Partida Rol por web

El día siguiente amaneció despejado y la luz del sol se coló por las ventanas de las habitaciones despertando a algunos huéspedes antes de tiempo. A los que consiguieron seguir durmiendo fueron los ruidos de las cocinas y de los sirvientes preparando las cosas en la planta bajo lo que les desveló.

El servicio hacía tiempo que estaba en pie, una anciana señora había pasado la noche despierta para golpear en las puertas de las habitaciones comunes a tiempo, como solía hacerse cuando tenían mucho que arreglar.

Cuando los nobles y sus acompañantes se reunieron en el patio de la fortaleza pudieron comprobar que casi todos habían coincidido en ponerse sus mejores galas. Las ropas de los Norwood eran mucho más llamativas que las de los Karlyle, pero las de los anfitriones tenían un aire noble y señorial que no pasaba por alto.

La marcha se inició en cuanto los carros estuvieron cargados viandas. Los Norwood optaron por ir en un carro, mientras que los Karlyle iban por separado en sus respectivos caballos. Los sirvientes seleccionados par ala ocasión caminaban de pie, y los caballeros los rodeaban a todos en procesión.

La comitiva descendió por la otra cara de la montaña, la que no daba al valle de Castalar. Aquella ladera era menos escarpada y hacia la mitad de su altura se abría dando paso a una loma verde y frondosa. Los caballos pararon tras unas dos horas de animada marcha y los sirvientes comenzaron a preparar las mesas.

Hacía frío, pero nada que no pudiera aplacarse subiéndose el cuello de la capa de piel.

Bajo las pieles colgaba la bolsa perfumada, no había tenido tiempo de asearme y caminaba bostezando cuando los nobles no miraban y con un ojo medio abierto. Ser un criado era duro. El contraste era interesante, los Norwoods de vivos colores en los carros eran como un ramo de flores que fuera enviado como un regalo, los Karlyle en sus monturas sobrios y fuertes... 

"Ains...." suspiro para mis adentros resignado a caminar "No podías esperar a que me comprasen un caballo para revelarte ¿Eh, padre?". 

... y luego estaba yo, con unas vestimentas un poco mejores que el resto de los siervos y ojeras de madrugar. Nada más llegar indico donde deberían colocarse las mesas con intención de ir a la linde a buscar ramas y leña para iniciar el fuego, y tener un rato de tranquilidad y soledad.

Durante el camino Lord Duncan se mantuvo callado, abriendo la marcha junto a Lord Norwood. Podía haberle contado anécdotas de otras cacerías o hablado de los grandes señores que alguna vez pasaron por esos mismos caminos, pero no dijo nada. Su rostro era serio y daba la impresión que la cacería era un acto obligado que hacer ante los invitados.

Al llegar al claro lo primero que hizo fue revisar sus armas, que todo estuviese perfectamente organizado para la batida. Se acercó a Lord Norwood y preguntó.

-Al pie de ese risco hay un pequeño bosque de robles donde encontraremos alguna pieza importante. Mi abuelo cazaba por aquí y se jactada de que allí había matado una vez a un jabalí tan grande como un caballo. Esperemos que al menos haya dos de esos... -Lo que parecía una sonrisa se reflejó en su rostro-. ¿Preferís lanza, ballesta o espada?

Morton estaba en su elemento. Hacía tiempo que había logrado ahorrar para que le hicieran buenas ropas de cuero perfectamente apropiadas para una cacería y formaba parte de la comitiva orgulloso. No tenía ninguno de los perifollos de los Norwood sino algo cómodo y a la vez práctico.

Y su caballo no era el mejor, pero era una buena bestia del norte, que no sería la más rápida, pero podría continuar horas bajo el frío intenso, a diferencia de los caballos sureños.

En cuanto pararon, desmontó, agarró los collares  y puso las correas a los perros, que se quedaron quietos ante su presencia. A los mozos los hubieran mordido. Los perros sabían a lo que iban, ya estaban ansiosos, tendrían que encontrar el rastro de una presa, hostigarla y llevarla hacia los nobles, cada perro iría con un criado detrás, primero separados y luego todos juntos en cuanto uno encontrara un rastro y llamara a los demás. Entregó una correa a cada mozo. Siempre se la habían dado bien los animales. 

Morton miró, le faltaba un mozo... y le pasó una de las correas a Konrad Nieve. Era un perrazo.

—Pa...ra tí.— dijo con una sonrisa nada tranquilizadora. Los otros mozos parecían listos cada uno con su animal. No tendrían que soltarlos hasta que hubieran encontrado el rastro y empezado a hostigar al animal. Señaló a los mozos y luego a Konrad. —Explicadle.— No dijo más.

Luego se acercó al señor, la cacería estaba preparada para empezar. Sólo quedaba que Lord Duncan le dijera que camino seguiría con su futuro pariente, para llevar hacia ese camino las presas.

Me quedo mirando la correa y antes de que se largue hablo a ese viejo que tantas tenia de humillarme por algún motivo que desconocia.

-No eres quién para darme órdenes, soy el copero de lord Karlyle, no tu servicio. De hecho tu eres parte de su servicio, para tu desgracia, somos equivalentes. Voy a sostener tres segundos más esta correa, te recomiendo que la cojas si no quieres perder uno de tus perros. Uno... 

Symon iba a lomos de un caballo sureño, embutido en ropajes que le salvaran del frío horroroso al que tan mal se había acostumbrado. No era ningún quejica; a nadie le gustaban los bastardos en el norte, menos aún los que no cerraban la boca. Aquella era la razón por la que la andanada de Konrad le sacó una carcajada. Se recostó en la silla apretando la lanza que sostenía contra la sujección preparada para ello.

-Esperad, que esto va a ser gracioso -susurró a Alys y a Gaia, que le acompañaban.

Morton esperaba la orden del señor para lanzar a correr a los perros por el monte a buscar rastros cuando escuchó que el bastardo se quejaba. El puto bastardo hablaba como si hubiera recibido lecciones de uno de esos Norwood. Y todavía no se le había quitado el aroma de las cuadras que había limpiado el otro día.

Aquello era el norte, Lord Karlyle no tenía una de esas cortes del sur en las que había un criado para cada cosa, aquí todos limpiaban las cuadras, aquí todos cuidaban de los animales, y cuando había que correr con los perros para azuzar a la caza hacia los nobles con lanzas, corrían todos. 

Se dio la vuelta. Probablemente sólo Konrad podría ver sus ojos destilando odio. Le entraron ganas de sacar su martillo y reducir a polvo sus huesos. Pero hizo un ademán hacia el resto de los presentes —Cacería. Noblesss a caballo con lanzas...— señaló al grupo de los criados que esperaban listos con los animales y las correas —y los criados llevan a los animales del Lord...— esperaba que al menos pillara esa indirecta. —y yo les ssssigo. No veo tu caballo ni tu lanza, no veo el blasón de tu casssa... así que corres llevando un perro. Cuidado con Cincopatas, vale más que tú. —El perrazo, cruce indefinido de mastín miraba ansioso a Konrad con el único ojo que le quedaba. Sabía lo que tocaba, no era su primera cacería.— El resto hace tiempo que no me dan motivos para azotarles, ¿Me los vas a dar tú?.

Lord Norwood se quedó pensativo un instante, contemplando el paisaje, antes de reírse.

-Ninguna de las tres, prefiero mirar. Aunque si he de elegir... Escojo la ballesta. Aunque no se me de bien cazar me gusta participar. Llamémoslo curiosidad.

La conversación de los nobles se vio interrumpida por una disputa cercana entre Morton, soldado de de Lord Duncan, y Konrad, bastardo del hermano traidor. Lord Amos miró la escena intrigado y Duncan de reojo impaciente por saber que iba a pasar.

-... Dos...

Ni sabía ni me importaba porque el viejo estaba amargado. A su mirada de odio sencillamente le sonreí mientras aflojaba los dos dedos con los que sujetaba el ser que tenía más dignidad que el gruñon que tenía delante. Guardo la mano que mequeda libre del frío bajo las pieles.

Sujeto la daga bajo el abrigo, listo para interponerla entre el puñetazo y mi cara. Si perdía media mano haría juego con su media lengua.

Symon se tapó la boca con el guante, rojo de la risa.

Alys había estado dando cabezadas en el carro, sobresaltándose con cada bache del camino (y no había pocos), pero cuando Symon la llamó asomó la cabeza para echar una mirada soñolienta. Había estado escuchando a medias, y tuvo que pararse a pensar para entender qué le hacía tanta gracia a su primo. Con una mano agarró el brazo de Gaia para animarla a mirar mientras con la otra se tapaba la boca, imposible saber si en gesto horrorizado o para disimular la risa.

-Di la palabra niño engreido y te juro que te usaré de perro yo mismo. Harás lo que Morton te ordene, él sabe más de la caza que todos los aquí reunidos, así que guarda respeto... y ya basta de discusiones.

Dio la ballesta a Lord Norwood, no iba a permitir que un noble no participase en una cacería, y menos en la que se había organizado para él. Una vez le hubo dejado el arma, se acercó a Lady Alys.

-¿Queréis mi lady un arma de verdad o vais a mirar como vuestro padre?- Sostuvo una lanza en frente de ella esperando a que la recogiese.

Cuando Alys volvió la vista hacia Gloriana pudo ver como se le dilataron las aletas de la nariz durante un instante.

-Milord, tenemos diferentes costumbres al pie de la montaña. No creo que sea apropiado ni seguro que mi hija se adentre en el bosque montada a caballo con una hoja afilada.

Alys buscó la mirada de su madre, confundida, y se ruborizó cuando Lady Gloriana intervino. Quizás para ocultar su rubor, pero muy probablemente porque cualquier otra clase de reverencia era imposible de realizar en un carro traqueteante, Alys bajó la mirada al dirigirse a Lord Karlyle.

-No quisiera desobedecer a mi madre, pero si mi señor lo desea me esforzaré en aprender a cazar -respondió, agarrada a la falda del vestido que evidenciaba lo poco preparada que estaba para cabalgar por el bosque.

"..Y es por esa extensa sabiduría que el gato sólo le comió media lengua." A veces me preguntaba a qué jugaba mi tío. ¿Me había situado aquí para vigilarme o para protegerme?. Nunca muerdas la mano que te da de comer.

Aunque a ellos se les olvida la mano de quien les da de beber.
 

Miro por un instante a Lord Duncan sin comprender y la sorpresa dibujada en el rostro.

-He trabajado mucho en esta recep...

Da igual, había dejado de prestar atención, como era normal. Sujeto la correa dentro de un puño cerrado. Cierro los ojos un instante y vuelvo a sonreir.

-Como quiera mi Lord. 

Dándole la espalda a Morton me acerco a los otros mozos para que me expliquen en que va a consistir mi trabajo.

Los mozos que llevaban los perros eran cinco contándole a él. El resto, junto a las sirvientas, cargaban los tablones de madera al hombro para ir montando las mesas del convite.

Entre los que sujetaban las correas se encontraba el chico que le llamó la atención el día anterior durante la recepción de los Norwood, y le miraba con el ceño fruncido al igual que hiciera entonces.

Una vez recibida la explicación, sostener la correa y dejarte llevar pero sin dejar que el perro se largase él solito a por la presa, me acerco al mozo.

-¿Tu también tienes algún problema conmigo?

El mozo miró a un lado y a otro antes de susurrar.

-Si. Llevo un tiempo intentando hablar contigo, pero haces que sea muy complicado cuando solo te metes en problemas. No ten vendría mal bajarte un poco los pantalones si quieres llegar a anciano...