Partida Rol por web

- Oh... ya veo. - murmuró ella, frunciendo ligeramente el ceño. ¿Unas termas? - Bueno... agradecería que avisara al servicio y nos llevara a dichas termas... en otro momento podrá explicarme quién se encarga de qué, yo también necesito asearme. -

Con una sonrisa a Konrad Gaia se asomó a la habitación. - Lady Alys, el baño estará listo pronto. -

Alys había oído a medias. Tuvo que darse un momento para recomponerse cuando escuchó lo de las termas. Se lo imaginaba como animales bañándose en el río, señores y criados juntos. Suspiró, resignada, y escogió un par de frascos.

Se levantó y se asomó al pasillo con una sonrisa temblorosa.

-¿Quizá deberíamos preparar nuestros vestidos antes de ir, Gaia? No lo sé -se volvió hacia el criado y trató de sonreír más ampliamente, lo que sólo logró hacerla parecer más desvalida-. Nunca he visto unas termas -aclaró, como disculpándose.

Lord Duncan y Morton caminaron hasta la biblioteca, habitación que solía usar como su despacho en ocasiones. Era un lugar oscuro únicamente iluminado por la luz que entraba de las estrechas ventanas y por la luz de las velas. En el rincón más iluminado de la estancia descansaba un escritorio de madera noble recubierto de papeles.

El soldado esperó en el centro sobre la desgastada alfombra, respetuoso, mientras que el Lord se aproximó a la mesa.

-¿Lady Joelle? -la voz de una muchacha le sorprendió estando de espaldas.

Al volverse vio que no había cerrado la puerta y que una joven la miraba desde el umbral, pero al ver que sus ojos coincidían bajó la mirada e hizo una reverencia.

-Buenos días, miseñora. Soy Victoria doncella de Lady Alys -dijo sin apartar la vista del suelo-. La señora me ha enviado para ver si necesitabais algo, ya que ha visto que no parecía acompañaros ninguna doncella.

-Quizás el primero en elegir debería ser Arena, después de todo tiene sangre noble... -apuntó Ser Zane después de discutir con Howler durante un buen rato, todo eso mientras Ser Robin parecía tener sus pensamientos en otra parte.
 

-Zane, compartiré contigo. La Urraca ronca como un trueno -contestó Symon con media sonrisa.

El bastardo eligió la cama más cercana a la fuente de calor de la habitación e inspeccionó el lecho en busca de parásitos. Al no encontrarlos, acercó su equipaje para marcarla como suya y se sentó.

-¿Qué opinas de los Karlyle, Zane?

-Hum, no se, mi señor... Parecen guerreros, es lo primero que se me ocurre -se sonrió-. Lady Morrigan parece capaz de partir a cualquier hombre por la mitad -apuntó y miró hacia la puerta para asegurarse de que nadie había escuchado aquel comentario.

Morton se situó encima de la alfombra de piel de oso que había en la biblioteca. Allí estaban los incomprensibles manuscritos que leía el maestre y que nadie más que él, y quizá el Lord, comprendía.

Dejó tiempo a su señor para que pusiera en orden sus pensamientos, sin decir nada; estaba seguro que algo se traía entre manos, y con todos los sureños en el castillo, algo tendrían que hacer para evitar que se aprovecharan de la hospitalidad de la casa de Karlyle.

Carraspeó inquieto. ¿Cómo podrían superar en astucia a esos bastardos? Morton, a diferencia de esos estúpidos caballeros, no creía que fueran indefensas florecillas que de las que salían en los largos veranos, a las indefensas florecillas se las follaban las abejas, o eso había escuchado decir al maestre. Sí, los sureños eran más bien como abejas, ¡avispas! brillantes y amarillas, vagas zumbonas dispuestas a clavarte el aguijón como putas voladoras, simplemente por joder.

-Milady, es como un cuarto de piedra, con grandes cantidades de calor y vapor. Estoy seguro de que lo disfrutarán. ¿Quieren que me encargue de algo más? Mi tío no les ha asignado a nadie aún para encargase de sus necesidades. 

-¿Tu tío...? -preguntó distraidamente. Entonces cayó en la cuenta: estaba hablando con el sobrino bastardo de Lord Karlyle. Le tembló la sonrisa, pero de algún modo aquella noticia pareció tranquilizarla-. Oh, debes de ser Konrad Nieve. Es un placer conocerte. Soy Alys Norwood y ésta es Gaia Frey.

- Me honra el mero hecho de que conozca de mi existencia,Lady Norwood,- comento halagado.- mas no debería reparar en ella, tan solo soy un criado más del castillo. No soy una compañía que sus mercedes, de alta alcurnia, deban codear.-me retiro unos pasos, sin girarme, no debía darles la espalda a las nobles. Iría en contra de lo que marca la etiqueta.- Iré a solicitar que les preparen los baños.

-Sí -sonrió Symon-. Te recomiendo que cuides de que los hombres no tengan ninguna pendencia con los de los Karlyle, no sea que veamos si Morrigan puede cortar a alguien por la mitad o no.

El dorniense dudó de si debía salir a explorar. No convenía que le vieran, pero si no se dejaba ver en compañía del resto podría levantar sospechas. No muy contento, salió para buscar a Alys y asegurarse de que estaba bien.

Duncan se dejó caer pesadamente sobre la silla, cansado y con el rostro serio. Mandó a un criado a que fuera a buscar a sus banderizos y caballeros, quería hablar con todos en un ambiente más íntimo.

Mientras esperaba, ojeaba las páginas de un viejo atlas donde estaban cartografiados todos los montes, montañas y desniveles que rodeaban a Montespino. Siempre le gustaron los mapas, era tan fácil viajar por ellos y se sentía tan poderoso poniendo las manos sobre ellos y creyendo que todo aquello era suyo...

-Morton- dijo mientras señalaba con el dedo el camino real hasta Invernalia- Demos a nuestros invitados la hospitalidad que siempre hemos tenido los montañeros. Que coman de nuestra comida y se calienten en nuestro fuego... Pero que acaten las normas de la montaña o se vuelvan por donde han venido.

Cerró el libro con desdén y se sirvió un poco de vino. Llenó dos copas y le acercó una a su leal soldado. 

-¡Por Montespino!- bramó. Y se bebió de un trago la copa.

Se despidió con un gesto de Konrad y miró a Alys cuando éste ya había desaparecido. - Vaya, es guapo para ser un bastardo... aunque habla un poco extraño. Como si quisiera ser un noble también. - dijo la doncella encogiéndose de hombros levemente

- Tengo curiosidad por ver las termas, aunque me dan un poco de miedo. ¿No habrá nadie más allí? - pese a que Konrad había dicho que las vaciarían para ellas, los norteños tenían costumbres muy extrañas y el mero hecho de un baño donde hombres y mujeres se bañaban juntos le daba pavor

Alys miró de reojo a Gaia y sonrió levemente. ¿Guapo? Sí, era posible. Pero ella estaba en Montespino por otro motivo. Cerró la puerta de la habitación con la mano libre. La mención de las termas le borró la sonrisa de la cara. Compartía los temores de Gaia.

-Lord Karlyle es un señor decente y honorable. No permitiría algo así en sus dominios -respondió, con más esperanza que certeza.

Los caballeros de Karlyle tardaron poco en llegar a excepción de Leander, que se demoró varios minutos.

-¿Qué sucede, mi señor? -preguntó Ser Roderick.

Ser Maynard dio un par de palmadas en la espalda de Morton al entrar. Leander se mostró frío y tan silencioso como siempre.

Symon se cruzó con el que reconoció como el bastardo de Godric al subir las escaleras, pero este no pareció reconocerle, aunque se le quedó mirando un instante antes de inclinar la cabeza y seguir su camino. A Alys y a su doncella las encontró gracias a que su voz se escuchaba a través de una puerta entreabierta. El bastardo llamó y esperó a que le abrieran.

Korand bajó raudo por las escaleras, pero aún así se las arregló para pararse y saludar como procedía a uno de los caballeros que acompañaban a los Norwood. Era un hombre muy moreno de ojos verdes y su cara le sonaba de algo, pero no alcanzaba a adivinar de qué. Quizás tenía una cara muy común. El encuentro no duró mucho rato ya que las escaleras eran incómodas y el hombre parecía tener mucha prisa por subir, así que ambos continuaron su camino.

Una vez abajo solo le dio tiempo a dar un par de órdenes para que preparasen las termas antes de que alguien le llamase la atención.