Partida Rol por web

Voy contigo - declara Cluithi - Estás herido y este wyrm es demasiado importante.

La inusual pareja se adentra en la cavernosa y húmeda boca. Adalid descubre, no sin cierto regocijo, que Cluithi tampoco parece inmune al hedor de esta cueva orgánica. Las mandíbulas resultan una travesía larga, penosa e incómoda pues los dientes menores son con afiladas espinas aguardando que alguien las pise para perforar una pantorrilla o un pie. Para cuando llegan a la garganta ambos ya se han acostumbrado al olor y ni siquiera lo notan.

Lo lógico es que el último sello esté en el corazón o en el cerebro - dice Cluithi - ¿Lo echamos a suertes?

Pero Adalid no está tan perdido como el Garou. Desde que entró en la boca del monstruo empezó a sentir una sutil atracción hacia el interior. No sabe exactamente a qué parte de la anatomía del monstruo le conduce esa compulsión, pero sí tiene la certeza de que lo que busca está ahí.

Oh, coño - maldice Cluithi. Media docena de extrañas perdiciones en forma de gusanos del tamaño de un perro grande se aproximan con los estomas babeando un líquido verdoso. Cluithi desenfunda su gran klaive y se interpone entre Adalid y las Perdiciones asumiendo su gigantesca forma Crinos - Quédate detrás de mí - le ruge antes de lanzarse sobre las Perdiciones...

El camino es penoso mientras avanzan hacia el interior del gargantuesco disolvedor; pero cuanto más caminan, más se hacen a aquella enrarecida y extraña atmosfera que es el cuerpo del enorme ser.

Adalid siente algo, como si siguiese un sonido… un olor… una imagen en su interior, un pequeño regato de agua entre las formas carnosas que componen todo el lugar.

La mente del Mokolé queda como fascinada por aquel rastro. Incluso cuando aparecen unas enormes y purulentas larvas su mente se mantiene cautiva del rastro como si este fuese lo más importante en el mundo.

Cluithi está en peligro. Incluso ahora su mente también es consciente de ello, viendo la pelea por el rabillo del ojo.

A pesar de su superioridad numérica las Perdiciones no son rivales para la fuerza y la Rabia de Cluithi que acaba con ellas a golpe de klaive, garra y colmillo. Libre de enemigos que le amenacen, Adalid se acerca a una de las carnosas paredes. Su garra coriácea se posa sobre una zona en la que nota el palpitar de un enorme vaso sanguíneo...

Calor. Y un latido. La corriente sigue un camino dentro de esta pared… de esta carne. Es difícil distinguir cual es. Todos parecen moverse a la vez. Se mezclan retorcidos, corriendo juntos a través de la piel y las entrañas del disolvedor ¿Cuál es? ¿Cuál es? Adalid busca con la mirada, el tacto y el oído, pero no parece que sea capaz de distinguir cual es la que busca. El sentimiento del cauce guiándole.

Adalid palpa las paredes palpitantes frustrado por su confusión. La solución está ahí mismo pero el Mokolé no consigue entenderla.

Rasga la pared - suena una voz - Abre un agujero y nada en la sangre.

Un gruñido instintivo surge de la garganta del Archid, que se revuelve mirando a su alrededor. Pero salvo Cluithi, que está terminando con las Perdiciones, no hay nadie más...

¿Qué? ¿Quien? Adalid queda confundido al escuchar esas palabras ¿De donde vienen? La escucha en su cabeza directamente. Nadie alrededor salvo Cluithi y las Pesadillas del interior del Disolvedor. Vuelve a palpar el lugar donde noto aquel latido.

“Rasga la pared.”

Aparta la vista, y la retorna nuevamente. Ha llegado hasta aquí guiado… guiado por una mano ajena, instrumento de algo más grande, para un propósito mayor a el mismo ¿Por qué negarse ahora? Puede que le duela al Wyrm, pero el mismo le pidió que lo liberase; y la libertad… también es dolor.

Ruge mientras levanta la garra para romper la pared.

“Abre un agujero y nada en la sangre.”

Adalid se prepara porque espera que el líquido escarlata comience a brotar. Entrara, buscara… se cubrirá de la sangre del Wyrm si es necesario.

Abriré el camino del mundo.

Adalid rastrilla la pared con sus zarpas abriendo un vaso sanguíneo lo bastante grande para albergar su forma Suchid y salta a su interior. La fuerte corriente sanguínea lo arrastra y no lo deja respirar. El Mokolé se debate impulsándose con la cola, pero sus pulmones parecen a punto de estallar. En algún momento los movimientos del cocodrilo provocan una violenta reacción de la capa muscular del vaso, que intenta aplastar a Adalid...

Aquello es como nadar por una tubería estrecha que se contrae, con una corriente terriblemente rápida… y rodeado por el viscoso liquido que no hace más que aumentar la sensación de angustia. Aquella opresión se torna aun mayor, aplastándole y haciéndole bufar de rabia. Atrapado mientras la sangre le lleva hasta el sello, o eso espera.

La peristalsis del vaso sanguíneo rompe y disloca varios huesos de Adalid, que empieza a darse cuenta de la temeridad que ha supuesto meterse sin más en el sistema circulatorio del titán. Tampoco hay mucho más que pueda hacer: cambiar a la forma Archid supondría morir aplastado y no hay nada que pueda morder. Sólo le queda nadar y rezar por no ahogarse antes de que se le ocurra una manera de salir.

Hay una turbulencia y de pronto Adalid se encuentra lanzado por los aires hasta chocar dolorosamente contra una pared de hueso y músculo. Abre la boca aspirando grandes bocanadas de aire tibio mientras sus huesos se sueldan y se recolocan en su sitio.

Hola, hijo de Helios - saluda una voz. Al seguir su dirección Adalid descubre a un hombre delgado de piel marrón y pelo gris revuelto. Por toda vestimenta lleva un simple taparrabos, una cinta de cuero en la cabeza y una bolsa colgando del cuello. Tiene las manos y el pecho manchados con la sangre del monstruo, explicando la salida de Adalid. El hombre se acuclilla frente a él - Quizá debí haberte dado más indicaciones. Puesto que desprendes el aura del Devorador pensé que lo sabrías de forma instintiva. Me equivoqué - se encoge de hombros - Bueno, en marcha - dice levantándose - Todavía nos queda un buen trecho hasta el Primer Corazón...

Adalid puede oír como sus huesos crujen al romperse y descolocarse bajo su piel. Es doloroso. No es el dolor más grande que haya experimentado… pero es imposible ignorarlo. La ansiedad que le produce, le hace plantearse desgarrar el lugar, buscar una salida desesperado pero no hay nada a su alrededor aparte de tonos rojos. Encomendarse a algo superior no parece la mejor salida pero… ¿Qué otra le queda?

Para cuando finalmente sale. Respira desesperado, boqueando con avidez mientras nota como su cuerpo se cura en una sensación extraña y lacerante. Alguien le recibe, parece un aborigen… Adalid puede verlos en sus recuerdos. Tribus de humanos, tan desperdigadas por la yerma tierra como los animales. Pero… ¿Quién o qué es en realidad? No puede ser humano. Está claro que es quien hablo y quien le ha guiado hasta aquí. Así que… porque no seguirlo.

El Primer Corazón, hay más de uno entonces ¿Estará allí el sello? Comienza a caminar pesadamente con su forma original, pero es lenta, así que mientras camina decide adoptar la forma homínida similar a la Voz-dentro-del-Disolvedor. Camina a su ritmo en silencio, no tiene mucho que decir. Después de todo, este ser parece conocer ya la situación.

El chamán aborigen conduce a Adalid hasta una cueva decorada con pinturas de sinuosas espirales y formas difíciles de definir. Adalid percibe que tienen un significado conjunto pero él es incapaz de descifrarlo - Son los recuerdos de la bestia - le explica - Aquí está toda su historia, desde sus inicios como espíritu de la renovación hasta su corrupción, su encierro y su largo sueño bajo tierra. Te resultan familiares ¿Verdad? Eso es porque nuestros ancestros humanos comunes utilizaban esta pintura para comunicarse y contarse historias. No, no me mires así. Te estoy diciendo la verdad. Te hablo de tiempos muy lejanos, cuando compartíamos la tierra con el pueblo araña, el pueblo reptil, el pueblo tiburón y los humanos que formaban parte inseparable de todos nosotros. Precisamente por eso fuimos capaces de contener a esta bestia - empieza a señalar dibujos en los que se retrata a Ananasi, Garou, Mokolé y Rokea trabajos en furioso combate con la enorme sierpe - Aquí está toda la historia. Los tiburones la sacaron del agua. Tu pueblo los empujó tierra adentro. Las arañas lo contuvieron con sus redes y entre todos lo mantuvieron retenido mientras nosotros ejecutábamos el ritual que lo encerró - lanza un quedo suspiro - Nos ha guardado rencor durante muchísimo tiempo hasta que empezaron a llegarle sueños a los que no estaba acostumbrada, sueños en los que el Devorador se liberaba del capullo de la Hilandera y se libraría la batalla final para restablecer el equilibrio de los Tres Pequeños Dioses. La bestia desea reunirse con el Devorador original y para ello antes debe ser liberada. Tú has venido para eso ¿Verdad?...

El mokolé observa el mural mientras la Voz explica. Y le habla acerca del pasado. Un pasado lejano. Tan lejano que los cambiantes aun colaboraban, y los Hijos de la Araña no eran todos enemigos. Un pasado en el que el Disolvedor recién debía haber perdido su libertad… y su cordura.

Adalid se gira para mirar al piel-suave ¿Quién es este ser que viste un imagen de piel de suave? Ha dicho que ellos ejecutaron el ritual, así que debe ser un Garou. Pero ningún Garou puede vivir tanto ¿No? Frunce el ceño, tratando de entender.

-Adalid ha venido a liberarla. Adalid necesita romper su sello y necesita conocer su nombre.- Vuelve a mirar el mural, tratando de que esas imágenes despierten en el algo que pueda ayudar.- Adalid tiene que abrir el camino para el cauce del mundo siga y este llegue a su destino.

Adalid - repite el hombre - ¿Así te llamas? Bien, yo me llamo "Serpiente-del-Arco-Iris". O al menos es el nombre que recuerdo. He olvidado muchas cosas desde que estoy atrapado aquí dentro. Cuando estaba vivo era un Theurge de la tribu Bunyip de los hijos de Lobo - Adalid no necesita recurrir a su memoria ancestral para recordar las historias que su pueblo cuenta sobre esta sabia tribu de hombres-lobo, exterminados por su propia raza que los acusó de crímenes que nunca cometieron. Muchos Soles Velados insisten en que los Bunyip se habrían opuesto a la Guerra de la Rabia de haber seguido vivos cuando sucedió - Fui yo quien completó el ritual que selló a este monstruo, pero no contaba con que mi espíritu quedase aquí atrapado. Su nombre está por aquí, en alguna parte. Yo también tuve que emplearlo para completar el ritual. Vamos, te ayudaré a buscarlo...

Adalid miro de nuevo al sujeto, Serpiente-del-Arco-Iris; un hijo de Lobo antiguo y desaparecido; de antes de las guerras. Es su alma la que permanece atada al Disolvedor. Pasea la mirada por todo el lugar, apreciando de nuevo que se encuentra en las entrañas de la bestia.

-El nombre de Adalid, es Adalid-del-Ojo-Carmesi. Adalid lo escucho cuando cambio. Pero a Adalid le resulta mas cómodo usar solamente Adalid. Serpiente puede referirse a Adalid como quiera.- Le explica. Resulta curioso su nombre... Serpiente-del-Arco-Iris. Le hace rememorar la forma de la criatura en la se encuentran.- Uno vino conmigo. Si liberamos al Disolvedor... ¿Que ocurrirá?- Es una buena pregunta, no se la había planteado hasta ahora ¿Como salir? o ¿Como reunirse con Cluithi para hacerlo? Por ahora parece mas importante encontrar el sello y el nombre, y para ello debe enfocar toda atención.

Ahora Adalid lo tiene mucho más claro. Las imágenes son la guía de la vida de la bestia, y el Mokolé sólo tiene que seguirla hacia atrás para dar con la respuesta que busca. La mayoría han sido creadas por la mano de "Serpiente-del-Arco-Iris" fundiendo sus propios recuerdos con los del wyrm, pero no son más que la pista inicial. Adalid los sigue más allá, hacia otros dibujos más extraños y mucho más complejos que los dibujados por el antiguo Garou. Más que leerlos o interpretarlos, Adalid siente el significado de esos dibujos resonando en su Mnesis. Adalid recorre la historia al revés, pasando de la locura asesina a la incomprensión de ser atacado por miles de espíritus de la Tejedora que intentaban inmovilizarlo en la Urdimbre. De ahí retrocede a la inquietud y la preocupación de que algo le había ocurrido al Padre del Equilibrio. Anterior a eso estaba la dicha de tener un lugar y un propósito en el ciclo del universo: destruir las creaciones de la Tejedora para liberar las energías del Kaos de forma que la Tejedora pudiera ensayar nuevas formas, y dejar aquellas mejor adaptadas para prosperar sobre Gaia. En el origen de todo está el nombre de la criatura: Yoggnemnigmon.

Adalid Conoce ahora la historia del Disolvedor, su propósito y su nombre.- Yoggnemnigmon.- Lo pronuncia con respeto, pena por la crónica contemplada y cierta reverencia ante el papel que jugó en la historia del mundo.

El mokolé se gira para mirar a Serpiente. -Adalid ya encontró el nombre del Wyrm… Ahora ¿Qué?- Pregunta para conocer el siguiente paso. Siente que algo debería ocurrir simplemente por conocer aquel nombre… pero no quiere arriesgarse con semejante idea, puede que ese nombre tenga poder… o puede que necesite de alguna preparación. También está confiando demasiado en Serpiente-del-Arco-Iris, quien arriesgo todo para encerrar a Yoggnemnigmon en primer lugar, pero también está igualmente encerrado con el Disolvedor. Podría simplemente haberle dejado perdido en el laberinto de las vísceras de la criatura, a merced de los monstruos que la habiten. Así que por ahora, confiara en el, como con Cluithi, con ciertas reservas.

La mención del nombre verdadero de la criatura provoca un terremoto que lanza a "Serpiente-del-Arco-Iris" y a Adalid al suelo. Al pronunciar su nombre el Mokolé ha liberado los recuerdos del wyrm junto a una gran parte de su poder: el hambre primigenia e insaciable de lo que fue al principio de su existencia.

Ahora has levantado parte del último sello - le dice el Bunyip cuando cesa el temblor - Queda la última parte. Después de eso ya no habrá vuelta atrás, así que espero que tu guía espiritual no nos traiga más desgracias.

"Serpiente-del-Arco-Iris" conduce a Adalid por extrañas cuevas orgánicas hasta llegar a una cámara de intenso color rojo y olor a sangre fresca. En el centro del suelo está clavada la extraña lanza doble que Adalid se viera empuñando para acabar con la vida de Cluithi

Los Colmillos de Helios - explica el Bunyip - Fabricados por el propio Celeste con fuego solar sólido. Sólo las Lunas Gemelas creadas por Selene igualan el poder de esta arma. Levántala y tu búsqueda habrá llegado a su fin...

Mas desgracias… Adalid solo es capaz de ver una parte muy pequeña del rio del Destino ¿Qué nos depara el futuro? Eso también quiere saber. Su preferencia es salvar el mundo, pero no se considera más que un instrumento para el equilibrio… y si este puede ser restaurado o debe ser destruido para volver a empezar… seguramente quede lejos de sus manos. Llegado el momento pagara por cualquier pecado que haya podido cometer, y cargara con el impío deber de abrir el caudal del mundo. Hasta el amargo o dulce final.

El olor es incluso más fuerte en el lugar donde acaban. Casi se puede paladear la sangre, incluso con aquella forma de piel-suave. Pero la atención de Adalid queda irremediablemente atrapada por la lanza dorada incrustada en medio del lugar. La lanza de la traición, pero que ahora puede ver con total claridad… y que Serpiente identifica como “Los Colmillos de Helios”. Un arma tan poderosa… y a la vez reflejo de uno de los temores de Adalid.

Adalid se acerca al arma, observándola con veneración y aprensión.- Solo… levantándola.- Extiende la mano, deteniéndola justo antes de tocarla; abriendo y cerrando la mano. No tarda mucho en tomar la lanza y hacer fuerza para sacarla, confianza su futuro… y probablemente el del mundo al cauce que guía sus pasos.

Acercarse a los Colmillos de Helios se transforma para Adalid en una ordalía de dolor abrasador como el Mokolé no había sentido en su vida. Lo que "Serpiente-del-Arco-Iris" llamaba "fuego solar sólido" es en realidad oro tan puro y brillante como el propio Helios. La marca del Wyrm de Adalid supura un líquido negruzco y viscoso que se filtra a través de las escamas de su deforme cuerpo humano. Las fuerzas le fallan. Adalid tropieza aún con la mano estirada hacia los Colmillos. Todos los instintos del Mokolé le gritan que huya...

Calor... Tanto calor que arde... quema... Duele.

Adalid puede sentir aquella abrasadora aura que proviene de la lanza y mientras camina su mente se va perdiendo en un esfuerzo por no desfallecer.

-Graaaaaaarrrgh.- Un rugido desesperado y agónico sale de una garganta mas bestial que humana cuando la conciencia de Adalid se quiebra ante esta prueba. El hilo de sanidad que aun mantenía su cordura mientras trataba de avanzar se rompe dejandole caer en un lodazal de rabia ciega.