Partida Rol por web

Os encontráis en "Casa Paco", la taberna con peor reputación de Taranzona. Está llena de indeseables, pero si quieres conseguir un trabajo es aquí donde tienes que ir. Estáis en una mesa echando unos vinos y esquivando una jarra que vuela en dirección a alguna parte y que es el inicio de una pelea. El vino no está mal, y la pelea entretiene lo suyo,lo más divertido es ver a Paco, el dueño recibir mamporros mientras intenta que los dos borrachos no destrocen el lugar. Un par de barraganas se os acercan a la mesa para ver si queréis iros al callejón con ellas. Mientras, otro borracho se sube a una de las mesas y empieza a cantar el "Asturias patria querida".

En estas estámos cuando aparece un tipo con ricos ropajes escoltado por otros dos tipos también bien vestidos, el tiempo parece detenerse, el jaleo desaparece. Esto puede ser un trabajo....

Saludos señores, vengo en representación del gremio de comerciantes. Buscámos hombres diapuestos para escoltar la caravana hasta la feria de Mallén. Se os pagará cien maravedís por cabeza. El silencio continua en la taberna, son hombres rudos y necesitan el trabajo, este está bien pagado. Cien monedas por cinco días de viaje, una ganga. ¿Nadie?¿No hay un solo hombre que se precie de serlo en este pueblo? Sigue el silencio, se escucha un carraspeo nervioso al fondo de la taberna y un par de taburetes moverse, pero nadie da un paso al frente.

Había llegado a Taransona hacía ya 10 noches y las había pasado todas entre la taberna y la fonda donde dormía. Venía de Cuzcurrita con intención de esconderse una temporada en alguna aldea anónima a las faldas del Moncayo pero a Munio le llamaba más el bullicio que el eremitismo y no pudo evitar hacer una parada en el pueblo del que no llegó a despedirse. 

Y así entre la taberna y la fonda había pasado también el día de hoy. Llevaba ya más de tres horas y cuatro jarras escribiendo una canción en un taburete junto a una esquina cuando una frasca volante casi golpea su laud. 

¡Cagen les pites coloraes! - gritó levantándose de la silla - Andaos con cuidado que os baldo eh???
Y aprovechó que ya estaba de pie para levantarse a rellenar su jarra. En eso que entraba un señor de ropajes caros y la gente enmudeció.

Buscámos hombres diapuestos para escoltar la caravana hasta la feria de Mallén. Se os pagará cien maravedís por cabeza.

Cien maravedís... - pensó para sí - Será por perras, se los puede meter por donde salen las fabes. 

Guaje, relléname esta - y golpeo la barra con la jarra.

¿Nadie?¿No hay un solo hombre que se precie de serlo en este pueblo

Mira ho! No es chulo el guaje... aún seguro algún paisano se pica con semejante tontá y se reanima la pelea.
Aunque la feria de Mallén... igual no es mala como próxima parada - y quedó esperando a ver si alguien más reaccionaba a la "oferta" del ricachón. 

'Casa Paco' no era el mejor sitio del mundo pero era uno de los pocos que atendía a los nuevos cristianos y Martín lo sabía. De vez en cuando había días de escasa fortuna en los que algún borracho se sentía valiente y decidía protagonizar una nueva cruzada. A falta de infieles por aquel lugar eran los desgraciados conversos los que pagaban el pato más aquel no era un día de esos.

El vino no era el mejor, de hecho estaba aguado y no tenía un sabor tan añojo, pero servía y al cabo de unas cuantas rondas terminaba por embotar los sentidos y de aquello se trataba. En medio de aquel estado de aletargamiento las palabras de unos recién llegados le sacaron de su ensimismamiento.

-Buscan hombres... Algunos se han referido a mí como perro, ¿les valdré? -El hombre titubeaba dudando entre lanzarse de lleno a la oferta o rechazarla. 

-Voto a dios que vuesas mercedes tienen aquí a un buen hombre bautizado y soldado. Luché a las órdenes de su majestad más por ahora las aguas parecen tranquilas.  -Se escuchaban risas en el fondo, si decían que no por sus cojones que se marcharía. 

La fuerte risa de Erón dibujaba una simpática mueca en su feo rostro. Los retorcidos dientes parecían bailar al ritmo de la carcajada, mientras salpicaduras de saliva y vino caían sobre su espesa barba.

-¡Paco, que no te achiquen esos carruzos!- animaba al tabernero.

La vista se le fue a las dos mujerzuelas que se arrimaron a la mesa, repasándolas con los ojos de arriba a abajo mientras apuraba la jarra. Entonces, llegaron los pisaverdes y se acabó la fiesta.

Cuando hablaron de dineros ya se le pusieron las orejas tiesas a Erón, pero decidió aguantar un poco, para no ser el primero en levantarse y parecer desesperado. Aunque realmente todos en el pueblo conocían ya el estado precario del cazador. Los señores insistieron, y eso provocó que Martín se levantara. Erón lo conocía, era uno de esos moros conversos. La mayoría de ellos no eran muy de fiar, pero él siempre le había parecido buena gente.

- A fe mía que si un moro tiene collóns de ofrecerse para este trabajo, un aragonés no será menos-dijo Erón levantándose como un resorte-.Y aunque Martín nació moro, sé que ahora es buen cristiano y buen soldado-concluyó mirando con reproche a aquellos que se reían en el fondo.

Seguir el rastro del bastardo que había facilitado la información a los castellanos, para que estos pudiesen atacar nuestro barco, me había llevado hasta Taranzona y a "Casa Paco", un lugar de mala muerte en el que había decidido parar a descansar.

Mientras disfrutaba del vino, si es que al líquido que había en mi jarra se le podía llamar así, y a lo que estaba haciendo se le podía llamar disfrutar, había estallado, para diversión de todos los presentes, una pelea entre dos de los lugareños. Al poco tiempo, un tercero había decidido destrozarnos los oídos con una patríotica canción.

- Ganes em donen de rajarle la gola. Potser així aprengui a cantar - pienso mientras doy un pequeño sorbo a los meados que el tabernero tiene a bien llamar vino.

Entonces observo como tres hombres bien vestidos entran en el local y ofertan un trabajo. Un trabajo por el que pagan 100 maravedís. 100 maravedís que me vendrían de maravilla para poder lograr mi propio barco.

- Quizá si sólo esos dos hombres se atreven a aceptar vuestro encargo deberíais pensar en contratar a una mujer - digo, lo suficientemente alto para ser escuchada, sin levantarme de la silla, mientras miro, fijamente, al comerciante que ha hablado. Mi acento denota, claramente, que no soy de la zona.

Una pelea. ¿Acaso había algo mejor para pasar las horas muertas que una buena pelea? Claro que no.

Hacia un tiempo que había entrado en la taberna del Paco. Estaba sentado viendo volar las jarras y al pobre de Paco llevándose una buena mano de hostias y, al fin, me decidí a ayudarle con aquellos dos borrachos. 

Me levanté y con un leve ademán esquivé a una de las barraganas que se nos acercaron. – Estoy casado, señora mía. Quizá en otra vida. – Le dije con un cortés saludo, irónico claro, y me acerqué a la pelea. 

A punto estaba de coger por detrás al más cercano de los borrachos cuando aparecen unos individuos bien vestidos ofreciendo trabajo. Rápidamente olvideme de la pelea y atendí a lo que decían. 

- Por esos dineros podéis contar sin dudar con mi espada.- Contesté al que había hablado. – Alonso de Rodríguez, para serviros a Dios y a vos.

El comerciante respiró aliviado cuando Martín se presentó voluntario. Como un resorte saltó Erón, el que reclutaba sonrió cuando vió como callaba a los del fondo. Tenía agallas y de eso iba este trabajo. Ya van dos, pensó. Entónces hablo Serena, el hombre la miró entre sorprendido y divertido. Los que se rieron de Martín soltaron una sonora carcajada al fondo-¡Una mujer,ja!-Se escuchó decir a uno.

-No os lo toméis a mal señora, los que represento buscan a gente que sepa manejar las armas no a, bueno...-No terminó la frase, Serena estaba acostumbrada a vérselas en un mundo de hombres, a soportar el desprecio de estos. Pero este comerciante se había pasado de la raya. A Serena le interesaba el trabajo¡eran cien maravedís, ni más ni menos! Todo por un trabajo rutinario. Tendría que callar la boca del mercader y hacerse valer si quería que la contratasen.

Antes de que replicase Serena se levantó Alonso, al oler al caballero echó la cabeza para atrás en una mueca de asco. El hedor que desprendía era repugnante, pero la espada al cinto y sus modales lo delataban como caballero y era más de lo que podían esperar en el gremio de comerciante.-El honor es nuestro, caballero-

-Bien, los que se han ofrecido que hablen con el señor tesorero, este les abonará un adelanto por si necesitan algo antes de mañana. Firmen en el libro de registro, si no saben firmar pongan una x al lado del nombre.-EL hombre se dispone a retirarse dejando al que parece ser el tesorero y al otro, un tipo grandote con cara de pocas luces y mucho músculo. El tesorero abre un libro, saca pluma y tintero y espera que paséis a poner el nombre. Un cofrecillo pequeño encima de la mesa debe ser el que tenga el dinero del adelanto. Se escucha un murmullo de disconformidad al fondo, pero nadie más se ofrece voluntario. El jefe de los comerciantes se vuelve-Mañana al amanecer en la plaza del pueblo, el hombre que lidera la caravana se llama Antonio, el chato. El os pondrá al tanto... Supongo que escucharéis muchos rumores sobre este trabajo, no les hagáis demasiado caso-nuevo murmullo en la taberna.

Tras escuchar atento las reacciones al ricachón, Munio se levantó e hizo sonar su laud. 

La taberna era un guirigay, 
jarras volaban por doquier
hasta que en ellá entró el bien vestido 
buscando ayuda en su quehacer.

La tarea, clara y concisa, 
escoltar caravana a Mallén
y el bien vestido bien pagaba, 
con maravedís de cien en cien.

La muchacha de la de Aragón parece
Y vos la osa despreciar
Las risas son de bien ignorantes
que a un maño no se han de enfrentar. 

Si acepta un consejo de viejo,
junto a los otros tres 
a la chicam que brava luce
le vendrá bien cerca tener. 

Bien Taransona me ha recibido
más poco me queda por hacer. 
Y aunque de su caudal no requiera
viajar acompañado es mayor placer.

La feria de Mallén es buen destino
y si a bien tienen de aceptar
mi compañía en suyo camino,
con mi ayuda podrán contar. 

No sólo es el laud mi avío, 
Martín y Pérez  me han de acompañar,
y otras cosas afiladas y en punta
que llegado el punto, no dudaré en usar. 

- ¿Qué decís señor? ¿Firmo?

Ignorando las chanzas de aquellos parroquianos que, sin tener el valor suficiente como para presentarse voluntarios para el trabajo, se atreven a burlarse de aquellos que si lo hacen, sólo porque son un converso o una mujer, levántome de la silla en la que estoy sentada y, con paso firme, diríjome hacia el lugar en el que se encuentra el mercader. Mientras camino, desenvaino el bracamante que llevo colgado de la mía cintura.

Una vez encuéntrome enfrente del hombre, realizo, sin pronunciar palabra alguna, un rápido movimiento descendente con el arma, de manera que, de un solto tajo, corto tanto los botones de la sua chaqueta como el cinturón que sujeta el pantalón. Todo ello sin dañar, en ningún momento, al comerciante.

- No os lo toméis a mal, buen Señor...- digo, haciendo un ligera reverencia - Agora, si sois tan amable de apartaros, me gustaría poder firmar en el libro -

Los parroquianos excucharon la canción con gran regocijo. El comerciante se volvió y dijo para sí mientras negaba con la cabeza -un poeta, apañados vámos- luego asintió y dijo-firma, cuantos más seáis mejor.-Ya se disponía a irse cuando apareció Serena como una centella y le dejó el traje echo unos zorros sin que le diese tiempo a reaccionar ni a el ni al matón que tenía por guardaespaldas. De asombro era su cara-Esta bien mujer, si tan rápida eres más nos vale tenerte con nosotros-y salió de la taberna abochornado sujetándose las calzas entre el jolgorio general que se había montado. Ni un solo parroquiano estaba callado sin reirse. Luego, mientras firmábais el libro de registro y se os daban 15 monedas de plata  por cabeza(45 maravedís) entre el asombro general, que miraba con avidez vuestras bolsas rellenas de plata. La gente volvió a sus asuntos, a beber, jugar a los dados y a lo que fuera estában haciendo hasta que entraron los comerciantes.

Cuando el que os firmó y el matón que les acompañaba se marcharon, el tabernero negó con la cabeza mientras limpiaba el mostrador.-Es peligroso...no deberíais haber aceptado.-no dijo más, si queríais saber algo tendríais que sonsacárselo.

Erón aplaudió la interpretación de Munio.

-Si sois tan bueno con los aceros como con los versos, celebraré tenerle al meu canto.

Entonces, la joven que también se había ofrecido para el trabajo hizo una demostración de su valía.

-Retiro lo dito, prefiero estar cerca de ella... jajaja -volvió a decir Erón, con una risotada y un último trago a la jarra de vino. Acto seguido se acercó a firmar con una cruz y recoger el anticipo.

Paco hizo una mención sobre el asunto, dando a entender que sabía algo, pero el cazador estaba todavía pensando en el dinero y no le dio importancia.

Habiéndome hecho un hueco entre aquellos que escoltarían a la caravana de comerciantes, diríjome, con una sonrisa en los labios, y de forma cortes, pues una es, ante todo, una señorita, al bueno del tabernero.

- ¿Seríais tan amable de volver a llenar mi jarra?. Hace tiempo que no encontraba trabajo, y quiero festejar el haberlo hecho - Finalizo la frase dejando sobre el mostrador un par de monedas más de lo que cuesta la bebida. - Sin embargo, vos no parecéis compartir mi dicha. ¿Por qué decis que es peligroso, y que no debería haber aceptado? -