Partida Rol por web

Tumbado en el lecho, antes de que el sueño consiga apoderarse de ti, retazos de información sobre la cofradía de Erekar acuden a tu mente*.

Después te quedas dormido...

A la mañana siguiente, tras un apacible descanso y un pequeño desayuno, encamináis vuestros pasos hacia la sede que la cofradía de Erekar tiene en la ciudad.

La pequeña fortaleza se alza junto a la muralla norte de Tabalard, construida con una piedra de tono amarillo y rodeada de grandes olmos. Un enorme grabado de un libro y un ojo, símbolo del dios del conocimiento, decora la fachada frontal.

Al entrar, sois recibidos por un joven imberbe ataviado con ropajes de monje, el cual, tras conocer el motivo de vuestra visita, se marcha a la carrera después de pediros que esperéis. Podéis observar que varios guardias, con el símbolo de Erekar grabado en sus armaduras y escudos, vigilan los jardines en los que os encontráis.

Pasado un tiempo, el mismo joven imberbe aparece, pidiéndoos que, por favor, le acompañéis a la biblioteca central donde seréis atendidos por el Prefecto Neokazu.

- Por favor, tomad asiento - os dice un pequeño y anciano karasu, después de que vuestro acompañante os presente y se despida con una solemne reverencia. Varios soldados os observan desde la distancia - Decidme, ¿qué es lo que puedo hacer por vosotros? - os pregunta el hombre cuervo, tras haberos acomodado en unas anchas sillas de madera en cuyo respaldo hay tallado un ojo. Junto al Prefecto hay un grueso libro de tapas rojizas abierto por las primeras hojas.

-Anoche derrotamos a un enorme monstruo que llevaba dibujado el símbolo de vuestra cofradía. ¿Qué tenéis que decirnos sobre eso?- pregunto de forma directa al anciano cuervo mientras fijo una mirada seria sobre él.

Iba a hablar cuando Daphne se me avanzó. No estábamos de momento para presentaciones. El engendro, como había hecho observar mi compañera era propiedad de la Cofradía, asi que lo primero era obtener respuestas.

Poca importancia le di al que rechazase mi apretón de manos para cerrar el acuerdo, cada raza tiene sus costumbres y ha pesar de haberme cruzado ya con bastantes, disto mucho de conocerlas todas.

Me desperté perezosamente tras una noche reparadora, y me costó algo mas de lo normal abandonar la "cama". Acompañé al resto escuchando el suave tintinear de las monedas en mi bolsillo.

- Que edificio mas feo, murmuro cuando llegamos ante la fortaleza de la Cofradía, - los árboles en cambio son espectaculares, me pregunto si les echaran algún tipo de abono o será la tierra, me agacho y entierro los dedos en el suelo para sacarlos y acercarlos a mi nariz olisqueando, - creo que es la tierra, mira como huele, digo acercándole los dedos a Threkor.

Sacudo la tierra de mis dedos antes de entrar y mientras esperamos en el jardín me acerco curiosa a observar una planta, esto juraría que son azaleas, y por el tamaño que tienen deben dar unas hermosas flores. Me acerco después bostezando hasta donde se encuentra Arbahin y me sitúo a su lado esperando y cambiando el peso de un pie a otro mientras tarareo sin mas.

- Vamos pues, digo cuando nos invitan al interior, y según vamos avanzando voy observando las paredes tratando de ver por donde podríamos trepar mejor para escapar del lugar en caso de que fuese necesario.

Una vez llegamos a la biblioteca me apresuro a tomar asiento observando atenta al karasu, así que son así, que curioso. Y cuando preguntó que podía hacer por nosotros me dispuse a pedir un poco de agua, pero Daphne se me adelantó interrogando al anciano.

Tuerzo la mirada en dirección hacia Daphne algo molesta, ¿que no escuchó hablar nunca de la discreción y de la sutileza esta mujer? La próxima vez será mejor que antes de entrar a un lugar nos pongamos de acuerdo en como proceder, y quizás sea interesante que no nos vean a todos juntos, si, creo que sería mas inteligente que tres de nosotros se presenten de frente y mientras están distraídos dos nos colemos para poder coger o averiguar lo que sea, si, para la próxima vez tengo que comentarlo, que mejor lo hagamos así.

Sonrío satisfecha por la idea que acabo de tener mientras balanceo las piernas sentada.

Comió y descansó tranquilo de tener vigilando a la guardia de la ciudad, por lo que el draconiano despertó temprano y totalmente renovado. Revisó sus armas y armadura antes de ponerse en marcha, pues durante el ataque no lo había hecho. Su padre le habría dado un golpe en su escamosa cabeza con un palo por su descuido. Su equipo era tan importante como su cuerpo y debía cuidar ambos.

Realizó el camino en silencio, sin prestar mucha atención a todo lo que decía Linnet, sino filtrando lo que resultaba relevante. Pues solía hablar tanto que la mayoría se le escapaba. El lugar le parece normal, pero les da una buena mirada a los guardias, contando la cantidad e intentando leer sus expresiones. Era imposible que se les haya perdido un constructo sin que se dieran cuenta, así que, como mínimo, deberían estar nerviosos o cansados.

Tuvieron que esperar lo suyo para ser recibidos, pero al fin un viejo karasu les atendió. Sentía un gran respeto por las personas mayores, por lo que decidió suavizar un poco las palabras de Daphne.

-Lamentamos molestarle, pero muchas personas fueron heridas y queremos asegurarnos que algo así no vuelva a ocurrir- seguramente no les gustaría que totales extraños se inmiscuyeran en sus asuntos, pero en el momento en el que el autómata salió de allí, las cosas se convirtieron en dominio público-. Necesitamos saber que ocurrió.

Parfemius despertó de un sueño reparador. Se sentía con energías renovadas, y decidió invocar a Marvin, su familiar, para que le hiciera compañía. No le gustaba dejarlo muchos días inactivo. La rata esquelética pareció alegrarse de verle, aunque a veces resultaba difícil averiguar las emociones de un cuerpo que es todo huesos.

Ya aseado y listo, se reunió con el resto de sus compañeros y se encaminó hacia la cofradía. Antes de dormirse recordó algunos retazos de información sobre la misma, aunque nada que les pudiera ayudar en su investigación, realmente.

Cuando estuvieron en presencia de Neokazu, el mago dejó las preguntas para sus compañeros. Ya se había atrevido con la jefa de la guardia, pero normalmente prefería dejar estas tareas a sus amigos, puesto que no eran su fuerte. Parfemius se quedó de pie, cerca, intentando echar un vistazo a los títulos de los libros que pudiera observar desde ahí. 

Qué delicia de biblioteca. Ojalá tuviéramos más tiempo, y permiso para poder sumergirme en estas páginas-pensó.

- Ya sé lo del ataque de anoche y lo de que el constructo llevaba grabado el símbolo de nuestra cofradía, muchacha. Y también sé que fuisteis vosotros los que lo derrotásteis. ¿Por qué creéis que he accedido a recibiros? - responde de forma cortante el anciano karasu, frunciendo su plumífero ceño, ante las directas palabras de la guerrera morlock.

El hombre cuervo voltea el libro que hay junto a él para que podáis verlo con facilidad. En las páginas por las que está abierto se muestra una imagen de la criatura con forma de gorila.

- Os es familiar, ¿verdad? - el Prefecto pasa su mirada lentamente sobre vosotros antes de continuar - Es una de nuestras más recientes creaciones. Akalis Krovo, uno de los miembros más antiguos de nuestra sede y también uno de los magos más respetados, nos lo pidió prestado hace ya algunas semanas - El karasu os señala la cabeza del autómata en el dibujo - Pero hay algo diferente a cuando se lo cedimos a Akalis. La gema de su frente no era la que el constructo portaba anoche. He hablado con los ingenieros y ninguno de ellos reconoce haber realizado la modificación -

Si entraban en juego magos, aquello no tenía buena pinta. No me gustaban demasiado los magos si estaban en el otro bando. Eran demasiado impredecibles y mejor tenerlos de tu lado que enfrente.

¿Y que efectos tiene esa nueva piedra en el gorila metálico? ¿Con qué fin podría haber cambiado ese mago la gema?

Sabiendo como sabíamos qué era esa gema, quería saber si nos dirían la verdad o esconderían algo de información que no les convenía que se supiera. Era bueno saber hasta dónde se podía confiar en aquella gente

-Desgraciadamente, desconozco tanto los motivos que han podido llevar a Akalis a modificar al autómata como el efecto que puede tener sobre él la nueva gema. Para ello tendríamos que poder examinarla y dudo mucho que podamos hacerlo ahora que el constructo se encuentra en manos de las autoridades locales - el anciano suspira apenado y su rostro muestra signos de auténtica preocupación.

Entonces, el karosu cierra el libro de tapas rojizas y, levantándose de la silla, os dice:

- Aunque Akalis no vive aquí, él y Malisa, su ayudante, sí que poseen un pequeño laboratorio dentro de la sede de la cofradía. Las normas prohiben la entrada a las salas privadas de los miembros de la orden, a menos que estos lo autoricen, pero creo que este asunto requiere un tratamiento especial - el Prefecto comienza a caminar, apoyándose en un torcido bastón de madera, hacia la puerta de salida de la biblioteca.

Cuando Neokazu abre la puerta que permite el acceso al laboratorio de Akalis, un fuerte olor a cerrado golpea vuestras fosas nasales. Está claro que el pequeño habitáculo no se ha abierto en varios días.

Una enorme mesa de madera gobierna la estancia. Está cubierta de un batiburrillo de libros y pergaminos abandonados sin ningún cuidado.

Me mantengo alejada de Parfemius no vaya a ser que su rata huesuda me salte encima.

Salto de mi asiento echando mano a la empuñadura de mi espada sin llegar a desenfundarla, menos humos pajarraco, cierra el pico o te cerramos. - Nos ha recibido porque le interesaba, aún no se porque, pero ese ha sido el motivo - el favor no nos lo ha hecho al recibirnos, se lo hemos hecho nosotros al detener esa cosa, señalo el libro con la ilustración agitando la mano, - fuera lo que fuese.

Miro a los guardias asegurándome de que permanecen en su sitio y deseando que no hayan llegado mas, mierda, me parece que no va ha ser tan sencillo ganarse este dinero.

- Sino hubiesemos intervenido en lugar de estar aquí nosotros tendría a todo el pueblo ante su puerta exigiendo justicia, digo aun a sabiendas de que posiblemente no habría sucedido tal cosa.

Esto pinta cada vez peor, no teníamos que haber aceptado.

Parfemius se dejó llevar por su curiosidad, y siguió a Neokazu hasta la habitación de Akalis. De camino hacia allí, Marvin asomó la cabeza durante un momento y luego se volvió a ocultar.

Una vez entraron, el mago se acercó a la mesa y empezó a buscar entre los libros y pergaminos que allí había sin pedir permiso. Se comportaba como estuviera solo allí. Parfemius se había sumido en sus pensamientos, elucubrando sobre esa joya imbuida con energía necrótica, y las intenciones detrás de todo esto. Quizá entre esos viejos papiros encontrara respuestas.

- No me malinterpretes, pequeña - responde Neokazu tras escuchar las protestas de la mediana, mientras Parfemius examina los pergaminos y libros que hay sobre la enorme mesa del laboratorio - Agradezco vuestra pronta intervención y me alegro de que salieseis victoriosos del enfrentamiento con el constructo. Lo último que deseamos es que alguien pueda resultar herido por culpa de alguno de nuestros inventos - en el pico del karasu se dibuja algo parecido a una sonrisa - Pero tenéis que reconocerme que la forma de proceder de vuestra compañera no fue la más adecuada - la mirada del Prefecto se posa sobre Daphne cuando éste pronuncia la palabra compañera.