Partida Rol por web

Bien, la cháchara había terminado. Alguna se quería hacer la líder y otras amigotas, y otras fingían ser duras... Pero eso a ella no le importaba. No buscaba amigas ni favores... No con ellas. Sabía con quién debía hablar y qué debía hacer para ello. No eran amigas, eran rivales, todas ellas. Tarde o temprano acabarían por matarse entre ellas mismas. Por ello, entablar amistades era una tontería, un error. No podía permitirse perder en un momento decisivo la iniciativa sólo por estar ante una "amiga"...

Cuando Vara vino, se tomó unos últimos segundos en el agua y se pasó por el pelo las manos, quitándose la basura de líquido que les habían pasado. Se pasó toda la melena hacia atrás y en una sola masa, tirando hacia su lado derecho y dejándola caer por delante de su hombro.
La "espesura púbica" de algunas de las mujeres le resultaba repugnante. A ella, por suerte, sólo le había crecido durante el trayecto, y no era ni tan espeso ni tan feo a la vista. Acabarían rápido con ella. También tenía inicios en las piernas y los brazos, que debían ser cortados o, mejor aún, arrancados con cera. No sólo entendía el gusto de los jefes de la arena por lo limpio, sino que lo compartía.
Y era "Titania". Era majestuosa en todos los sentidos y si iba a seguir su meta, debía llegar a serlo en la arena, hacerse admirar por unos y desear por otros. Y haciéndose desear por el hombre adecuado, alcanzaría salvación y, quizá, venganza...
Siguió a Varia a los cuartos indicados, ansiosa de terminar ya con todo eso.

Mirza bajo la cabeza de inmediato y acato la orden con presteza. Estaba aconstumbrada a ser un buena chica, sabía que a la larga era lo mejor o al menos lo menos doloroso.

-Si señora.- susurro aceptando la toalla y apresurandose a donde aquella mujer quisiera guiarla.

Miré a aquella mujer que nos replicó tanto a la negra azabache como a mi. No me gustó su tono ni su crítica. Veo que no entendiste nada, Titania, la gladiadora gala, romana y cristiana. La respondí en latín. Andas demasiado cegada en tu sed de sangre, muerte y venganza como para entender las palabras.

No me quejaba. No lloraba. Simplemente le hacía ver a aquella mujer que, por nacer libre y acabar como esclava no se sufre más que naciendo en esa condición. La repliqué lentamente, para que entiendiese bien cada palabra. Y dices que esto es "la posibilidad de vivir, o de morir". Siento decirte que eso es el día a día desde que nacemos, pues la muerte siempre acecha en cada esquina. Otra cosa es morir como te gustaría a ti, seguramente después de una dura batalla en la cual hayas dejado un buen número de romanos muertos a tus pies antes de caer sobre ellos. Pero esa muerte es la que tú deseas, no con la que soñamos el resto.

Luego aquella mujer de acento germano de manera algo brusca, nos dijo que lo dejásemos.

Mirza, simplemente con saber que dos no sobrevivieron al entrenamiento el primer día, es más que suficiente para mi como para deducir, que esto no es tan bueno y maravilloso como lo ves. Dije desanimada a la mujer que se acababa de presentar. No pasé por alto las palabras que no logré entender de la otra mujer. Quizás más adelante...

La mujer morena llamada Elektra nos dió una buena charla también, tratando de que permaneciésemos unidas como su pueblo. Elektra, me llamo Nerva, esclava germana aunque nacida en Roma. Antes de aventurarnos en una locura como escapar, plantéate esto... Si las gladiadoras más veteranas siguen aquí, sin revuelta alguna, ¿realmente crees que se unirán a unas recien llegadas de las cuales muchas no sabemos usar un arma? No quiero ser pesimista, pero si realista.

Realmente no era mala idea, pero tampoco sabíamos donde estábamos, cuantos guardias eran ni si las gladiadoras ayudarían a su amo o a las recien llegadas, aunque sospechaba que estaríamos solas en caso de querer huir.

Aquella mujer, Melaria, volvió a hablar con un tono seco y cortante. Se lo está poniendo fácil a quien deba enfrentarse a ella. Ya puede ser buena con el arma, pues su forma de ser la va a condenar a la muerte. Nadie siente pena por un desconocido.

Miré a la mujer rubia, la cual salía ya del agua.

Ejra la dije, cuando me miró me señalé. Nerva. la sonreí.

No tardó en aparecer el hombre de la vara que nos apresuró con un tono poco amable a salir del agua. Pacería que no le gustaba que estuviésemos allí tan relajadas. Me sumergí por última vez bajo el agua antes de salir, para tratar de aclarar el pelo por última vez. No tardé demasiado, no quería ser azotada el primer día. Salí del agua sin pudor alguno y caminé hacia las toallas, para secarme bien antes de la siguiente parte.

Vi como una de las muchachas me hacía señas para que la siguiera y no lo dudé ni un instante. Ya sabía lo que venía ahora.

Seguí a la más joven de las esclavas, la cual me señaló donde debía ir. Entré en el cuarto yo sola y esperé allí a que la muchacha volviese, con la toalla aun cubriéndome parte del cuerpo. Aproveché ese tiempo para secarme mejor las ingles y demás, pues si usaban cera para rasurar, con la piel mojada no ayudaría nada.

Espero que tenga compañía con las otras dos mujeres, pues va a necesitar que las sujeten. Pensé para mi, con media sonrisa recordando a Melaria e imaginándola sufriendo y gritando de dolor después del primer tirón al igual que.... el grito que acababa de escuchar. La sonrisa se hizo plenamente visible tras escucharlo.

Lo cierto es que podía haber sido de cualquiera, pero era más placentero para mi pensar que había sido la estúpida germana a cualquier otra persona.

Tras secarme bien el cuerpo, aproveché para tratar de secarme algo la cabeza mientras esperaba mi turno. Me senté donde pude y volví a rezarle a mi señor Odín, tratando de atraer su único ojo hacia mi, para que me mandase fuerzas o ayuda para sobrevivir allí hasta ser digna de acudir a su lado.

Nerva?

La joven se habia señalado asi misma y ese era su nombre. Le sonrei de vuelta agradecida de su contacto. No podia pensar que tendria una amiga en semejante condiciones pero si habia de morir podia al menos esperar compasion de alguien.

Siguiendo los gestos de nuestros guias o captores aun querian que hiciesemos algo mas. Todo era una preparacion para algo mas macabro que no lograba discernir, pero estaba segura que no seria bueno.

Segui a Gyda con quien entendia debia continuar.

Una vez a solas con la habitacion entro Gyda y como estabamos solas, me atreví a hablar sin tapujos.

Estaba sentada sobre la especie de cama de piedra que había en el centro y por pudor aun trataba de tapar mi partes intimas.

Gyda era solo una niña, aunque a esa edad en mi aldea ya habia madres.

- Gyda verdad? De que se trata todo esto, que es lo que van a hacer con nosotras, para que nos quieren?

Mi voz era algo nerviosa y preocupada aunque sin embargo era casi un susurro para no levantar sospechas.

Bajo la atenta mirada al cuerpo desnudo de las gladiadoras, Varia decidió que Titania sería la primera en ser depilada sabiendo que no le costaría mucho tiempo y trabajo acabar con ella. La mujer ya había sido esclava antes y podía verse en su cuerpo cuidado y sin apenas vello recorriéndolo. Eso hacía que no necesitase cera como el resto de las gladiadoras y sería suficiente con aplicar una crema depilatoria para eliminar el pelo indeseable.

La llevó así a una habitación pequeña con una especie de camilla en el centro. Junto a ella había un asiento y algunos frascos con ceras y diferentes utensilios para la depilación y cuidado íntimo de las luchadoras.

- Tumbate en la camilla, por favor - dijo la muchacha mirando de reojo a la mujer , cogiendo un pequeño cuenco de madera que había sobre una estantería.

Bajo la atenta mirada al cuerpo desnudo de las gladiadoras, Varia decidió que Elektra sería la primera en ser depilada sabiendo que no le costaría mucho tiempo y trabajo acabar con ella. La mujer ya había sido esclava antes y podía verse en su cuerpo cuidado y sin apenas vello recorriéndolo. Eso hacía que no necesitase cera como el resto de las gladiadoras y sería suficiente con aplicar una crema depilatoria para eliminar el pelo indeseable.

La llevó así a una habitación pequeña con una especie de camilla en el centro. Junto a ella había un asiento y algunos frascos con ceras y diferentes utensilios para la depilación y cuidado íntimo de las luchadoras.

- Tumbate en la camilla, por favor - dijo la muchacha mirando de reojo a la mujer , cogiendo un pequeño cuenco de madera que había sobre una estantería.

Bajo la atenta mirada al cuerpo desnudo de las gladiadoras, Varia decidió que Amaia sería la ultima en ser depilada sabiendo que le costaría mucho tiempo y trabajo acabar con ella.

Varia resopló con desprecio mientras miraba el cuerpo de Amaia, que sin llegar a ser muy peludo, seguía perteneciendo a una muchacha de las montañas.

—Salvajes ignorantes —murmuró ella. Luego se tapo la boca, como dándose cuenta que Amaia podría entenderla.

Era verdad que llegó a ver a las bárbaras de una forma un poco menos despectiva, después del viaje al ludus, pero su mala opinión de ellas era apropiada. Eran como niñas demasiado grandes: estúpidas, asustadas y supersticiosas. Y, pensaba ella, su dudosa compañía era algo que le habían impuesto.

La llevó así a una habitación pequeña con una especie de camilla en el centro. Junto a ella había un asiento y algunos frascos con ceras y diferentes utensilios para la depilación y cuidado íntimo de las luchadoras.

- Túmbate en la camilla, por favor - dijo la muchacha mirando de reojo a la mujer , cogiendo un pequeño cuenco de madera que había sobre una estantería.—Cera —respondió Varia a la pregunta no expresada—. Dura más que el afeitado, pero la primera vez es muy dolorosa para las bárbaras. Intentare que no duela mucho...discúlpame, por favor.

Después esparció una generosa cantidad por las piernas de Amaia. Tenia la intención de empezar por las piernas. Luego subiría ... mas arriba.

Bajo la atenta mirada al cuerpo desnudo de las gladiadoras, Gyda decidió que Haribrig sería la primera en ser depilada sabiendo que le costaría mucho tiempo y trabajo acabar con ella.

Gyda resopló con resignación mientras miraba el cuerpo de Haribrig, que sin llegar a ser muy peludo, seguía perteneciendo a una muchacha de las montañas.

—Pobres salvajes ignorantes... —murmuró ella. Luego se tapo la boca, como dándose cuenta que Haribrig podría entenderla.

Era verdad que llegó a ver a las bárbaras de una forma un poco menos despectiva, después del viaje al ludus, pero su mala opinión de ellas era apropiada. Eran como niñas demasiado grandes: estúpidas, asustadas y supersticiosas. Y, pensaba ella, su dudosa compañía era algo que le habían impuesto. Sin embargo , cada año que pasaba allí, con su trabajo, acabo identificándose cada vez mas con las Barbaras del norte.

La llevó así a una habitación pequeña con una especie de camilla en el centro. Junto a ella había un asiento y algunos frascos con ceras y diferentes utensilios para la depilación y cuidado íntimo de las luchadoras.

- Túmbate en la camilla, por favor - dijo la muchacha mirando de reojo a la mujer , cogiendo un pequeño cuenco de madera que había sobre una estantería.—Cera —respondió Gyda a la pregunta no expresada—. Dura más que el afeitado, pero la primera vez es muy dolorosa para las bárbaras. Intentare que no duela mucho...discúlpame, por favor.

Después esparció una generosa cantidad por las piernas de Haribrig. Tenia la intención de empezar por las piernas. Luego subiría ... mas arriba.

La chiquilla comenzó a verter aquel líquido sobre el cuerpo de Erjra, viendo como este se filtraba entre la forma de sus músculos. Tras ello sin pudor alguno llevó las manos sobre su cuerpo y comenzó a acariciar su vientre a la vez que lo esparcía por su cuerpo. Aparte de depilar también poseía un aroma dulce y el masaje servía para relajar los músculos después del largo viaje. Gyda apretaba con fuerza y hundía sus dedos en la carne palida de la esclava, incluso ascendió hasta sus senos vertiendo un poco más sobre estos antes de recorrerlos con sus manos y apretarlos con suavidad dejando su cuerpo brillante por la crema.

- La mayor parte de vosotras ...no... no superarán los entrenamientos y acabarán vendidas de nuevo. Otras lucharán en la arena y acabarán hechas pedazos... Pero otras lograrán sobrevivir para volver de nuevo aquí, a su hogar - contestó con sinceridad y ruborizada a la vez que pasaba las manos por las piernas de la Norteña. - Os convertiran en gladiadoras. Hay gladiadoras veteranas que llevan años aquí, pero si quieres la verdad... en los pocos años que llevo jamás he visto a ninguna alcanzar la libertad. Greta dice... que ella tampoco ha visto a ninguna, y ella lleva mucho tiempo aquí..

Continúo con los brazos, alzándolos para llevar sus manos hasta sus axilas empapando la zona en profundidad. Después de hacer la parte superior de su cuerpo comenzó por sus piernas, aún dejando la parte más íntima para el final pues era la parte que más solía incomodar a la nueva carne.

Bajo la atenta mirada al cuerpo desnudo de las gladiadoras, Greta decidió que Mirza sería la ultima en ser depilada sabiendo que le costaría mucho tiempo y trabajo acabar con ella.

Greta resopló con desprecio mientras miraba el cuerpo de Mirza, que sin llegar a ser muy peludo, seguía perteneciendo a una muchacha de las montañas.

—Salvajes ignorantes —murmuró ella.

Era verdad que llegó a ver a las bárbaras de una forma un poco menos despectiva, después del viaje al ludus, pero su mala opinión de ellas era apropiada. Eran como niñas demasiado grandes: estúpidas, asustadas y supersticiosas. Y, pensaba ella, su dudosa compañía era algo que le habían impuesto.

La llevó así a una habitación pequeña con una especie de camilla en el centro. Junto a ella había un asiento y algunos frascos con ceras y diferentes utensilios para la depilación y cuidado íntimo de las luchadoras.

- Túmbate en la camilla, por favor - dijo la mujer mirando de reojo Mirza, cogiendo un pequeño cuenco de madera que había sobre una estantería.—Cera —respondió Greta a la pregunta no expresada—. Dura más que el afeitado, pero la primera vez es muy dolorosa para vosotras,  las bárbaras. Intentare que no duela mucho...discúlpame, por favor.

Después esparció una generosa cantidad por las piernas de Mirza. Tenia la intención de empezar por las piernas. Luego subiría ... mas arriba.

Me sorprendió ser la primera. Entré en la habitación con ella y dejé caer la toalla lentamente, sujetándola antes de que llegase al suelo. La aproveché para ponerla sobre la camilla y sentarme sobre ella, siguiendo las instrucciones de la joven.

Mire mi entorno, me recordaba la sala que tenía mi ama, la esposa de Rufus, para su cuidado personal. En la que me solían rasurar a mi tenía bastantes menos frascos y cuencos. Estaba claro que éramos algo especiales. Me recosté relajada en la camilla.

¿Por dónde quieres empezar? ¿Piernas, axilas, ingles? La pregunté cuando la vi cogir el cuenco. Supongo que el hombre que nos hizo salir del agua es Vara, aquel que mencionasteis... ¿realmente estamos aquí para ser gladiadoras?

Me pasaría el día preguntando, pero quizás con esas respuestas por ahora, podría mantenerme callada un largo rato.

Eso si que no me lo esperaba. Nunca, nadie me había tocado así. Al principio me puse tensa, pues no sabía bien que estaba haciendo la muchacha, pero tras empezar a relajarme, comencé a disfrutar de aquello que me hacía. Podía sentir con que fuerza apretaba mi cuerpo, provocando ese suave dolor que luego dejaba la zona relajada y aliviada. Había cerrado los ojos, disfrutando de aquel masaje, del olor que emanaba aquel líquido que mi piel iba absorviendo.

Noté como dejaba caer aquel producto sobre mis senos. ¿No se atraverá? Pensé justo cuando note sus manos masajearme el pecho. En ese instante noté como mis senos se tersaban y como el calor se empezaba a apoderar de mi cuerpo. ¿Qué me está pasando? ¿Por qué me excito?

Por fortuna en ese instante la joven comenzó a hablar, hablándome de lo que me esperaba. Masajeó mis brazos y axilas con una destreza sorprendente. Pronto sentí las manos de la joven en mis piernas. Por Odín, que placer más inmenso. No se si esto forma parte de mis plegrarias, pero por mi que no acabe nunca. Pensé mientras la muchacha deslizaba sus manos por ellas, tonificándolas, reactivando la circulación, devolviéndolas a la vida. Podía sentir cada uno de sus dedos, clavándose en mis músculos, arrastrando el dolor y el entumecimiento con ellos.

Normal que no alcancen la libertad. Murmuré a la joven. Si esto se lo hacéis con frecuencia, junto los baños, buena comida... ¿para qué ser libres? Se podía notar la relajación en mis palabras, al igual que el inmenso placer que me embargaba.

Gyda se sorprendió mirándose las manos mientras notaba como los músculos de su "clienta" se tensaban. Se mordió el labio inferior intentando disimular su ruborización. En su tierra natal, las chicas de su edad estaban listas para ser madres, lo cual implicaba, por necesidad, un acercamiento hacia el placer. Y los dioses... ¡Oh, los dioses!... eran muy caprichosos con el destino... pero igualmente permisivos cuando una recompensa estaba al alcance de la mano.  Era cierto que no era lo que le había hecho creer que era el destino de una esclava.

—Bueno —contestó Gyda mientras aplicaba su magia en las piernas de Nerva para intentar ocultar su pequeña llama interior.—. Muy pronto se volverán muy duras. Hay que estar a la altura de ciertos valores —añadió ella deforma realista—. Todas las gladiadoras están muy bien entrenadas.

Gyda estaba hablando de nuevo.

—Así que no todo es masajes y baños. Y algunos de los entrenadores pueden ser muy crueles. Veo que ya has tenido un dueño violento. —La esclava pasó los dedos por encima de las cicatrices de su espalda.

Seguía con los ojos cerrados, disfrutando de las manos de la joven. Si no fuese una mujer lo que tenía junto a ella, más bien una niña... Seguramente ya habría saltado como una leona sobre su presa y la hubiese derrotado con la fuerza de sus caderas. Pero era algo que no ocurriría. Al menos no con quien la acompañaba en ese instante, eso lo tenía muy claro.

La joven continuó masajeando las piernas, en dirección a los pies. Sus palabras aseguraban un duro entrenamiento físico. No pude evitar soltar un leve gemido de placer cuando me masajeó los pies, sólo esperaba que no se hubiese notado demasiado, ni mal interpretado. 

Luego me di la vuelta, a petición de la joven. Si el masaje por la parte delantera fue algo maravilloso, cuando comenzó a tocarme la espalda me sentí en las puertas del reino de Asgard.

Sólo uno. Duro, violento, cruel. No sólo usó el látigo conmigo. Tambien sus puños y pies. Incluso alguna vara partió en mi cuerpo. Más de una vez escuché a mis padres hablar sobre mi, mientras me recuperaba de las palizas. No se explicaban como podía seguir viva, ni como podía seguir luchando para sobrevivir. No sabía porqué le contaba eso, me dolía sólo de recordarlo. Volví a dejarme llevar por el embrujo al que me tenía sostenido la muchacha con sus manos, tratando de dejar atrás a Rufus y mi pasado. Me relajé aun más, dejándome hacer por esos expertos dedos de la niña. Al menos hablando, mi fuego interior parecía disiparse. Y viendo donde he caido... si no fuese por el baño y esto... quizás debí dejarme ir en su momento. Comenté mucho más relajada por el masaje que estaba recibiendo en mi espalda. No me respondiste a la pregunta inicial... el hombre que nos sacó del agua. ¿Ese es Vara?

Aunque Elektra apenas había sido esclavizada junto a su hermano menor y no tenía experiencia siendo esclava era una mujer que desde pequeña había aprendido a tener que adaptarse a las circunstancias debido a que fue hecha huérfana muy pequeña debído a un romano poderoso que quiso soneter a su bella nadre por la fyerza y al defenderla su padre el romano se vengó, dejando al par de hermanos solos y a expensas de su tío quien les educó militarmente para preparar con otros una pequeña revuelta suicida antes de ser descubierta y ellos esclavizados, su higiene era relativamente buena, de manera que no dudo en acomodarse como la esclava latina le indicaba antes de responder:

" Por favor disculpa por ponerte en esta situación incomoda con ese tal Vara o con Greta, seré más cuidadosa para tratar de no complicarte la vida sin sentido, pero por favor avísame cuándo y cómo podamos platicar más adelante "