los simbiontes. Quizás incluso hayan contactado con ellos. Sea lo que sea Svenson tiene un rango alto en la estructura, si lo capturamos con vida podremos averiguar muchas más cosas. 

- Yo me encargaré de eso.- se ofreció Sterling.

- Imposible. Necesitamos toda la información de primera mano que podamos obtener del sitio en el que ha estado capitán. No entrará en misiones activas hasta nueva orden. 

- Los que rescataron al capitán...- dijo el padre Aronius - Parecen gente competente.

- Sí. Tengo varios nombres apuntados.- el teniente Norad ordenó los papeles - Será un equipo pequeño. No queremos que Svenson huya de nuevo a la selva si se da cuenta de que lo esperamos. 

Los cuatro hombres asintieron. De alguna manera sentían que en Estigma, en aquel planeta olvidado al límite del universo, se estaba jugando una partida crucial para la supervivencia de la humanidad.

Karma no es una gran ciudad. Demonios, por ser no es siquiera una ciudad. Es un asentamiento civil que poco a poco ha ido creciendo sobre la superficie de una colina de forma caótica formando un conglomerado horrible a la vista de casas de madera, cemento y metal. Enormes bloques-colmena de cientos de habitaciones conviven con casuchas de madera con jardin adosado. El pavimento o un sistema de recogidas eficiente es un sueño para los que se autodenominan ciudadanos de Karma. Pero es lo más parecido a la civilización que podrás encontrar en Estigma y en ella habitan cerca de unas doce mil almas, sin contar a los soldados de permiso que vienen de todas las partes del planeta a disfrutar aquí unos días lejos del frente. En sus momentos más álgidos la población de Karma puede alcanzar los veinte mil habitantes entre ciudadanos, soldados, mercaderes, prostitutas y demás ralea...

Su espaciopuerto, a escasos diez kilómetros del núcleo urbano, es enorme. Un planeta en guerra necesita muchos suministros y Karma es lo más parecido a una capital que hay en Estigma. La entrada y salida de naves está controlada por una guarnición específica el ejército ya que nadie quiere que un simbionte abandoné el planeta hacia los Mundos Conocidos.

Pero como en todo sitio que hay controles de vuelo existen contrabandistas y gente sobornable. Nadie en su sano juicio sacaría un simbionte de Estigma pero un renegado Decados con dinero y contactos es otra historia. Y ese es vuestro objetivo: el comandante Svenson Decados, un renegado que junto con varios de sus hombres ha sido acusado de Alta Traición contra el Emperador y ahora busca desesperado una forma de salir del planeta. Y existen demasiadas maneras de hacerlo: robando una lanzadera, haciéndose pasar por otra persona, recurriendo a un contrabandista...

La única certeza que os han dado en el informe es que Svenson saldrá de Estigma a través de Karma y que lo hará en el plazo de unos días. Probablemente ya está en la ciudad. El soplo ha llegado al teniente Nomad a través de uno de los agentes del Ojo Imperial que operan en la ciudad pero ni siquiera podéis contactar con él ya que su tapadera es alto secreto. Así que estáis solos. Un grupo pequeño y autónomo para que su presencia no alerte a vuestra presa.

También os han dado un dossier sobre vuestro objetivo. Es un comandante condecorado, destacado por sus méritos en acción y su valor. Un joven duro que llegó a Estigma para labrarse una carrera y lo hizo de forma meteórica, ascendiendo por méritos en el campo de batalla hasta su caída. Sobre eso no hay demasiada información pero pone algo de alianza con los simbiontes. ¿Qué tipo de demente busca aliarse con los aliens? ¿Por qué? Eso es indiferente. Lo importante del informe es que vuestra presa es peligrosa, muy peligrosa. Y puede que no vaya sola. Varios de sus mejores hombres desertaron en el mismo momento en que su comandante fue condenado.

Ahora llegáis a Karma al mediodía en un viejo jeep militar. Tenéis toda una ciudad que remover para encontrarlo...

El jeep se adentró en el asentamiento para detenerse en una zona poco concurrida junto al río. Sus pasajeros descendieron en silencio, calibrando la misión que tenían ante ellos. ¿Por dónde empezarían? ¿Quizás visitando alguna taberna? ¿Hablando con la policía militar? ¿Debían ir al astropuerto a hacer preguntas? ¿Juntos? ¿Separados? ¿Cuánto tiempo tendrían antes de que su presa se escapase?

Como cualquier otra investigación en este momento todo eran preguntas sin respuesta.

Boudicca se mantuvo en la retaguardia. Hacía poco que había sido trasladada a Estigma, apenas conocía a sus compañeros y sucesos de su pasado, que recordaba como un mal sueño -desdibujado y con un feo sabor de boca- la impulsaban a mantener la guardia alta y no confiar demasiado en nadie.

Mientras aguardaba a que alguno de ellos diera el primer paso en el camino de hallar al Decados

malditos Decados, ¿es que ni en los confines del mundo voy a librarme de ellos?

decidió que Sammala le caía bien. Algo en ella le recordaba a Marco, algo que iba más allá de compartir orden. Tal vez se debiera a su mirada bondadosa, tal vez a su calma al hablar. ¿Qué habrá sido de él? ojalá los caminos del Pancreator le hayan dado lo que tanto ansiaba.

El resto tendría que esperar un poco más*. La experiencia la impelía a esperar, indagar más profundo antes de hacerse una idea de cuanto se iban a agradar.

Al final, su espíritu inquieto y el deseo de encontrar el camino que le estaba presentando el Pancreator pudo más que su prudencia. Ensayando una sonrisa, encaró hacia la cantina más cercana sabiendo que no habría mejor fuente de chismorreo que un sitio donde se vendiera alcohol y se pudiera jugar a las cartas.

-¿Quién me acompaña con un trago? El trayecto me ha dado sed.

Sammala deslizó la mano por la capota del jeep, que ardía bajo el sol. Aún así, ni un atisbo de dolor asomó a los ojos de la enorme guerrera, que levantó la mano para observar el polvo que sus dedos habían atrapado.

Escuchó entonces las palabras de Boudicca. Normalmente los Eskatónikos le parecían gente de libros más que de acción pero no era su primera fiesta con Boudicca. Se podía confiar en ella.

-El alcohol entumece la mente. Te acompaño pero para ver si nos enteramos de algo. Los decados son gente reservada y será difícil encontrar a alguien que hable pero por algun lado, con la ayuda del pancreator, tenemos que empezar.

Aquella misión suponía un cambio de aires para el bueno de Roberto... Aunque a ciencia cierta no sabía si aquello era para bien o para mal. Gracias a su labia y su habilidad, se las había arreglado para permanecer en la Base Gulliver arreglando todo tipo de vehículos, armaduras y tecnología en general, sin tener que salir a dar un sólo tiro a aquellos asquerosos simbiontes.

Sólo llevaba unos meses, pero aquella vida no era tan mala. Lo cierto es que Sparky se contentaba con tener a mano unas herramientas y cachivaches a los que meterles mano... y por qué no, buenos compañeros con los que conversar y... desplumar de tanto en tanto en la cantina de la base cuando organizaba alguna timba.

Pero algún jefazo había considerado que las capacidades de Sparky podían ser útiles a la hora de despachar a un tipo peligroso que al parecer había decidido desertar. Estaba claro que había fallado a la hora de re-venderse como mecánico singular... es más, aquel esfuerzo en pro de no salir de la base pareció convencer más aún al Teniente Nomad de que su labia valdría para moverse entre los estamentos comerciales de Karma y acabar encontrando al tal Svenson.

Por lo menos el resto de sus compañeros era bastante interesante... aunque muy callados para su gusto. Con Orlop ya había conversado más de una vez para conocer algún sitio estupendo en la ciudad -el tipo parecía una especie de guía turístico de la ciudad, toda una eminencia- a Vernet ya le había ayudado en alguna ocasión trabajando sobre algún arma o algún equipo. Un tipo legal aunque demasiado "profesional para su gusto". Las chicas eran capítulo aparte. Sammala le intimidaba bastante ¿De dónde había salido una tia tan grande? Y la otra chica... bueno, era bastante mona... pero el hecho de ser eskatónica... Lo cierto era que Roberto no era un tipo demasiado creyente. Para el la magia provenía de la tecnología, sobretodo si su manufactura era de la Segunda República. Los poderes Psíquicos o Teúrgicos le parecían algo alienígena.

No obstante, el antiguo carroñero no era un hombre de prejuicios. Cuando el jeep se detuvo y empezaron a bajarse del mismo, la chica eskatónica de nombre casi impronunciable sugirió lo de beber algo.

Ey! Parece que usa poderes telepáticos ¿tendrá de eso? Bueno, es igual, mejor una cantina que la calle -pensó haciendo un verdadero esfuerzo por no abrir la boca.

Asi que compuso la mejor de sus sonrisas y añadió: "Yo también me apunto. Una cantina es siempre el mejor lugar para..." -de pronto se dió cuenta de que ambas mujeres pertenecían al clero, carraspeó y continuó diciendo- "para calmar la sed y oir historias de los parroquianos por supuesto. Estoy convencido de que algo podré sacar." -guiñó el ojo a sus compañeras de forma cómplice y simpática.

"No obstante, seguro que Orlop también sabe de algún otro buen lugar en la ciudad. El tipo es realmente impresionante. Una enciclopedia urbana" -su admiración parecía igualmente simpática y sincera- "de todas formas... creo que para capturar al bueno de Sveny, lo mejor que podríamos hacer es pensar como él. ¿Qué haríamos nosotros si quisieramos largarnos de aqui? ¿El espacio-puerto? Demasiado obvio pero necesario ¿El mercado? También necesario si alguien quiere equiparse y conseguir servicios gremiales... por muy parcos que estos sean en la ciudad." -finalmente elevó los hombros y se dispuso a seguir a las dos mujeres con aquella actitud sonriente y algo desenfadada. Era difícil ver a Cisneros como un soldado al uso. Sólo podía delatarle su ropa.

Orlop llegó de nuevo a Karma. Lo cierto es que se sentía mucho más cómodo en la zona selvática que en aquella "jungla de acero". No obstante, habia pasado toda la vida recorriendo las viejas calles de la ciudad de Karma y habia visto como, poco a poco, los militares y los religiosos habian ido adaptando y cambiando la urbe a su antojo. Poco quedaba ya de aquellos nativos primigenios que no hubiera sido asesinado, coaccionado, o que hubiera aceptado de buena o mala gana las normas militares o religiosas. Incluso habia verdaderos conversos que habian renunciado a todas sus tradiciones y se habian sumado a los opresores. Esos eran los que más repugnaban a Orlop, los que él llamaba Wallahs.

Parecía un poco disperso, mientras le daba vueltas a la cabeza sobre como conseguir información de aquel tipo. Y no solo de eso, sino de cuales habrian sido las razones por las que habria traicionado a los militares. Desde luego, Orlop no apoyaría a alguien que ayudaba a los simbiontes. Aquellas criaturas eran asesinas despiadadas y habian arrasado numerosos asentamientos selváticos de gente que querían vivir sin la protección de los militares. Y eso tampoco agradaba al nativo, pero quizás el tal Decado -significara lo que significase aquella palabra- tenía razones de peso. Quizás hasta en determinado momento querría ayudarlo. Pero hasta saber si eso era asi o no, cosa que Orlop dudaba realmente, tendría que hacer lo posible por encontrarle.

- Hatt al-hudad - respondió ante la decisión de ir a la taberna. Conocía alguna cercana, pero ninguna que le interesara de momento. Sin embargo, había un mercader en el pueblo, sabía que era contrario a los militares y eso podría hacer que tuviera algo de información sobre una persona que estaba escondiendose de ella. No obstante, para ir alli, no podria llevar ni a Kris, ni a Boudicca ni por supuesto a Sammala.

Hablaría con Roberto cuando tuviera un momento, tampoco era recomendable ir solo a no ser que le acompañaran las sombras.

El variopinto grupo se dirigió a una taberna cercana que conocía Orlop. Era un lugar situado en un callejón cerca de la zona donde habían aparcado, al lado de un mercadillo urbano. Se situaba en un edificio de madera de dos pisos cuya planta superior consistía en una amplia terraza donde desplegar más mesas para pasar el rato. El interior de la primera planta, sin embargo, se mantenía en penumbra por tener la mayoría de los ventanales cerrados. Así se mantenía una temperatura agradable aunque fuera estuviera pegando con fuerza el sol. 

A esas horas la media docena de mesas que componían el principal mobiliario del local estaban vacías a excepción de una donde se sentaba un individuo enorme vestido con un peto de cuero con una cinta de balas que cruzaba sobre su pecho. Un rifle automático descansaba junto a su mesa mientras se servía de una botella que estaba mediada. El hombre no levantó la mirada de su vaso cuando los visitantes entraron. Viendo su aspecto y el armamento posiblemente aquel individuo fuera un mercenario o la escolta de algún mercader de paso en el planeta. 

Al fondo del local, tras la barra, el cantinero revisaba la mercancía de sus estanterías. Se detuvo en su tarea para girarse ante los nuevos clientes y sonreirles mientras saludaba:

- Vaya Orlop, buenos ojos te vean. En ti pensé el otro día. Me han llegado un par de bolsas de esa planta que tomas en infusión. Pensé que tendría que tirar con ellas porque a nadie más parece gustarle y llevo meses sin verte por Karma. Pero veo que vienes acompañado. ¿Qué os sirvo? 

Kris hubiera ido al espacio puerto primero. Controlar la salida de Karma era imperativo para tener controlada la operación y Kris era un jodido maniático del control. Pero su cabeza estaba demasiado ocupada componiendo posibles planes de fuga... lo importante era anticiparse.

Con un gesto de la mano desestimó la opción de tomar algo. Observaba a la parroquia con su mirada analítica. Pronto decidió sentarse en la mesa con aquel individuo enorme.

—¿Conoces bien la zona muchacho? ¿Cuánto tiempo llevas por aquí? —el pragmatismo de Vernet volvía a hacer aparición. Ni un buenos días, ni un hola, directo al grano—. Estoy buscando a alguien y tengo la corazonada de que sabrás como ayudarme.

- Si eres de la policía militar: vete a tomar por culo. Y si no lo eres: vete a tomar por culo. 

Echó la mano a uno de los bolsillos de su chaleco. Kris, de forma instintiva, hizo el amago de desenfundar su pistola. Pero el tipo levantó la mano con cuidado.

- Tranquilo soldadito... sólo quiero sacar mis papeles. Está todo en regla. Estoy esperando una nave que me saque de esta mierda de planeta y tengo todos los visados en regla. Así que mi propuesta sigue en pie: vete a tomar por culo, no tengo por qué ayudarte con nada ni tú por qué molestarme. Y ahora ¿quieres ver mis papeles o me vas a pegar un tiro?

Sonreía de medio lado y tenía los ojos acuosos. Lo que fuera que llevaba esa botella era muy fuerte o no era la primera. El resultado seguía siendo el mismo: era un tipo borracho, carente de modales y armado. 

—Pues ni una cosa ni la otra, pero tengo contactos en el astropuerto que pueden retrasar tu salida de esta mierda de sitio —dijo bajando el tono de voz y devolviendo esa sonrisa ladeada—. Estoy buscando a un individuo de la casa Decados... no hay muchos por aquí así que seguro que te suena haberlo visto en algún lado, ¿verdad?

Kris apoyó los codos sobre la mesa y acercó la cara a la del tipo. No era la primera vez que hablaba con un gallito como este y no sería la única. La tranquilidad es mejor arma contra ellos que cualquier pistola.

—Guárdate esos papelotes y responde a lo que te pregunto —apremió.

Acto seguido apoyó nuevamente la espalda sobre el respaldo de la silla y miró alrededor, tratando de mantener la situación controlada.

La apariencia de Roberto le hacía sobresalir un poco del resto del grupo. Bien era cierto que vestía las botas y el pantalón de campaña lleno de bolsillos y terminado por el típico cinturón de herramientas de los de la brigada de caballería. Pero en vez de usar la típica guerrera con los galones, Roberto se había puesto una camiseta interior blanca y una de sus camisas floridas y gastadas. Sus camisas de la suerte. Una de las pocas pertenencias que le quedaban de su mundo natal. El acuático planeta de Madoc. Eso si, había elegido la más "discreta".

Hatt al-hudad -musitó para sí al oir a Orlop "en acción" nada más entrar en la cantina. ¿Era el saludo local? Así lo parecía. Importante quedarse con aquellos detalles. El tipo sentado de la mesa le pareció el típico miembro de la Asamblea o parecido de gatillo fácil y pocas entendederas... el tipo de individuo que solía evitar, no así el simpático camarero que parecía conocer a su guía.

"Vaya! Infusión de hierbas local... mmmm Me ha picado la curiosidad. Ponme una de esas infusiones a ver qué tal. Igual tienes suerte y amplias tu mercado." -Sparky observó como Vernet entablaba conversación con el gorila... y vaya, parecía que se le daba bastante bien, asi que de forma distraída se apoyó en la barra y sacó de un bolsillo del pantalón su baraja de naipes particular. De forma accidental empezó a manosearlas con habilidad mientras preguntaba: "Buen hombre... he oído últimamente que ha llegado por la ciudad un tipo que podría andar buscando bastantes cosas. Hombres para protegerle, víveres o ¿quién sabe? hasta una partida de cartas para pasar el rato... ¿No habrá oído algo por casualidad no? "-terminó de decir con una sonrisa amable mientras seguía jugueteando de forma distraída con los naipes.

El sonido del cuero de las botas de Sammala crujiendo al entrar en la taberna le confortó los oidos. Le gustaban sus botas. Eran buenas para patear culos. El lugar era el antro que Sammala recordaba con disgusto. Demasiados soldados disfrutaban embotando sus sentidos en aquel lugar. Y, al parecer,tenían allí un alborotador. Sammala frunció el ceño ante su lenguaje.

-A mí este tipo me parece sospechoso. Deberiamos arrestarlo -dijo haciendo crujir los nudillos. Deberías cuidar tu lenguaje, ciudadano. O alguien se puede enfadar contigo.

-Una cerveza ligera -respondió la sacerdotiza ante el ofrecimiento del tabernero. Cuando éste se la sirvió, se giró son abandonar la barra y se dispuso a observar el interrogatorio de Kris.

Es evidente que la palabra sutileza no existe en su diccionario. Boudicca se llevó la jarra a la boca pero apenas mojó los labios en la bebida. Aquella no era más que una excusa para permanecer allí y escuchar qué era lo que el tipo con pinta de mercenario tenía para decir. Aunque enseguida debió dividir su atención ya que Sparky intentaba sonsacar al dueño del lugar. ¿Tendría éxito? Lo dudo. El Decados debe haber cubierto muy bien sus huellas... Si por casualidad este tipo sabe quién es, una bonita suma debe estar escondida bajo las tablas del piso del lugar donde tenga su catre para comprar su silencio... unos cuantos fenix y una bala con su nombre.

La Undick se guardó sus pensamientos para sí. Por ahora se dedicaría a observar y aguardar, en busca de alguna alarma que le indicara que debía ahondar más allá del velo e invocar al Pancreator para que le brindara su ayuda.
 

Orlop devolvió el saludo y pidió la misma infusión de siempre. El aroma de las especias con las que hacian fermentar la hoja le traía viejos recuerdos y el sabor era realmente amargo, más que la cerveza especiada incluso, pero a Orlop le encantaba aquella asquerosidad de bebida.

Se alejó a una mesa. Miró a las mujeres, eran una pareja un tanto extraña.

- Creo que podemos separarnos dos a dos para investigar acerca de este hombre, si bien es cierto que en la taberna... - se giró para ver que Roberto no le estaba haciendo ni caso y se habia puesto a hablar con el camarero, asi que esperó a que terminara su conversación para acabar su propuesta - La taberna es un buen sitio para averiguar cosas, pero como vayamos los cuatro juntos vamos a levantar demasiada sospecha. Asi que propongo que vayais las chicas por un lado, y nosotros dos por otro - "para repartir músculo", pensó el nativo, pero prefirió callarse la boca...

- ¿Estás preguntando por alguien en concreto o simplemente es un catálogo de tus... habilidades? - el tabernero meneó la cabeza - Tu amigo es todo un portento.- se dirigió a Orlop mientras servía las bebidas haciéndole un gesto a Sparky para que le siguiese. 

Tras poner las infusiones en la mesa se acercó a ambos hombres bajando la voz. Aún así Boudicca pudo escucharle. 

- Mirad... no sé que estáis buscando exactamente pero éste no es ese tipo de bares. Si queréis jaleo, juego ilegal o gente que no tiene muy claras las normas a seguir quizás deberíais acercaros a la Perrera[1]. Pero os recomiendo más discreción y, sobre todo, que no os acompañen esos dos.- señaló con la cabeza a Sammala y Vernet - No creo que pasaseis de la puerta.

Mientras el tabernero hablaba con Orlop y Sparky los dos soldados interrogaban al mercenario.

- Ok, no me vais a dejar en paz ¿eh? Es muy típico de los soldaditos. Nena, si quieres ir de fuerte podemos salir a la calle, dejas tus armas y tu plaquita y yo te doy una paliza sin problemas.- se incorporó tambaleante - Me importa una mierda a quien buscas, so capullo. Cómeme la polla. ¿Te parece bien mi lenguaje princesa? 

El tipo estaba realmente borracho.

- Nuestra nave saldrá de este estercolero mañana por la noche y yo me iré en ella. Mi jefa no va a dejarme aquí tirado. Y si queréis mirar los papeles podéis ir al puto espaciopuerto y preguntar por la Estrella Negra. Tenemos todo el puto papeleo en regla.- repitió - Igual que todos los mercancías que vienen a este agujero de mierda nos dieron el pase de entrada y salida bien reglamentado. Pero si queréis meteros en líos con Anna Granado Hazat espero que lo hagáis. Os van a dejar el culo escocido. Aunque tú tienes pinta de llevar una escoba siempre, estarás a salvo.- dijo escupiendo estas últimas palabras hacia Vernet mientras se servía otro vaso.

Sammala no se sorprendió. No era la primera vez que la insultaban ni que la menospreciaban solo por ser mujer. Pero aquel tipo era más que sospechoso y aquello le daba la excusa perfecto para enseñarle una lección. Así que, sin más, derribó de una patada la mesa entera, mandando el licor del tipo a la otra punta del establecimiento. Después, movió el cuello lateralmente hasta que sus vértebras crujieron y sonrió.

-Detrás de tí. Nos vas a contar lo que sabes quieras o no. Y vosotros, todos los demás, salid a verlo. Quiero que mañana todo el mundo, incluida esa Anna Granado, sepa que una mujer le pateó el culo a uno de sus hombres. El más feo, supongo.

La situación se empezaba a descontrolar. Vernet hizo un gesto con la mano para tranquilizar a Sammala.

—Tranquila, esta actitud le va a costar el pasaporte a su libertad —dijo con toda la tranquilidad del mundo—. Ten por seguro que hablaré con tu jefa Hazat y probablemente la convenza para que te quedes aquí una temporada más. Ten por seguro que volveremos a vernos y esa próxima vez la señorita no será tan amable contigo.

Kris se levantó de la silla. La mesa ya hacía tiempo que no estaba en su lugar pero eso no había hecho que el marine moviera ni un músculo.

—Me has dado una idea —dijo señalando al borracho con sorna—. Voy a ver a esa Hazat ahora mismo.

Vernet se dirigió a la puerta.

—No tengo más que ver en este antro. Nos vemos en unas hora en el punto de encuentro^[1] —dijo a sus compañeros—. ¿Alguien me acompaña?

"Más o menos" -contestó Cisneros con una sonrisa cuando el tabernero dijo aquello de que si era una tarjeta de presentación. No obstante se maldijo un poco. Estaba claro que había sido demasiado descarado. Había entrevisto que aquel local era un sitio respetable, pero igual se había pasado. Estás oxidado nene. -pensó para si.

El mecánico no dudó en probar aquella infusión.

Desde luego, no esperaba en absoluto aquel sabor. Hizo un mohín con el labio. "UUUh, Orlop... compañero, esto está... muy amargo ¿no?" -hizo una pausa y volvió a dar otro pequeño trago. No, así no le gustaba... definitivamente pero...- "Oye, si lo hicieras como una bebida fría creo que podríamos mostrárselo a algún otro compañero... igual tienes un posible filón en la Base Gulliver, buen hombre... "- Roberto, Roberto, te estás desviando -le dijo una voz interior.

"En fin..." -Roberto iba a continuar pero se vió interrumpido por lo que ocurriá con Vernet, Sammala y el mercenario. Pues si yo estoy oxidado ¿estos como están? ¿pretenden encontrar a Svenson a golpes? -negó con la cabeza mientras pensaba aquello, para luego continuar hablando con el tabernero en susurros: "...lo que dices de esa Perrera es bastante interesante, la verdad. Creo que será preguntar mejor ahí..."

Cuando Vernet inquirió que iba a ir a preguntar por una Hazat, él añadió: "Orlop y yo tenemos otro lugar donde preguntar. De todas formas, siempre tenemos los comunicadores^[1] ¿no? "-dijo mientras alzaba un momento el pequeño comunicador que llevaba en uno de los bolsillos del pantalón. Dió otro sorbo a la infusión. "Oye Orlop... terminas acostumbrándote a esta mierda pero insisto en que fría estaría mucho mejor. Muchas gracias buen hombre." -pagó las dos infusiones y se dirigió a las mujeres, especialmente a la callada eskatónica.

"Las damas pueden elegir a quien seguir, por supuesto... o elegir una nueva ruta... pero quizá dividirnos demasiado no sea lo más inteligente..." -elevó los hombros con aquella simpatía natural que le caracterizaba.

Orlop miró a Roberto, aun con la sonrisa en los labios de ver la cara del tipo al probar la infusión de Sapho. La verdad es que la religiosa no le gustaba nada, asi que Orlop trató de poner una excusa cualquiera para intentar que la chica no les acompañara.

- Si dejamos a estos solos, habrá mucho músculo pero poco cerebro - por mucho que no le gustaran los religiosos estaba claro que Boudicca no era precisamente alguien a quien acusar de idiota. - Además, asi podrás darle un sermon de esos que os gusta tanto a Sammala cuando todo esto se calme - dijo dando el último sorbo a la infusión y haciendo un gesto en la cabeza al tal Sparky para salir cuanto antes de allí.