Partida Rol por web

 —¿Bromeas? O sea, puedes levantarte tú solita.

Te levantas y vas a la cocina para ayudar a Flavio.

 —Ah, no, quería que descansarais de vuestro primer trabajo. Insisto, descansa con mi hija y vuestro nuevo compañero.

—Entre tú y tu padre no sé quién es el más grosero —murmuro mientras me levanto de un salto. Que sí, que puedo, pero ¿dónde está la cortesía? ¿No somos amigas? Jo.

—¿Descansar? —repito, todavía molesta, y empiezo a agitar los brazos insistentemente—. ¡Pero si ni sudé! El ogro me asustó un poquito y no digo que fuera fácil, ¡pero estoy bien lista para más! ¡Tenemos todo el resto de la tarde!

—Bueno, tal vez no sea sano movernos mucho justo después de comer, deberíamos descansar una horita o dos, ¡pero no me digas que hasta antes de que se oculte el sol no hay tiempo para alguna otra cosita!
Pongo los brazos en jarra, con el cuello en alto, intentando demostrar mi excelente condición física.
—¿Acaso te parezco agotada? ¡Ya tendré toda la noche para descansar!

Creo que Anabella me va a dar con su maza si se entera que en la tarde haremos más misiones...

 —Si tantas energías tienes, siempre puedes ayudar a los sacerdotes a barrer el templo. O puedes ayudarme a pelar estas patatas.

—¡Sí, maestro!
Asiento con vehemencia e inmediatamente me pongo a pelar todas las patatas que desparramó sobre la mesada. Entiendo, esto puede ser parte del entrenamiento también, concentrarme en quitar sólo la cáscara, desperdiciando la menor cantidad de patata posible, a la vez que debo ser eficiente con el tiempo. Con fuego en los ojos me pongo a pelar enérgicamente.
—¡Uuuooooo!
Al cabo de unos minutos ya está todo pelado. Hay un montón de cáscara por toda la cocina y las patatas quedaron... bueno, más o menos.
—¡A limpiar! —me ordeno a mí misma y me dispongo a echar a la basura todos esos restos, luego agarro la escoba y me mando a toda velocidad a barrer por los pasillos. Esto sería como aprender a mover mejor los brazos y la postura. Pero al estar tan concentrada en las tonterías que pienso, no me doy cuenta de que he levantado una polvareda enorme que está haciendo toser a los frailes. El monje superior me quita la escoba de las manos y me da un coscorrón.

—Perdón... —digo con un hilito de voz, todavía doliéndome detrás de la cabeza y lagrimeando. También tosiendo por el polvo.

—Pon-Pon, tú me entiendes, ¿verdad? —le pregunto al zorrito, arrodillándome en el suelo para mimarlo—. Me aburro... ¡Quiero tener más aventuras como la de hoy! —le digo, levantándolo en mis brazos y alzándolo alto.

Mientras esperas la cena con Pon-Pon escuchas alboroto en el templo, ya una vez ha caído la noche. Al ir hacia el origen del ruido ves a Flavio tirado al suelo gravemente herido, con Anabella a su lado aterrada tratando de sanar sus heridas. Frente a ellos hay un individuo cubierto de vendajes empuñando una katana ensangrentada.

 —Débil. Eres muy débil— al girarse te ve y su mirada se inyecta en sangre —¡Una despreciable elfa!

 —¡Shionne, no seas idiota! ¡HUYE!— te grita Flavio.

Puedes escuchar a Pon-Pon gruñendo con hostilidad, pero aun así está adorable.

—E... ¿eh?

La sorpresa me deja paralizada. Es tan súbito e irreal que me cuesta asimilar y creer lo que está ocurriendo. Tampoco estoy soñando porque hoy no dormí siesta.

—Pero...

No, debo obedecer a mi maestro. Inmediatamente que recupero la fuerza en mis piernas, recojo a Pon-Pon y huyo. Noté ese odio con el que me miraba. A saber por qué, pero se ve que la tiene con los elfos, así que con suerte vendrá a por mí y Anabella tendrá tiempo de sanar a Flavio. Ya sin el factor sorpresa, Flavio puede que tenga una segunda chance.

—Tranquilo, pequeñín, va a salir todo bien —murmuro agitada mientras corro—. El maestro Flavio sólo está recuperando el aliento para otra ronda con ese raro.

Corres tan rápido como puedes por los pasillos del templo, tratando de alejarte tanto como puedas. No escuchas nada de él, ni sus pasos. ¿Acaso lo has dejado atrás? Cuando vas a mirar de reojo ves que está justo detrás de ti y sientes una potente patada en tu espalda que te tira al suelo.

Conmocionada ves que estás en el suelo, boca arriba en una pésima posición. Y este tipo está justo encima de ti, katana en mano listo para ejecutarte.

 —Sucia elfa, no sé qué verán esos enfermos en vosotras, pero yo solo veo una alimaña al que hay que exterminar.

El tipo alza la katana, y ahí te das cuenta de que te va a matar. Y no puedes moverte por puro pavor.

—¡PON!

Pon-Pon salta sobre el asaltante, mordiéndole en el brazo derecho. Éste se revuelve y forcejea con el pequeño animal, alejándose un poco de ti, hasta que consigue quitárselo de encima y le propina una patada. Pon-Pon emite un quejido lastimero de dolor antes de caer inconsciente en el suelo.

 —Estúpido bicho...— te mira con sumo odio —Ahora quédate quieta y deja que te mate.

¿De qué está hecho este tipo? Su patada me dolió horrible y me ha dejado la espalda entumecida. Espero que no se me haya roto nada.
—Pon, no...
Se me hiela la sangre al oír ese quejidito del animal, ahogando un grito que por el miedo no sale. Apenas tengo tiempo de sostener la espada en mi mano y pararme de un salto, cuando me lanza otro ataque increíblemente veloz y lo bloqueo con el arma.
—Sólo era un animalito inocente, no necesitabas hacerle daño. ¿O te da vergüenza que su intervención te haya impedido asesinarme? —le dejo esa pregunta con una sonrisa confiada.
No debo mostrar miedo, esas fueron de las primeras cosas que me enseñó Flavio. No dudar. Si dudas, mueres. Así de simple.
Mis ojos nunca se apartan de los suyos, apenas estoy parpadeando, totalmente enfocada en sus arremetidas, que son más veloces que la vida misma.

Luego de cinco choques seguidos los brazos se me entumecen. Me sorprende además lo resistente que es la espada que traigo, pero vamos, perteneció a mamá, que no se anda con chiquitas. El acero élfico es maravilloso.
—¡Iyaa!
Al fin noto una abertura. Este sujeto es ridículamente rápido, pero incluso él tiene que pararse a recobrar el aliento, momento que aprovecho para devolverle el golpe. 

Enfurecida atacas al intruso, logrando sorprenderle con el ataque pero logrando únicamente hacerle un arañazo. Consigues bloquear su contrataque y te pones en guardia.

 —Oh, ahora la sucia elfa quiere luchar de cara...

Hace un par de filigranas con su katana y se pone en guardia.

 —Acepto tu desafío. Yo, Hyten el Quemado, te pondré en tu sitio y te eliminaré de la forma más sangrienta.

—Deja de decirme sucia, me baño tres veces al día.

Es la primera vez que me enfrento a algo tan serio, es mi oportunidad para no defraudar a mi maestro, ni a mi amiga. Tampoco he visto antes un arma como esta en acción, por eso siento que será el doble de difícil, pero no importa, basta con que me concentre y aprenda sus movimientos, debo conocer su ritmo y su velocidad. Sé que tengo mucho mayor aguante que él, así que podría intentar cansarlo. ¡Darle tiempo a Ana para que sane a Flavio y venga a ayudarme!
—Hyten el Quemado, mi nombre es Shionne Gracia Sigtuna —respondo a su presentación con la mía, sin apartar mi mirada de la suya—. No entiendo qué problema tienes con los elfos, pero es personal y me aseguraré de ajusticiarte.

Y entonces sigue arremetiendo. Las espadas chocan varias veces. Me siento más cómoda bloqueando que evadiendo con este tipo, ya que con una evasión podría desviar el curso de su arma y darme. Si la bloqueo, el sablazo acaba ahí. Pero es muy diferente a las espadas que estoy acostumbrada a ver y se nota, puesto que cuando me paso del instante justo para desviar, puede deslizar la hoja, rozándola con la mía, para continuar con el impulso. Casi pierdo la cabeza dos veces con ese movimiento.
Paciencia, concentración, no dudar.
—Uno... dos... tres... —pienso para mis adentros mientras bloqueo más ataques suyos.
Bien, he pillado su ritmo. Cuando levanta el brazo así, es porque vendrá por la izquierda. Luego hace una ráfaga de cuatro.

Clank, clash, clash, tash.

¡Y ahora es cuando descuida su costado! Tengo una décima de segundo, debo ser rápida. Con el impulso del último desvío, doy un giro y trazo un tajo horizontal en su punto expuesto, antes de que consiga evadirme.

Hyten es un oponente aterrador, sus ataques son duros y mortíferos además de rápidos. ¡Jamás esperabas toparte con alguien tan difícil, es mucho más duro que Flavio! Por fortuna recuerdas las lecciones de Flavio y sus experiencias, y eso te ayuda a encontrar una apertura y asestarle un golpe de lleno.

Encolerizado Hyten trata de decapitarte pero con un elegante movimiento evitas el filo.

 —¡Tu especie arrebató la vida a muchos de mis seres queridos! ¡Nos traicionaron! ¡Yo acabé así por culpa de los tuyos!

—Pero matarme no hará que regrese tu familia.
Con el último bloqueo, quedamos enfrentados cara a cara. Me da cosa que esté tan cerca, que huele a barbacoa, ¿de verdad está todo quemado? Pobre tipo... Lo que debe haber sufrido.
—No puedo comprender cómo te sientes, mi vida ha estado cargada de lujos desde que nací y mi desgracia más triste fue tener que recursar Historia del Reino de Luz. Sin embargo, lo siento mucho, de verdad, y me da pena no poder ayudarte.
Desvío con fuerza su espada para alejarnos unos pasos.
—Pero yo no soy toda mi especie —continúo, poniéndome en guardia para seguir meticulosamente sus movimientos, sin apartar los ojos de él—. Si los que te causaron ese mal no han sido ajusticiados, podría encargarme de que así sea, ¿eso te ayudaría a encontrar la paz? Ir por la vida matando elfos es una locura y además te convierte en la misma clase de persona que tanto pareces odiar.

Uno... dos... tres... Bien, parece que sigue haciendo los mismos movimientos. Su ritmo no ha cambiado.

—Eres un asesino. Seguro habrás arrebatado la vida de otros elfos. ¿Y si has creado con tus manos sangrientas otra situación igual a la tuya? ¿Y si por ahí hay algún sobreviviente que ha jurado vengarse de ti? ¿Cómo lo ves a eso? Yo lo veo como un círculo vicioso que me da asco. La violencia sólo engendra más violencia, el odio más odio.

Estoy hablando demasiado y me desconcentro, así que corto por ahí. Debo estar atenta además por si cambia sus arremetidas, que debe haberse ya dado cuenta de que lo tengo calado y este no es ningún principiante. Gracias, Aeria, la más gentil de los dioses, por permitirme esta experiencia.

Tras tu discurso logras volver a herirle. Hyten retrocede varios pasos, temblando. Temblando de furia.

 —¡NO QUIERO TU COMPASIÓN, FULANA ELFA DE TRES AL CUARTO!

Suelta un bramido, pudiendo ver cómo se tensan sus músculos.

 —¡VOY A DESTROZASRTE DE TAL MANERA QUE NI TU MADRE PODRÁ RECONOCER TUS RESTOS!

¿Acaba de moverse con mayor rapidez? ¡Y lo peor es que sus ataques se han vuelto más duros y salvajes!

Pese a los gritos, logro mantener la calma.
—No, puede que no la quieras, es verdad. Yo no puedo hacer nada para redimirte, pero Aeria sí.
Creo que lo he hecho enfadar, se ha vuelto mucho más violento y su ritmo ha cambiado. Pero no importa, debo mantener la concentración y no asustarme de sus gritos. Sólo es más rápido y más brutal, lo que requiere de mayor concentración y por eso ya no hablaré más.
Además, cuanto más tiempo me tarde, más chances habrá de que Flavio regrese para ayudarme. Sólo debo aguantar. Ánimo y calma.

Más ataques. Ahora en el tiempo que hacía cuatro hace ocho y apenas puedo seguirlo, ni que decir que me duelen demasiado los brazos y la fatiga me está alcanzando. Me equivoqué al pensar que aguantaría más que él, que parece que sigue como nuevo, pese a que le hice unos cortes.

No importa. Esta vez mantendré más vigorosamente la defensa, que aunque ya no pueda desviar uno por uno sus golpes, sigo consiguiendo frenarlos, atenta a cualquier sorpresa. No ha usado nada de magia, pero no quito esa posibilidad. Si se da el caso usaré mi escudo de aire.

De todos modos, sigue siendo humano y debe recobrar el aliento, aunque sea por un instante. ¡Instante que aprovecho para contraatacar!
—¡Ssseya! —doy un grito vigoroso y lanzo una estocada mientras aún está levantando su espada. Debe recién estar cansándose, porque he visto que lo ha hecho una fracción de segundo más lentamente que sus movimientos anteriores. Como ya vengo con la adrenalina de antes, no me cuesta adelantarme, aprovechando esa demora.
Gracias, Aeria, por permitirme esto. Por favor, ayúdalo a encontrar la paz, que aunque no en este mundo, lo haga en el siguiente.

A duras penas logras repeler su ataque. Definitivamente es un gran guerrero, pero se encuentra muy ofuscado. Y si algo aprendiste de Flavio es que un guerrero ofuscado tiende a cometer más errores.

Y eso ocurrió. Hyten lanzó una embestida más que te resultó sencillo de evitar, logrando además encontrar una apertura enorme que no dudaste en aprovechar. Lanzaste una estocada tras dar un paso hacia un lado, logrando hundir la hoja en su costado. Está herido de gravedad y empieza a sentirse agotado, pero su odio le hace no querer detenerse. Se gira dispuesto a atacar una vez más cuando una flecha le pasa rozando la mejilla.

 —¡Es suficiente! Baje el arma y admita la derrota— le advierte Damian, con otra flecha preparada en su arco. Frost está ahí empezando a gruñirle.

Escuchas a Flavio y a Anabella acercarse corriendo. Hyten, viéndose acorralado, corre hacia una ventana y la atraviesa de un salto para escapar. Damian va rápidamente hacia la ventana con intención de perseguirle, pero se detiene ahí.

 —Se ha alejado muy rápido. Algo me dice que no volverá a molestar, al menos no a corto plazo.

Anabella se acerca corriendo hacia ti y te observa de arriba a abajo preocupada.

 —¿Estás bien? O sea, ¿te falta algún cacho de mano o te ha hecho alguna herida fea?

Cuando huye caigo de rodillas, completamente fatigada, con la mirada ojiplática en algún punto en el vacío y la boca abierta, jadeando. Han sido sólo unos minutos, pero siento como si hubiera estado ejercitándome todo el día, mucho peor que el lío en la cueva hoy de mañana. Mucho. Y todo comprimido en este escaso lapso de tiempo.
Nada más veo que llegan los demás, me pongo de pie rápidamente. Se me nubla la vista y veo estrellitas, pero me lo aguanto y disimulo inflando el pecho y dándome importancia.
—¡Claro que estoy bien! ¡Ese cretino se creía el mejor, pero no contaba con la audacia de la impresionante Shionne Gracia Sigtuna, la guerrera más genial de la historia!
No completo la frase y me desinflo y me quiebro, lanzándome en un abrazo sobre mi amiga.
—Ng.... guuuh... A-ana... ¡estaba muerta de miedo! —le grito, llorando a borbotones y estrujándola—. Era muy violento y cruel y... y... ¡Pon!
La suelto y me deslizo al suelo para ver cómo está el animalito.
—Gracias por salvarme la vida en ese momento, fuiste muy valiente, Pon-Pon. Gracias a ti pude enfrentarme a ese señor malvado en condiciones.
Lo cojo en brazos con sumo cariño y se lo acerco a Anabella para que lo revise.
—L-le dio una patada muy fea. ¿Estará bien? ¿Puedes sanarlo? Por favor. ¿Y cómo está el maestro Flavio? ¿Está bien? Ah...
Lo veo y también le doy un abrazo, todavía lagrimeando como un grifo.
—Gracias. Gracias por tu entrenamiento riguroso, de otro modo no hubiera sobrevivido. Jamás perdí la fe y eso fue lo que me hizo mantenerme en pie. ¡En ningún momento dudé! ¡Siempre firme! Gracias, maestro Flavio, gracias.
Casi le doy un abrazo a Damian también, pero me freno antes. A él no lo conozco tanto aún y me da corte.
—Ejem —carraspeo brevemente, disimulando la vergüenza de lo que estuve a punto de hacer—. G-gracias por el apoyo, Damian.

Cuando amagas con dar un abrazo a Damian notas cómo algo pequeño te empuja por detrás, yendo a parar a los brazos de explorador. Éste frunce el ceño y observa serio al culpable, quien resulta ser Frost.

 —¡Frost! ¿Cuántas veces te tengo dicho que no hagas eso?— el perro ladea la cabeza como si no le importase la regañina. Damian te toma de los hombros y se aparta un poco —Lo lamento mucho, mi compañero tiene complejo de casamentero y está empeñado en buscarme pareja. No se lo tengas en cuenta.

 —Pues yo no lo veo mal, o sea, haríais buena pareja.

 —Señorita Anabella, esa clase de comentarios me incomodan. Le pido que no siga por ahí.

—¿Q...? ¡Ey!
Empecé a disculparme efusivamente, hasta que Damian explica que fue el perro y entonces me doy vuelta para rezongarle al animal. Lo que dice después el guardabosques sale muy de la nada y me toma por sorpresa, me cuesta pensar en qué decir.
—Ah, eh, em... —Me doy la vuelta despacio, para mirarlo a los ojos—. Perdona, no, eeh, no llevamos ni una hora juntos, apenas te conozco, lo siento. Y no hagas caso a Ana —espeto, mirándola de refilón—. Te aseguro que ese es el menos incómodo de los comentarios que pudo haber hecho.

Aparto enseguida la mirada. Tiene una sonrisa encantadora, sí, pero ahora me da corte, después de salir Anabella con esas cosas raras.

—Ya acabo de cenar, pero todo esto me ha dado hambre de vuelta. ¿Ha quedado algo?
Llevándome una mano al estómago, noto que aún tengo las costillas entumecidas por la patada de aquél tipo, pero no parece que me hubiera roto nada. Me preocupa más Pon-Pon, espero que Ana pueda sanarlo, que él es mucho más pequeñito y frágil y recibió lo mismo que yo.
—Necesito un baño también, esta pelea me ha dejado horrible.
Lo que no tengo es sueño, gracias a todo esto ahora estoy más desvelada que un búho.

 —Tranquila, estoy habituado. Frost siempre me hace eso.

Preocupada por Pon-Pon ves cómo lo recoge Anabella para atenderle. Damian se acerca también.

 —Deja que lo examine primero. Hay una especie de zorros árticos similares a éste, estoy familiarizado con ellos— examina de cerca al zorro, palpándalo cuidadosamente —Parece que no tiene nada roto, solo tiene algunas contusiones.

Anabella usa brevemente su poder.

 —No tiene daños internos. O sea, tranquila que se recuperará.

Damian sigue observando al animal y alza las cejas.

 —Oooh... parece que es un macho.

Antes de ir a ver si queda algo de la cena Anabella pasa a atenderte. Mientras lo hace ves que Flavio está recuperado.

 —Has estado fantástica, Shionne. Y lo lamento, he sido un incompetente a la hora de protegerte.

Tras cenar algo y tomarte tu tiempo para darte un baño te diriges hacia tu habitación. Al pasar por el comedor escuchas la conversación que tienen Flavio con Damian.

 —Sí, he oído hablar de Venganza Zivalia. Son unos antiguos samurais que tienen un profundo rencor hacia los elfos y están dispuestos a hacer arder el mundo con tal de llevar a cabo su venganza. ¿Crees que ese tipo era uno de ellos?

 —Estoy muy seguro de ello. No es seguro que Shionne siga por aquí, tendremos que buscar otro sitio donde continuar con su entrenamiento...

—¿Macho? Ju... y yo que quería bañarlo junto conmigo...
—¿Eres tonta? Que es sólo un animal.
Cuando Flavio me felicita se me llena el corazón de orgullo y la sonrisa no me cabe en la cara. Es la primera vez en mucho tiempo que lo hace, pero mejor así, porque sé que de verdad lo siente así cada vez que me hace un elogio.
—Maestro, por favor, no digas eso. No hay nada que perdonar —le digo, negando suavemente con la cabeza, no puedo permitir que alguien tan alucinante como él hable así de sí mismo—. Nos tomó por sorpresa a todos, ¿quién iba a pensar que atacarían así un templo tan humilde? Además, si no hubiese sido por Pon, yo no estaría aquí con ustedes ahora. ¡Todos aquí somos fantásticos, no sólo yo!

Al rato largo, que me estaba dando pereza salir, aparezco por el pasillo secándome el pelo con una toalla. Me puse la ropa de cama, acostumbrada a estar sola con Flavio y Ana, y cuando oigo la voz de Damian me da corte aparecerme así y me quedo oyéndolos en el umbral de la puerta.
—¿Y cómo se enteró de que había una elfa aquí? —me acerco para preguntar, doblando la toalla que estaba usando—. ¿Tiene un detector?
Me pone un tanto colorada que Damian me vea vestida así, pero esto es un tema importante y necesito estar presente, sobre todo por lo que acaba de decir mi maestro.
—¿A dónde vamos a ir? ¿Seguro que no deberíamos quedarnos a proteger a esta gente, por si vuelve a aparecer otro loco?