Partida Rol por web

Eva siguió las instrucciones que el Capitán le había dado para llegar al ala de los aposentos de invitados.

Al salir del laboratorio de la tal Morrigan, se encontró en lo que parecía ser un claustro del castillo, o lo que fuera Skyhold. El sol lucía aún tímido, debía ser por la mañana temprano.

En el centro del claustro de piedra, que era bastante grande, había parterres y macetas con plantas y flores, muy cuidado y frondoso. El aire soplaba ligero, y hacía moverse a las hojas y pétalos inundando el ambiente de un suave y delicado aroma. Se respiraba paz, y no parecía que hubiera allí fuera mucha gente.

Sólo algunos sirvientes que se afanaban en sus tareas matutinas, y que no le prestaron atención.

Cuando llegó a la habitación que le habían designado, se encontró en un lugar limpio y cómodo, aunque sin ningún lujo, parecía una posada de un pueblillo medieval. Aún no había tenido tiempo de captar los detalles cuando llamaron a la puerta y entraron, sin esperar la respuesta. Era una chica elfa, cargada con una brazada de ropa y enseres que casi la cubría por entero.

-Buenos días, mi Señora. Me envían con la ropa, botas, y el resto de vuestras cosas. Creo que está todo, Comprobadlo vos misma, por favor, y decidme si necesitáis algo más. Estoy en el cuartito de intendencia del final del pasillo.

Dejó la pila de cosas sobre la cama, hizo un saludo gracioso, y esperó a que Eva le diera permiso para marcharse.

Aquella especie de claustro me hechizó de alguna manera. Era un lugar tranquilo, en el que seguro que una podía caminar y aclarar sus ideas y estar tranquila pensando en mil cosas. Eso sí, todo lo que había pensado se había hecho realidad y aquello era como volver a la edad media.

- Vamos a tener un problema para quitarnos la mugre de encima. Seguro que encima teníamos que habernos vacunado de mil cosas antes de venir aquí, como cuando te vas a Guinea o algo parecido.

Desde luego, comparando mi mundo con este sólo encontraba inconvenientes.

- Sólo espero que esto no dure demasiado...

No me hacía demasiada ilusión la posibilidad de tener que quitarme garrapatas de la nuca.

Protestando mentalmente por todo y tratando de localizar algo bueno que o me hiciera gruñir continuamente llegué a la habitación, la cual estaba limpia y eso pero...

- ¿ Una vela? ¿ En serio?

Definitivamente, al ver aquella vela en la mesilla se me cayó el alma a los pies. Me senté en la cama sin creerme mi mala suerte cuando llamaron a la puerta y entró una elfa cargada de cosas.

- No soy tu señora, puedes llamarme Eva. - Dije poniéndome en pie.

Cogí las cosas que me tendría y la di las gracias.

- Muchas gracias. En caso de necesitar algo ya te aviso. - La regalé una sonrisa cordial, aunque mi humor no hubiera cambiado demasiado. De algo tenía que servir ser actriz, para poner hacer como los pingüinos de Madagascar: " Saludar y Sonreír ".

La muchacha sonrió, hizo otra media reverencia graciosa, y abrió la puerta dispuesta a marcharse. Pero se detuvo en el dintel, súbitamente, y lanzó un pequeño gritito de admiración y sorpresa.

-¡Augh! ¡Creadores!

A través de la puerta abierta, Eva pudo ver la imponente figura de un hombre. Era un tipazo moreno, vestido con armadura completa, ojos penetrantes, y un tatuaje rojo, o algo así, cruzándole la nariz.

-¡El Campeón de Kirkwall! Señor, enseguida os atiendo. Voy ahora mismo. Me han avisado de que habíais llegado, pero no creí que ya habríais salido del Consejo.

La chica casi tartamudeaba, riendo y hablando a la vez, claramente impresionada, como lo estaría una fan de un cantante en la Tierra.

-Me salvásteis la vida, aunque no lo sepáis, estaba en Kirkwall, ya sabéis, Señor...

-Hawke. Por favor. Ya sabes que todo el mundo me llama por el nombre de mi Casa. No me gusta nada que me asignen el título.

La voz del guerrero era grave, pero alegre a la vez. Se rió ante la turbación de la elfa, aunque sin burlase de ella.

Entonces miró a través de la puerta, y vio a Eva. Se quedó algo extrañado, pero también divertido al verla vestida con la licra del equipo de entrenamiento.

-Oh. Esa curiosa ropa te sienta de maravilla. -Asintió sin tapujos.- Perdona por esta intromisión. Estoy también invitado en Skyhold. Soy Garrett Hawke. ¿Y tu eres...?

No entendía por qué la elfa me estaba haciendo reverencias a mí, que ahora, claramente, no tenía ni donde caerme muerta. Al menos en mi mundo tenía un coche y un piso, aquí únicamente tenía las mallas del gimnasio y ya me habían dicho que me las quitara para no llamar la atención.

En fin, la seguiría el rollo y no diría nada.

En cuanto salió por la puerta la escuché hablar así que levanté la cabeza justo después de dejar la ropa sobre la cama.

- Si se desmaya me parto de risa un mes. - Pensé riéndome al ver la escena. - Este debe ser el Bon Jovi de este tiempo. - Estaba bien porque era lo primero gracioso que veía desde que había llegado.

Por suerte, pude contener las carcajadas para no enojar a la elfa, aunque me parecía que podía reírme cuanto quisiera que ahora la elfa sólo tenía ojitos para el hombre.

No pasé tan desapercibida como quise y el hombre no tardó en verme.

- Se suponía que nadie tenía que verme así vestida, pero no ha sido culpa mía, sino de la elfa que no ha cerrado la puerta...

- Emmm gracias... - Estaba tan absorta en los problemas que me podía ocasionar lo de la ropa que no me di cuenta de que aquello era un cumplido.

Me tuve que acercar a la puerta porque se estaba presentando y sería de mala educación no hacerlo. Además, viendo la reacción de la elfa, era alguien importante y seguro que era alguien con quien era mejor no enemistarse.

- Eva Vogel. - Respondí en el marco de la puerta. - Un placer conocerte.

- ¿ Aquí la gente se da la mano? - Estaba claro que no era el típico lugar como Europa en el que se dan dos besos, pero ¿ y la mano?

-No te equivoques, Eva, el placer es sin duda mío. -Le guiñó un ojo, y el gesto travieso quedó divertido en un rostro curtido como el suyo, en un cuerpo de guerrero ataviado para el combate.- Y... me gustaría prolongarlo, si no te parece un atrevimiento.

Miró a la elfa, que seguía embobada la conversación, y le hizo un gesto hacia la habitación continua.

-Chica, por favor, prepárame un baño en mi aposento, y comprueba que hayan traído mis cosas. -Luego se giró de nuevo hacia Eva, e hizo una pequeña reverencia, sin dejar de mirarla. -Si me das unos momentos para limpiarme el polvo del camino, y vestirme menos acorazado, estaré llamando a tu puerta en breve para que podamos desayunar juntos. La taberna es un lugar tranquilo, y siempre tienen pan recién hecho, al que podemos acompañar con lo que quieras. -Sonrió, encantador, seductor.- Con lo que quieras.

Inmediatamente, sin embargo, parpadeó, algo confuso.

- Espero no estar siendo impertinente, no conozco los modales y costumbres de la nobleza. Y no sé de dónde vienes...

No le pegaba nada coquetear, pero lo estaba haciendo. Los hombres, al menos los que parecían humanos no cambiaban ni aquí, ni en mi mundo. Para mí que al " Bon jovi " le pegaba más ir sobre un caballo con una espada en la mano salvando doncellas que estar ¿ echándome fichas?

- Porque está intentando ligar conmigo ¿ no?

Todo aquello ya me estaba trastornando un poco.

- ¿ Desayunar? - Estaba alucinando, pero bueno, la habitación tampoco tenía televisión así que o me echaba a dormir, cosa harta imposible en aquel momento o me iba a desayunar con Bon Jovi.

Con lo del pan " con lo que quiera " casi tuve que echarme a reír. Imaginaba que era un hombre al que como la elfa, le llovían las mujeres y no estaba muy acostumbrado a tener que currárselo un poco, aunque luego pareció darse cuenta y quiso corregirse y pedir disculpar en caso de ser necesario.

- No te preocupes por los modales, conmigo no los necesitas. - Con eso ya se había ganado muchos puntos. No tenía ni puta idea de cómo se comportaba una dama. - Acepto ese desayuno. Me cambiaré mientras te bañas...

Esto iba a ser digno de ver, aunque de nuevo, no hice ni caso a esa pregunta sobre de dónde había venido, salido...

-Estupendo. No tardaré, te lo aseguro. Y me alegro de que no necesites todos esos gestos y cumplidos fofos que hay que hacerles a según qué damas. No sé hacerlos, ya te lo digo. Me... gustas. No te enfades, no te estoy halagando, es que me pareces muy... interesante. Se ve de lejos que no eres de aquí -sonrió, con una sonrisa franca y un poco culpable- eso lo dice de entrada esa ropa tan ajustada que casi no llevas. Pero hay algo más, algo misterioso, que atrae como lo hace una brillante antorcha a una pobre polilla.

Asintió, riéndose de sí mismo, mientras la elfa negaba con la cabeza y murmuraba algo acerca de que era un dragón y no una polilla. Por fin la muchacha se contuvo, y salió hacia la habitación contigua, tal como Hawke le había pedido. Entonces él se acercó ligeramente, y bajando la voz siguió hablando, como si contara un secreto. Esta vez mucho más serio.

-Pareces ser una guerrera, como yo mismo, despojada de la armadura. No sé si estás sólo de visita, por lo de la batalla de ayer, o si has llegado con noticias de alguna parte. Pero algo se está cociendo, amiga mía, y estoy seguro de que ambos estaremos encantados de compartir las experiencias del camino para intentar desentrañarlo.

Tras lo cual volvió a guiñarle un ojo, se incorporó y se dio la vuelta, yéndose a su habitación.

Entre las cosas que le habían traído Eva encontró dos pares de pantalones, tres camisas, un par de jubones largos y ajustados, dos pares de botas, y alguna cosa más de abrigo.

Todo era de telas ligeras y cálidas, con remates en cuero, y pieles suaves que se adaptaban a su cuerpo y sus pies como guantes hechos a medida. Podía ser un mundo medieval pero amaban lo cómodo, de eso no había duda.

También había en un lateral una puerta que daba a un cuartito pequeño, con una bañera metálica, un cubo con agua caliente, y jabón. Un espejo pulido quedaba en una de las paredes, así como un estante con aceites y cepillos. Y, algo más lejos, un... orinal.

En primer lugar no necesitaba halagos de ese tipo porque no sabría cómo responder a ellos. Normalmente, cuando estaba con mis amigos, a los que ya no sabía cuándo volvería a ver, casi era una persona demasiado sincera y bruta hablando, así que sí, me pegaba más su estilo tosco de " no sé cómo tratar muy bien con las mujeres " que el de " cuidado no te vayas a romper una uña ".

Me quedé sorprendida cuando me dijo que le gustaba, lo que imaginé que quería decir que llamada su atención, aunque después dijo exactamente eso.

- No está mal esto de entender a una persona cuando habla a la primera, sin tener que jugar a las adivinanzas. - De todas formas, sabía perfectamente que las personas demasiado sinceras no éramos siempre bien recibidas, sobretodo, cuando decíamos lo que pensábamos sin darle demasiadas vueltas a las cosas.

Me miré cuando me dijo que casi no llevaba ropa, pero claro, imaginé esto como una especie de Edad Media de nuevo y claro, deduje que encontraría mujeres por aquí con vestidos de esos pomposos.

- Es ropa cómoda, pero ya me han dicho que no se estila por aquí y que me ponga otra cosa o todo el mundo se me quedará mirando. - Me encogí de hombros mientras levantaba la mano y me rascaba la nuca un poco avergonzada.

- Pues menos mal que lo del espejo no me ha pasado estando en pelotas en la ducha...

Escuché aquellas palabras que dijo en bajo y asentí cuando dijo que compartiríamos las experiencias. Podría haberle dicho que no era una guerrera, pero claro, tendría que inventar primero algo para explicar por qué una mujer en este " tiempo/mundo " tenía mi cuerpo.

- Con todas las horas que me ha llevado conseguirlo...

Cuando se marchó miré la ropa que me habían dejado y comencé a cambiarme mientras le daba vueltas a la cabeza.

- Le puedo explicar que... ¿ qué coño le explico?

Empezaba a pensar que hubiera sido mejor decirle que no podía ir a tomar nada porque estaba cansada, pero la verdad es que viendo aquella habitación y lo largas que se me podrían hacer ahí las horas, casi prefería arriesgarme a meter la pata.

La ropa me quedaba bien y sonreí satisfecha.

- Teatro... tendrán teatros ambulantes ¿ no? Le puedo decir que trabajaba en el teatro y así no le estaría mintiendo... - Me parecía una gran idea, tendría que decir teatro porque no creía que aquí tuvieran nada parecido a Hollywood.

Me reí yo sola.

- Ya verás que chasco se lleva Bon Jovi cuando se entere de que no sé pelear...

No había pasado ni una hora cuando llamaron a la puerta. Era Hawke, esta vez vestido de un modo parecido a como iba ella misma, aunque llevaba un arnés con un espadón cruzado a la espalda.

-Hola, aquí me tienes. Limpio y perfumado.

Eva no pudo menos que quedarse mirando la espada, era la misma arma que ya había visto que él llevaba antes, pero entonces iba vestido con armadura completa y no quedaba tan aparatosa. Era magnífica, con una empuñadura labrada con una filigrana metálica y tiras de cuero entretejidas, lo que debía darle un excelente agarre. No era un arma nueva, al contrario, su acero relucía con un aura antigua, casi ancestral.

Hawke vio que ella la miraba, y sonrió.

-Te gusta, ¿eh? Es una belleza. -La sacó de su espalda con un movimiento fluido, casi innatural. El espadón era tan grande que casi rozaba la pared contraria del pasillo donde se encontraban. La asió con ambas manos, volteándola. -No es un arma cualquiera, ¿sabes? No se sabe cuantos años tiene. Es Qunari, se llama Bassrath-Kata, que significa "La Gran Espada". Me la entregó el Arishok en persona, con las palabras rituales: "Guárdala o pierde todo honor."

Súbitamente el guerrero puso la espada plana, y sin darse cuenta Eva la tuvo entre sus manos. Él la miraba, sonriente, esperando.

-¿Y bien...? ¿Qué te parece...?

Quizá debería haber pesado más. O ser difícil de mover. Quizá tú deberías haberte notado incómoda, extraña.

Pero no fue así. La espada, en tus manos, no parecía un arma, sino una parte de ti misma. Era muy raro, nunca antes habías notado algo así, como si el arma te llamara, como si se hubiera despertado algo dormido desde una eternidad, algo que era parte de tu esencia, pero a la vez desconocido.

La miraste con una mezcla de curiosidad y reconocimiento. Y, de pronto, tuviste unas ganas irrefrenables de bailar con ella, de correr con ella, de... luchar... con ella.

En esa hora me había dado tiempo de aburrirme en esa habitación, aunque parte del rato se me fue jurando en hebreo cuando vi que tenía un orinal en el baño.

- ¿ No podían haberme mandado al futuro? Seguro que allí la vida iba a ser más cómoda.

De todas formas, estaba empezando a ver que por mucho que me quejara la cosa iba a ser larga, pero en el fondo, yo misma sabía que era un poco " quejosa " y si no protestaba por algo no me quedaba a gusto. Por lo que tiendo motivos...

Llamaron a la puerta y me acerqué a abrir, pareciendo ahora de esa época, al menos, en cuanto a moda se refería. Eso sí, me sentía cómoda así vestida que ya era algo.

- Oh sí! Ya no noto ese mal olor que traías antes. - Me mofé sin poder evitarlo, aunque esperaba que mi sentido del humor, un tanto negro muchas veces, no ofendiera a nadie.

No había podido evitar fijarme en aquella espalda. Nunca había sido aficionada a las armas, pero esa espada tenía algo que me atraía y me fascinaba. Era una pasada.

Asentí ante su pregunta.

- Sí, es preciosa. - Respondí observando cómo la desenvainaba.

Escuché lo que me contaba de aquella espada.

- Entonces supongo que estarás muy orgulloso de llevar una arma como esta. No creo que todo el mundo pueda presumir de llevar un arma con historia.

Me quedé un poco en silencio, mirando la espada, pero no porque me incomodara, sino porque me sentía demasiado cómoda con ella.

- No pensé que una espada fuera tan liviana. - Pensaba que la arrastraría por el suelo, sobretodo, una que no fuera de atrezzo.

No me di cuenta al decir eso y seguro que mis palabras le sonaron extrañas, porque él pensaba que yo era una guerrera.

- No entiendo de armas, Garret, pero estoy casi convencida de que esta es estupenda.

Se la tendí de nuevo para que la cogiera.

No tardé en darme cuenta de que era una bocazas y antes de tiempo ya estaba debiendo explicaciones.

-¿A que no? -Fue la sonriente respuesta al comentario gracioso de Eva, mientras se husmeaba a sí mismo. Luego, sin embargo, pareció que ese mismo comentario le daba derechos, y se acercó a ella sin dejar de husmear. -Tú hueles demasiado bien, mujer, y eso es peligroso, ¿sabes? -pero soltó una carcajada inmediatamente, y se separó de ella.

Después la espada le distrajo, y estuvieron ambos admirándola y probándola. Pero Eva le sorprendió, y no pudo evitar demostrarlo. Frunció el ceño, intrigado.

-¿Liviana...? ¿Vas a decirme que encuentras liviana una espada Qunari...? Y... ¿qué quieres decir con que no entiendes de armas...? A ver, Eva, ¿me estás tomando el pelo...? -Soltó una nueva carcajada.- ¡Malvada! Pues claro que me estás tomando el pelo...

No cogió la espada cuando se la tendió de nuevo. Se quedó mirando a Eva, con una pequeña chispa de duda en sus pupilas, como si temiera estar haciendo algo mal. Por fin, asintió, era un hombre recto y sin complicaciones.

-Sin embargo, pareces una guerrera. Quizá no hayas usado nunca un arma a dos manos, y por eso hablas así... no importa. Yo te puedo enseñar. Ya has visto que puedes manejarla, ambos lo sabemos. Anda, por favor, inténtalo. Sólo muévela, así... ¿ves?

Y repitió el movimiento que había hecho antes, un molinillo simple pero sin vacilaciones. Lo hizo sin la espada, que aún sostenía Eva, sólo moviendo el cuerpo y los brazos. Incluso así era elegante y fluido.

No me podía tomar en serio aquello. Un hombre que se acercaba a ver si yo olía bien era como un chiste y lejos de molestarme me dio la risa.

- ¿ Tú crees? - Una cosa era que no supiera usar una espada pero seguro que atinaba a dar un rodillazo en las pelotas a cualquiera que se me acercase sin permiso alguno.

Asentí cuando dijo aquello.

- Hombre es más ligera de lo que yo esperaba. Es tan grande que calculaba que debía pesar más.

Después de mi explicación se echó a reír pensando que estaba bromeando con él y yo, me quedé pensando en que quizás no tenía ni idea de cómo afrontar una conversación sobre armas.

- Si se hubiera presentado en mi puerta un bufón o algo así sería más fácil.

Asentí cuando me dijo cómo debía mover la espada. Podía hacerlo. Mi trabajo como doble de acción me hacía repetir los movimientos que me decían como un loro.

- A ver...

Cogí la espalda como indicaba su gesto y repetí aquel movimiento, que sin duda, no había tenido que hacer nunca. Seguro que se daba cuenta al instante.

- ¿ Qué tal lo he hecho? - Pregunté una vez hube terminado.

El movimiento, incluso siendo una espada enorme, le salió a Eva casi impecable. No tanto como el que había hecho Hawke, cierto, le faltaba la familiaridad que éste había mostrado con su arma, la fluidez de su experiencia. Pero, aún así, era evidente que había impresionado al curtido guerrero.

-¿Que qué tal lo has hecho...? -Soltó una nueva carcajada, asintiendo.- Lo has hecho mejor que la mayoría de los soldados que entrenan allí abajo, en el patio. Mejor que alguno de los combatientes que me han dejado algún regalo de sus hojas en la piel. Ya sabía yo que tenías madera... o que me estabas tomando descaradamente el pelo.

Tomó la espada, y la sopesó, con el ceño fruncido.

-No es tan ligera como dices, ¿sabes? No más, ni mucho menos, que cualquier espadón a dos manos. -La miró, con esa mirada azul claro, chispeante, clavada en sus pupilas.- Oye... vamos abajo. A desayunar, y de paso verás la zona de entrenamiento, y comprobarás por ti misma lo que digo. Y podremos charlar un poco más de todo eso. ¿De acuerdo...?

Enfundó de nuevo la "Gran Espada", Bassrath-Kata, a su espalda. Y le hizo un gesto, indicándole la salida del pasillo. Y luego, echó a andar, sin dejar de mirarla, invitándola a seguirle.

El movimiento fue bastante sencillo de hacer, sólo que claro, cómo estaba concentrada en tratar de imitarlo, no sabía cómo se me habría visto desde fuera. De todas formas, sonreí orgullosa de mí misma cuando me dijo que lo había hecho mejor que mucha gente. Para ser la primera vez que hacía algo de eso, el hecho de haberlo hecho de manera bastante buena era todo un logro.

- Quizás sea la suerte del principiante, como cuando te enseñan a jugar al póker que siempre ganas las dos o tres primeras partidas y luego, la suerte simplemente desaparece.

Al decir aquello de tomarle el pelo descaradamente no supe qué decir, la verdad es que tenía que decirle bien en serio que no era una guerrera, pero esperaría al desayuno mejor.

A mi estómago le pareció tremendamente bien el plan de ir a meter algo en el estómago, así que asentí.

- Eso del desayuno suena estupendamente. - Respondí con una sonrisa.

Caminé detrás suyo cuando me hizo el gesto y luego me quedé pensando.

- ¿ Y hay mucha gente en este lugar que entrene con la espada? - Era mera curiosidad, aunque como aquí no veía a los de la " asociación del rifle " imaginaba que sería una de las armas más comunes.