Partida Rol por web

- "¡Mirad, ya regresa la barcaza de los nobles de Quince!" -

- "¡Es demasiado pronto, no les ha dado tiempo a viajar a la capital y volver!" -

- "¡Mirad, en cubierta! ¿Quiénes son esos dos?" -

- "El de rojo parece un monje... ¿Será un Inmaculado? ¿Han venido los Dragones a ayudarnos?" -

- "¡Loado sea el Cielo, esos nobles han traído ayuda! ¿Quién lo iba a decir?" -

Emisario se acercó a la borda al oir las voces.

-Saludos, buenas gentes de Minas de Jade. ¿Qué ocurre? ¿Hay noticias interesantes?

- "¡Noble señor! ¡Por favor, Minas de Jade necesita ayuda! Venid conmigo, os llevaré ante el Capataz Furia Veloz." -

-Mis señores-dijo, dirigiéndose a los nobles-ésta pobre gente necesita ayuda, y no puedo negársela, más ahora que me han visto y tienen algo de esperanza. Si quieren esperarme, solucionaré ésto todo lo rápido que pueda y volveré para ayudar a arrozal quince.

Al final los nobles habían ordenado a sus marineros guiar el barco al embarcadero de Minas de Jade. Allí, en torno a la gente que se aglomeraba para ver a los recién llegados, se empezaron a escuchar las voces esperanzadas de los aldeanos cuando creyeron ver al monje. Como no, Emisario nada más escucharlas había acudido para despejar toda duda. Le encantaba pavonearse, hablar de la sangre que corría por sus venas, recordar su condición superior…

Meneé la cabeza con desaprobación cuando escuché su pobre presentación, sus palabras ensalzando el “amor” que le tenía el pueblo, las excusas innecesarias para con los nobles, las palabras vanas; y me acerqué al hueco en el que se había colocado la pasarela. Bajé dispuesto a comenzar tan pronto como me fuera posible con la tarea que nos había llevado a allí.

AÑO: 761.

LUNA: Nueva.

ESTACION: Aire.

MES: Aire Ascendente.

DIA: 11.

HORA: Media Tarde.

- "Vuestros deseos son órdenes para nosotros, Eminencia." - Dice uno de los nobles, aunque es obvio que los tres están arrepentidos de haber conducido la lujosa barcaza hasta Minas de Jade.

- "Ordenaremos a los marineros que compren suministros, por los Cinco Dragones no os entretengáis más de lo necesario." - Apostilla el segundo.

- "Eminencia, tal vez deberíais escuchar al muy noble e instruido Maestro de la Escuela del Halcón. Podéis dejarle a él investigando aquí mientras vos seguís viaje con nosotros dentro de una hora o dos..." - Interpone el tercero.

-No-respondió, más cortante y con más énfasis del que le habría gustado, pero rápidamente suavizó el tono-no es prudente hacer esas cosas. Ya saben uno de los proberbios de los sabios de la guerra: divide y vencerás. Si nos dividimos, podría ocurrir que los Yoma se aprovecharan de ello. Debemos hacer una limpieza metódica y concienzuda para que todos podamos estar a salvo.

De repente resuena una voz tremendamente autoritaria en el muelle.

- "¡De rodillas todos, viles plebeyos! ¡Nos visita un eminente Hijo de los Dragones y no mostráis el debido respeto! ¿Qué clase de gentuza sois? ¿Qué pensará de nosotros el Exaltado? ¡Todos al suelo, genuflexos! ¡Ya!" -

El hombre autoritatorio se arrodilla ante Emisario del Dragón cuando éste baja a tierra.

- "Muy honorable Hijo de los Dragones, soy el Alguacil Miong Jin, humildemente os doy la bienvenida a Minas de Jade." -

Todos los presentes se arrodillan obedientemente, en señal de respeto.

-Tranquilo Alguacil, no es necesario ponerse nervioso. Lo único que pienso al ver a éstas gentes es que son buenas y respetuosas personas, pero abrumadas por un problema. Problema que me gustaría conocer y solucionar, si está dentro de mis capacidades.

Dijo, levantándo un poco las manos para serenar al Alguacil.

Nada más poner pie en tierra escuché las palabras de los nobles que aun seguían en su barco. No me molesté siquiera en girarme cuando por primera vez escuché que uno de ellos hablaba de mí con respeto, se veía a la legua que la razón no era otra más que el interés. Sin ninguna duda querían a Emisario con ellos, yo poco les importaba, se habían hartado de decir que yo era su sirviente…

Poco después una voz se había alzado por encima de la del resto, una voz que pedía respeto para un hombre que no lo conocía, el mismo hombre que había sido instruido con mentiras en el Templo de los Cinco Dragones. Mientras todos se arrodillaban y el Vástago del Dragón escupía más palabras inútiles, yo permanecí en pie, inmóvil, con el ceño fruncido.

- El tiempo corre en nuestra contra- apostillé por si acaso se le había olvidado.- Necesitamos toda la información de la que dispongáis para poner fin a los… problemas- dije al Alguacil tras saludarlo con una leve inclinación de cabeza. Aunque me había dirigido a él con respeto, en mi tono se traslucía cierto recelo; todavía recordaba que el Yoma con el que había acabado se había hecho pasar por el Alguacil en el anterior pueblo.

El hombre mira a Garra de Halcón, obviamente preguntándose quién es.

- "¿Vos sois también un Inmaculado? Por favor, vengan los dos conmigo a la Casa del Capataz. Allí les explicaremos lo poco que sabemos sobre lo que está sucediendo." -

El Alguacil dirige una breve reverencia hacia Garra de Halcón y después señala con sus manos hacia la calle principal.

Este es un pequeño enclave minero, con una calle principal y un par secundarias. En total deben de haber unas ochenta casas. Al fondo se ve un gran peñasco y lo que parece una enorme entrada hacia el interior de las minas.

Cerca de la entrada parece haber una plaza con un mercado y los edificios principales, la Casa del Capataz y la del Alguacil.

Ante los muelles hay unos almacenes y después una muralla de piedra de unos dos metros de altura promedio, con una barbacana que conduce a la calle principal.

Emisario caminó con gran serenidad y ceremonia, algo que había asimilado por sus años en el templo al ver a los otros monjes hacerlo. Sin embargo, lo hacía involuntariamente, y le daba un aire de orgullo que algunos no veían con buenos ojos.

No le gustaba demorar demasiado las cosas, y más con otro pueblo que necesitaba su ayuda...pero era comprensible que el Alguacil quisiera hablar sobre el problema en privado, para no alterar aún más al pueblo.

A si que simplemente se limitó a seguirle.