Partida Rol por web

Día 2 de Mayo.

Al alba os levantásteis, dísteis cuenta a don Ouxo de vuestra búsqueda y partísteis hacia el bosque con una descripción del propio Brandán de su hija, Ledicia, y del otro muchacho, el tal Xan. Anxio, acto seguido, se reunió con vosotros.

Como punto de partida y en medios de nubes enmarañadas propias de aquellos parajes (aunque aún no llegaba a llover) alcanzásteis el claro donde estaban los cuatro perros ahorcados. Claro que la visión fue diferente: ya no se encontraban allí, cogidos por el pescuezo, sino que ahora sólo estaban las sogas. Ni rastro de los canes.

Las muescas del terreno (inmediatamente debajo de donde estaban colgados, delata dónde han sido enterrados, justo en el lugar donde algunos de vosotros decía haber percibido algún tipo de "meigallo").

- Pelayo presto y disuesto a correresta aventura, o a que la aventura le corra a él.

Coge sus aperos y arrea en la busqueda, con sus ojos y orejas atentos.

Llevaba un buen rato rumiando algo y estaba menos hablador que de costumbre. Cuando llegaron al claro de los canes, no pudo aguantar más y los soltó

-Bueno, compadre Aimar, pensé esta noche en las palabras que dichas ayer y solo puedo decir una cosa: Cansado estoy de correr y esconderme como raton de esos Frateres impíos, así que hasta aquí hemos llegado. Volví a mi tierra y no quiero seguir corriendo. Si nos ganamos los favores de estas humildes gentes, sus bocas se cerrarán como las puertas de sus casas. Son gente sin cultura, pero con sentido del honor y no le gustan los extraños que le impongan o interroguen. Los bosques son enormes y buen sitio para escondernos. Años tardarían en encontrarnos, mientras tengamos a estas gentes de nuestro lado... Yo nací en una aldea a no más de 20 leguas de aquí y sé cómo son estas gentes... Ahora busquemos a esa moza y su cortejador. Si al acabar quereis marchar, ireme con vos, pero pensad en mis palabras.

A continuación se puso a observar y estudiar el perímetro del claro, buscando huellas o indicaciones de algo extraño.

Tirada de buscar, Antón. (+10% de bonus)

Aimar no estaba satisfecho. No lo estaba en absoluto. Por eso su humor, ya de por sí cambiante como el viento, era de perros aquella mañana. Lo cuál, habida cuenta de los hechos pasados, resultaba apropiado. Desde que abrieran el ojo, al alba, no había dicho palabra y su ceño había quedado fruncido de forma perpetua y, casi a regañadientes, acompañaba a sus compañeros y al tal Anxio de vuelta a aquél lugar maldito. 

Así pues, en vista de que no le quedaba otra opción que colaborar si quería salir entero de aquél enorme pleito, nada más llegar al claro se agachó junto a Antón en busca de pistas que pudieran ponerles tras la dirección correcta. Pero el bueno de Aimar no sacó nada en claro. El suyo era el oficio de rajar barbas y, salvo en contadas ocasiones, era la única forma en que se había procurado comida y bebida. 

Intentando ser de ayuda, desvió la vista y miró alrededor, a las plantas del lugar (pues Aimar era experto en reconocer todo tipo de hierbas y frutos) por si hubiera algo que no debiera estar ahí... Pero hacía bien poco que acababa de llegar a Galicia y, claro, aún no estaba familiarizado con la flora local. 

Buscaba desesperadamente algo que pudiera indicar el paradero o la ruta seguida por la chica, si es que estuvo en estos lares, pero no era capaz de discernir nada en todo el perimetro del claro.

- Placeme maese Anton,  quedarnos a bosquear por aca, pero previo, fabra quie salir de buen alyd de este campaña.

Anxio comenzó a buscar igual que vosotros, pero no encontró tampoco nada. En éstas estábais cuando el regordete cazador se dio la vuelta y vislumbró el bosque, arqueó sus cejas y entrecerró los ojos. Ya había pasado una media hora desde que os internásteis en el bosque.

¿Notáis que este lugar está más raro? Po... por donde...

Anxio parecía desorientado y algo confuso. Ciertamente era así. Miraba a un lado y a otro, como buscando caminos o veredas. Sin tomar mucha importancia siguió caminando, pues se sabía el bosque como la palma de su mano... al menos hasta ese momento.

Avanzásteis.
Andásteis y andásteis.

Pisábais peñas, hierbas y raíces, y algún que otro charco de los rocios de la mañana... pero parecía que estábais dando vueltas y vueltas y vuel... en fin. De vez en cuando, en vuestra batida, observábais por el rabillo del ojo que alguno de los árboles se movía... ¡Oh Dios que tal cosa os parecía! e incluso, por locura impía del Diablo o de un mal de ojo que pareciera el culpable... ¡que los cuatro perros perdigueros os seguían!

Sin embargo, volvíais la vista completa y... allí no había nada.

No con temor pero con ciertas dudas (para temor las cruentas torturas de la Vera Lucis) caminásteis durante todo el día buscando indicios de aquellos malogrados.

Tirada de Rastrear.
Tirada de 1d4, que será la IRR que ganéis también RAC que perdéis)

Aimar, de natural con los pies en la Tierra, y por razones ya dadas contrario a todo aquél despropósito en que había sido metido por azarosos motivos, andaba con los nervios de punta por aquél endemoniado bosque. No podía concentrarse en buscar señal alguna con todos esos árboles evidentemente vivos y aquella persecutoria sensación en la nuca. ¡Pues no parecía que estaban siendo seguidos por los condenados chuchos! 

-Cago en mi puta madre... -masticó entre dientes, desenvainando su espadón al punto-. ¡En menuda nos habemos metío, panda de infelices! ¡Cuidado que no tengo puta idea de ónde hemos acabao! ¿¿Y buscando qué coño de cosa, eh?? ¡Cago en mi estampa! 

El aragonés se encontraba, evidentemente, ligeramente fuera de sus casillas. ¡Él no había nacido para rescatar princesas en apuros ni para enfrentar dragones! ¡Él era bandido de profesión, y todo aquello sin lugar a dudas se salía por completo de ella!

PNJOTIZADO.

¡Joder Aimar!, ¡traquilo! ¿No oíste al viejo? Nos dará alojamiento y seguridad al menos, cuando todo esto pase, encontremos a esos muchachos vivos o muertos -dije con cordura. Hemos pasado por cosas peores: los puñeteiros fráteres de la Lucis ya nos cercaron muchas veces... y mira donde estamos... al menos "ocultos" en un bosque.

Miré a un lado y hacia otro sin fiarme para nada de aquel lugar, pero sin perder las formas para mantener cierta cohesión en el grupo.

Debemos seguir.

La verdad es que se estaba poniendo de mal humor, igual que el camarada Aimar. Se estaban mojando los pies con la maleza húmeda y encima se sentía vigilado y espiado constantemente. La maleza se movía sola y parecía que estaban en las tripas de una bestia, no en un bosque. Era realmente una situación tensa y necesitaban una pista ya.

De repente le pareció ver algo.

-Amigos, creo que hay que mirar esto con más atención.

Buscando bien por el terreno, Antón encontró unas huellas de caballo (no muy esclarecedoras, pero eran visiblemente un rastro). Se alejaban en una dirección distinta a vuestro avance en el camino.

-Caballos... ¿Quién tiene caballos entre estas gentes? No muchos... Los fráteres, seguramente sí los tienen. Solo hay este rastro, compadres, así que a falta de algo más, sigamos la dirección de las huellas... Y veamos a donde llevan, que un caballo en estas frondas  y pendientes sin camino, será más un inconveniente que una ayuda...

¡Claro, seguro! ¡Alojamiento, seguridad y el oro y el moro! ¡Todo lo que quisieran, pero muertos no podrían disfrutar de ninguna recompensa por grande que fuera. Al menos tenían ahora un camino a seguir. Fuera directo a la boca del lobo o no, al aragonés ya le empezaba a importar bien poco... Lo único que quería era acabar con esa maldita locura. 

Sudoroso por los nervios, tragando saliva constantemente, los ojos buscando fantasmas a ambos lados del camino... Así avanzaba Aimar. ¿Habría posibilidad de salir corriendo en dirección opuesta y volver al pueblo? No lo veía probable... 

-¡Anxio! -espetó de malos modos-. ¿Quesque hay alguien en el pueblo con jacos y que se de voltijos pol bosque u qué?

Hablaba siguiendo en todo momento los pasos de Antón, por supuesto. Él era quien tenía localizado el rastro. 

Pues no lo se, señores. La verdad es que pocos tienen caballos en el pueblo y los que hay son para los carros de la paja. Además, yo soy el único que vienen por este bosque en época de caza o simplemente para dar un paseo, y no me atrevería tampoco a internarme más que desde estas alturas.

Anxio comenzaba a estar nervioso ¿habia visto él también las sombras anteriores? Sea como fuere y pese a la negativa en su pensamiento de no seguir, dio luz verde y ningún problema para avanzar a través del rastro de huellas de caballo. Caminásteis durante unos minutos. Pronto llegásteis a un pequeño claro. La sensación de asfixia desaparecía por momentos. A aquel claro que alcanzásteis le acompañaba un sonido familiar: un riachuelo. El agua corria muy deprisa y pese a que había poco caudal, éste parecía estar helado. Descansásteis allí y pronto se hizo de noche.

Es de noche casi... -Anxio dio noticia de aquella evidencia no esperando nada, si no más bien eso había sido un pensamiento salido de su mente que denotaba que no le gustaría pasar allí la noche, aunque...

Lo mejor es que acampemos aquí. Hay agua, al menos.

- No parece usual ver pisadas de jacas por asquetos terrenos.

al decir esto se agacha he intenta mirar a ver si son recientes, si la carga del caballo es pesada....

tiro un descubrir.

Aimar tomó asiento al fin, clavando en el suelo junto a él el pesado espadón, para tenerlo bien a mano si fuera necesario. Había llegado hacía rato a la conclusión de que continuar quejándose de nada serviría... No iban a regresar, pues parecían ya todos perdidos irremediablemente. Pero tampoco podía borrar su mala leche, por supuesto. 

Sacó su bota de vino y, tomando asiento, dio un trago decente al peleón líquido. Nunca había sido el muchacho oscense muy de beber agua... 

-Haz fuego, entonces, bellaco... -dijo, de malos modos, a Anxio-. O nos morimos de frío esta misma noche...

-Vamos pues a calentar los huesos con buena lumbre... Eso sí, cuidado habrá que tener con no prender el bosque, que el calor sería demasiado hasta para el diablo-. Ayuda a Anxio a recoger algunos maderos viejos y ya secos tirados por el bosque y los llevan hasta el improvisado campamento. 

Todavía temblaba recordando esas extrañas visiones, así que una luz, aunque fuera de una pequeña fogata, lo haría sentir mejor.

tirada exitosa: Pese a que la tierra era húmeda en general en todo el bosque y la huella se veía ahora bien (tras vuestro "rastrear"), notaste que en realidad no tenían porqué ir cargados con mucho peso dichos cascos.