Partida Rol por web

Reino de Vadania. Ciudad de Tabalard. Año 4673.

Tras vuestra última aventura, vuestros pasos os han llevado hasta Tabalard, ciudad situada a orillas del río Thakur, en el noroeste del reino de Vadania. Allí esperáis poder ser seleccionados para formar parte del contingente que sera enviado a las montañas de Xarkaz, en busca de conocimiento y objetos mágicos, por la Cofradía de Erekar.

El sol se ha puesto ya y, como es habitual en esta época del año, la noche es calurosa y seca, lo que ha hecho que hayáis decidido refugiaros en La Rama Dorada, una de las tabernas más concurridas de la ciudad.

El salón principal es un hervidero de actividad. Un par de jóvenes camareras van de un lado a otro, sirviendo las comandas, mientras que, tras la barra, un hombre ya entrado en años y un muchacho imberbe se afanan en servir bebidas a los sedientos, y algunos ya borrachos, parroquianos. Algunos de los presentes, al igual que vosotros, dan buena cuenta de una sabrosa cena, mientras que otros juegan a las cartas o charlan de sus asuntos en un tono a veces más alto de lo normal. Habéis podido ver también a varios soldados del ejercito de Vadania, guerreros que los más probable es que sean enviados al oeste desde Tabalard para luchar contra las tribus de saurios, cada vez más frecuentes y violentas.

Mientras afuera la oscuridad de la noche va invadiendo las calles, en estos instantes el ruido ambiental en el interior de la posada es tan fuerte que apenas podéis oíros. La causa es que un bardo Rakshasa acaba de terminar de tocar una de las canciones de su repertorio y su audiencia está aplaudiéndole y viroteándole.

Me había quedado dormida mirando las bonitas estrellas sobre el techo de la posada. Aproveché para quitarme la capa de viaje y usarla de almohada ya que el clima era agradable y el aire fresco se siente bien. A mi lado yacen los restos de unas manzanas que le robé a un mercader que las vendía a un precio ridículo, y ni siquiera estaban buenas del todo.

Lo que me despertó fueron los gritos de adentro, abriendo los ojos de golpe, me agazapé en cuclillas y salté hacia abajo, poniéndome a la vez la capa sobre mis hombros, y descendí hasta la puerta. Lo que pensé que podría haber sido peligro resultó ser el espectáculo tonto de un bardo, así que me quedé más tranquila.

—Qué cuentan? —Me acerco a la mesa de mis compañeros, y aunque ya comí un pequeño aperitivo frutal, no me viene mal algo de pan, queso y jamón, así que me siento a comer con ellos.

Arbahin observó a su misteriosa compañera, sin pestañear y moviendo su cola suavemente. Estaba de buen humor. El jolgorio de los soldados cercanos le traía buenos recuerdos. Miró hacia el bardo de reojo, inclinando ligeramente su cabeza.

-Esperaba- dijo dirigiendo sus ojos hacia Daphne-. Creí que el bardo moriría cuando comenzó a gritar así- sus labios se estiraron ligeramente, mostrando una hilera de dientes afilados y blancos. ¿Era un chiste o era verdad? Le agradaba como Linnet contaba las cosas e intentaba ser un poco más alegre, como ella. Aunque a veces resultaba escalofriante si alguien no le conocía-. Deberíamos pedir algo para comer.

 No era fácil mantener saciado al paladín, sobre todo después de un largo vieja llevando una armadura como la suya.

Como siga berreando así le tiraré una daga al cuello. Creo que el espectáculo mejoraría.

Aquel bardo me estaba sacando de quicio con aquellos alaridos que profería. Menos mal que la entrada de la morlock y el hambre del dracónido me calmaron el mal humor.

Espero que podamos ir en la expedición esa hacia las montañas, porque si tengo que quedarme una noche aquí escuchando a ese maldito bardo, acabaré loco de atar.

Cogí mi cerveza y le di un generoso trago.

A pesar de haber perdido la mula el dia anterior mi ánimo no había menguado. Confiaba en que nos contratarían para ir a las montañas y sacar una buena tajada de todo este asunto.

El calor en la taberna era sofocante y la mezcla de olores, sudor y comida, hacían el ambiente algo asfixiante. Paseo la mirada por el salón tratando de averiguar las vidas de los parroquianos... ese no tiene donde caerse muerto, se ha gastado todas sus monedas en una bonita capa, pero sus botas son una pena, aquel en cambio tiene pinta de tener, al menos, unas 5 monedas de oro, pero parece mas interesado en la compañía de alguna joven que en cualquier otra cosa.

Me llevo la mano al estómago cuando mis tripas suenan ruidosamente, miro a mis compañeros, - parece que ya va siendo hora de comer algo... y los soldados, seguramente después de comer algo se irán a retozar con alguna puta.

Escucho al bardo con escaso interés, pero cuando termina me pongo a aplaudir y a gritar tan fuerte como cualquier otro - BRAVO, BRAVO. No tardo en centrar mi atención en la partida que transcurre en una mesa cercana, fijándome en los movimientos de las manos de los jugadores, buscando descubrir si alguno de ellos hace trampas.

Acto seguido, meto la mano en mi bolsa y extraigo algunas monedas, mientras me muerdo el labio calculando mentalmente, si gano un par de manos, igual puedo recuperar a Ruda, pero si pierdo, me voy a ver en un serio problema, tengo - esto para la cena, murmuro retirando unas monedas, - esto para el camastro, y con esto otro...mierda. Me vuelvo al escuchar a Daphne hablando con Arbahin y sonrío de lado al escuchar la supuesta broma del paladín, sin tener claro realmente si bromea o de verás creía que agonizaba.

- Comer, si alguna cosa, digo mas para mi que para mis amigos - un poco de queso y pan, y algo para bajarlo, quizás algún vino y un poco de... no se, ¿por que es famosa esta región?. Pues a mi me ha gustado, respondo a Threkor cuando pone en tela de juicio el talento del bardo, cambiando bruscamente el tema de la conversación. - Seguro que nos contratan, mira sino alrededor, digo riéndome en voz baja.

- Pero antes tengo que ver si cambio mi buena fortuna, por otra mejor,y como veo que en aquella mesa andan jugando, voy a ver si consigo unas monedas para recuperar a Ruda, ya la echo de menos, aunque sea tan obstinada. Así que si me disculpáis, digo haciendo una exagerada reverencia, dispuesta a encaminarme dando brincos hacia la mesa de juego

El optimismo de Linnet era una de las pocas cosas que me hacían sonreir en la vida. Cuando se levantó y empezó a vitorear al bardo, estuve a punto de hacerla sentarse de nuevo. Si el bardo la oía era capaz de entonar otra pieza musical lo que haría temblar mis tímpanos de nuevo.

Linnet se levantó sin poder detenerla y se encaminó hacia la mesa de juego.

Maldita sea. Esa manía suya de jugarse las ganancias al final nos meterá en problemas.

Me levanté de la mesa para seguir a Linnet y vigilar que no perdiera más de lo que pudiera. No sería la primera vez que teníamos que salir corriendo de una taberna por deudas de juego.

Voy a pedir algo para comer.

Fui a la barra sin perder de vista a mi compañera mediana, esquivando como podía a parroquianos en diferentes estados de embriaguez. Hubiera sido fácil coger alguna de las bolsas aprovechando que algunos tratabillaban, otros intentaban iniciar sin éxito una pelea, pero me contuve de momento.

Llegué a la barra y llamé la atención del tabernero.

Oye, tabernero. Lleva 5 raciones de carne, sopa y pan a aquella mesa. - señalo donde están mis compañeros. Me apoyé en la barra, mirando en dirección a la mesa de juego. Desde allí tenía una visión bastante clara y la gente me ofrecía camuflaje extra a ojos indiscretos.

-Hablaré con los soldados luego- dijo asintiendo a las palabras de Linnet y Threkor sobre la comida elegida. No se molestó en advertirle a la mediana sobre no gastar mucho, pues su compañero se encargaría de vigilarla-. Quiero saber donde están operando los saurios y que no nos demos de bruces con ellos- habló de forma tranquila y pausada, como si pensara en cada palabra antes de pronunciarla-. Y sobre la expedición... Nos contratarán

El draconiano suponía que seria peligroso, por lo que siempre se contrataba gente de mas para poder sobrellevar las bajas. Su padre solía hacer eso con sus mercenarios.

Parfemius se mesaba la barba mientras, con la otra mano, removía el vino de su copa con el dedo índice. También parecía murmurar algo que nadie pudo escuchar debido al jaleo del local, sobre todo cuando cantó el rakshasa con gran éxito de público. Fueron esos vítores los que trajeron al mago de vuelta a la realidad.

Observó a sus compañeros y escuchó lo que decían.

-Sí, la ex-ex-expedición es importante. De-de-debemos formar parte en ella, pues los hilos del des-des-destino brillan con más fuerza al-al-alrededor de esas montañas... -dijo con su tartamudez habitual.

Luego levantó la copa como si brindara, sonrió, dio un trago y acto seguido escupió el vino de vuelta a la copa.

-Perdón. Había ol-ol-olvidado que odio el vino...

El tabernero asiente tras escuchar las palabras de Threkor, se separa unos pasos de la barra, da unos ligeros golpes en los laterales de un pequeño ventanuco que hay tras el joven que está con él, ordena algo en una lengua que el semielfo no consigue identificar y regresa junto al ladrón.

- Su pedido estará listo enseguida, señor - el hombre habla con voz rasposa, producto quizá de tener que hacerse oír por encima del, a veces, excesivo ruido reinante en la sala - Son 25 piezas de plata, por favor -

Pasados unos minutos, y después de que el dinero haya cambiado de manos, una de las camareras, una muchacha de tez oscura, y pelo aún más oscuro, recoge el encargo y se encamina hacia la mesa en la que se encuentran sentados Arbahin, Daphne y Parfemius. Al llegar, la joven se detiene, mira con suspicacia al dracónido y a la morlock, finalmente coloca los platos encima de la mesa lo más rápido posible, intentando no derramar nada a pesar del temblor de sus manos, y se marcha.

Mientras tanto, en otra de las mesas, la entusiasta Linnet está comenzando a jugar una partida de Khom, un viejo juego de naipes inventado por los Mida...

... entonces un ensordecedor zumbido resuena en las cercanías y la posada se ve sacudida tras una fuerte explosión. Una lluvia de cristales cae sobre los parroquianos que se encuentran cerca de las ventanas, mientras pequeños fragmentos se desprenden del techo.

Nuevos zumbidos, explosiones y ruido de derrumbes llegan a vuestro oídos. En cuestión de segundos, los gritos de pánico comienzan a extenderse dentro y fuera del local. Algo parece estar arrasando el barrio.

Arbahin tamborileaba con sus uñas la mesa distraídamente, sus ojos apenas pestañeaban a veces mirando la nada. Incluso dejó las 25 monedas de plata sobre la mesa sin cambiar de expresión, lanzando solo un asentimiento de cabeza cuando le dijeron el precio. Esperaba que el resto le diera el dinero luego, aunque a veces olvidaba pedirlo. Cuando la camarera se acercó con la comida, Arbahin se relamió ante la idea de un festín.

-Gracias- dijo pasando sus ojos sobre la joven quien se apresuró a huir de allí. Pero no pudo probar un bocado. Todo comenzó a temblar y antes de poder definir siquiera que estaba pasando, los cristales revientan cayendo sobre ellos. Los gritos de miedo y la multitud de gente pidiendo ayuda fueron suficiente para que el draconiano se levantara y desenvainara su arma-. Nos atacan.

Ahora sus ojos brillaban febriles y su actitud mostraba un aspecto mucho más animado. No sabía que estaba pasando, pero no dejaría pasar la oportunidad de cruzar su acero contra el mal. Pues esa era su misión, erradicar todo rastro de maldad allí donde la encontrara. De forma certera y sin dudar.

-Vamos, luego podremos comer- casi se podía sentir el cambio en su voz, mucho más fuerte y gruesa. Sus dientes eran totalmente visibles, en una sonrisa o gesto de rabia, sus compañeros sabían que era el mismo que hacia cuando una pelea se presentaba ante él.

Al estar al lado de la barra, los cristales no me alcanzaron de lleno. Algún que otro fragmento impacto en mi capa y tuve que protegerme de alguno que cayó desde el techo. Los que estaban más cerca de la ventana sufrieron más daño, pero el pequeño caos que se organizó tras la explosión parecía más peligroso que la explosión en sí misma.

Corrí hacia la mesa donde estaba Linnet para sacarla de allí y de paso aprovechar la confusión para intentar meter mano a las monedas a ver si podía conseguir sacar algo de tajada del tumulto.

Vamos, Linnet. Vamos con los demás a ver que ha sido eso.

Si iba a haber alguna situación de peligro, prefería estar con todo el grupo. Nos defendíamos bien entre nosotros.

¿Habéis visto algo?

Parfemius se frotó sus arrugadas manos mientras traían la comida. Sustrajo su parte del pago y lo depositó sobre la mesa, cerró los ojos y aspiró el aroma de los platos. 

Entonces ocurrió el incidente. El mago se encogió en la silla tratando de cubrirse con su envejecida capa.

-¿Qué de-de-demonios ocurre? ¿Es el fin del mun-mun-mundo? No puede ser. Se-se-según mis cálculos todavía que-que-quedan unos cuantos años para eso...

Cuando vio a sus compañeros ponerse en pie, Parfemius les siguió hacia el exterior. Negó con la cabeza la pregunta de Threkor.

- Hay sitio para uno mas? Pregunté retirando una silla y haciendo tintinear mis monedas, sentandome sin esperar una respuesta. Tras un par de manos, en las que la fortuna no me sonreía precisamente, una gran explosión vino a sorprendernos... pero que mierda, me incorporé rápidamente dejando caer la silla. Miré rápidamente y traté de aprovechar la distracción para tomar algunas de las monedas de la mesa.
Trekhor se me acerco metiendome prisa y agachandome para protegerme por si había mas explosiones traté de escabullirme tras él y alcanzar la mesa donde estaban nuestros amigos.
-¿que ha pasado? Justo ahora que mi suerte iba a cambiar. Dije agarrando un trozo de pan de la mesa y engullendolo a toda prisa. Tras toser un par de veces y golpearme el pecho con el puño, conseguí hacerlo bajar con un poco de vino.
Y las palabras de Parfemius sobre el fin de los tiempos casi me obligan a escupirlo.
- A rio revuelto... dije frotándome las manos mientras pensaba que seguramente podríamos ganar algo de esta situación

—...Corazón contento. —completo la frase de Linnet —Cómo? No era así el refrán? Esta gente de la superficie está majareta...

En fin, momento turbio, parece, la gente se va a alborotar y probablemente nosotros salgamos con algo de ganancia por todo esto, tal vez algún mago osado haya reventado algo, o... no, trolls no pueden ser, sería raro.
Preparo el arco y tenso un par de veces la cuerda, comprobando que todo está en orden, y busco la manera de subirme rápidamente al techo de la posada para tener una mejor vista de todo el panorama.

Aprovechando una nueva sacudida, el ladrón semielfo utiliza el ir a buscar a Linnet para adueñarse de las pocas monedas que hay encima de la mesa en la que estaba jugando su compañera.

Al salir al exterior, y Daphne escalar de forma ágil hasta el tejado, podéis observar, a unos 65 pies de distancia, a la criatura responsable del desastre. Se trata de una enorme bestia de metal, con incontables cadenas y ruedas dentadas bajo su coraza, que se ha abierto paso a través de numerosas casas. La forma del extraño constructo recuerda a un gorila, con dos poderosos brazos que utiliza tanto para avanzar como para golpear. Una de sus manos parece haber sido sustituida por una pesada pieza de piedra, que no duda en usar eficazmente como ariete contra cualquier obstáculo. En su cabeza, un único ojo brilla con una sorprendente luz azulada.