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El Halcón Negro: Reflejo oscuro del Pueblo del Halcón Rojo en el Inframundo.

En otro tiempo...

HA TRANSCURRIDO UN PERIODO DE TIEMPO INDETERMINADO.

HALCON DE SOMBRAS:

- Ha transcurrido un solo instante, o puede que toda una eternidad de indecible tormento.

- En cualquier caso el atroz dolor, furia y desesperación de tu muerte te acongojan, te aprisionan con fuerza, te impiden respirar. Te impiden vivir.

- Sientes que te ahogas, asfixiado por una oscura membrana casi opaca que te envuelve.

Recordaba dedos largos como dagas, afiladas sonrisas blancas teñidas de rojo, dos ojos amarillos que me observaban. Y dolor, sobre todo dolor… Entonces llegó la oscuridad. Un profundo vacío negro. Una noche eterna sin luna ni estrellas, tan densa como la tinta negra. ¿Dónde estaba? No podía saberlo. Caminé y corrí para descubrirlo, pero en ningún momento me moví del sitio. Quizá no tenía un cuerpo con qué hacerlo. Y aun así el dolor seguía, más intenso todavía. Intenté gritar, pero ningún sonido salió de mis labios, si es que los tenía.

Esperé esperando que en algún momento llegase el amanecer. Que tuvieran esperanza, eso había dicho a los hombres en el puerto hacía escasas horas. ¿Pero habían sido realmente unas horas, o había pasado más tiempo? No, era una estupidez; lo recordaba, el Sol brillaba alto en el firmamento. Brillar… Conocía la palabra, sabía que era una palabra, aunque tras horas (¿o eran días?) en aquella noche sin fin no estaba seguro de que pudiese decir qué era ni cómo era. Quizá eso de la luz solo había sido un sueño.

El dolor terminó convirtiéndose una especie de amigo, la única compañía que tenía en aquel sitio. En otro tiempo había conocido a más gente: padre y madre, maestros y pupilos, amigos… ¡Incluso a un atomatón! Aunque eso ya no importaba, no allí (si es que “allí” existía), lo único importante era el sufrimiento.

No dormía, ni respiraba ni comía, tan solo resistía. Era lo único que podía hacer, nada más funcionaba. Hasta que un día, cuando ya creía que no existía ni había existido otro mundo más que la nada, desperté…

HALCON DE SOMBRAS:

- Finalmente rasgas con gran esfuerzo la membrana marronosa que te envuelve, es como la piel de algún extraño animal marino.

- Cuando por fin te liberas y puedes ver con claridad, descubres que te encuentras en un paisaje oscuro y tenebroso. Una especie de mancha desvaída blanca hace las veces de luna en el cielo nocturno... En el firmamento brillan estrellas tenues que no reconoces. Y ante ti... Ante ti se alza la Escuela del Halcón... pero no como tú la conoces. A un tiempo es un lugar de majestuosa gloria, y también un frío mausoleo inquietante y escalofriante. Un lugar siniestro, un lugar de los muertos. Parece desierto, hasta que ves a una oscura figura fantasmagórica en el dojo. ¿Quién anda ahí?

Abrí los ojos sobresaltado y vi sobre mí el cielo. ¿El tormento había terminado? No podía estar seguro. ¿Y si la oscuridad que antes me había envuelto tan solo se había apartado? ¿Y si estaba esperando para volver a devorarme? La sola idea me hizo patalear y bracear con ímpetu, golpeando el aire que me envolvía, rasgando la entonces invisible oscuridad que me había envuelto. Tardé unos minutos en calmarme, en cerciorarme de que me había liberado. ¿Pero por cuánto tiempo?

Me levanté del suelo y giré. Di varias vueltas no pudiendo creer lo que veía, mi Escuela. ¿Podía ser que todo lo que había experimentado no hubiese sido más que un sueño, una de esas horribles pesadillas con las que los demonios atormentan las noches del hombre? ¿Acaso seguía vivo? No tardé en desengañarme. No era tan ingenuo como lo había sido de niño, tampoco iba a ser tan ingenuo como el maestro que había entrado en la mina acompañado de dos lobos con piel de cordero.

Caminé por lúgubres pasillos a la vez tan familiares como desconocidos. Sentía el sabor del fracaso, demasiadas veces lo había saboreado como para no estar familiarizado. También sentía que algo que me atraía. Una mano invisible tiraba de mí y una dulce boca me susurraba que ya nada importaba.

 “Incluso el halcón se cuida de volar demasiado alto y demasiado lejos, Polluelo. Siempre tiene que tener en mente que debe regresar a tierra.”

- Cuanta razón padre- murmuré.- El halcón ha caído… Lo siento. Se ha acabado.

Di la mano a la apatía dispuesto a dejar que me guiara. Tantas promesas realizas y tan pocas cumplidas: a mi padre, a Riqueza Efímera, a Dulce Loto, al Sol Invicto, a Minas de Jade, a Pueblo de Cho, a las gentes del Reino… Se suponía que yo iba a protegerlos a todos, pero ya era imposible. Nadie me podía culpar por ello, era culpa de los Yomas.

- ¡¡No!!- me vi gritando repentinamente y desembarazándome del Guía Invisible. Seguro que todavía quedaba algo que podía hacer. Él me susurraba que no, pero mentía. Los dos borrachos también habían mentido y me había costado la vida.

Entonces, entre las sombras antes ocultas por el Guía Invisible, vislumbré una silueta.

- ¿Quién anda ahí? Descúbrete, esta es mi Escuela- ordené cono tono autoritario.

- "¿Tu Escuela? Es curioso, siempre había pensado que era la mía." -

Entrecerré los ojos intentando reconocer su rostro.

¿Era suya la escuela? ¿Fue suya como también lo había sido mía? Porque no podía engañarme. La Escuela, la verdadera, la que yo había conocido y no aquel edificio familiar y extraño que veía, ya no pertenecía a nadie. Era un edificio vacío, sin un Maestro que transmitiese sus enseñanzas. Ese era otro de mis pecados, uno al que debía poner solución.

- Soy Maestro Garra de Halcón- me presenté-. Soy el último Maestro de la Escuela del Halcón.- Se percibía más pesar que orgullo en aquella afirmación.

- "¿Maestro Garra de Halcón? Ese nombre me resulta familiar, pero mi memoria no es lo que era. A mí me llaman Halcón Anciano, las sombras vacuas de antiguos alumnos que a veces vagan por este lugar. No son ni fantasmas, simples y meros ecos." -

- Halcón Anciano- repetí con una leve reverencia para saludarlo. Su nombre no me sonaba, pero había sido educado en el respeto a los mayores y a los ancestros. Ambos atesoraban la sabiduría adquirida durante sus largas vidas. Yo no había tenido ninguna de las dos cosas.- ¿Dónde estamos? ¿Qué es este sitio?- Todavía quedaba la pregunta más importante.- ¿Cómo puedo salir de aquí?

- "Este es el Pueblo del Halcón Negro, en las tierras del Este del Inframundo. Y en concreto esta es la Escuela del Halcón, o al menos su reflejo en el mundo de los muertos. A veces hay alumnos que precisan de mis enseñanzas, otras veces sólo sombras y ecos.

Interpreto que con salir te refieres a volver al mundo de los vivos. Creo que hay dos formas principales de hacerlo. Una es ser invocado por un descendiente o pariente, especialmente si ofrece su propia sangre como ofrenda. Nada es más delicioso que la sangre de un pariente vivo. La otra es entrando en unas tierras sombrías y saliendo de ellas por el día. Si sales por la noche regresas al Inframundo, pero si sales por la noche entras en la Creación." -

HALCON DE SOMBRAS:

- El rostro del anciano te resulta extremadamente familiar, como también el arco que sostiene en su mano. Pero tu memoria está extrañamente nublada en algunas cosas, y no terminas de identificarle.

Mientras lo observaba me detuve un momento en el arco y también en su arrugado rostro. Sentí que lo conocía, aunque las razones de aquello me eran ajenas. También había creído conocer a Dulce Loto nada más encontrarme con ella la primera vez que la había visto. Sensaciones y sentimientos que por momentos se perdían en las brumas del recuerdo.

- Vuestro rostro me resulta familiar… ¿Quiénes son esos alumnos? ¿Qué puede enseñarles un fantasma?- No tenía familiares, no al menos que recordase-. ¿Dónde están esas tierras sombrías?

Hacía mucho que no hacía tantas preguntas, hacía mucho que el orgullo me había hecho creer que tenía casi todas las respuestas. Pero el Halcón había caído. Antes había sido hombre, uno normal, más tarde un Elegido, un Exaltado solar. Ahora era nada y menos, una sombra de lo que había sido, un mero recuerdo. Y ni siquiera creía que en la tierra quedase nadie guardase un recuerdo mío.

- "Enseño artes marciales, educación, cultura, buenas maneras, historia, religión... También puedo enseñarle a un fantasma algunos trucos que he aprendido desde mi muerte.

Hace tiempo quería volver al mundo de los vivos, así que aprendí algunos trucos de fantasmas errantes, encaminados en esa dirección. Finalmente, algo me retuvo en el Inframundo, o sencillamente perdí mi empuje y mi pasión.

Las tierras sombrías son cualquier lugar de la Creación en el que se hayan producido muertes y sufrimiento. Son lugares donde coexisten ambos mundos. A menudo están dominadas por fantasmas ancestrales de enorme poder, que se hacen llamar a sí mismos "los Señores de la Muerte". Creo que no hay ninguna cerca, o eso creo. Pero en la Escuela hay un pequeño punto desde el que tal vez sea posible pasar al otro lado...

Respecto del título de "Maestro Garra de Halcón" creo que ya no te corresponde, no deberías de usarlo más. Ahora pesa sobre ti una sombra, y tu expresión es furiosa. Te llamaré Halcón de Sombras, creo que es mucho más apropiado para ti." -

Había perdido todo lo que había tenido, todo lo que una vez había sido. ¿Qué más daba perder el nombre? Sí, Maestro Garra de Halcón y yo habíamos sido uno, al igual que antes lo había sido Polluelo. Pero Polluelo había muerto el día en el que su padre lo había hecho y Maestro había sido asesinado por los Yomas.

"¡Esos malditos Yomas...!"

Lo había olvidado por un momento, pero el recuerdo de esos últimos momentos me llenaba de amargura. Debía ser ese dolor el que se traslucía a través de mi rostro, y era el mismo que manchaba mis palabras.

- Llamadme como prefiráis, anciano. No quiero trucos, solo quiero salir de aquí. Tengo asuntos que atender en el otro lado. 

- "Podría mostrarte la salida más cercana que conozco, pero nada conseguirías al otro lado. No sin algunos "trucos".

En el mundo de los vivos sólo somos espíritus, intangibles e invisibles para todos. Inaudibles. Inconsecuentes. Allí podemos ver y escuchar, pero nada más.

No sin esos trucos." -

Y entonces, lentamente, sonríe.

Su sonrisa no me gustaba. ¿Por qué sonreía? ¿Qué le hacía tanta gracia? Estaba muerto como yo, quizá asesinado, y eso no había forma de solucionarlo. Solo la sangre del asesino derramándose en el suelo podía proporcionar satisfacción suficiente como para estar ligeramente feliz.

"Yomas, Yomas, nunca olvides los Yomas."

Abrí y cerré la mano. Si quería matarlos tenía que poder tocarlos. Golpearlos.

- ¿Y cuáles son esos trucos?- le dije ceñudo.- ¿Necesito… necesito poder usar mis manos? 

- "Los Muertos somos a veces muy serios y rimbombantes. Rara vez oirás a alguno hablar de trucos realmente. Les llamamos Arcanoi, Arcanos en singular, y son técnicas para manipular la Esencia del Inframundo y lograr algunos efectos sobrenaturales.

Podría, por ejemplo, enseñarte un Arcanos que te permita susurrar al oído de uno de los vivos cuando estés en la Creación. Eso te permitiría comunicarte.

Existen poderes para causar temor, incluso algunos que permiten manifestar un cuerpo físico a partir de pura Esencia y voluntad. Si bien esa es una senda muy compleja.

Antes de poder aprender los Arcanoi más avanzados, es preciso empezar por los más básicos." -

La complejidad de una tarea y los peligros que implicase no era algo que me hubiese echado atrás antes. Día tras día me había entrenado en cuerpo y mente, buscando la perfección de las enseñanzas de la Escuela del Halcón. El cansancio por el esfuerzo había sido una sensación familiar… ¿Lo había sido realmente? De lo que no había duda era que había luchado contra criaturas de pesadilla. Ellas me habían matado y estando muerto qué más podía perder.

- Un cuerpo.- Ahora tenía un cuerpo, pero si el anciano tenía razón no era el mismo. Y sabía que no podía serlo, el mío debía estar destripado en una cueva. Quizá de él ya no quedasen más que huesos.- Necesito un cuerpo.- ¿Y lo del susurro? ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Aun quedaba algún conocido con quién poder hablar? Y si quedaba, ¿realmente quería hacerlo?- ¿Qué día es hoy, anciano?