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Antigua y parcialmente decadente capital del reino de Wu, nominalmente también del reino de Chia. Se supone que los Reyes Muertos velan por el reino y lo protegen desde la ultratumba, aunque hay indicios de corrupción entre los eunucos administradores de palacio. El Reino de Wu parece cercano a la anarquía debido a la intriga y decadencia de su capital.

AÑO: 761.

LUNA: Menguante.

ESTACION: Aire.

MES: Aire Ascendente.

DIA: 1.

HORA: Mediodía.

POSADA DEL VIAJERO FELIZ:

- "¿De verdad ese es el comienzo de la historia? ¿La Posada del Viajero Feliz?" -

- "Bueno, en realidad ocurrió algo importante un día antes." -

- "¿Ah, sí? Cuéntamelo." -

OCURRIO EL DIA ANTES.

PALACIO DE JUSTICIA DE HSIEN-WU:

OFICIAL:

OFICIAL: - "Caso de Demanda de Responsabilidad Penal y Civil, la Escuela del Halcón Rojo contra el Templo de los Cinco Dragones. Juzgará el caso el Honorable Primer Magistrado del reino." -

- "Bien, el demandante puede exponer su caso. Maestro Garra de Halcón, póngase en pie para dirigirse al Tribunal." -

El Oficial ve que hay un enorme automatón en medio de la sala, tapando la vista a parte del público y le ordena que se coloque contra la pared del fondo.

¿Y yo donde estoy?

DM: - "¡Chst! Silencio. Tus padres acaban de ser torturados y asesinados, caminas por la carretera junto a tus sirvientes con destino a Hsien-Wu." -

¿Y yo y yo?

DM: - "Ahogando tu soledad en sochu en la Posada del Viajero Feliz de Hsien-Wu, donde llevas algunos días malgastando el poco jade que te queda." -

DM: - "Los demás estáis en el Palacio de Justicia, pero guardad silencio, ahora tiene que hablar el Maestro Garra de Halcón. Después hará lo propio el Emisario del Dragón." -

Me puse en pie tal y como me había indicado el Magistrado. Finalmente había llegado el momento que tanto había ansiado y aun así tenía la sensación de que lo hacía demasiado tarde… Con la escuela en ruinas y mi honor mancillado la última esperanza para acabar con aquel conflicto sin sentido, obteniendo reparación por los agravios cometidos durante años, residía en la Justicia, justicia que estaba seguro que obtendría una vez que el juez escuchase los hechos que le iba a relatar.

- Honorable Primer Magistrado, demás autoridades.- saludé a los miembros del Tribunal.

No podía mostrarme nervioso, por lo que tal y como mi maestro me había enseñado a alejar las emociones que desenmascaran las debilidades de un guerrero, respiré profundamente despejando la mente y concentrando todas mis energías en cumplir mi objetivo. Un fugaz vistazo a la mesa frente a la que se encontraba el representante del Templo del Dragón ayudó a tal propósito, avivando con rabia e impotencia la llama que consumía mi alma.

- ¿Qué gloria puede reclamar en el combate el elefante que a una hormiga se enfrenta? ¿No es cierto que el honor que el guerrero encuentra en el combate solo se alcanza en una lucha entre iguales? Los Maestros del Templo del Dragón no lo consideran así y una y otra vez nos han desafiado enviando a un combate contra humanos a guerreros por cuyas venas fluye sangre de dragones.

Tragué saliva recordando las heridas que aquellos monstruos inhumanos le habían causado a mi maestro, más profundas y dolorosas de lo que nunca serían las propias.

- Las derrotas forman parte del camino del guerrero, nos hacen crecer, nos hacen mejorar; no me quejo por ello. Pero los Maestros del Templo del Dragón lejos de estar contentos con sus victorias, cada cinco años han vuelto para pisotear la tierra que debería cobijar semillas nuevas. Han dado palizas a mis alumnos y han destrozado mi escuela hasta que no ha quedado piedra sobre piedra. Su excusa para tanta crueldad es que nos han declarado heréticos, y que por tanto no merecemos ni compasión, ni honor, ni respeto. Mi pregunta es: ¿qué autoridad poseen ellos para bajo normas extranjeras declararnos heréticos?

Al terminar me senté confiado, satisfecho por el discurso que había pronunciado y esperando encontrar en el rostro de mis rivales muestras del nerviosismo que yo había superado.

- "Este Tribunal ha escuchado a la parte demandante. Oigamos ahora a la parte defensora." -

Mientras, bajo mandato del Oficial, tras dudar un segundo mientras miraba a su amo Riqueza Efímera, el automatón se retiró lentamente y en silencio, salvo por los crujidos de su maquinaria interna, engrasada con poco esmero.

En los tiempos de la Primera Edad nunca se habrían dirigido a un automatón servidor directamente, sino al amo, tales eran los usos y costumbres.

Emisario del Dragón, representante del Templo de los Cinco Dragones, se levantó de su asiento en el lugar reservado para la defensa desde el cual había escuchado paciente y tranquilo al representante de la Escuela del Halcón en su intervención, cuando el Primer Magistrado lo requirió para su intervención. Se adelantó hacia el Primer Magistrado y lo saludó con una leve inclinación de su cabeza, al igual que a Maestro Garra de Halcón cuando pasó junto a él para tomar asiento en la mesa de los demandantes.

Guardó silencio durante unos segundos, esperando a que el fondo de la sala acallase los cuchicheos que zumbaban en la sala desviando la atención de los miembros del Tribunal. Allí de pie, en el centro del espacio reservado para su intervención, erguido, impasible y tranquilo, emanaba seguridad y convencimiento sobre aquello que había venido a defender.

Solo cuando en la sala reinó el silencio más absoluto comenzó a hablar con una voz tranquila, suave, y carente de ningún tipo de reproche directo sobre Maestro Garra de Halcón. Habló con objetividad sobre los hechos que los habían llevado allí, con la misma inflexión en su voz con la que podía haber defendido un hecho tan natural y cotidiano como que el caudaloso río Hu recorría aquella tierra. ¿Quién osaría discutir aquella verdad absoluta y comprobable por cualquier persona?

-Desde hace muchos años, muchos más de los que han transcurrido desde mi nacimiento, de los que yo he sido capaz de ver y solo conozco por las historias y las enseñanzas de aquellos que han sido y son mis maestros, se celebran competiciones entre las diferentes Escuelas de artes marciales de este reino. Sin diferencias, sin distinciones. Todas aquellas Escuelas que dicen ser tales tienen el honor y la oportunidad de participar. Sin diferencias. Mi Escuela está formada por verdaderos maestros que conocen perfectamente sus enseñanzas, maestros que buscan compartir los secretos místicos de las artes marciales con el fin de usarlas para hacer el bien y difundir la palabra de la justicia. Y para eso, solo aceptan entre sus discípulos aquellos por los que corre la Sangre de los Dragones, los únicos capaces de entender en su integridad y complejidad sus enseñanzas, los únicos espiritualmente avanzados para comprenderlas. No es culpa de mi Escuela, la Escuela del Dragón, que existan Escuelas con maestros desconocedores de la materia que enseñan, Escuelas que acepten a simples mortales en sus filas y que los sitúen y los hagan soñar con una competición en la que se enfrentaran a Sangre de Dragones de mi Escuela, hijos de elementales o de espíritus de otras, una competición que no está reservada para simples mortales, com oson los integrantes dela Escuela del Halcón, incluidos sus maestros. No se nos puede juzgar, ni mucho menos reprochar, que luchemos sabeedores de nuestro poder, que no incumplamos nuestras enseñanzas, nuestros conocimientos y que seamos fieles a nuestros maestros y a nuestra naturaleza, solo por darle una oportunidad a aquellos que piensan que están a nuestra altura, pero no solo no lo están, sino que desconocen nuestra finalidad, nuestras artes y nuestros fines. Si ellos se dicen llamar Escuela y aceptan luchar contra Sangre de Dragones, en el caso que aquí nos ocupa, o están a la altura o, simplemente, no tendrán ninguna oportunidad.

Hizo una pausa mirando al Primer Magistrado y encogiéndose levemente de hombros.

-Desde que recibí la misión de venir aquí a defender a mi Escuela hasta este momento en el que he hablado, sigo sin ver el sentido de esta demanda, salvo tal vez, el desconocimiento y la ingenuidad de quien no conoce el sitio que ocupa ni del alcance de sus acusaciones. Y respondiendo a la pregunta que realizó -dijo sin pronunciar el nombre de la persona que estaba defendiendo a la Escuela del Halcón pero sin ninguna inflexión en su voz que inclinara la balanza de sus sentimientos o pensamientos hacia ningún lado en concreto. Hechos objetivos de nuevo- ¿No debe considerarse herético a todo aquello que provenga directamente de los Anatema como lo es la Escuela del Halcón? Creo que esta pregunta se contesta por si sola. ¿Normas extranjeras? Hace más de treinta años que llegamos a estas tierras, yo nací aquí y llevo a esta tierra en el corazón. No creo que hoy, después de tantos años se nos pueda considerar extranjeros. Pero eso deberá juzgarlo, Su Señoría, igual que la validez o no de las acusaciones formuladas contra mi Escuela.

Inclinó levemente su cabeza en señal de que había finalizado su intervención.

Riqueza Efímera se recostó suavemente en su asiento. Su sencillo y amplio sombrero de paja de arroz, inclinado hacia delante, sombreaba sus facciones y sus manos descansaban sobre su regazo. El juicio aún no había empezado y los murmullos y cuchicheos de la gente, junto al sol de aquel agradable día de la estación de Aire le provocaron una leve somnolencia, por la que se dejó arrastrar.  Una súbita comezón le obligó a abrir los ojos y mirar el dorso de su mano. En ella, una pulga mordía con aparente fruición. Frunciendo el ceño la tomó entre dos dedos y miró a derecha e izquierda. A su lado pudo ver a una mujer gruesa y basta, con la piel del rostro marcada por la viruela y un bozo respetable que desprendía un acre aroma a sudor seco y bosta de caballo.

- Señora, me atrevo a afirmar que es usted generosa con sus dones. En exceso - le dijo al tiempo que sacaba su pay-pay para abanicarse en un fútil intento de escapar a las miasmas que desprendía -. Sin embargo, le agradecería mantuviera a raya a sus inquilinos - comentó desabridamente, arrojando la pulga hacia ella con un chasquido de sus dedos.

En aquel momento, escuchó cómo un oficial exigía a Patán Sabio que se retirara. Una risilla brotó divertida de entre sus labios mientras le veía obedecer y retirarse, tras mirarle en busca de alguna instrucción que no le iba a llegar. Al menos, no había gemido ni protestado, como era habitual en él, recordando en voz alta los gloriosos tiempos pasados que había vivido. Ah, el pasado pasado estaba y su presente era el que era. Algún día lo asumiría aquel montón de chatarra.

Y finalmente empezó. Escuchó los argumentos de uno y otro, sin un verdadero interés de su parte, y cabeceó negativamente mientras suspiraba cuando concluyeron.

- "Hummm... Maestro Garra de Halcón, este Tribunal necesita saber si es cierto, en todo o en parte, que las enseñanzas de su Escuela derivan de los crueles Anatema de la antigüedad, aunque fuera de forma indirecta. Le recuerdo que se encuentra bajo juramento." -

No podía creer lo que estaba escuchando, lo que el emisario del poderoso Templo había dicho. Cómo con total indiferencia había intentado justificar su abuso de poder, las palizas a mis alumnos y los destrozos en mi escuela, algo que sin duda iba mucho más allá de la razón que había para los retos entre escuelas.

Me levanté tal y como había hecho previamente y sin titubeos respondí con sincerad a la pregunta que se me había formulado. Sin patrimonio, sin alumnos con los que realizarme a través de mis enseñanzas tan solo la verdad me quedaba, la convicción de haber sido sincero en todo cuanto hacía y decía.

- Es cierto, su señoría. Las enseñanzas de mi escuela, transmitidas durante generaciones, tienen su origen en los Dorados mucho antes de que la corrupción permitiera al mal anidar en sus corazones dando origen a los Anatema. Pero las enseñanzas son solo eso, un papel en blanco, una herramienta. Por eso en mi escuela los maestros no se han limitado a enseñar las artes del combate, han sido sobre todo maestros en la vida. Todos y cada uno de ellos han sido ejemplos de rectitud, bondad, sinceridad y justicia; un espejo en el que todos sus aprendices pudieron reflejarse y que terminó grabándose en sus corazones.

- "Hummm... ¿Desea la defensa añadir algo más?" -

En su mente, o en lo que tenía el automatón por mente, Patán Sabio seguía dándole vueltas a la amonestación del oficial. En los silencios podía llegar a escucharse su maquinaria, acelerada por la situación, como podría escucharse respirar nerviosamente a un humano. Y no poder protestarle a Riqueza Efímera para que le defendiera... Pero no podía interrumpir en un juicio sin haber sido interpelado, eso no había cambiado en cientos de años.

Abandonó esos pensamientos cuando avanzó el juicio. Si lo que decía Emisario del Dragón era cierto, se trataba de un Vástago del Dragón. Eso le traía recuerdos de su época, y de lo que hicieron algunos de ellos en la Usurpación, aunque los eventos que ocurrieron antes de su fin eran borrosos. Sí recordaba cuando servían a los Dorados, como a la Emperatriz Celeste y a los Niños. Ooooh la Emperatriz, tan llena de amor y cariño...

Pero el pobre Maestro, aunque sus enseñanzas vinieran originariamente de los Dorados, los hombres no le perdonarían la parte de los Anatema... Oh, no, en absoluto, lo había visto tantas veces, como con la hechicería de Vela Vespertina en la Primera Edad... Al mismo tiempo, Patán Sabio negaba con la cabeza.

Cuando se le ofreció de nuevo la palabra, la última intervención a la que tendría derecho antes de que el Primer Magistrado dictara sentencia, Emisario del Dragón se puso en pie. Pero esta vez no avanzó en la sala sino que permaneció allí, en el lugar que le habían asignado. Su intervención sería corta, no tenía sentido alargar lo que no podía ser de otra manera.

-Primer Magistrado –dijo, acompañando sus palabras con una leve inclinación de cabeza- Todo tiene un lugar en este mundo. Es una de las primeras enseñanzas que recibí a mi llegada al Templo –guardó silencio durante unos segundos en los que sus palabras flotaron en la sala cargadas de significado- Soy un simple defensor de mi Escuela y no dispongo del conocimiento necesario para inclinar la balanza hacia una Escuela u otra, si tuviera tal poder no estaría aquí ahora. Solo sé que seguimos haciendo lo que se ha hecho siempre, no solo con la Escuela del Halcón, no, con todas las Escuelas de Artes Marciales del Reino. La única diferencia y sí, la hay, es que mi Escuela reta a la del Halcón cada cinco años y no cada año como a otras Escuelas. Y eso solo es por una razón. Sabemos de su interés, de su afán, por igualarse a otras Escuelas, de sentirse al mismo nivel espiritual, al mismo nivel en la lucha, en la concentración, en la astucia y en la sabiduría del combate leal, y solo por ese afán, por esa ansia de superación, mi Escuela amplía la separación entre los combates de uno a cinco años para intentar que lo consigan y que el combate esté igualado, que todos tengamos oportunidad de un combate en el que nos superemos y aprendamos. Pero cada cinco años nos encontramos con la misma situación. Y nada ha cambiado hasta ahora.

La mirada de Emisario del Dragón se desvió hacia un aleteo que descubrió cerca de una de las ventanas. Allí, atravesando un rayo de sol que entraba oblicuo por la ventana terminando cerca del Tribunal, una mariposa revoloteaba arremolinando a su alrededor las motas de polvo que parecían brillar a su alrededor, flotando en el aire cargado de la sala.

-Todo tiene un lugar en este mundo, un lugar que se labra a lo largo de no una, sino de muchas vidas, de muchos siglos, de muchas acciones, buenas y malas. Ningún lugar es malo si se asume y se actúa en consecuencia intentando que el siguiente sea un paso más alto, un paso más cerca de los Cinco Dragones.

Las motas de polvo dejaron de arremolinarse y girar vertiginosamente cuando las alas de la mariposa la alejaron del rayo de sol, y siguieron su recorrido lento y sin rumbo a través de la sala.

-Estas son las palabras que defienden a mi Escuela, Primer Magistrado. Aceptaremos su decisión respecto a este caso, sea cual sea.

Con otra pequeña inclinación de cabeza, volvió a tomar asiento y esperar las palabras del Primer Magistrado con tranquilidad, confiado en la verdad que defendía.