Partida Rol por web

Fernando se rasca la cabeza, pensativo.

Bueno, podemos opinar lo que queramos... pero a mí me contrataron para proteger esta caravana, o sea que esto es lo que pienso hacer. Si los señores comerciantes quieren seguir adelante, pues vamos. Si quieren volver, nos volvemos. Como decíamos en la Tropa, "donde hay capitán, no manda marinero". Y en esta carraca yo no soy más que un grumete.

Tras dar su opinión (porque le ha parecido que se la pedían, que si no, se la guardaba para él), Fernando echa un nuevo vistazo alrededor. Montones de cuerpos les rodean, de amigos y enemigos, e incluso alguno hay que no está ni muerto ni vivo, con un pie en este mundo y otro en el reino de Dios o del Diablo, quién lo sabe. Fernando pensó que lo mejor sería mandarles al otro mundo de una cuchillada certera y ahorrar sufrimiento a aquellos desgraciados; además, si se les dejaba vivir al igual el señor de aquellas tierras quería hacer justicia, y todo el asunto se complicaría un montón.

Deberíamos decidir qué hacemos con estos pobres desgraciados. Con los que aún siguen vivos, quiero decir. De los muertos, pues... creo que deberíamos darles sepultura. Da mala suerte dejar a la gente sin sepultura, pues sus almas no descansan y vuelven para atormentar a los culpables de su muerte. Que somos nosotros, por cierto.

Fernando ríe del chiste que acaba de hacer. Parece que estar a punto de perder la vida le ha aguzado el ingenio y le ha soltado la lengua, que normalmente suele llevar bien pegada al paladar.

Pues fue en una de éstas mientras Fernando daba su opinión mientras caminaba muy cerca de la marabunta de cuerpos, que uno de los hombres que estaba espantosamente herido, se sostenía las tripas para que no se escaparan... cuando susurró algo muy bajo que nadie escuchó.

Susurró por tres veces hasta que por fin haciendo un esfuerzo titánico logró hablar lo suficientemente alto como para que le entendiéseis

- Trasmoz.... Fáñez... Ferrán Fáñez...

El guerrero desclavo la espada del suelo, y la limpio con un trapo viejo.  No podía hacer nada más por su amigo, no en esas condiciones. Los campos de batalla le habían enseñado, tanto a matar como a remendar a sus compañeros, pero siempre era más fácil quitar una vida que tratar de salvarlas.

Estoy con Fernando, hemos sido contratados para cumplir una misión, nos guste o no. Luego miro a su compañero herido, y el resto de cuerpos. Además esta apunto de amanecer, puede que las luces del alba nos ayuden a escoger el mejor camino.

Al oír las palabras del moribundo se acerco al cuerpo. Venga, malandrín, di algo más. ¿Porque nos habéis atacado?  Agarro el cuerpo por los hombros y empezó a agitarlo. ¿Querías comida?, dinero es eso verdad, avaricia, es lo que veo en tus ojos. Dinos el porqué, y haz, aunque solo sea un acto justo en tu mísera vida.

¿Trasmoz? ¿Ferrán Fáñez? ¿Qué significará esto?

Fernando trata de recordar si alguno de estos nombres le suena de algo. Quizás ese tal Ferrán sea el líder de estos bandidos, y algún señor local haya puesto precio a su cabeza.

Al fin y al cabo, aún podríamos sacar algo más de plata de toda esta historia.

Trasmoz es una villa, antaño próspera y ahora seguramente medio-abandonada, no muy lejos de dónde os encontráis ahora mismo y que se decía que estaba maldita.

Ferrán Fáñez es el nombre de uno de los habitantes de la villa de Trasmoz que se decía que era hijo del demonio. Crees que era de familia noble pero no estás muy seguro.

El hombre tose y escupe sangre y simplemente añade

-Trasmoz...

Uno de los carros está ya completamente vacío - se ve que vendieron todo lo que contenía ya - mientras que en el resto encuentras paños, lana, un cofre con algo que reconoces como marfil, también hay perfumes de dudosa calidad, figuritas de madera, media docena de cántaros de estilo oriental y una docena de jarras de cerámica que reconoces como castellana. También hay varios sacos de trigo y cebada.

Tras oír aquellas palabras, Fernando palidece al recordar antiguas historias contadas en noches aún más aciagas que esta.

¡Esto es obra del Diablo, os lo digo yo! En la taberna os hablé de la Villa de Trasmoz, ¿verdad? De las historias que se contaban acerca de que sus habitantes hicieron un aquelarre para invocar al mismísimo satanás, que dejó preñada a una de las mujeres de la villa... ¡pues el nombre del hijo que tuvieron era ni más ni menos que... ¡Ferrán Fáñez!

Amarado en sudor, Fernando apenas puede continuar su historia.

Probablemente estos desgraciados son los antiguos habitantes de la abandonada Trasmoz, maldita para siempre, que tuvieron que abandonarla cuando vieron que el Hijo del Demonio era más difícil de controlar de lo que creían.

Trasmoz... su nombre solo se pronuncia entre susurros en estas tierras. Precisamente la villa no está lejos de aquí. Y el tal Ferrán Fáñez, hijo de nobles y de Belcebú encarnado, es el amo y señor del antaño próspero pueblo. Probablemente lo habrá transformado en un Infierno sobre la tierra.

Compañeros, alejémonos a todo correr. La Villa de Trasmoz está maldita: Ferrán Fáñez, hijo de mil demonios, aún mora entre las chabolas. Nada bueno puede salir de quedarnos aquí.

Mientras hurgaba en los carros, y me maravillaba con lo que allí había (aunque fueras simples copias de productos con ornamentaciones muy bellas), oí hablar al moribundo, y luego la reacción de Fernando. Tomé el cofre que contenía marfil y salí de allí para reunirme con mis compañeros.

Mientras me acercaba al malogrado Ordoño para contemplarle, oía a la vez la historia de Fernando.

Nunca oí talis historias... dil Diablo cristiano... -dudaba de la veracidad de la historia-, pirdona qui os diga, amigos, piro hay más diablos in la tierra y entri los cristianos que il propio Maligno... Adimás... no podimos irnos "a todo corrir", mirad a "Ordiño"..., habrá quí avanzar con suma cautila si es que ninguno di nosotros no va a avisar a alguien para qui nos salga al paso de proticción, como propuse... Por cierto, hay dentro di los carros no hay más qui baratijas...

Uno de los comerciantes - que se mantenían a cierta distancia, como si os temieran o quizás de lo acongojados que estaban - se acercó a vuestro grupo y dijo haciendo un alarde de valor

- ¡ Eso no es vuestro! -dijo refiriéndose al cofre - nosotros nos volvemos a Tarazona, más nos vale salvar la vida que no morir aquí a manos de esos harapientos, porque van a volver y esta vez no podréis con ellos. Dejaremos aquí los carros y nos llevaremos todo lo que podamos. Sóis libres de volver con nosotros a Tarazona... o de ir donde os plazca.

Saqué rápidamente el telek y me fui directo contra ese avariento mercader. Cuando llegué a él le tomé por la pechera y con la otra mano le puse la hoja en la garganta.

¿Quien dici qui ahora nos pagarán tras isti agravio? Sirá mejor que calles, ¡avariento! Si tomo isto is por asigurar mi propio pago... ¡¡si tienis algo qui dicir habla antis qui ti raje la garganta!!

Todos véis como el hombre empieza a temblar descontroladamente al sentir el frío acero en su piel, además os dáis cuenta de que un reguero de líquido resbala por el interior de sus pantalones hasta el suelo, el tipo se ha orinado encima.

- To..to..to...tooo..do tuuu...yo

El resto de mercaderes se miran entre sí y empiezan a coger bultos de las carretas, como preparándose para salir de allí cuanto antes.

Deje de agarrar a aquel infeliz y guardé el telek en el mismo lugar que estaba. Luego me di la vuelta, y metí el cofrecito en las alforjas de mi montura. Acto seguido me dirigí a mis compañeros.

¿Volviréis a la Tarazona? Si es así nuistros caminos si siparan..., ya no volvirí allí, pues lo más siguro is que no haya pago con tan distrozada mircancía y tan muirtos qui han sido, puis no los himos podido protiger... ¡¡Eh, tú!! -le grité de nuevo al tipo que se atrevió a replicarme-; isa ciudad...: "Trasmoz", ¿criis qui habrá oro in su intirior? Si tan abandonada is... quizá tinga algo di valor que podamos sacar...

Ciertamente, los mercaderes aún les debían cincuenta monedas, y por Dios que se las habían ganado sobradamente... pero meterle el cuchillo al cuello a un mercader no le parecía a Fernando una actuación de alguien digno de confianza.

Esto pasa por juntarse con moros, mal viento se los lleve a todos.

Tú cree lo que quieras, y arrodíllate a rezarle a tu falso dios si quieres, pero que el Diablo ha pisado estas tierras, esto lo sabe hasta el más tonto de los niños de cuna.

A Fernando la idea de buscar la Villa de Trasmoz no le hace puñetera gracia, por ahora. Claro que prometió a su mujer volver con una buena bolsa. Y cincuenta monedas no estaban mal, pero si se podía conseguir algo más, bueno...

A todo ello, la pierna le dolía como un infierno. Fernando se sentó en la rueda de uno de los carros, a la espera de que los demás compañeros dijeran la suya al respecto.

Cuidado con tu lingua, no vaya a sir qui alguna viz alguien ti la corte... -me preparé para coger mi arco se fuera necesario, aunque no lo creí oportuno cuando éste se hubo sentado-, que los a dhimmis los rispetamos cuando pasan dilante di las mezquitas in la nuestra Garnatah para rizar sus cridos...

La tensión parecía palparse, y Rasiq, apodado "el Terrible", no estaba dispuesto a mostrar nigún ápice de compasión o burla, y menos hacia Alláh, dueño y señor de todo lo creado.

El hombre estaba horrorizado ante la sola mención del nombre de la villa

-¡Sólo la muerte encontraréis allí locos! Esa villa está maldita, si queda aún alguien puede que sean esas bestias mediohombres que nos atacaron, y allí se dice que mora el mismísimo Diablo reencarnado en su hijo. ¿De qué valen las riquezas en el infierno? ¿Queréis perder vuestras almas? -el hombre hacía aspavientos continuamente, el resto de comerciantes estaban pálidos y seguían recogiendo cuanto podían.

Mientras intenta registar el cuerpo de uno de los harapientos heridos a ver si tiene eso algo de satánico, escucha el comentario de Rasiq y no puede evitar intervenir.

- ¿Y que te hace pensar que en esa villa hay algo de oro? pregunta mientras sus ojos se entrecierran esperando una respuesta...

Fernando ignoró el insulto del moro; al fin y al cabo, no eran más que palabras de un infiel. Y su pierna se las estaba haciendo pasar canutas.

Otra cosa: ¿Hay alguna forma de despertar a Ordoño? Porque ahora mismo, parece que aún tenga un pie en el otro mundo, y llevando un dormilón a cuestas no me parece la mejor forma de ir a enfrentarse al Diablo.

Todo se complicaba, los asustados mercaderes huían sin pinta de querer volver, y los harapientos parecían que no iban a dar ninguna información. Guzmán se levanto,  y arrojo a un lado el cuerpo del harapiento que había zarandeado. 

Y para como Rasiq y Fernando se ponen a pelear, ahora solo falta que nos matemos entre nosotros. Seguro que el “tal” Trasmoz estaría encantado. A Guzmán no le gustaba nada el moro, y seria de los primeros en unir su espada para matarlo, pero la situación no lo aconsejaba, estaban en mitad del campo rodeados de a saber que criaturas.

No se cuanto tardara en despertar, pero creo que lo mejor sería acércanos a la ultima aldea donde paramos, y pedir cama. Ordoño necesita reposo, y su espada nos será útil, si queremos matar a ese “tal” hijo del diablo. La idea de ir a matar a Tramoz era meterse en camisa de once varas, pero no podía volver a casa con tal deshonra: “no haber podido escoltar una mísera caravana” y para colmo la caravana no fue asaltada por moros, sino por unos muertos de hambre. 

No istoy seguro, ¿tu istás siguro di qui ti pagarán y ti agradicirán habir intentado protiger la caravana? ¡Quizá quien nos contrató piensi qui nosotros mismos pudimos organizar iste intuerto! -respondía a Amir-. Luego me di cuenta de Guzmán tenía razón: llevar a Ordoño en aquel estado no era conveniente, sería llevarlo a la muerte si se nos presentara algún peligro.

In fin... -volví a dicir-, ¿intoncis volvimos a Tarazona o quí?