Partida Rol por web

 —No sé cómo estás tan emocionada, o sea, vamos a entrar en una cueva sucia y oscura y allí podemos morir o sufrir cosas peores— replica Anabella.

Entráis en la cueva rápidamente y con cautela, avanzando hasta llegar a una caverna donde veis a un grupo de bandidos haciendo el vago y observando las mercancías y los botines de sus fechorías. Damian se oculta tras una roca y os observa esperando a que estéis listas.

—¡Estamos combatiendo el mal! —Cuando Ana me hace esos comentarios pesimistas, de verdad me saca de quicio—. Claro que hay riesgo, ¡pero mira lo que lograremos si lo hacemos bien! Y lo vamos a hacer bien, cuento contigo, ¿sí?

Ya no hay que hablar más o nos oirán.
—Necesito que me pongas la armadura sagrada, porque iré de frente. Quédate cerca de Damian a una distancia media y me apoyas desde ahí.
Sin aguardar un segundo más, me lanzo sobre ellos. Olvidé contarlos... pero creo que eran, ee, ¿cuatro?

Doy un salto y bajo la espada sobre el primero, quien ha sido pilaldo completamente por sorpresa e intenta cubrirse con el brazo, ya que no tuvo tiempo de agarrar su arma. Y le rebano la mano como si fuera de manteca. ¡La espada de mamá está afiladísima! Es la primera vez que la uso en una persona y... y... ay, no...
—¡Lo siento! ¡Lo siento mucho, perdón! —grito, preocupada.
¡Pero si se lo ha buscado por hacer cosas malas! Digo, no, nadie merece este nivel de violencia... em...
—¡Por favor, entréguense y arrepiéntanse y nadie más saldrá herido! —grito otra vez, en posición de guardia, asiendo la espada al frente con ambas manos. Y estoy que no paro de temblar.

Damian empieza el asalto con un certero disparo furtivo que incapacita a uno de ellos, y tú te lanzas al ataque después de que Anabella te lanzara un conjuro que te protege de los impactos.

Le cercenas el brazo al primero, y cuando te disculpas otro te flanquea.

—¡Puta elfa, te voy a cortar las orejas!

Pero no llega a lanzar el ataque porque Frost lo retiene agarrándolo del pantalón con sus fauces, permiténdote neutralizarlo.

La refriega no dura mucho y habéis logrado derrotar al enemigo sin problemas.

 —Vaya, o sea, ha sido más sencillo de lo que creía.

 —Porque hemos pensado y ejecutado un plan, además de que teníamos el factor sorpresa de nuestra parte. ¿Revisamos esto para encontrar el broche de la señora?

—¿QUÉ SIGNIFICA ESTO?— os interrumpe una voz grave y ronca, procedente del fondo de la cueva —¿QUIÉN HA OSADO VENIR AQUÍ A INTERRUMPIR MI SUEÑO Y ATACAR A MIS HOMBRES?

Se asoma del fondo de la cueva un ogro enorme y aparentemente muy fuerte, armado con unn machete que para vosotros parece un mandoble sobredimensionado.

 —¡IIIIH! ¡O sea, qué feo y grande! ¡Nos va a machacar!— exclama horrorizada Anabella.

Damian toma altura subiéndose a unas cajas y prepara el arco.

 —¡No queda otra que pelear! ¡No podemos irnos de aquí!

—¡No soy nada de eso! —le grito al hombre que me insulta, a la vez que doy un giro para evadir su garrotazo y sajarle los dedos con mi espada.
—Pues ahí tienes, ahora nunca más podrás levantar un arma para hacerle daño a alguien. 

Cuando termina la escaramuza, nos disponemos a atarlos con unas cuerdas que ellos tenían por ahí. Estoy que no quepo de felicidad, nuestra primera misión está siendo un éxito. No puedo parar de imaginarme lo contenta que se pondrá mamá cuando oiga de esto.
"No has hecho nada más que cumplir con tu deber", me dirá con su semblante estoico, ¡qué emoción! Que me diga eso es de verdad muy motivador.

—Revisemos, revisemos.
Entonces oigo esa voz fuerte venir del fondo y se me erizan las orejas. Nunca había visto un tipo tan grande, además se ve fuerte y peligroso, pero no puedo asustarme, no voy a amedrentarme ahora, que nos está saliendo todo tan bien.
—Tranquila, Ana, nadie nos va a machacar —le pongo una mano en el hombro para calmarla y elevar su espíritu—. Somos mejores que él y lo acabamos de demostrar, trabajemos juntos, ¿vale? Confío en ti.

—¡Dame la armadura y mantente detrás de mí! —grito entonces, haciendo un ademán mientras cargo la espada con la otra mano—. Los cubriré para que Damian pueda abrir distancia y conseguir un buen disparo.

Y chocamos. Es tan fuerte que al bloquear su manguerazo me deja doliendo los dedos, pero no voy a flaquear, le demostraré que yo tampoco soy una debilucha, que no se deje engañar por mi aspecto. Además, si me pongo a evadir, aprovechará las aberturas para atacar a Anabella, no puedo permitir eso. Sigo bloqueándolo con ímpetu y entusiasmo, incluso abriendo escudos de luz en las instancias en que no me da tiempo de interponer mi arma, pero aún son demasiado frágiles y los rompe de un golpe. 
Entonces, justo cuando levanta los brazos para dar un último sablazo horizontal, aprovecho mi pequeña estatura para agacharme y colarme detrás de él, dándole una fuertísima parada en el culo que lo desestabiliza.
—¡Damian! ¡Ahora!

Damian dispara su flecha rápidamente cuando tratas de desestabilizarlo, pero el enemigo es demasiado grande y fuerte como para lograrlo. Para colmo el ogro logra protegerse de la flecha cubriéndose con el brazo y el proyectil se clava muy poco gracias a su gruesa piel.

Acto seguido te aparta de una patada y agarra una de las cajas para lanzarlo contra Damian, alcanzándole de lleno y tirándolo al suelo.

El ogro se dispone a rematarlo aprovechando que lo ha derribado pero le frena Frost, quien le ladra furiosamente. Damian aprovecha eso para reincorporarse y tratar de alejarse.

 —¡Estoy bien! ¡Vamos!

—¡Damian!
Se está complicando, es mucho más duro de lo que creía, las flechas no le harán nada. Inmediatamente me interpongo de nuevo para evitar que el ogro encare a Anabella, confiando en que Damian se encuentre bien, tal y como dice. 
—Ana, ya no necesito la armadura, ¿puedes transferir toda esa energía a mi arma? —Le pregunto, sin apartar la vista de los ojos del enemigo.
...
—¡Los ojos! —le grito a Damian—. ¡Fíjate si puedes apuntarle a los ojos! Sé que puedes hacerlo, tómate tu tiempo en concentrarte, yo lo entretengo.
Cuando el ogro da otro paso, vuelvo a hacerle frente.
—No, tú no te mueves —le grito, desafiante. Nuestras armas golpean una y otra vez, mientras busco la forma de sostener la mía de modo que no me hagan doler la mano los impactos. Ni demasiado fuerte ni demasiado suave, dejando espacio para que la fuerza del choque se disipe. La magia de Anabella ayuda mucho a amortiguar.

—¡Grrraa!
Con un último grito, acabo partiendo en dos el machete. Su punta sale volando y se clava lejos en el suelo.
—¡Viste que podemos! ¡Ana, aprovecha ahora para ayudar a Damian a recuperar sus fuerzas!
Sé que seguirá con puños y dientes, así que no me despisto ni un segundo, pasando ahora a la ofensiva.

 —¡Lo sé, solo necesito que lo distraigáis un poco!

Cargas al frente encarando al ogro y con un espectacular movimiento destruyes su mandoble. Anabella mientras tanto usa su poder para mitigar el dolor de Damian quien se está tomando su tiempo para lanzar su flecha.

Finalmente sale disparada, atravesando el ojo del ogro quien brama de dolor y se lleva la mano a la herida a la par que clava la rodilla en el suelo. Está a tu merced.

Cuando se hinca, salto sobre su rodilla para impulsarme y subir hasta por encima de su cabeza.
—Lo siento, pero no puedo permitir que sigas perturbando la paz.
Y, bajando el arma, le corto el cuello.
—Descansa... —murmuro, no con tanta alegría como la que esperaba por la victoria. Cuando se me acercan los demás, me doy vuelta despacio, mostrando los ojos humedecidos y preocupación en toda la cara.
—A-ana... —la llamo, a punto de llorar—. He dejado manco a uno y maté a este. E... ¿eso me hace igual de mala que ellos? No quiero ser malvada.

Y el ogro cae inerte sobre el suelo de forma pesada, y su cabeza rueda por la cueva.

Anabella suspira con pesadez.

 —¿Eres tonta? O sea, solo has herido o matado a tipos malos. Para que fueras mala tendrías que andar hiriendo a inocentes y robarles el dinero.

 —En realidad la bondad y la maldad son conceptos muy relativos, y dependen del punto de vista y la cultura de cada uno. Lo que tienes que pensar, Shionne, es si está bien que no sientas nada por matar o herir a la gente. Solo un monstruo sería incapaz de sentirse mal o culpable por herir o matar a otros por primera vez. Tú simplemente eres una persona con conciencia y buen corazón. Eso no tiene nada de malo.

Damian termina la explicación con una sonrisa amable mientras se duele discretamente el costado.

 —Ahora voy, o sea, estate quieto mientras te curo.

Los dos tipos que vigilaban la entrada os ven allí con cara de espanto.

—¡Mierda! ¡Se cargaron al jefe y a la banda!

—¿Y qué hacemos?

—¿Tú qué crees? Si peleamos nos revientan. Además, no hemos podido recuperar la llave por culpa de ese maldito ratón.

Ambos se miran fijamente, dan media vuelta y se van.

—A la mierda, volveré a la granja de mi padre a llevar una vida más hornada.

—S-supongo que sí —respondo, con una sonrisa tímida—. Eran ellos o nosotros.

Cuando veo que los guardias de la entrada aparecen, voy acercándome a ellos con tranquilidad.
—La vida honrada puede ser más difícil, señores —les digo mientras limpio la espada y la guardo—. Pero siempre trae los mejores frutos. Es a esto a lo que me refiero, Ana, Damian —los miro a ellso por encima del hombro—. No puedo privar a las personas de sus vidas, no tengo ningún derecho. Les estaría quitando la oportunidad de arrepentirse.
Me vuelvo hacia ellos ahora.
—Adelante, regresen a sus hogares, formen una familia. Verán que no hay nada más hermoso que la sonrisa de un niño que ve a su papá llegar a casa luego de un largo día de trabajo en el campo, ¿el tuyo se alegraba mucho de verte luego de esperarlo todo el día? Aunque ya estés grandecito, creo que te recibirá con los brazos abiertos y te perdonará por todo lo que hiciste. Estoy segura de que, allá de donde vienen, hay alguien esperándolos y que los extraña. ¡A los dos! ¿Y qué manera más linda de compensar todo esto que convirtiéndolo en abuelo?

Me pone muy triste no poder decir lo mismo del ogro. ¿Son todos así de malos? ¿Será que nadie los comprende?
—Ah, eh, la llave... em... Un momento, primero quiero hacer algo.
Regreso entonces a donde yace el ogro y me pongo de rodillas para dedicarle una oración y pedir perdón por asesinarlo. Al menos encontrará la paz en el otro mundo, si no ha podido ser en este. Lo siento mucho.

—¿Pudieron encontrar el broche? —pregunto al volver, mirando alrededor.
Descubro al zorro todavía encerrado y tiritando de miedo en esa jaula diminuta. Cuando Tickle me trae la llave que se había llevado, no gasto ni un segundo y voy a liberar al animalito.
—¡Ah!
Nada más abro la puerta y me salta encima. Caray, es tan pequeño que cabe en mi escote, y parece que ya se hizo su morada allí.
—M... me...
Ya venía frágil por haber lastimado a esta gente y matado al ogro, ahora no consigo frenar las lágrimas.
—Me quiere... Todos los animales siempre me odian, pero él me quiere... ¡Ana, mira! Me está dando un abrazo. A... a su manera, pero bueno. Tú nunca me das abrazos. Nadie lo hace.

Ambos asienten con la cabeza y se marchan corriendo.

 —Dudo que esos dos causen más molestias.

Mientras ellos buscan el broche, tú vas a liberar al zorro que está encerrado en la jaula. Cerca te espera Tickle, quien te deja la llave para que la cojas. El zorro te mira tembloroso hasta que ve que abres la jaula para que pueda salir, y ahí salta hacia ti acomodándose en tu escote.

Anabella y Damian salen alarmados por tus gritos y observan cómo el zorro está muy cómodo contigo.

 —¡Míralo! O sea, no es nada tonto.

 —Tiene pinta de que está agradecido por ser libre otra vez. Deberíamos dejar que regrese a su hogar— el zorro mira  a Damian y niega rápidamente con la cabeza, refugiándose más en tus pechos —Vaya, parece que no quiere separarse de ti. ¿Crees que serás capaz de cuidarlo?

El pequeño zorro levanta las orejas al escuchar eso y mira hacia ti.

—¡Pon pon!— dice con una adorable vocecilla.

—Esh un mimosho... —canturreo mientras le acaricio el moflete con el dedo—. ¡Por supuesto que puedo cuidarlo! Será nuestro nuevo miembro del grupo, ¿verdad, Pon-Pon?
Se me escapan risas tontas mientras lo sigo mimando.
—Pero me parece que te estás aprovechando de tu lindura, ¿eh? No te olvides que nos tienes que devolver algo.
Hago una pausa para levantarlo en mis brazos.
—Los chicos buenos no son ladrones, robar está mal ¿sí? —le digo al zorrito, en tono meloso—. Así que, por favor, nos dirás dónde está ese broche para que podamos llevárselo a la señora, que lo extraña mucho. Entiendo que estabas muy asustado y seguro no lo habrás hecho queriendo, pero tendrás que pedirle perdón también.

—¿No les parece raro su color? Nunca he visto un zorro verde antes. Su cola es muy mullida además, ¡y habla gracioso! Es demasaido pequeñito también, ¿será un cachorro? ¿Sus papás lo estarán buscando?
Cada vez que dice "pon" con esa vocecita se me colorean las mejillas y me dan ganas de abrazarlo.
—¡Es un tierno! —exclamo, abrazándolo más, entre risas tontas—. Je, jeje. ¡Pon! 

—¿Pon?— el zorro te mira ladeando la cabeza. ¡Es terriblemente adorable!

 —De hecho he encontrado el broche. Los piratas lo tenían entre su botín— te entrega el broche —Vosotros id a devolvérselo a su dueña, yo iré a buscar a las autoridades para que se ocupen de esta panda.

—Pon pon —le respondo, feliz.

—Ah, ¡gracias, Damian, por todo! ¿Nos volveremos a ver? ¿Vives cerca?

Y ya acabado el trabajo, regresamos a la casa de la anciana con el broche. Se lo acerco a Pon-Pon entonces para que sea él mismo quien lo devuelva y se disculpe.
—Vamos, tú puedes —le digo, con una sonrisa radiante—. No tengas miedo, Ana y yo estamos contigo.

 —Tenía pensado descansar una temporada en el templo, así que nos veremos más a menudo.

Al llegar a la casa de la señora, Pon-Pon coge el broche con su boquita y se lo acerca a la señora, quien lo recoge con sumo cuidado.

—Por fin, de vuelta mi broche. Gracias por devolvérmelo y perdona por atacarte con la escoba.

—¡Pon!— responde el animal animado y agitando sus colas.

La señora os sonríe.

—Muchas gracias por recuperar el recuerdo de mi difunto marido. Que los dioses os lo pague con fortuna y muchos hijos sanos.

—Em, bueno, aún no he conocido a mi caballero —respondo con timidez a la señora, titubeando y apartando la mirada—. Pero espero que aún tengan en cuenta tu bendición para cuando llegue ese momento.

Pon-Pon regresa conmigo y le mimo la cabeza, acariciándolo con el dedo.

—Y aquí tenemos a un gran caballerosito. ¿Viste que iba a ir todo bien?

Me despido de la señora, aceptando gustosamente su agradecimiento como recompensa. Mi familia tiene dinero como para comprarse este pueblo entero, no necesito que ella sacrifique de lo poco que posee para pagarme con algo material, me basta con verla feliz.

—Ana, ¿vamos a ver a maestro Flavio y le contamos?

Pon-Pon disfruta tus mimos, e incluso con la cabeza va buscando el contacto con tu mano.

 —Vale, o sea, a mí me viene bien poder echarme por fin a una cama blandita y vegetar el resto del día.

Regresasteis al templo en el que pudisteis descansar. Flavio no estaba allí, sin embargo apareció un par de horas después con algunas compras que ha hecho.

 —Oh, habéis regresado antes de lo que esperaba. Y por lo que veo ha ido bastante bien si hasta habéis traído un nuevo amiguito.

—¡Pon!— exclama Pon-Pon risueño, agitando su suave cola de forma que te golpea la cara causándote cosquillas.

 —Quería sorprenderos, pero da igual. Pensaba recibiros con un estofado de rechupete.

—¡Sí! Se llama Pon-Pon —le respondo feliz, levantándolo en mis brazos para acercarlo a mi maestro—. Pon-Pon, este viejo tonto y atrevido es el maestro Flavio. Es gracias a él que pudimos rescatarte, porque me ha estado enseñando muchas cosas guay.

Vuelvo a dejar al animalito en el suelo y me quedo pensando. Es verdad que me ha estado entrenando muy bien y he progresado mucho, así que tal vez...
—Em, maestro Flavio —intento llamar su atención mientras nos sentamos a la mesa—. Ya viste con qué éxito completamos nuestra primera misión importante, donde había un verdadero riesgo. Así que, em, tal vez... tal vez podría iniciar la segunda fase de mi entrenamiento. Dijiste que tenía un enorme poder latente, pero que habría que pulirlo para no provocar desastres. No... ¿No sería ya hora de comenzar con eso? ¿Estoy lista ya?

De hecho, la razón por la que me recibió como su alumna fue por este poder. Quisiera saber más sobre eso, pero nunca me explica nada.

Flavio te mira sopesando lo que dices durante un momento. Cuando quieres darte cuenta ya estás en el suelo, derribada por un rápido movimiento del veterano espadachín quien sigue en pie. ¡Te ha mandado al suelo como si nada!

 —Aún no dominas tu cuerpo, mira cómo has caído. No pretenderás querer dominar poderes superiores cuando aún no sabes cómo caer adecuadamente cuando te derriban, ¿no crees? Paciencia, aún no es el momento para eso. Continúa con el entrenamiento, pues apenas estás arañando la superficie. En fin, voy a preparar el estofado.

Flavio se retira con la compra poniendo rumbo a la cocina del templo. Anabella te observa desde arriba mientras sigues aún en el suelo, a la par que Pon-Pon se acerca y te lame la mejilla.

—¡Bastaba con decírmelo! —le grito, ofuscada, desde el suelo—. No hacía falta hacerme eso, malo.

Me quedo refunfuñando en el suelo, alejando de mi cara a Pon-Pon, que no me gusta que me laman, que me deja toda sucia y pegajosa.
—Y tú podrías tenderme una mano para ayudar a levantarme —le digo a Anabella, que se quedó mirándome.

Luego de que me levanto, me lavo la cara y voy hasta donde se iba Flavio.
—Espera, te ayudaré a pelar las verduras. ¿O hay algún entrenamiento para mí hoy?