Partida Rol por web

A pesar de que la tormenta no iba a amainar (sino todo lo contrario), si que fue apropiado descansar y recuperar fuerzas a la vez que se sanaban algunas de las heridas provocadas en el primer viaje.

Después de cabalgar a lomos de los Chocobos y comprobar desde vuestra posición como las tormentas eléctricas se hacían más y más violentas, llegasteis a la zona donde supuestamente debería estar la cueva de cristal. ¿Qué era lo que ocurría? pues que allí salvo un montón de rocas no parecía haber nada.

El lugar estaba como devastado, la tierra estaba marchita y había varios agujeros como si hubieran impactando desde el cielo pequeños trozos de piedra. De hecho, tan solo el estar ahí os hacía sentiros incómodos, ¿era magia?¿o solo era el temor de creer que allí hay algo siniestro?

Dedicasteis unos minutos a inspeccionar con más detenimiento la zona, pero salvo los grandes amasijos de roca no parecía haber nada útil aunque... un momento ¿qué le pasaba a los cristales? una leve luz comenzaba a resplandecer en su interior, era la primera vez que veíais algo así... quizás no era una luz muy brillante pero entre tanta oscuridad se hacía notar ¿era una señal?

Pudimos tener un pequeño descanso en el que atender a nuestras heridas. Dediqué el tiempo a descansar y a prepararme mentalmente para el siguiente viaje. No sería sencillo, puesto que la tormenta parecía no amainar.

Y no lo hizo. La cabalgada en chocobo demostró ser dura. Tenía que mantener toda mi concentración en mantener al animal en su curso. Tenía que admitir que la bestia había demostrado nobleza y valentía, y me planteé la posibilidad de llevar estas noticias cuando fuera de vuelta a mi clan. Los Cahan nunca habían criado o cabalgado en chocobo, y tras probar su valía y lealtad me planteaba si podría introducir esta costumbre entre los míos.

Pero no tenía mucho tiempo para reflexionar sobre estos temas. Mantener el rumbo por los escollos rocosos era complicado, y ni que decir tiene que la tormenta no facilitaba las cosas. El pelo se me pegaba a la cara por la lluvia y me impedía ver con claridad, al igual que las nubes oscurecían el ambiente de tal forma que podríamos haber jurado que era de noche. 

Llegamos a la zona que la directora Bariday nos mencionó, pero no veíamos nada que se pareciera a la cueva de la que nos hablaba. Llevaba un rato encontrándome agotada y frustrada con el viaje, definitivamente no estaba contenta y quería acabar con esto cuanto antes. Estaba a punto de compartir en voz alta mis pensamientos cuando me di cuenta de que el cristal que pendía de mi cuello estaba brillando de manera tenue. No tenía idea alguna de por qué ocurría esto, pero mi mirada buscó la de mis compañeros para ver si estaban igual de aturdidos que yo.

El descanso fue reparador, al menos para Laymbra. Se encontraba como nuevo, notando las fuerzas de los dioses en su interior, haciendo que alzara el rostro para escuchar los consejos que sólo él podía oír como si fuera un susurro tímido. Sonrió mientras se colocaba el largo abrigo y se preparaba para el viaje que les esperaba, despidiéndose con un cordial abrazo de la directora, montando después en su chocobo.

El viento y la lluvia arremetían con fuerza en sus cuerpos, encorvándose en el lomo de su animal mientras se agarraba con fuerza a las correas para no salir despedido, mirando al horizonte su objetivo. La rapidez y eficacia del chocobo hizo que no tardara demasiado en llegar, buscando un refugio donde cobijarse mientras observaba, buscando la famosa cueva.

Hizo un breve recorrido con la mirada buscando una entrada, cartel o inscripción extraña, pero no encontró más que rocas.

• ¿Es aquí? – No se encontraba cómodo en el lugar y notaba que el chocobo también podía percibirlo, agitándose bajo suya y obligándole a acariciarlo para controlar que no saliera corriendo en dirección contraria.

Estaba a punto de preguntar sobre dar la vuelta hasta que vio el brillo de ambos cristales que llevaba encima, tanto el suyo colgando en su cuello como el de su mejor amigo, a modo de pulsera en la muñeca. No sabía qué era pero estaba reaccionando a lo que fuera que hubiera ahí, bajándose del chocobo y acercándose para dejar que la luz guiara sus pasos.

Mucho antes de que pudierais reaccionar a tiempo y justo cuando vuestros cristales comenzaban a brillar con su máximo esplendor, el suelo que pisabais se hundió hasta formar una misteriosa rampa de tierra que os conducía de manera directa a las entrañas de la tierra.

La precipitada caída como si fuese en un tobogán gigantesco provocó que todo vuestro cuerpo vibrara con fuerza, los cristales seguían brillando y brillando con más y más intensidad hasta el punto que parecía que el destello de luz os iba a dejar ciegos.

No sabíais cuantos metros llevabais descendidos pero aquella rampa no acababa. Simplemente podíais ver vuestros pies deslizándose por la tierra a la vez que os clavabais pequeñas piedras en el cuerpo...

Finalmente una sensación refrescante os sorprendió y asustó por partes iguales. ¿Estabais bajo el agua?

Cuando fuisteis conscientes de lo que sucedía abristeis los ojos de par en par. Aquella rampa subterránea os había hecho llegar hasta una pequeña bolsa de aire bajo las profundidades sumergidas de la tierra. La sensación era claustrofóbica pero el hecho de que vuestros colgantes no dejasen de brillar os hacía creer que ibais en buena dirección.

Subir por la rampa era imposible puesto que la pendiente y el cuerpo mojado provocaba que fuese el acceso resbaladizo pero... ¿qué había a los alrededores?

Os sumergisteis a través de las aguas iluminadas por vuestros colgantes para descubrir que a bastantes metros había la entrada a una cueva. ¿El problema? Había que llegar buceando...

Seguían como polillas a la luz al fulgor de los cristales hasta que el suelo que había bajo sus pies se hundió, empezando un descenso que parecía interminable.

A medida que caía intentaba agarrarse donde pudiera para evitar el golpe que sabría que vendría, clavando sus manos en la tierra y haciéndose daño al ver que no podía detenerse, y soltando alguna mueca de dolor cuando las continuas piedras del “tobogán” pasaban por su costado, provocándole posiblemente alguna que otra marca que curaría con el tiempo.

El final llegó a una bolsa de aire, parándose unos segundos para recomponerse.- ¿Estáis bien? – Ya era la pregunta habitual tras cada incidente, preocupándose más por sus compañeras que por él mismo.

Aprovechando que tenían unos segundos de libertad echó una leve oteada a su alrededor. Realmente el sitio era hermoso a pesar de ser claustrofóbico, llegando a estar completamente a oscuras si no fuera por el gran brillo de los cristales. Miró las calmadas aguas al descartar el camino ascendente, sabiendo que sería el único camino posible.

Seguidme.- Se zambulló el primero, nadando a zancadas siempre con el cristal por delante para que le mostrara el camino, conteniendo la respiración y esperando que hubiera una salida.

La luz de mi colgante era tan intensa que no me permitió ver la rampa de tierra hasta que estaba deslizando por ella. En un principio el descenso fue más llevadero, pero el deslizamiento era más largo de lo esperado, y para el tramo final mis piernas cedieron ante lo resbaladizo de la rampa y tuve que parar las piedras y la caída con mis antebrazos.

- Es solo barro, tranquilo. - dije mientras intentaba quitarme algo de la tierra mojada del pelo. Estaba dolorida y sucia, pero no herida por el desliz. Nos encontrábamos en una especie de bolsa de aire antes de llegar a la entrada de la cueva que nos mencionó la directora. Tan solo nos iluminaba la misteriosa luz de nuestros cristales, situación que me hacía sentirme bastante asfixiada e indefensa. Si la luz nos fallaba no habría forma de defenderse de algún atacante, y la perspectiva de tener que bucear con mi armadura, por ligera que fuera, no era nada agradable. Laymbra se había adelantado así que fui la segunda en zambullirse.

Podía sentir el peso de mis ropas incrementándose conforme pasaba más tiempo bajo el agua, y tener una mano ocupada en dirigir mi colgante para iluminarme no ayudaba demasiado. Por suerte, mis entrenamientos constantes me habían preparado para situaciones así, y pude atravesar el trecho sin demasiado problema. Noté sin embargo como Laymbra perdía algo de ritmo a mitad de camino, así que le di unas palmadas en la espalda para mostrarle que estaba junto a él y decidí bucear por detrás del invocador en caso de que necesitara mi ayuda si se retrasara más o perdiera el conocimiento por la falta de aire.

El descanso fue mejor de lo que esperabamos para el tiempo tan peligroso que había. Por desgracia, este no parecía con intenciones de dejarnos libre la mañana para poder avanzar con seguridad hasta nuestro destino, al contrario, parecía querer entorpecernos a niveles catastroficos...

Por suerte, aquellos animales que montabamos eran fuertes y fieles cual dragones, cosa que hizo que mi impresión sobre estos cambiara bastante y, al ser ya el tercer viaje, me sintiera más comoda cabalgando sobre su lomo. Aunque seguía teniendo esa falta de recorrer el camino a pie. La mala costumbre del entrenamiento diario supuse. Aún así, no lo echaba tanto de menos, pues estaba con mis compañeros de inancia.

Al llegar a aquel lugar rocoso, nuestros cristales empezaron a brillar algo extraño pero... parecía incluso calido - Parece ser que si, es el lugar. La pregunta es... ¿Como accedemos a su interior? - Mi pregunta se fue nublando más y más por la luz creciente de todos nuestros cristales resonando cada vez más al unisono en su resplandor. Tanto así que no vimos la trampa activarse hasta que nuestros pies dejaron de sentir el apoyo que nos mantenía pegados al suelo.

La caida fue larga y aunque trataba de usar mi lanza para reducir la velocidad, era imposible hacerlo con exito sin arriesgarme a romperla. Aunque por suerte no caimos a un poco sin fondo, y no nos hicimos daño. Ante la pregunta de Laymbra asentí - ¿Por qué me da la sensación de que cada vez que avanzamos nos metemos en más trampas? Tan solo espero que haya un camino de vuelta. - Sin embargo el lugar era precioso, o al menos su formación. De nuevo y sin arriesgarme con mi lanza a que se rompiera, el único lugar para salir de allí, era avanzar. Esta vez por el agua.

- Esta vez no hay mucho que elegir... E imagino que no habrá bolsas de aire. Tened cuidado por favor. - Una cosa era enfrentarse a la feroz tormenta, otra al aplastamiento de la tierra, o incluso a las flamas más ardientes de un dragón, pero el agua era un elemento al cual respetar. No hay oxigeno, el movimiento es más lento y torpe, pero con suficiente entrenamiento y fuerza de voluntad, podías ser tan raudo como un dragón marino y hacer del agua tu elemento. Esperé a que ambos se zambulleran en el agua para ir tras ellos.

Slaine parecía tenerlo controlado y de hecho se mantuvo detrás de Laymbra, el cual parecía tener dificultades. No fui menos, eramos un equipo y entre los tres teniamos que avanzar, ayudandonos... Igual que cuando eramos pequeños. Mantuve mi mano tras Laymbra y le miré con seguridad y firmeza, transmitiendole que le ayudaría si lo necesitaba.

Por suerte los tres salimos del agua en aquella cueva y retomamos el aire. - ¿Estais bien? - Esta vez tocaba a otro hacer la pregunta, y esta vez la mirada, al menos la propia, se centraba en Laymbra

Cuando finalmente conseguisteis llegar a una cámara lo suficientemente amplia como para salir del agua os sentisteis realmente aliviados. Os disteis cuenta que las ruinas subterráneas de Refugio Estelar eran un juego de niños en comparación con la zona donde estabais ahora.

El lugar, naturalmente oscuro pero iluminado mágicamente por vuestros colgantes mostraba un camino rocoso que se adentraba más y más en lo desconocido. Si vuestro origen o la respuesta a él se encontraba dentro de este complejo significaba que había demasiados secretos en vuestra historia.

Estuvisteis andando apenas 10 segundos, atravesando pasadizos ante la inmensa humedad de aquel túnel, guiados por los cristales esperanzados de que su luz nunca se apague os aquel lugar sería vuestra tumba.

Fue entonces cuando un particular sonido os dejó en alerta. Había algo custodiando el lugar. Una amenaza estaba a escasos metros, lo sentisteis en el aire, incluso en vuestro espíritu.

Una gigantesca Mantis apareció de la oscuridad de la cueva para intentar intimidaros con su letalidad.

¡No podíais echaros atrás ahora, había que luchar!

Le costó salir del agua y, aunque fingiera que todo estaba bien, sabía que ambas compañeras se habían dado cuenta de su “casi ahogo” en las profundas aguas. Tosió un par de veces mientras escupía agua sobrante, hinchando los pulmones del preciado oxígeno a medida que se incorporaba sobre sus propias piernas.

Empezaba a acostumbrarse a la oscuridad del lugar, llevando siempre la mano por delante a modo linterna para iluminar sus pasos y no trastabillar en alguna trampa, apoyándose igualmente en las húmedas paredes para calcular sus pasos y la distancia que andaban. De todas formas no tardó demasiado en presentir de nuevo el peligro, anclando sus pies en el suelo y juntando sus malos.

Pensó en invocar una nueva criatura mientras veía la gran mantis, susurrando unas palabras a medida que sus manos se movían solas danzando por el aire, pero sabía que debía guardar energías para los peligros que vendrían. Porque sí, sabía que encontrarían más.

A pesar de estar cansado y algo agotado por la natación, los dedos dibujaron símbolos mágicos que sólo él podía leer antes de lanzar una bola de energía a la mantis, empezando así la lucha.

Logramos salir del agua en una cámara amplia. La oscuridad me hacía sentir indefensa ya que debía ocupar una de mis manos en alzar el cristal frente a mí. E iba a necesitar ambas manos, pues una mantis de tamaño gigantesco se interponía en nuestro camino. Decidí que debía dejar el cristal que era mi única fuente de luz de nuevo en mi cuello para poder controlar mi espadón.

Conforme desenvainaba volvía esa sensación que me vino aprendida con mi familia adoptiva. Muchos veían en la batalla contra un monstruo algo irremediable o terrorífico. Dado que mi pueblo debía proteger constantemente sus fronteras del ataque de bestias, para mi gente combatir esta amenaza significa que nadie más tendría que combatirla. El combate en sí es un motivo de gozo, una forma de poner tu vida al servicio de tu comunidad. Entrenamos toda nuestra vida para que nuestra gente pueda sobrevivir otra generación más, así que supongo que nadie puede culparnos de que tengamos esta relación tan íntima con la batalla.

Y a consumar esta relación me preparaba mientras hacía ganar inercia al pesado espadón dando un giro final con el que lanzar mi ataque contra la mantis.

El salir del agua se volvió casi una bendición, y ahora parecía que la explicación de nuestro origen, o al menos el de los cristales estaba más cerca. Sin embargo, y como todo, la respuesta no sería tan sencilla de obtener, y la mantis que nos salió al paso lo confirmó.

Agarré mi lanza con firmeza, no me iba a dejar alterar. Ya habiamos pasado por más cosas y un combate más no supondría diferencia extra. Tan solo confiaba en mis compañeros y solo pensaba en que ese objetivo cayera ante los tres. No debía preocuparme por que ellos no pudieran defenderse, lo harían sin problemas. Giré varias veces la lanza y empecé a correr hacia aquella mantis para al estar cerca rajarla y dar varios pasos hacia atrás. - Probemos tu fuerza, y su supones un gran obstaculo, te destruiré rápidamente.

La bola mágica siguió su curso hacia el gran cuerpo de la mantis, dibujando una estela eléctrica que se difuminó con el impacto. Observó a sus compañeras y sus ataques rápidos y certeros, creyendo que habrían terminado con la amenaza aunque se preparara para otro ataque si fuera necesario.

Pero no le dio tiempo siquiera a formular las palabras. Antes de que pudiera darse cuenta un golpe certero hizo que cayera al suelo, desplazándose varios metros de su posición original.

Laymbra era consciente de que no aguantaría otro ataque, tosiendo varias con la espalda apoyada en el frío y rocoso suelo mientras notaba que el agotamiento vencía sus extremidades. Entonces lo sintió, algo dentro de él corriendo tan rápido como su sangre, cientos de voces que le susurraban con ojos cerrados.

Él respondió, moviendo los labios sin articular palabra mientras levantaba con dificultad un brazo. Cercano a su corazón surgió una pequeña chispa púrpura, juguetona y nerviosa que danzaba por su pecho, como si buscara una salida. Y la encontró por dentro de su amplio abrigo abierto, reptando por el brazo y dejando una estela luminosa hasta que salió por la manga, terminando en la punta de su dedo índice, aumentando su fulgor.

La luz se expandió, formando un círculo mágico de invocación que volteaba sobre su mano cada vez con más rapidez, llegando el punto en que parecía que ni siquiera se movía. Lo que sí lo hicieron fueron sus párpados al abrirse, concentrando su mirada en el centro del círculo.

- ¡Rubí!

Bajó la mano dando un golpe seco en el suelo a su lado al tiempo que el círculo mágico descendía, traspasando el cuerpo del invocador y grabándose sobre la tierra. Donde antes estaba su mano con la palma abierta surgió una grieta que dejaba deslumbrar un fulgor tan fuerte que obligaba a apartar la mirada, rompiendo parte de la tierra para dejar paso a una pequeña criatura de ojos saltones y orejas puntiagudas.

La invocación, semejante a un zorro, salió del agujero mientras sacudía su cuerpo de las pequeñas motas de polvo y piedra que le hubieran quedado antes de dar un gran salto, quedándose prácticamente levitando sobre todos.

El cristal que decoraba su frente empezó a brillar, adquiriendo un color cada vez más oscuro hasta que directamente un haz de luz reflejó a los huérfanos con una cálida sensación de bienestar, curando parte de sus heridas.

Laymbra no estaba del todo recuperado, pero sí lo suficiente para levantarse con dificultad al tiempo que Rubí descendía para colocarse en los hombros de su invocador, recibiendo una breve caricia en su pelaje.

- Gracias.- Agradecido por la ayuda que le había brindado, sonrió a la par que el animal acercaba su rostro al cuello del invocador, como si fuera un gato pidiendo un poco de cariño, antes de saltar de sus hombros e internarse de nuevo en el agujero de donde había salido.- Estoy bien, ¡seguid atacando!

Avisó a sus compañeras mientras terminaba de ver los últimos haces de luces y dispuesto a continuar con la lucha.

La bola de energía de Laymbra pasó por encima de mí y aproveché el momento para efectuar un giro, imprimiendo el peso en mi hoja para clavar mi espada en la parte blanda de una de las patas de la mantis. Sin embargo mi ataque no resultó certero y aunque golpeé al monstruo no llegué a cercenar su pierna, y lo pagué caro cuando la mantis me lanzó un ataque con una de sus garras. Sentí un dolor punzante a la altura de los riñones y pude ver cómo mi armadura de cuero había sufrido un corte. A pesar del dolor, la ausencia de grandes cantidades de sangre indicaba que no me había perforado ningún órgano y que el tajo no debía de ser demasiado profundo. Tan solo tendría que soportar el dolor y acabar de una vez la batalla.

Laymbra no había tenido tanta suerte. El impacto de la mantis había derribado a nuestro amigo, que parecía incapaz de continuar luchando. Pero una vez más nos demostró que era un invocador más que hábil cuando convocó a una extraña criatura. Al principio me extrañó ver que el aliado de Laymbra no atacaba a la mantis, pero me quedé impresionada cuando el pequeño amigo de Laymbra realizó un conjuro y mi dolor desapareció a la par que veía al invocador volver a alzarse de nuevo.

- Gracias por eso. Ponte detrás de nosotras y no dejaremos que te alcance de nuevo. - avisé a Laymbra de que tuviera cuidado con los ataques de la mantis. Había decidido que era hora de acabar cuanto antes con esta batalla. Cambiando el peso de mi cuerpo a una de mis piernas busqué un hueco en la guardia de la mantis. Con un potente salto me lancé en mi ataque hacia el pecho de la bestia, un objetivo más blando que las poderosas patas. Había subestimado al enemigo, pero no repetiría mi error.

Laymbra y Sláine al igual que yo, teniamos nuestras formas diferentes de atacar. Nunca había presenciado magia natural, o al menos no el tiempo o de la dirección adecuada para asombrarme por esta, y al contrario que Sláine mis golpes debían ser agiles manteniendo las distancias... Aunque no sirvió de nada.

Tras el tajo ascendente propinado hacia la mantis, pensé que varios pasos hacia atrás manteniendome a la misma distancia que Laymbra sería suficiente, pero no ví que su barrido venía a por nosotros y acertó de lleno dejandonos con una herida en nuestro cuerpo. - ¿Solo tienes eso? - Mascullé mientras me ponía en pie. Estaba acostumbrada a golpes tan debiles y al mismo tiempo golpes que derribaban a cualquiera, lo que sí que no estaba acostumbrada es a que mis compañeros quedaran tan heridos, o al menos no tan malheridos como quedó Laymbra, al cual miré al oir a su llamada a la invocación.

Respiré aliviada tras que aquella extraña y verdosa criatura curara al grupo. - Gracias Laymbra... - no supe que más decir, pues aún estaba preocupada por su estado - Haz caso a Sláine... Esto se acaba aquí. - enfilé a aquella mantis - Pero sin más muertes. - Con un impulso me lancé corriendo a por el monstruo delante nuestra con la lanza preparada y al llegar cerca de su abdomen clavar esta con fuerza.

No estaba dispuesta a permitir que hirieran más a mis compañeros, y aun menos viendo el estado en que se encontraba Laymbra. Debido a esto, mi ataque era algo forzado, un todo o nada que no habría planteado de estar luchando sola. Pero no era así, y prolongar una batalla que solo podía desgastarnos no era una opción.

Continué elevándome en mi salto para aterrizar con el espadón en primer lugar en la parte blanda del tórax de la mantis, que emitió un chirrido. Si bien el monstruo no estaba abatido, había logrado parar en seco cualquier posible ataque en represalia. Viendo que no sería mi ataque el que derribara al enemigo destrabé mi espada, liberando un chorro de sangre y entrañas de insecto. Cuando aterricé de nuevo en el suelo recuperé mi posición de guardia y busqué con la vista a mis compañeros.

Corrí hacía aquella bestia con furia en mi cara, quizás la primera vez que no la contenía en mucho tiempo y con mi lanza preparada a ser lanzada, sino fuera porque su recorrido iba a ser otro. Me deslicé por el suelo para pasar entre sus patas al abdomen y desde ahí, mientras me deslizaba en el suelo, lanzaba un fuerte golpe contra su abdomen para luego girar la lanza internamente y después sacarla.

-No volverás a causar más estragos - mencioné poniendome de pie recuperando mi lanza y dejando que las entrañas de aquella mantis salieran por si solas. Volví con más tranquilidad con los demás al ver que aquella enorme bestia estaba cayendo para no volverse a levantar nunca más - Se acabó. Descansa en paz. - puede que no me mostrara muy religiosa, pero había demostrado ser un digno rival. - ¿Estais bien? ¿Quereis tomar un descanso antes de continuar? - sabía que no era lo mejor, pero para Laymbra podía suponer un cambio.

No le dio tiempo siquiera a formular las primeras sílabas de su ataque antes de que la gran Mantis cayera a manos de las guerreras. Bajó las manos una vez le remataron, apagando el breve brillo que estaba surgiendo de sus dedos antes de apoyarse en la pared, comprobando las heridas que tenía.

- No os preocupéis. Es el precio que debemos pagar los invocadores. Mente fuerte, cuerpo débil.- Dudaba que eso fuera a calmar la preocupación de ambas, pero de nada servía mentirlas en este punto. En comparación con ellas era débil, alguien a quien proteger continuamente, pero su poder podía aplastar cualquier monstruo en su camino.- Debemos continuar y ver qué nos depara este lugar.- Fue el primero que dio un par de pasos para continuar el camino, aunque poco después parara para colocarse tras alguna de ellas, queriendo mantenerse detrás por si había otro ataque.