Partida Rol por web

Nueva York, 12 de noviembre de 2037, 17.30 pm.

Trish sabía bien dónde encontrar a Flora y Flint cuando los necesitaba, aunque para ello la chica tenía que caminar un poco, salir de Sugar Hill y acercarse a la estación de metro de la 135, junto al parque St. Nicholas. Allí, en un edificio abandonado, estaba el sótano que los dos solían usar para refugiarse. Habían dificultado el acceso con tablas de modo que el lugar no parecía estar habitado, pero Trish conocía la entrada secreta a través de una ventana estrecha sin cristal. 

Allí encontró a sus amigos aquella tarde, cuando el sol empezaba a caer detrás del manto de nubes que lo opacaba. Flint estaba sentado en el suelo, con una rata en el regazo y sosteniendo un gorrión con la mano, al que daba de comer directamente en el pico algunas migas de pan. El chico alzó la mirada al escuchar a Trish entrar y le dedicó una sonrisa que había perdido ya la timidez con que solía recibir a quienes no eran su hermana postiza. 

Flora, por su parte, estaba de pie, moviéndose inquieta por la estancia alrededor de un bidón en el que algo ardía templando un poco la temperatura allí dentro, pero su mirada se iluminó al ver a la muchacha de cabellos azules, como si su presencia allí fuese justamente la distracción que necesitaba para no explotar de aburrimiento. 

—¡Trish! —exclamó contenta, abriendo los brazos como saludo—. Joder, hacía un montón que no te veíamos. ¿Cómo te va todo? ¿Te quedarás unos días? Estamos preparando algo más grande.

La chica iba vestida como acostumbraba, con unos pantalones oscuros y de aspecto cómodo. Las deportivas que llevaba no estaban en su mejor momento, pero no tenían agujeros todavía, y en la parte de arriba vestía una sudadera azul marino, con capucha y bastante gruesa, seguramente con un forro interior. Sus manos estaban tapadas por unos mitones negros que dejaban sus dedos al descubierto. Al fin y al cabo, como solía decir ella, eran su instrumento de trabajo.

Ya habían terminado de comer cuando Trish decidió salir a dar una vuelta. La reunión con Karina y los demás había dejado a la muchacha con un buen sabor de boca. Que el crío estuviera sano, sanísimo, era algo que la alegraba más de lo que el día anterior habría pensado, y cuando salió a la calle fue con la alegría contagiada en sus pasos.

Al principio no había decidido adónde ir. Caminaba como había aprendido a hacer en los años que había pasado separada de su hermana, pasando desapercibida en determinados momentos y estando bien a la vista en otros. Por ejemplo, al cruzarse a cualquiera de los grupos que protegían la zona.

Apenas había caminado un par de calles cuando se le ocurrió a quién quería ver. Sus pies cambiaron de rumbo y su sonrisa adquirió una actitud más pícara que ingenua. Aceleró el paso, esperando encontrar a los dos muchachos en su refugio, y en cuanto llegó y se asomó por la ventana supo que era el momento adecuado.

La muchacha estaba, probablemente, en la mejor condición física que había estado nunca. Aunque eso no era decir mucho. Pero sí consiguió colarse por aquella ventana, mirando alrededor en cuanto pudo para localizar a sus amigos.

—¡Hola! —exclamó con una sonrisa, acercándose a Flora con presteza para convertir su gesto en un abrazo. Luego se dirigió a Flint para saludarle con una palmada en el hombro—. Buenas, chicos —enunció mientras se acercaba a cualquier cosa que hubiera por el medio para sentarse.

—Pues en el Morris me va de puta madre, la verdad. Tenemos un huerto y todo eso, aunque se echa de menos no tener que esperar meses para tener las manos llenas. —Hizo entonces una breve pausa, valorando las siguientes palabras que la chica le había dedicado.

—Quedarme-quedarme aquí no, que mi hermana me mata —expuso con rapidez—. Pero si os apetece hacer un trabajo, lo hablamos. —Para Trish aquello de robar ni siquiera era como hacer una mala acción. Siempre le había quitado lo justo a comerciantes, por ejemplo, o gente de unos recursos mínimos. No dejaría a nadie sin comer sólo por diversión, eso estaba claro.

—¿Y a vosotros qué tal os va? ¿Seguís con todo igual?

La rata abandonó el regazo de Flint cuando Trish se acercó y no tardó en perderse en algún rincón oscuro. El chico respondió con una sonrisa al gesto de la muchacha, mientras que Flora la apretó en un abrazo contundente. 

—Qué pena —respondió cuando dijo que no se quedaría, con un encogimiento de hombros que expresaba resignación—. Los viejos tiempos eran divertidos. 

Se acercó a un bidón cerrado y se aupó de espaldas para quedar sentada sobre la tapa. 

—Por aquí todo como siempre. Pero estamos preparando un buen golpe para dentro de unos días. —Intercambió una mirada con su hermano que asintió levemente, invitándola a seguir hablando—. ¿Sabes los de la Bratva? Mike nos ha dado el chivatazo de que tienen un arsenal en una nave cerca del Hudson. Con armas, munición... Vamos a colarnos y robar lo que podamos sin que se note demasiado. ¿Quieres apuntarte? Tenemos que darle una parte a Mike, pero el resto nos lo repartiríamos. 

El primer comentario de Flora, ese sobre los viejos tiempos, arrancó una sonrisa agridulce de los labios de Trish. Sí, es verdad que habían tenido su parte divertida... Pero no todo había sido disfrutar, desde luego. También había estado Wren, por ejemplo. Y aún sin pensar en él la impresión que tenía la muchacha en ese momento era que todo había cambiado mucho desde entonces. Había encontrado a Nick, a su hermana... Y se habían asentado en el Morris. Flint y Flora, en cambio, seguían más o menos igual. ¿Estancados? Trish no habría pensado eso, desde luego, pero que ella había evolucionado más era una realidad.

Conforme su amiga empezó a hablar del nuevo golpe los ojos de Trish se abrieron más, siguiéndola en todo momento. Ella no era mala persona, pero aún así sintió un hormigueo al oír cómo hablaba la chica. Y más aún cuando dijo que se trataba de la Bratva. Aquello no era robar por robar: ellos no necesitaban de verdad todo lo que tenían. Era como quedarse la parte divertida de mangar, y nada más. O incluso multiplicarla por diez, teniendo en cuenta a quién le estarían haciendo la jugarreta. Lo sentía un poco por Iván, y más aún por Bronto, pero aún así... Los negocios eran los negocios, desde luego. De todas formas, si sólo iban a robar lo que no se notase, bueno... Tampoco es que fuesen a perder demasiado. Trish no tardó ni medio segundo en decidir.

—Claro que me apunto —dijo con seguridad—. ¿Cuándo queréis que lo hagamos? Estoy trabajando en unos walkie-talkies, si me da tiempo de acabarlos antes podrían irnos de puta madre.

—Tiene que ser un viernes —intervino Flint en ese momento, con su voz suave y tranquila—. Mike ha estado estudiando sus horarios y todos los viernes por la noche uno de los guardias se pira de allí durante quince minutos. Así que ese es el tiempo que tenemos para entrar, cogerlo todo y salir.

Se puso de pie y dejó al gorrión en una caja acolchada con algunos trapos, cerca del bidón encendido. Se sacudió los pantalones y se acercó a las dos chicas. 

—Suele haber otro guardia, pero hay una puerta lateral que no vigila nadie y menos en ese rato. El plan es entrar por ahí. 

Ladeó un poco el rostro contemplando a su amiga y sonrió. 

—Me gusta que te apuntes. Contigo será más divertido.

Flora silbó entre dientes y se dio una palmada en el muslo. 

—¡Unos walkie-talkies! Tía, eso ya es jugar en primera división —dijo, con una carcajada—. Así alguien podría quedarse fuera y controlar la puerta principal. ¿Los tendrías para el próximo viernes? Mañana no, el siguiente.

Miró entonces a su hermano postizo. 

—¿Qué te parece eso, Flint? Mejor que unas palomas mensajeras, ¿eh? —bromeó con su afición por los animales, sacándole la lengua. 

Con el silbido de flora Trish dibujó una nueva sonrisa, y con su pregunta se levantó y comenzó a caminar por el lugar, pensativa. Si invertía lo que tenía quizá pudiera hacerse con algunas piezas. Si tiraba de la despensa del Morris quizá fuera suficiente para todo, era difícil estar segura. Y con el botín sería fácil de reponer. En cualquier caso una semana era tiempo suficiente para conseguir cualquier cosa suelta que faltase. Eso sí, tendría que ponerse las pilas.

Mientras aún le estaba dando vueltas a aquello y planeando pasarse al día siguiente por el Trueque a ver ese puesto que ese día había evitado, la muchacha escuchó a Flint. Sí que lo tenían bien montado.

—Lo bueno del walkie es que podríamos ir a lo seguro —comentó—. Que quien se quede fuera nos avise si el guardia vuelve, o con cualquier otro imprevisto. Hasta podemos pedirle que lo distraiga si nos hace falta, o qué sé yo. —La cabeza de Trish ya estaba funcionando, pensando en la mejor manera de hacer las cosas—. Lo mejor sería ir con mochilas y llevarnos solo cosas pequeñas. Pistolas, munición, qué sé yo. Pero pasar de fusiles o de mierdas de esas, que luego son fáciles de reconocer.

Los ojos de la chica brillaban con expectación. Volvió a sentarse un momento, pero con los pies apoyados en la superficie de la caja que usó y las rodillas dobladas hacia arriba, aunque no aguantó ni cinco segundos antes de volver a levantarse.

—Quince minutos dan para muchísimo —comentó entonces—. Yo creo que con cinco vamos servidos. —Asintió entonces con la cabeza, haciendo un pausa para valorar un veredicto que no tardó en dar—. Chicos, va a molar mucho.

Flint sacudió la cabeza a su hermana postiza cuando se metió con él, declarando en ese gesto que no valía la pena ni responder a su burla. Después prestó atención a las explicaciones de Trish y asintió con la cabeza cuando ella terminó. 

—Yo voy a intentar conseguir relojes para todos, aunque sean prestados sólo ese día. Así podremos sincronizarnos y controlar cuánto tiempo estamos dentro. —Hizo una pausa antes de puntualizar—. Cuanto menos, mejor. 

La muchacha se iba emocionando más y más a medida que los otros dos hablaban y había comenzado a mecerse hacia delante y hacia atrás en el sitio, de puro nerviosismo. 

—Ojalá haya granadas —suspiró, con cierto aire soñador—. Ni siquiera puedo imaginar lo que nos darían por ellas y ocupan poquísimo. 

Por algunos segundos se quedó pensativa, como planeando en su mente todo lo que haría si tuviera una mochila llena de granadas, y de repente se giró para mirar a Trish con curiosidad. 

—¿Sigues con el escritor ese? —preguntó— ¿Y a tu hermana ya le mola que mangues cosas?

Trish asintió a las palabras de Flint. Lo de los relojes le parecía más algo que les hacía sentir como profesionales que algo necesario en realidad. De hecho si tenian los walkies con que uno controlase el tiempo debería ser suficiente. Pero no iba a ser ella la que cortase la ilusión de los muchachos, más cuando era una recién invitada.

Sin embargo cuando acto seguido Flora dijo lo de las granadas... Ahí sí que tenían que tener cuidado. Cuando más valioso y raro fuera lo que se llevasen más empeño pondrían en buscarlos. La expresión de la muchacha no llegó a tornarse seria: aquel plan aún se estaba gestando y había mucho tiempo para planear las cosas bien, pero Iván y los suyos no iban a andarse con tonterías, eso lo tenía claro.

—Sigo con él, sí —contestó entonces—. La verdad es que cada vez somos más. Y Cass, bueno... No es que le mole, pero si no me pregunta no me dirá nada —Trish se encogió de hombros antes de proseguir.

—¿Lo sabe alguien más, además de Mike? Porque lo que de verdad va a estar jodido no es llevarnos las cosas, sino que no no se enteren luego de quién ha sido. —Pensó un instante en aquellos a los que conocía de la Bratva—. ¿Sabéis quién suele vigilar, cómo es o algo?

—Sólo Mike —confirmó Flora, negando con la cabeza—. Y nosotros tres. 

Después sonrió y se pasó la mano por los cabellos, revolviéndolos. Era un gesto que Trish la había visto hacer a menudo, cuando estaba ansiosa por trepar a un nuevo edificio o por preparar un buen golpe, pero sobre todo cuando la expectación se la comía por dentro. A Flora siempre le había costado estarse quieta demasiado rato, lo suyo era mantenerse en movimiento por la ciudad. 

—Estábamos pensando en negociar con la Irish Mob para venderles el botín. —Se frotó la nariz—. Se llevan mal con la Bratva y eso... Pero negociar con mafiosos... —Sus labios se fruncieron en una mueca. Estaba claro que esa parte no le gustaba demasiado—. No sé. Por ahora es una idea en el aire. Pero Flint conoce a alguien que podría hacernos el contacto con esa gente.

El chico asintió con la cabeza al ser nombrado, pero no se molestó en aclarar nada más sobre ese contacto que tenía. En lugar de eso llevó su mirada hacia el fuego que ardía dentro del bidón y extendió las manos en su dirección, calentándolas. 

—Mike está recogiendo información de los guardias ahora —dijo—. Vendrá el lunes a ponernos al día y fijar los detalles. ¿Quieres venir?

Trish asintió al saber que la información estaba más o menos a buen recaudo. Sólo esperaba que los chicos tuvieran la lengua bien guardada de ahí en adelante, porque como llegase a oídos de Iván que ellos le habían robado, bueno... Estaba segura de que no volvería a verlos.

Una parte de ella quiso decirles que mejor lo dejasen correr. Probablemente el jefe de la Bratva fuese clemente con ella gracias al pasado. A lo mejor sólo se la quedaba como tiempo atrás había hecho con Robin, haciéndola trabajar para él hasta que pagase una deuda que nunca saldaría. Ellos, en cambio, lo tenían más complicado.

Sin embargo la muchacha era la primera en saber que aquello, si salía bien, podía cambiarles la vida. Al menos durante un tiempo. Y no era sólo una cuestión de recursos, sino que el reto de robarle a la jodida Bratva era un plus que no podía negar. No tenía nada contra Bronto, por ejemplo, y esperaba que no fuese él el guardia que pagase por aquello si salía bien. La parte buena era que, si eran discretos, ni siquiera sabrían cuándo les habían robado.

—Yo me andaría con cuidado —comentó entonces Trish, cautelosa. No lo era salvo cuando de verdad hacía falta, y allí era necesario que alguien tuviera precaución por los tres, visto lo visto—. Más vale colocarlo poco a poco a que investigando puedan llegar a saber quién ha sido. Yo no sé quién es el contacto o si es de fiar—dijo mirando a Flint—, pero si por pedírselo os pueden relacionar con esto, mala movida.

—Si falta sólo un poco de munición y alguna granada, lo mismo ni lo notan. O puede que piensen que es sólo un despiste. Hasta podríamos volver algún día más. Pero como nos pasemos podemos estar bien jodidos. Así que sí, vengo el lunes y todo eso, pero tenemos que tener ocho ojos a partir de ahora.

—Va a ser la puta hostia —aseguró con una sonrisa—, como robar el maldito tesoro de un emperador. Pero si no lo hacemos bien podemos acabar muy mal.

Ya les había avisado. De ahí en adelante si decidían arriesgarse era sólo cosa suya. Y ella sin dudarlo se arriesgaría con ellos. Si la vida en ese nuevo mundo era tan corta como decían, al menos estaría llena de emociones.

Flint sacudió la cabeza mirando a su hermana postiza, como si las palabras de Trish estuvieran confirmando algo que él ya había dicho antes. 

—Los mafiosos son la última opción. Lo mejor es esconder el botín una temporada, hasta que se pase el revuelo, y entonces ir colocándolo poco a poco —aseguró, haciendo que Flora torciese el morro ante la perspectiva de tener que esperar—. Así no llamaremos la atención. 

Entonces miró a la joven de cabellos azules y le dedicó media sonrisa cómplice.

—Ocho ojos, como tarántulas. —Ofreció el puño a su amiga para chocarlo. Parecía que aquella comparación le había gustado—. Y las arañas también guardan sus presas para después. Va a ser un golpe cojonudo. 

Se metió las manos en los bolsillos de los pantalones y la señaló con la barbilla.

—Tendrás que llevar el pelo tapado, ¿eh, Trish? Es un canteo. 

—Habló el pelirrojo —saltó rápida Flora, con una carcajada—. Tendremos que llevar capucha todos, o gorros, algo así. Y lo de esconderlo todo, no sé. —Balanceó las piernas en el aire mientras hablaba—. ¿De qué sirve tener una fortuna enterrada en un jardín si vas a pasar hambre mientras tanto? Joder, ahí fuera te puedes morir en cualquier momento... Mejor disfrutar las cosas cuando vienen, ¿no? Eso pienso yo.

Los gestos de Trish dieron la razón a Flint cuando este ratificó lo de colocar el botín poco a poco. La parte mala era que Flora no lo vería igual, probablemente. La parte buena, que su "hermano" estaría ahí para vigilarla, seguro. Chocó el puño con él en cuanto se lo ofreció, pero ni se le pasó por la cabeza hacer lo que Astrid había hecho aquella mañana: había molado, pero esa era una de esas cosas más del viejo mundo, uno que ninguno de los presentes había conocido de verdad.

Acto seguido, cuando él dijo eso del pelo y Flora lo completó, Trish rió también.

—Hablo la del pelo blanco —dijo con una sonrisa antes de negar con la cabeza—. Vaya plan.

Sin embargo eso la hizo pensar un momento. No quería hablar a los presentes de Bronto porque probablemente no entenderían por qué no querría aprovecharse de él, si no dejaba de ser el blanco del robo de una manera o de otra. Pero si estaba él de guardia el pelo no sería el único problema.

—Si lo hacemos bien lo suyo sería que ni nos vieran —comentó—. Pero por si acaso creo que me buscaré hasta una chaqueta para ese día, o algo. Paso de que me reconozcan luego cuando vaya al Jackie por esa chorrada, por ejemplo.

A Trish ni se le pasó por la cabeza coger una prenda de alguno de los del refugio. De Robin, por ejemplo. No iba a buscar problemas a los suyos. Tendría que darle vueltas a eso también si quería ir a lo seguro.

—Sirve de que más vale no disfrutarlas cuando vienen, si eso puede hacer que te pillen —comentó. No tardó en dirigirse directamente a ella—. No vais a pasar hambre. Al principio vendéis sólo unas cuantas balas, por ejemplo, y con eso tendréis de sobra para vivir mucho mejor que ahora.

—Joder —rió Flora al escuchar a Trish hablar de cambiar de ropa—. Te has vuelto paranoica que no veas desde que tienes casa fija, ¿no? Te puedo dejar una sudadera mía —ofreció a continuación—. Nadie nos va a ver. Y si nos ven nos va a dar igual la ropa que llevemos. Esos tíos tienen hasta automáticas y balas para derrochar. —Levantó un dedo como si fuese a hacer un aviso serio, pero la risa se le escapaba por la comisura de los labios y formaba arruguitas junto a sus ojos—. Así que intenta que no esté agujereada cuando me la devuelvas. 

Luego estiró la mano para darle un empujón amistoso a su amiga, antes de ponerse ligeramente más seria.

—Y de lo otro ya veremos. ¿Cómo era eso que decía el viejo ese, Flint? ¿Lo del oso y la piel?

La mirada del chico se cruzó con la de Flora cuando lo llamó y una pequeña sonrisa se coló en sus labios.

—«No hay que vender la piel del oso antes de cazarlo» —citó, solemne, como si imitase a alguien que consideraba que esa sentencia era muy importante—. Eso decía siempre. Y tenía razón, no vale la pena que hagamos planes para el botín hasta que no lo tengamos... —dejó la frase en el aire e hizo una pausa breve en la que su sonrisa se amplió—... Pero cuando lo tengamos, intentaremos no dar mucho el cante. 

Trish se encogió de hombros cuando Flora habló de su paranoia. Sabía que no era por tener casa fija, ni mucho menos, sino porque ahora cualquier cagada suya podría traer problemas a gente cercana y eso no le gustaba nada. En otro tiempo, cuando sólo estaba ella, podía arriesgarse. ¿Qué era lo peor que podía pasar, que tuviera que marcharse lejos?

Con el tema de la sudadera asintió. Poner en peligro a alguien que lo asumía era distinto.

—Lo más importante es que no nos pillen dentro —comentó—. Nada de ponernos avariciosos. Si son quince minutos deberíamos intentar que nos sobre tiempo, esa es la clave.

Hizo entonces un gesto con la cabeza, como si negase, cuando en realidad se estaba imaginando ya con la adrenalina en las venas.

—Y el tema de abrir la puerta lateral esa, ¿cómo está? ¿Sabéis el tipo de cerradura? —preguntó—. ¿Cuánto creéis que nos puede llevar? —Trish sabía de sobra que de lo que dijesen a la realidad bien podrían variar las cosas, pero cuanto más supieran más podrían prepararse para el momento.