Partida Rol por web

[Música recomendada]

El camino, casi zigzagueante, hace que el trayecto sea incluso más lento de lo que estaba planeado. Siguiendo esta ruta a la vera del río Des Moines, desde que salisteis de la ciudad del mismo nombre hará una semana, abandonáis poco a poco el estado del Ojo de Halcón para adentraros cada vez más en la frontera.
El calor veraniego se aleja, como vuestros pensamientos sobre la verde hierba, las arboledas frondosas y los campos de maíz.
Os cala el frío a la vez que cruzáis la frontera, adentrándoos en los páramos amarronados de Nebraska. El tiempo para la reflexión acabó hace rato, y solo queda ya el avance mecánico de quien no tiene nada a lo que volver.

La hoja de ruta indica que el paso por el medio-sur de Nebraska, continuando junto al río Plette, es la forma más segura y rápida de cruzar el estado. Además de tener agua asegurada para el trayecto hasta Wyoming.
Aquí, los secarrales abundan casi tanto como las planicies infértiles. Y es esa amplitud, con un horizonte infinito en el fondo, lo que os empieza a llenar de soledad y apatía.

El Sol da sus últimos rayos a esta parte del mundo antes de caer. La caravana para, montáis el campamento y os vais a dormir.
La noche, más fría que a lo que estáis acostumbradas/os, también trae sonidos extraños de insectos que no habíais escuchado nunca. Aullidos lejanos, y en ciertos momentos, la quietud de un silencio repentino. Un silencio que rompe el enorme río al proyectar su eco por la llanura, pareciendo como si en cualquier momento os fuese a ahogar. Pero la noche pasa y los miedos absurdos se van con ella.

[Música recomendada]

La mañana, aún perezosa, despierta primero a los paladines de la constancia y la sangre caliente.

—¡Arriba, arriba! ¡Vamos, que ya os salen raíces de estar pegados al suelo! —el griterío de Jenny, una de las guardias y guía de la caravana, suena como un huracán mientras recorre todo el campamento— ¡Vaaaaaaamos! ¡Que aún queda un buen trecho y no me voy a quedar aquí hasta el invierno!

¿Quién despierta primero con ese estruendo de fondo?
¿Cuál es vuestra rutina mañanera?

Doug y su mujer estaban acostumbrados a levantarse al rayar el alba. El trabajo de la construcción comenzaba siempre muy temprano en cualquier estación del año y Doug jamás había llegado tarde al tajo.

Molly calentaba el desayuno y su marido preparaba las mulas para uncirlas al carromato. Con el ruido su hija Rebecca asomó la cabeza somnolienta por la zona del pescante.

-Buenos días, Becca -saludó cariñosamente su padre-. Despierta al zángano de tu hermano Samuel y dile que hay trabajo por hacer.

-Sí señor. Brrrr, ¡qué frío hace!

-Ven y acércate al fuego, Becca -odenó su madre-. Date prisa, hay mil cosas que preparar para partir.

-Sí, madre -respondió resignada la joven. Todos los días la misma rutina... Ojalá nos hubiéramos podido quedar en Boston, se repitió a sí misma una vez más.

Doug se permitió descansar un momento y contemplar a su alrededor el campamento antes de que comenzara a bullir de actividad. Llevaban una semana de viaje y todavía no conocía bien a todos sus compañeros. Estaba siempre ojo avizor ante la posibilidad de que algunos de los matones de Wilcox & Sorensen* se hubieran infiltrado en la caravana.

Ellen se estiró perezosa retorciéndose cual serpiente cuando Jenny empezó a montar jaleo, después de recolocarse el sombrero que siempre dejaba caer un poco sobre sus ojos cuando dormía al raso.  

- Buenos días Jenny.... ¿que tal has dormido, Jenny?.... muy bien, gracias... - murmuraba por lo bajo a modo de queja

Se notaba a la legua que no estaba acostumbrada a madrugar, aunque lo cierto es que tampoco remoloneaba de más. Se levantó bostezando abiertamente sin molestarse en disimularlo o taparse la boca. Miro hacia su caballo, Bonito, para asegurarse que estaba justo donde debía antes de acercarse al carro de la viuda que escoltaba para desayunar. 

- ¿Donde esta ese desayuno? - llegó clamando a la viuda, mientras se asomaba al carro para verificar que los niños estaban allí - uno... dos.... tres... ea, todo bien.... 

Habría podido dormir al raso con más tranquilidad que en el carro. El viejo sr. Allister a pesar de que hablaba poco de día, rumiaba bastante a la noche, era de esos hombres que tarda en encontrar la postura y cuando lo logra sigue haciendo ruido. Por suerte, estaba cansada y acabé durmiéndome casi por aburrimiento. Eso sí, al alba me desperecé sin mucho problema, fui directamente a ordeñar una de las vacas que traíamos amarrada al carro.

Me gustaba hablar con mis amigos, los animales, eran como los demás de la caravana aunque en vez de hablar tenían sus peculiares formas de transmitir cómo de bien se encontraban. Las vacas estaban tranquilas, pero la mula como siempre se había enredado con la cuerda. 

Para cuando regresé al carro, el matrimonio ya estaba en pie, les llevé agua del río y la leche fresca, así como las nuevas que corrían entre los carros, algún chisme sobre quién va en qué carro y qué ilusiones cargan. Por lo demás, aún no había tenido mucha ocasión de conocer a gente allí.

- Aquí les traigo el desayuno... Lucero (vaca 1) ha sido generosa, pero Pinta (vaca 2) se ha revuelto un poco, igual pasó mala noche - el perro de los Allister me acompañaba a todos los lados - Calcetines (perro) está muy animado, le gusta estos aires de libertad - había vuelto a sujetar los animales al carro, mula incluida para ahorrar tiempo.

Jenny seguía vociferando de fondo, dando patadas a las botas de los remolones y bebiendo algo del café que su ayudante, el joven Drew Moran, había preparado en la fogata de ambos, a un lado del campamento central.

A pesar de llevar tan solo una semana en la caravana, Doug podía tener la certeza de que ninguno de esos perros corporativos se habría podido infiltrar entre esta gente. Demasiadas molestias el tener a nadie siguiendo a una familia durante mes y pico, sobre todo teniendo que pegar una buena suma por la paciencia y habilidades del o los pistoleros.
Mientras tomas tu desayuno, echas un ojo a la pareja de guías y reflexionas en silencio. 

Lo cierto es que sabes poco de la señorita Doughan. No ha querido contar nada, pero tampoco es que se le note ningún detalle particular que pueda indicar su pasado. Tampoco es que las mujeres de su actitud sean mayoría, y desde luego no puede tener ningún trasfondo de la alta sociedad. O eso parece al menos.
Del joven Moran sí que se sabe que es un veterano confederado, aunque no mucho más. Desde que le conoces, también sabes que Jenny lo tiene activo siempre que puede, y aunque en ocasiones hace bromas por lo de su cara de lelo, se nota que le tiene aprecio.

La joven Martha ofrece a Ellen un poco de café, judías recalentadas de anoche y un par de pedazos de cecina, que saca de una bolsita que lleva en una burjaca al cinto. Siempre preparada para darle algo de ese buen manjar que tanto alegra a Ellen, aunque sea por un rato.

—Buenos días, señorita Hardin —te dice con una mirada amable y de ojos cansados— Espero que no le hayan vuelto a despertar ese par, que últimamente están bastante inquietos.

Los críos mayores se solían mantener alejados de ti hasta que pillaron algo de confianza. Ahora prácticamente te los tienes que quitar de encima a cada rato, además de aguantar preguntas del tipo "¿Cuánta gente has matado con eso?", refiriéndose a tus revólveres; o "¿Si mamá se queda sin dinero, nos vas a abandonar?". Podrás tomártelo como quieras, pero lo cierto es que esos dos son de las pocas alegrías que has tenido desde hace bastante.

Los viejos Allister te reciben, Sarah, con una sonrisa en el rostro. A ti y al desayuno. O al menos lo hace Susan, mas ella siempre tiene ese semblante agradable. Gideon Allister coge algo de la leche en su taza de hierro y, a pesar de que intenta disimularla, no puede evitar lucir una pequeña mueca de agradecimiento.

—A buenas horas, joven. Y más vale que las hayas ordeñado con el cariño que merecen, que Pinta ya tiene sus buenos doce años —el viejo se gira y prácticamente se bebe de un trago la leche, soltando una sonora expresión de satisfacción.

Mientras bebes tu propia leche y coges algo de comer de lo que la pareja te ha dejado listo, ves a un lado del campamento el carro del señor Jochane; acompañado del otro único afroamericano aparte de Meave: Josiah Newberry.

Has oído que este peculiar dúo surgió casi por accidente, después de que Josiah llegase a Iowa tras una vida bastante difícil en los estados sureños. Christopher no diría que forman nada en general ni en particular, a no ser que sea en el plano de los negocios. El empresario, ahora arruinado, "contrató" a Newberry dándole la esperanza de que en Coldforge levantaría un nuevo negocio, donde él tendría cabida como su nuevo contable. No sabes hasta qué punto ha sido esto una estafa o no, pero el ya casi cuarentón Josiah te despierta una cierta compasión; sobre todo tras verle día a día, desde hace una semana, haciendo todo lo que se le pide y luego alejándose todo lo que puede de su futuro jefe.

Mientras la señorita Millay se despereza y alguno de sus empleados le prepara un potente desayuno, podrá ver el panorama del campamento que, poco a poco, empieza a levantarse.

Aparte de observar algunos hombres y mujeres comunes, con esperanzas comunes y caras comunes, a un lateral tiene una vista privilegiada del pequeño semicírculo que algunas de esas personas forman alrededor de un solo hombre.

Además de tener unas pintas bastante cuestionables para tu gusto, el padre Russell, vuestro predicador baptista favorito, es alguien a quien poco a poco le has ido viendo de qué pie cojea: discursos grandilocuentes, sermones enfocados en la desconfianza hacia lo ajeno... siempre echando miradas poco menos que mortales hacia algunos dentro de la caravana. Crees que es un tipo listo, pero tú lo eres más. De sobra. Y si no lo es, tampoco crees que su fanatismo lo vaya a llevar demasiado lejos.
Lo que ves que es en cierta parte preocupante, es el hecho de que Drew Moran se haya terminado por juntar con el resto de feligreses. Ahí está, con las manos cruzadas, esperando que su pastorcillo le eche el hueso mañanero.

[Canción]

—... ¡Por esta razón también, obrando con toda diligencia, añadid a vuestra fe, virtud, y a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio, al dominio propio, perseverancia, y a la perseverancia, piedad! —profiere con voz ronca el viejo pastor entre esputos involuntarios y con mirada vivaz— Porque como dijo Cristo nuestro Señor: "¡Bienaventurado el hombre que persevera bajo la prueba, porque una vez que ha sido aprobado, recibirá la corona de la vida que el Señor ha prometido a los que le aman!" ¡Amén! —Cierra la pequeña biblia de cuero desgastada de sopetón.

—¡Amén! —contestan los feligreses, salvo Drew, que lo hace de una forma más tímida.

—¡Ahora, hermanos, cantemos a los cielos para traer la gracia divina sobre nuestra empresa! —comienza a cantar con alegría, mientras anima con los brazos al resto, que se van sumando con la misma dedicación.

Pero bueno, que canten, ¿no Meave? Que se les alegre el cuerpo y el alma, que van a necesitarlo.

         - Amén!   Y que dios también guarde su alma reverendo! -    Le repondió Meave tras escuchar las palabras del padre Rousell Coulhun a quien asintió al final 

         - Buenis dias señorita Jenny!    Gracias por ... asegurarse que no nos quedemos dormidos!    Todo ha estado bien por la noche? -     Responde la bella mujer mulata a la mujer que es parte de la pareja que organiza la caravana cuando se acerca a su carreta mientras que le saluda y mira de reojo la carreta de la familia Anderson, para asegurarse que allí seguían ya que le interesaba completar los planes acerca de la construcción del Salon y una sorpresa más que tenía en la cabeza, entonces emparejo su carreta con la de los señores Jochane y Newberry, a quienes saludo en silencio junto a la linda chica que les acompañaba a la distancia

Doug se fue en busca de Jenny Doughan, la guía de la caravana, con su taza de café caliente en las manos. La encontró cerca del carro de Meave Milay, una mujer ciertamente hermosa, como se dijo a sí mismo. Había hablado con ella en un par de ocasiones por cuestiones de trabajo, pero al final Doug no había aceptado la oferta de ella: ser empleado en un saloon no haría nada feliz a su esposa Molly. Sin embargo sí se había comprometido con ella a construir dicho saloon cuando se establecieran en Coldforge*.

-Señorita Milay, señorita Doughan, Drew, muy buenos días -saludó a los tres con un exquisito acento del Este que no cuadraba mucho con su aspecto y su corpulencia-. ¿Alguna novedad antes de ponernos en marcha?

La mañana establecía prioridades claras: desayunar. Y qué mejor para desayunar que un par de buenos pedazos de cecina ¡Oh, si! Casi se podría decir que Ellen se los arrancó de la mano y no se llevó la mano de milagro, cual perro hambriento, aunque por suerte todavía no habían tenido la mala suerte de tener que pasar hambre en aquella caravana.

- Tiene una pinta estupenda Martha - no se sabía si lo decía por el café que acababa de aceptar con la mano libre o por la cecina a la que ya le había hincado el diente - ¿los niñhosh? nsah - respondió a carrillera llena, quitándole importancia a las increpancias de los pequeños

Ellen se tomó el café sin quitarle la mirada de encima a la vaquera, Sarah Baxter estaba en su punto de mira por algún motivo. Asentía para si misma como convenciéndose de algo. Tras devolverle la taza a Martha cruzó el campamento pasando por entre el grupo que prestaba atención al predicador sin interesarse lo más mínimo por el sermón. Bajó la mirada al suelo, no tardando en localizar una piedrecilla no muy grande y rodeó el carruaje del que se ocupaba Sarah mientras parecía echar un vistazo a las vacas, aunque sin acercarse lo suficiente a los animales como para que nadie pudiera llamarle la atención. 

Cuanto tuvo a la vaquera "a tiro" lanzó la piedrecilla con intención de golpearle la bota a la joven, si conseguía que la vaquera mirara hacia ella le haría un gesto de cabeza leve para indicarle que la acompañara. Entre el sermón mañanero y los desayunos sería raro que alguien se fijara demasiado en aquello... 

La caravana estaba llena de todo tipo de personajes interesantes, el señor Jochane y su acompañante Josiah Newberry me llamaban la atención, eran dispares y aunque el sr. Allister me había contado su historia no estaba muy segura de que fuera así, me resultaba sorprendente que alguien que había sido estafado fuera de buenas en el mismo carro con el estafador de viaje. 

Por suerte los Allister no eran muy religiosos con lo que no les afectaban los sermones del padre Russell y es que éste hombre de Dios tenía la faceta de repartir esperanza a la vez que repetía machaconamente que eramos pecadores por nuestros actos. No quisiera yo tener problemas con el predicador, a saber con qué me atemorizaría.

Estaba recogiendo flores para regalarle un ramo a Susan cuando noté aquella piedrita, al principio no le di mucha importancia pero a la segunda me diré y vi a aquella mujer. Ya la había visto antes, llevaba una cantidad de armas encima nada despreciables, estaba claro que podía ser alguien peligrosa o quizás una gran ayuda dependiendo del momento. Sea como fuere, fui tras ella, a ver qué quería.

Las armas las mantenía con una pulcritud difícil de igual, su higiene personal ya era harina de otro costal aunque lo cierto es que el polvo del viaje tampoco ayudaba demasiado. A la vista, al menos, dos revólveres un cuchillo de caza de buen tamaño... las alforjas de su caballo tampoco estaban desamparadas pues como mínimo se intuía un buen fusil. 

Hizo que Sarah le acompañara dando un paseo desenfadado para alejarse de oídos indiscretos...  

Ellen le tendió una mano, la izquierda

- Ellen Hardin... - se presentó - ¿y tu eres? - si bien viajar juntos hacía que las personas pudieran serte familiares el tema de tener en la cabeza todos los nombres se hacía complicado. Demasiadas caras nuevas.

La mujer no parecía tener grandes remilgos, ni ser de las que daban rodeos a las cosas, era más bien directa: directa como una bala.

- Me podría molestar en adularte y hablar sobre lo bien que parece que se te dan los animales y todo eso... - dijo a media voz - pero creo que ya eres mayorcita para esos cuentos ¿no? así que al lío... - la miró directamente a los ojos, estaba claro que de alguna manera también quería "medir" a la joven vaquera - ¿cuanto me va a costar convencerte para que despistes media jarra de leche de esas vacas? 

"Contrabando" de leche... oh, señor... quien me había visto y quien me ve. Si me lo hubieran dicho tan solo un par de meses antes me habría parecido un chiste malo. Esos críos estaban teniendo una mala influencia en mi. 

Entrechoqué su mano izquierda con la mía - Sarah Baxter, pero me puedes llamar Sarah - no creía que hubiera muchas más que se llamasen como yo en la caravana. La había visto antes, pero fuera de eso no me sonaba de nada aquella mujer, aún así con aquellas dos pistolas colgadas del cinto, me sentía importante hablando con ella.

Me quedé a la expectativa para dilucidar qué quería de mí aquella mujer, entrecerré los ojos y todo creyendo así adoptar una posición más enigmática pero cuando escuché sus palabras no pude hacer otra cosa que sonreír con la boca abierta. Quería que birlara una cantidad de leche para ella - ¿media jarra? - así por la cara; me lo pensé un poco, tampoco es que fuera mucho pero... las vacas no eran mías; estoy segura de que si les comentase el plan a los señores Allister lo rechazarían, pero... aquella mujer formaba parte de la caravana, igual podía resultar útil tener a alguien armada a favor - si me enseñas - indiqué sus armas, aquello era lo más, aprender a disparar un revolver - podemos ser amigas si quieres - tampoco pedía mucho, además esperaba que aquello fuera el comienzo de una buena amistad - ¿trueque? - me la quedé mirando, esperando su respuesta.

¡Eso parecía un buen trato! Si no me costaba dinero sonaba bien... si, muy bien

- ¿Enseñarte a disparar? - le devolvió la sonrisa, de medio lado - bueno, mientras no me quieras disparar a mi, vaquera... me parece bien - aceptando - media jarra por lección es un buen trato, y saber que estás ayudando a crecer sanos y fuertes a unos malditos críos no tiene precio ¿eh? - apelando a su corazón para negociar ese suministro "con cierta regularidad" - no van a echar en falta un poco de leche: el camino es duro... las vacas se estresan... hay mil excusas... 

Ellen viajaba como escolta del carruaje de una viuda con tres hijos.

Me hizo gracia que pensase que le iba a disparar, esperaba que no fuera tan difícil ni tan peligroso para que pudiera ocurrir semejante cosa, aunque bueno, son armas de fuego, sino se manejan bien podría ocurrir de todo - Entonces trato hecho.

- Igual es bueno que esos niños aprendan a ordeñar una vaca ¿no crees? - así podría resultar hasta sencillo que se ganasen su desayuno, estoy segura que en esa situación los Allister no pondrían objeciones - ¿qué edades tienen? - ella me daría clases y yo les daría clases a ellos, parecía que íbamos a crear una escuela ambulante - Tú sabes, no? - me la quedé un poco mirando, porque igual aquella mujer sabía disparar pero no tenía ni idea de cómo extraer la leche de un animal - Vale, vale, tranquila... tus hijos, no hay problema.

- ¿Que los niños aprendan? Oh, tu si que sabes acabar con la diversión...¿Te asusta enfadar a los patrones, eh? - ríe, pero tampoco se opone al plan - no se qué edad tienen esos críos, yo no entiendo de eso - se encoge de hombros, desentendiendose completamente

- ¿Yo? ¿Ordeñar? Antes de que tu nacieras vaquera, me crié entre ganado y he pasado buena parte de la vida manejando grandes cantidades en las situaciones más jodidas....¿Y tu qué? ¿Al menos tienes tus propias armas? ¿Alguna? - quiere saber

- ¿Mis armas? - me quedé pensativa como si aquello no fuera conmigo, aunque padre siempre decía que igual un día podría ser necesario disparar y nos había enseñado a todos disparar - tengo un rifle, aunque hace tiempo que no lo uso - nunca había tenido ocasión ni tampoco ganas de utilizarlo contra nada ni contra nadie, aunque había roto botellas y hecho agujeros a los árboles cuando lo cogía para practicar - y este cuchillo - llevaba colgado del cinto y atado a la pierda un cuchillo de monte, de dimensiones lo suficientemente grandes para afrontar casi cualquier imprevisto.

- ¿Eres pistolera? ¿caza-recompensas o ayudante del sheriff? - estaba impresionada por aquellas dos pistolas que vestía aquella mujer con bastante solvencia.

Un rifle. Lo que estaba claro era que los revólveres de Ellen no se prestaban ni para aprender ni para nada distinto

- Un rifle está bien, porque las cosas de montar y las cosas de disparar no se dejan... que te las joden - admitió - pero vas a tener que empezar por limpiarlo como es debido, un arma bien mantenida es un arma fiable... un arma llena de óxido te estalla en la cara ¿sabes como te digo, no? Créeme que yo lo he visto...

Sonríe divertida a lo de ayudante del Sheriff

- Bueno, una estrella en el pecho no me sentaría mal, lo he pensado un par de veces. "Sheriff Hardin" suena bien... - dándole su aprobación a aquella idea loca - es una pena que siempre haya un viejo medio ciego acaparando la estrella, la mitad de los Sheriffs no son capaces de acertarle a una lata a diez pasos... - critica burlona - ¿que tal se te da acertarle a cosas que se mueven? ¿Has disparado alguna vez ese rifle?

A su paso cerca del grupo, el pastor echa una mirada de claro desdén a Ellen, pero se mantiene a lo suyo, todavía animoso mientras acaba de cantar con sus feligreses. A Meave no le presta demasiada atención y sigue a lo suyo.

Jenny recibe a la señorita Millay con buen ánimo y energía, mientras Drew se aproxima desde donde se encontraba el rebaño del padre Russell.

—¡Bueeenos días, doña! Aquí estamos para servirla —pega un buen sorbo a su café hasta acabarlo del todo— Aaaah... bueno, al menos hasta que se acabe el contrato, ¡jajaja! —Drew termina de llegar con un gesto de sonrisa vergonzosa, y nada más llegar recibe un par de palmadas fuertes en la espalda por parte de Jenny— Bueno, bueno, ya estamos todos, ¿eh Moran? —el chico con su cara extraña, asiente sin decir nada— Y bueno, señora, para responderla le diré que sí, esta noche ha estado bastante tranquilita. Como mucho un par de lobos muuuy a lo lejos, pero si hubiera sido necesario... —mira su fusil, dentro de las alforjas de su caballo— Un par de tiros y todo arreglado —te sonríe con suficiencia.

Al momento el señor Anderson se aproxima y saluda, a lo que Jenny responde también a su pregunta.

—Buenos días también al padre de familia. Y no, nada en particular, señor Anderson —deja su taza en su macuto, lo cierra malamente y lo coloca dentro de sus alforjas— Eso sí, les pediría —os mira a ambos— que terminen de recoger todo y se dispongan a partir, porque de veras les digo que no pienso quedarme aquí a que lleguen los temporales. Y les puedo asegurar que Nebraska es terrible de cruzar con kilos y kilos de nieve por todas partes —coge a Drew de la manga y tira de él casi arrastrándolo, a lo que él os mira con expresión confusa y, casi como un crío con su madre, sigue a Jenny sin decir palabra para ensillar a los equinos.

En el fondo, aunque nadie las haya visto, Ellen y Sarah se apartan a un lado para tener su conversación a solas.

Mientras, el resto del campamento continua recogiendo a buen ritmo, aunque Jenny seguirá pegando gritos hasta que todos estén listos y en marcha. Parece que en poco rato estará todo preparado para continuar el trayecto.

-Me temo, señorita Millay que tendremos que esperar a esta noche para retomar el asunto de las modificaciones a su carromato -se disculpa Doug llevándose la mano al ala de su sombrero-. La señorita Doughan tiene razón: si nos pillan aquí las primeras nieves y los aguaceros, nos retrasaremos demasiado.

      - Muchas gracias señora por sus amables palabras y su celo al cuidarnos a todos, se lo agradezco de tal manera que si lo cree necesario podriamos platicar para que un par de mis guardias les ayuden con la seguridad cuando sea necesario durante el viaje, ya que eso nos ayudará a todos! -    Responde con una carismática sonrisa Meave a la guía de la caravana antes de que ella se marche y la deje a solas con Douglas, a quien entonces la bella mujer mulata le mira de reojo mientras que  medita sus palabras, entonces le pregunta:

      - Su esposa podría conducir una rato su carreta mientras que nosotros platicamos de negocios atrás, en mi carromato o usted prefiere que mejor lo hagamos hasta llegar al siguientealto del camino? -  Meave le sonríe a Douglas mientras que analiza su reacción para tratar de saber mas de su forma de pensar y sus instintos