Partida Rol por web

Toda gran aventura comienza con un pequeño paso.

Llevas mucho tiempo vagando de un sitio para otro, desde que dejastes a tu daimyo y te convertistes en un ronin. Con tu habilidad y tu ingenio no te ha sido demasiado difícil ir tirando, ya que las misiones te daban algo de dinero. Nunca el suficiente como para poder abastecerte por un tiempo, y así poder establecerte en una casa propia, pero sí te otorgaba comida y un lugar donde dormir...la mayoría del tiempo.

A pesar de que nunca has parado de viajar, siempre conociendo nuevas ciudades y pueblos, la sensación de no poder cambiar tu vida, es irrefrenable. Más aún cuando, tras unos cuantos descubrimientos, un ronin se da cuenta de que todos los pueblos siguen una misma configuración, todas las calles se parecen, e incluso la magnificencia de las ciudades desaparece al recorrerlas tantas veces que hasta te resultan aburridas.

Así pues, tu viaje te lleva a una nueva ciudad. Desde las afueras, su tamaño te indica que es importante, pero tampoco parece tener algo en especial...simplemente, incluso las casas más alejadas de la urbe, y por tanto las más desprestigiadas, parecen en buen estado. La forma de madera y el techo de paja, aunque se nota que hay muchas reparaciones por los salientes en la pared, están bien arreglados, y no dejan entrar la lluvia ni el viento, o al menos eso parece a simple vista.

Finalmente, sobrepasas los muros de la ciudad y te internas entre las callejuelas de la misma. No te interesan demasiado los barrios bajos, así que directamente te acercas a la zona del mercado, donde sabes que es más probable encontrar trabajo. Además, con todo lleno de tabernas, herreros y demás, la información siempre circula por esos lares, así que es un buen lugar donde empezar. Quizás sería una buena idea entrar en una taberna, y escuchar conversaciones.

Me dirijo hacia la taberna con la intención de informarme sobre cualquier posible actividad en la zona. Por el camino presto atención a los puestos y los objetos que ofrecen los mercaderes, así como a los precios y la calidad. No descuido tampoco a los transeuntes que circulan a mi alrededor, ya que no descarto la posibilidad de que operen rateros en la zona.

Entras dentro de la taberna, y, como es costumbre, saludas al dueño antes de sentarte en una mesa algo apartada, pero perfectamente situada para poder escuchar las conversaciones del bar.

El posadero se te acerca con una sonrisa y una pequeña barriga oronda, y muy educadamente te dice: disculpe, señorita, pero corren malos tiempos. Debo ver el color de vuestro dinero antes de serviros nada.

Realizo un leve cabeceo con la cabeza para expresar mi entendimiento mientras le muestro unas pocas monedas.

- Le avisaré cuando decida qué tomar. - le digo sin mostrar especial interés, tratando de oír algo que pudiera resultarme útil de las conversaciones y echando un vistazo a las personas que se encontraban a mi alrededor. Personas que se encontraban ahí tanto para disfrutar de sus ratos libres como para hacer negocios, pero cuyas conversaciones quizá pudieran reportarme algún beneficio especial.

El posadero se retira con una leve inclinación de cabeza, pero no demasiado contento por tu decisión de esperar para tomar algo. Ya cuando se marcha a la cocina, te centras en escuchar lo que dicen los demás, pero sin que se den cuenta. Te encuentras en una mesa alejada del centro de la posada, a un lado, por lo que tienes a todas las personas de frente, y puedes escuchar sin problema lo que dicen.

Junto a la puerta, hay dos hombres que mantienen lo que parece una airada discusión, aunque al prestar más atención, descubres que uno de los dos está calmado, y es el otro el que hace gestos con las manos para remarcar lo que está diciendo.

-¿Has escuchado lo del movimiento del clan? El daimyo está llamando a sus guerreros, y en cuanto entran, al día siguiente salen a todo correr de la ciudad, sin siquiera detenerse a descansar... - El hombre, con una mueca aterrorizada, imita con las manos el movimiento que harían decenas de guerreros galopando como una estampida - Creo...creo que van a intentar atacarnos, porque este año, muchos campesinos no han podido pagar, y eso se ha notado en el palacio del daimyo, seguro...¡Nos van a matar a todos!

En cambio, el amigo le pega un manotazo en el hombro, e intenta tranquilizarlo.

-¡No me seas burro!El daimyo no enviaría los guerreros para matarnos, sólo por haber tenido un año malo. La mayor parte de la riqueza de una ciudad se saca con el comercio, y no se va a molestar en quemar los campos.  - El hombre, sagaz, se lleva una mano a la nariz y le cuenta  sus sospechas  - Seguramente, los guerreros son mensajeros que está enviando para algún recado de importancia, quizás incluso a parlamentar con otro clan...no te preocupes sin motivos, anda.

El hombre asustado, se relaja un poco al escuchar a su compañero, y se sienta en su lugar de nuevo. Pero da la casualidad de que lo coloca de cara a tí, así que al ver que los estás mirando, atenta, pega un respingo, antes de que puedas apartar la vista, fingiendo que recorrías la estancia con la mirada, aburrida. Ya no van a hablar de nada más mientras sigas aquí, así que pasas a otra conversación, pero de las que puedes escuchar, apenas hablan de algo más que no sean las cosechas perdidas, personas buscando trabajo, y similares. Aunque hay un comentario sobre una desgracia que ha ocurrido en el clan que, aunque no puedes entender a qué se refieren, parece que los tiene preocupados.

Finalmente, ves cómo el posadero te lanza miradas inquietas desde la cocina, sin decidirse a acercarse y volverte a preguntar, o esperar a que lo llames.

El posadero se retira con una leve inclinación de cabeza, pero no demasiado contento por tu decisión de esperar para tomar algo. Ya cuando se marcha a la cocina, te centras en escuchar lo que dicen los demás, pero sin que se den cuenta. Te encuentras en una mesa alejada del centro de la posada, a un lado, por lo que tienes a todas las personas de frente, y puedes escuchar sin problema lo que dicen.

Junto a la puerta, hay dos hombres que mantienen lo que parece una airada discusión, aunque al prestar más atención, descubres que uno de los dos está calmado, y es el otro el que hace gestos con las manos para remarcar lo que está diciendo.

-¿Has escuchado lo del movimiento del clan? El daimyo está llamando a sus guerreros, y en cuanto entran, al día siguiente salen a todo correr de la ciudad, sin siquiera detenerse a descansar... - El hombre, con una mueca aterrorizada, imita con las manos el movimiento que harían decenas de guerreros galopando como una estampida - Creo...creo que van a intentar atacarnos, porque este año, muchos campesinos no han podido pagar, y eso se ha notado en el palacio del daimyo, seguro...¡Nos van a matar a todos!

En cambio, el amigo le pega un manotazo en el hombro, e intenta tranquilizarlo.

-¡No me seas burro!El daimyo no enviaría los guerreros para matarnos, sólo por haber tenido un año malo. La mayor parte de la riqueza de una ciudad se saca con el comercio, y no se va a molestar en quemar los campos.  - El hombre, sagaz, se lleva una mano a la nariz y le cuenta  sus sospechas  - Seguramente, los guerreros son mensajeros que está enviando para algún recado de importancia, quizás incluso a parlamentar con otro clan...no te preocupes sin motivos, anda.

El hombre asustado, se relaja un poco al escuchar a su compañero, y se sienta en su lugar de nuevo. Pero da la casualidad de que lo coloca de cara a tí, así que al ver que los estás mirando, atenta, pega un respingo, antes de que puedas apartar la vista, fingiendo que recorrías la estancia con la mirada, aburrida. Ya no van a hablar de nada más mientras sigas aquí, así que pasas a otra conversación, pero de las que puedes escuchar, apenas hablan de algo más que no sean las cosechas perdidas, personas buscando trabajo, y similares. Aunque hay un comentario sobre una desgracia que ha ocurrido en el clan que, aunque no puedes entender a qué se refieren, parece que los tiene preocupados.

Finalmente, ves cómo el posadero te lanza miradas inquietas desde la cocina, sin decidirse a acercarse y volverte a preguntar, o esperar a que lo llames.

"Maldita sea..."

Por mucho que esperara el hombre no parecía dispuesto a continuar conversaciones relevantes, pero no me resignaría, pues el tema realmente me interesaba.

Al ver que el posadero me observa con indecisión, le hago un gesto invitándole a que se acerque mientras saco unas cuantas monedas para pagar mi pedido.

- Ponme algo ligero para comer y un poco de sake dulce, por favor. - pedí con voz segura.

Cuando volviera le preguntaría sobre los rumores que corren por la ciudad, y dejaría caer también un interrogante sobre el por qué del movimiento en el interior del clan, pues de seguro tenía un buen acceso a toda clase de información, y la información era un arma fundamental que yo no estaba en situación de despreciar.