Partida Rol por web

Llegáis a la plaza del pueblo después de haber dormido más o menos bien, que una cosa era lo que se habla, y otra tener la bolsa bien llena. En la plaza hay una docena de mercaderes moviéndose de un lado a otro y terminando de cargar cinco carros de mercancías. También van una treintena de mulas para cargar los carros. El ambiente es un poco tenso. Normalmente habría alegría en un viaje de este tipo, pero los hombres caminan cabizbajos, las mujeres y los niños los despiden con lágrimas en los ojos como si no los fueran a volver a ver. Es como si la caravana fuese hacia la muerte.

Os recibe Antonio, al que llaman el chato, que es el líder de la caravana.

-¡Saludos! Vosotros debéis de ser la escolta. Espero que valgáis cada maravedí que le hemos pagado al gremio por vosotros. Dice no sin cierto rencor.Hoy intentaremos llegar a Vera de Moncayo, allí venderemos parte de nuestra mercancía. Disponed la mejor forma de marchar de los carros y la vuestra para evitar ataques. Buenos días.Se despide momentaneamente, pues todavía le queda tarea por hacer, los carros aún no eestán llenos..

Al final partís de la plaza rumbo a Vera de Moncayo. Aunque vistas las caras de los presentes bien podríais partir hacia vuestro funeral.

Aunque Erón tenía la esperanza de que el nuevo día borrara lo vivido la noche anterior, los marchitos rostros de las gentes del lugar no ayudaron a ello. Por suerte, el ajetreo constante de los comerciantes evitaba que aquello pareciese un funeral.

Nada más terminó de hablar el chato, Erón se mesó la espesa barba y se pronunció.

-Hay cinco carros, y nosotros semos cinco... si vamos uno en cada a mí me cuadran as cuentas-dijo el cazador-.Yo demanaría ir en el primero. No quiero presumir, pero tengo bona vista, y podría otear el camino millor.

-Aunque las matemáticas no son mi fuerte las cuentas cuadran. Valientes palabras las de un bravo situado en la vanguardia. -Elogió el moro a su compañero por la presteza en ofrecerse en aquel puesto tan delicado-.  Para mí la retaguardia y así cierro el camino para evitar ataques en el cogote. Tengo experiencia marchando con compañeros de armas y creo que este es mi puesto natura.- Se ofreció a continuación mientras mantenía un  pulgar en el cinto.

Munio montaba ya su caballo y observaba desde su lomo la formación de la caravana. 

- Sois bravos - dijo Munio dirigiéndose a Erón y Martín - Vanguardia y Retaguardia. No me parece mala disposición teniendo en cuenta vuestras faces. Seguro cualquier atacante cuando vea vuestros rostros huirá despavorido en dirección contraria cual centella. 

Munio soltó una carcajada tras la broma a sus compañeros. El ambiente era muy tenso y sombrío desde largo rato y se le hacía difícil soportarlo.

No me lo toméis la chanza a mal caballeros, que sólo quiero relajar el ambiente. Si no os parece mal me mantendré a un lateral y si es necesario podré adelantarme del grupo cabalgando para descartar emboscadas. 
Por cierto, Martín erais ¿verdad?. Sois tocayo de mi corcel, buena raza la de ambos seguro. 

- Yo, si ninguno tiene inconveniente en ello, me mantendré a la altura del carro central - digo, sin hacer demasiado caso a las chanzas del trovador, mientras monto en mi caballo después de haber comprobado que las alforjas están bien sujetas.

- ¿Dónde os colocaréis Vos, buen caballero? - pregunto, dirigiéndome a aquel que en la taberna se presentó como Alonso de Ródriguez, mientras ruego, en silencio, que no decida hacerlo a mi lado. - Si nuestras armas no consiguen mantener alejados a los asaltantes, seguro que su olor se encargará de ello -

Como era costumbre llegué bien entrada la noche a casa. Y cuando dije a mi señora esposa que partiría en ayuda de estos mercaderes pasaron dos cosas. Primero que se alegró de que volviesen a haber ingresos en la casa y, segundo, me obligó a yacer con ella. Sí, dos veces. 

Así pues, levanteme tarde y tarde llegué a la plaza. Todos estaban ya dispuestos a partir y no quedome más remedio que contestar a la moza que se había presentado ayer a participar del viaje. 

- Creo que el único hueco disponible está con la segunda carreta. – Contesté mirando como los demás se iban colocando. – A esa misma faré buena escolta.

Tiré de las bridas de mi montura y coloqueme a la altura de la segunda carreta.

Finalmente partísteis, primero Erón, acompañado del "chato". En la segunda carreta iba Alonso, en el centro Serena. Escoltando uno de los lados de las carretas y también centrado iba Munio. Y cerrando la marcha en la última carreta iba Martín.

Las primeras horas fueron agradables, pero a medida que avanzaba el día, también lo hacía el calor. Siendo este inaguantable. Aún así seguísteis la marcha haciendo las paradas justas para que descansasen los animales, pero sin demoraros demasiado. El "chato" arengaba la marcha para que no fuese muy lenta, temiendo que le emboscasen a mitad de camino. Pero con el calor que hacía parecía difícil que alguien se echase a los caminos.

Váis caminando tranquilamente, atentos a todo lo que se mueve y bajo un sol de justicia. Parece que nada os va a pasar cuando véis un arbusto moverse...

...y véis un conejo que se mueve por la zona, no parece que haya nadie oculto. Solo el conejo que debe haber movido el arbusto.

-¡¿Quién va ahí?!- Preguntó a viva voz el moro bautizado. -¡Levantaos antes de que os asaetemos el culo!. -Amenazó a viva voz, prefería ver lo que tuviera que ver desde la distancia, sus experiencias en guerra le habían enseñado unas cuantas cosas desagradables acerca de las emboscadas.

Munio cabalgaba distraido pensando en los pechos de la última muchacha con la que parlamentó en Taranzona cuando vio cómo su perro Pérez giraba el hocico hacia unos arbustos y pegaba un ladrido. 

-¡¿Quién va ahí?! - gritó Martín

Y Munio tiró de las bridas de su propio Martín de cuatro patas para hacerle girar y quedar alerta ante lo que pudiera salir de los matojos. 

Al ver moverse los matorrales enseguida púseme en tensión y acto seguido fue el moro el que puso a todos los demás en guardia con su grito.

- No hay razón para ponerse nerviosos, pues no es más que un conejillo aquello que suponéis un peligro, Martín. Aviso al moro para que se tranquilizase y volví a colocarme en mi lugar dentro del cortejo.

Erón no dijo nada. Simplemente colocó una flecha en su arco y tensó la cuerda apuntando a los arbustos.

Entonces escuchó lo que dijo Alonso y se relajó, pero sin dejar de apartar la mirada por si acaso.

Al final, después del aviso de Alonso de que no se trataba mas que de un conejo seguisteis adelante. Nada pasó y llegásteis a Vera de Moncayo sin ningún incidente. Allí los comerciantes venden algunas mercancías de menor calidad en el mercado. Ha sido un día duro pero habéis llegado a donde esperábais llegar sin que hayan asomado los bandidos. Hacéis noche en una posada de Vera y a la mañana siguiente partís rumbo a Borja.

La segunda jornada se presenta tranquila, sigue el maldito calor pero podéis hacer la ruta sin mas problemas. Toca hacer noche al raso. Encontráis un claro que parece un buen sitio, los comerciantes ponen los carros en círculos y se disponen a preparar un fuego para hacer algo de cena. Están contentos, han conseguido vender algunas cosas en Vera y de los bandidos no hay ni rastro, aunque todavía hay alguno que no se fía.