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Fogar de Breogan I: Cuatro Ahorcados

IV. Epílogo. Spero Lvcem Post Tenebris

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19/03/2012, 12:52
Director

 

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En esos momentos, los árboles característicos que había en ese bosque comenzaron a abrirse sobre sí, moviéndose poco a poco (aún con el cuerpo del ente allí en medio), y pudísteis ver el final del bosque. Sin duda alguna que corrísteis, corrísteis a no poder más, como tantas otras veces lo habíais hecho tras las autoridades de cada pueblo y ciudad.

Tras pocos minutos, llegásteis a las cercanías de Ouduro, lugar de donde partísteis. Sin embargo, estaba muy cambiada: totalmente deshabitada, llena de arbustos y cuyas casas están cubiertas de musco. Los restos de los aldeanos están todos esparcidos por el suelo sirviendo de abono a toda la flora de la zona y con raíces retorcidas en sus cuellos (parecía como el día anterior, cuando el musgo se había apoderado hasta del interior de vuestros odres...).

Sin dilación alguna, y olvidado la empresa por la que salísteis al bosque, decidísteis huir ipso facto de aquel lugar maldito. Fue entonces cuando escucháteis unos aullidos de perros: eran cuatro perros perdigueros aullando lastimosamente al pie de los cadáveres.

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La auténtica verdad:

Y es que el patrón de Ouduro, Brandán Ouxo, junto con otros jóvenes del pueblo salieron un día antes de vuestra llegada al bosque donde estuvísteis (sin internarse demasiado), pues querían hacer un ritual (su hija Ledicia era aprendiz de bruja). Fue entonces cuando los cuatro Fráteres de la Lvcis que os perseguían llegaron y prendieron a los herejes tras descubrir sus prácticas poco ortodoxas. Brandán, tras escapar no dijo nada por temor a la condena del resto de su pueblo y vuestra llegada le vino a bien para enviaros a una búsqueda deseperada y falaz.

De Anxio poco puede decirse, más que su corazón del todo era bueno y poco sabía de ninguna práctica más que cazar conejos en el bosque. El ente que derrotásteis, que era una Mandrágora, jamás le puso a prueba, pues Anxio no abusaba de la caza y pocas veces hacía fuego en los parajes.

Claro que aún faltaba Gorecho, el tipo de las voces y La Mandrágora. Ésta última, señora del bosque, tenía encerrado al viejo Gorecho en una choza, dentro de los límites del bosque. Cada cierto tiempo, Gorecho escuchaba en sueños la voz de ésta, pidiéndole un sacrificio humano, a cambio de permitirle salir del bosque. Los cadáveres del sótano secreto de Gorecho eran sus víctimas pasadas y el joven que gritaba sería la última víctima para cuando volviera a escuchar en sueños la voz de la Mandrágora.

Aquel muchacho era Cloio, natura de Ouduro también, que no era sino un campesino con cierta discapacidad mental (los personajes creían que estaba loco o endemoniado) y de ahí su poca capacidad de relación y temor constante. De lo que ocurrió con él tras vuestra huida no lo sabéis (vosotros huísteis para salvar vuestro pellejo).

::FIN::