Partida Rol por web

Doble S era un tipo con muchas propiedades en Karma pero si una de ellas gozaba de especial reputación era su garito 'El Rifle Dorado'. Aquel local, ubicado en una de las pendientes que bajaban al río, se había construido de tal manera que sus distintos pisos crecían hacia abajo, hacia las aguas, aferrados a la ladera del desfiladero que provocaba que Karma se dividiera en dos partes. 

¿Y qué era exactamente 'El Rifle Dorado'? Pues para muchos era simplemente 'el garito' de Karma. Taberna, prostíbulo, sala de apuestas, lugar de encuentro de mercaderes, sala de recreo para soldados. Doble S se movía siempre al filo de la navaja: lo suficientemente ilegal para ser divertido pero no tanto como para ser cerrado. ¿Lo único que no encontrarías en el Rifle? Sacerdotes. Los Sacerdotes odiaban aquel pozo de pecado. Ni que decir que aquello era la mejor publicidad para tenerlo lleno a todas horas. En otro planeta que la Iglesia te tuviera en el punto de mira sería la perdición. Pero aquello era Estigma. La fe era algo pasajero cuando podías perder la vida o el alma luchando contra los simbiontes. Aquello ya era el infierno. Y el Rifle uno de los pocos oasis en los que olvidarte de todo.

El Rifle recordaba a un Saloon de un planeta fronterizo. Construido totalmente en madera contaba con dos plantas al borde del acantilado, pero por detrás crecía tres más hacia abajo aferrándose a la roca. Las miradas expertas de Vernet y Sammala distinguieron rápidamente a los mercendarios de Doble S de los parroquianos habituales. Aunque allí casi todo el mundo iba armado había media docena de tipos repartidos por la entrada y subidos al tejado que no estaban bebiendo y que no perdían detalle de quien entraba o salía. Allí había una disciplina militar clara, lo que indicaba que Doble S no era un pendenciero cualquiera.

Sammaña entró con la chaqueta puesta y la bandana ceñida a la frente. Al entrar, como siempre, todos se la quedaron mirando. Ella aprovechó para quitarse el pañuelo y soltarse el pelo y también para quitarse la chaqueta y lucir sus musculosos brazos. Que les quedara bien claro a todos que ella no se sentía intimidada en un lugar como aquel. Y si tenia que volver a partirle la cara a otro parroquiano, lo haría.

Bien abierta de piernas y los brazos cruzado bajo los pechos, se quedó esperando a Vernet.

Kris se había asegurado de eliminar todo símbolo militar que pudiera asociarle con su facción y que Sammala también lo hiciera aunque ella siempre usaba un vestuario muy neutro.

Avanzó decidido hacia el local y pidió algo de beber. Rápidamente se puso en sintonía con la parroquia escuchando sus conversaciones tratando de encontrar alguna donde poder intervenir.

Contra todo pronóstico Vernet se mezcló perfectamente con el ambiente que le rodeaba. Mientras tomaban unas copas de forma tranquila fue enterándose un poco de como estaba organizado aquel local. A medida que se descendían plantas la cosa se hacía más privada hasta que en el nivel inferior, conocido como el sótano, se encontraba la sala de apuestas más importante. Y allí era donde probablemente estaría Doble S. Raramente subía a la taberna, que era donde estaban ahora Sammala y Vernet.

Lo malo es que para bajar al sótano había que tener algún contacto que ya hubiera estado allí. De lo contrario a lo máximo que podrían aspirar los dos marines es a la sala intermedia, el lupanar, donde se hacían otro tipo de juegos. 

—Necesitamos un contacto para llegar abajo y hablar con ese Doble S —susurró al oído de Sammala—. Y creo que se como conseguirlo.

Vernet estuvo observando a todos los que subían de los niveles inferiores hasta que encontró un patrón. No tardó en concluir qué individuos subían del sótano. Y ahí estaba su hombre, ahí estaba su posible entrada al sótano.

—Amigo —dijo mientras señalaba a ese hombre. Señaló un asiento vacío en la mesa donde una copa esperaba sin dueño, instándole a que se sentara. Quizá por curiosidad o por necedad el hombre se sentó —. Tengo entendido que eres un "capo" por estos lares... ya me entiendes, que estás bien relacionado. ¿Me equivoco?

Sammala observaba la distribución y el funcionamiento del local. En su opinión, deberían bajar y pagar a un par de chicas para colarse cuando pudieran en la zona más privada pero Vernet parecía tener un plan. 

Mejor. Pensar no suele ser lo mio - pensó.

La enorme marine se limitó a mantenerse callada y a parecer amenazadora mientras vigilaba la espalda de su compañero.

El tipo enarcó una ceja ante la pregunta de Vernet. Era un individuo grande y musculado, con una cresta negra que acababa en coleta plantada sobre una cabeza llena de cicatrices, al igual que su rostro. La barba desaliñada le llegaba hasta el pecho. El tipo hizo a un lado el machete que llevaba colgado en un lateral antes de sentarse. No parecía ningún idiota, de hecho la mirada que calibraba ahora a Vernet era astuta. Alguien que está pensando en que tipo de negocio le van a proponer.

- Puede.- fue lo único que contestó lanzando una rápida mirada a Sammala antes de volver su atención a Vernet.

—Verás... tengo entendido que es difícil hablar con ese Doble S pero hay pocas cosas que se me escapen —dijo tranquilo acercándole el vaso al individuo—. Se que no eres un necio y que sabes lo que te conviene... y eso que te conviene es franquearme el paso para hablar con ese Doble S. Dime, ¿necesito una tarjeta para bajar? ¿un nombre? ¿una clave?

Vernet se mostraba firme y respetable. Sus palabras salían disparadas de su boca como si estuvieran increíblemente pensadas o como si formaran parte de un plan cuidadosamente elaborado.

—Ah... y supongo que querrás algo a cambio. Di lo que quieres y te lo daré... sea lo que sea. Si lo considero justo no habrá consecuencias. Si no lo es... quizá se me escape tu nombre en algún lugar inapropiado. ¿Me entiendes?

El tipo parecía impresionado por la frialdad con la que Vernet transmitía su petición. Quizás en otro momento se habría reído en su cara pero el rostro del marine no mostraba duda ni titubeo. Y alguien que pide algo tan concreto, sin inmutarse, puede ser loco o poderoso, pero ambas cosas son peligrosas.

- Ver a Doble S no es tan fácil como que te lleve abrazado del hombro diciendo que eres un nuevo amigo. Él escoge a quien quiere ver. Pero puedo darte acceso a su lugarteniente Morris. Es un escalón. ¿Quieres pagar en dinero? Yo te cobraré 200 fenix^[1] por llevarte conmigo hasta el nivel inferior, donde están él y Doble S. Pero no te presentaré a ninguno de los dos. Una vez dentro es cosa tuya lo que hagas. Pero te advierto que te juegas el cuello si los molestas sin darles algo que les interese a cambio. Y ellos lo tienen todo. Es un negocio difícil. 

Sammala ladeó la cabeza al escuchar la suma. Dudaba mucho que Vernet levara una cifra así encima pero se cuidó de decir nada. De momento, Kris estaba llevando la conversación bastante bien y la forzuda marine sabía que sería mejor para todos si continuaba callada, asi que se limito a apretar el hombro de Vernet y asentir.

—¿Dinero? No, por ahora no he hablado de dinero. Aunque puedo darte el dinero si es lo que quieres... pero no ahora. Tendrás que fiarte de mi palabra o pedir otra cosa que pueda darte de inmediato.

Dejó reposar su espalda sobre el asiento y volvió a dar un largo trago de la bebida que descansaba sobre la mesa. Echo un vistazo rápido al rostro de Sammala, quizá invitándola a intervenir si tenía algo bueno que decir.

—Por lo demás, no te preocupes, seguro que a Doble S le gusta lo que traigo para él —ladeo la boca esbozando una sonrisa socarrona.

- Mira tío... no sé de que va la movida pero como comprenderás no voy a arriesgar mi culo presentándole al mandamás a un tipo que no tiene ni la cuota para un soborno básico.

Se terminó su cerveza.

- No me gusta esta movida. No sé de qué vas. Los tienes bien puestos, no te lo negaré, pero sigo sin saber si eres muy tonto, muy valiente o ambas cosas. De cualquier modo eso da igual si yo no saco tajada del asunto. No es mi problema.

Se levantó con la predisposición de marcharse.

Vernet apoyó las manos sobre la mesa bruscamente y sostuvo la mirada a ese tipo.

—Creo que no estás sabiendo leer entre líneas amigo. Siéntate, no quiero que llamemos más la atención —la orden directa de Vernet resonó en la cabeza de ese tipo aunque el militar se la hubiera susurrado.

Con la manos apoyadas sobre la mesa, casi pareciendo un descuido, Kris dejó ver las placas militares que colgaban en su cuello. Una vez sentados y más tranquilos prosiguió.

—Pide lo que necesites. ¿Transporte? ¿Protección? ¿Algún salvoconducto? Seguro que no tienes todo en regla, ¿verdad? Incluso dinero. 50 ahora y el resto cuando salgamos. Soy un tipo de palabra amigo.

Sammala se dió cuenta de que Vernet había perdido la iniciativa de la conversación e intervino.

-Déjalo, Kris. Volvamos a la base e informemos. Y cuando volvamos, lo haremos con el coronel y nos abriran hasta las pineras de sus madres. 

Sammala se dirigió a la salida.

-Vamos.

El hombre miró las placas de Vernet. Y cuando Sammala apuntaló el mensaje se volvió a sentar.

- A ver... mantengamos la calma.- levantó las manos y sonrió - Que no quiero que luego me vengan a mí a decir que por mi culpa los militares nos vienen a liarla...

Meneó la cabeza como intentando aclarar ideas.

- Yo no sé si vosotros estáis al tanto pero hay gente de los vuestros que cobra por no molestarse con los asuntos de Doble S. Pero imagino que tal como están las cosas, después de lo sucedido en la Base Gulliver y con la mierda esa del fugitivo Decados los ánimos andarán caldeados e igual no basta con unos fénix en la hucha adecuada.

Se repantigó en la silla, quizás intentando enderezar la situación: 

- Me quedaré esos 50 fénix y espero el resto después. Te presento a Morris y luego ya que él se haga cargo del asunto que os hace estar aquí. 

Las orejas de Kris casi se tensaron en un movimiento casi más apropiado de un gato.

—¿Qué sabes del Decados? —dijo mientras dejaba una bolsa sobre la mesa que claramente sonaba al dinero prometido—. Cuéntame un poco sobre esos asuntos que dices.

Kris le dio un pequeño trago a su bebida mientras esperaba la contestación de aquel tipo.

Sammala sonrió ante el desliz del informante.

-Si. Ahora que sabemos que has oido hablar de él te has convertido en un sujeto a investigar, amigo. Danos lo que queremos saber y saldremos rapidito de aquí. Y podrás quedarte el dinero.

Chasqueó la lengua y meneó la cabeza antes de contestar.

- Puta mierda de boca... ya lo decía mi madre que me habría de perder. - dijo recogiendo igualmente la bolsa que Vernet le había tendido para contar los fenix mientras contestaba - Sé que por algún motivo nuestro jefe lo quiere en una picota y que está moviendo todos los contactos que tiene. Y créeme: si ese individuo todavía no está ahora mismo en el sótano es porque seguramente tiene muchos recursos. No sólo dinero. Si fuera por dinero ya lo tendríamos aquí, Doble S no reparará en gastos. Tiene que ser alguien que le ayude por lealtad. ¿Pero quién? No es sólo por mi jefe. Es por vosotros. Cualquiera que le dé cobijo al Decados se está metiendo en un jodido lío. Y si queréis mi opinión ese imbécil no logrará abandonar el planeta. ¿Con el ejército y los contrabandistas buscándolo? Hay más posibilidades de que un avestita se enamore de una muñeca mecánica que de que ese Decados abandone Estigma.

Los dedos de Kris tamborilearon sobre la mesa y un esbozo de sonrisa se dibujó en su rostro.

—Bien, bien, bien —dijo pausadamente el militar—. Creo que eso es todo por hoy. Verás, al final he cambiado de opinión, no voy a ver a tu jefe hoy. Te has ganado bien esa bolsa... tómate algo a nuestra salud.

Vernet se levantó de la silla e hizo un gesto con la cabeza a Sammala. De inmediato emprendió el camino hacia la salida de aquel antro pero se detuvo a la altura de aquel tipo y puso la mano derecha sobre su hombro.

—Háblale de mi a tu jefe. Dile que tenemos objetivos comunes y que quizá quiera hablar conmigo para colaborar; seguro que sabe cómo encontrarme —dijo sonriendo socarronamente—. Y en cuanto a ti... —la frase quedó en suspenso como invitando al tipo a que dijera su nombre—, espero volver a verte.

El militar guiñó un ojo y continuó el camino hacia la salida.

Dejando atrás al confuso mercenario los dos soldados salieron del antro de Doble S.

Ante ellos las calles de Karma aguardaban sus siguientes decisiones. ¿A dónde irían ahora?