Partida Rol por web

Escuché atenta las palabras de la joven, quizás me permitiesen vivir un poco más e incluso salir de allí. Pero a cada palabra suya me daba cuenta de que estaba condenada a permanecer y morir allí. Cuanto antes me hiciese a esa idea, menos sufriría.

Así pues... tenemos unos celadores a los que les gusta azotarnos y el que parece el cabecilla tiene pinta de disfrutar con ello. Nastasen, el nubio. Pensé, tratando de memorizar el nombre. Balbo nuestro amo.

Bueno, al menos nos escapamos de que nos fuercen de algo. Repliqué con ironía. Bastante es que nos obliguen a entrenar y pelear... y matar. Sabía lo que era eso, segar una vida. Pero una cosa era matar a tu torturador al que odias desde pequeña y otra matar por matar.

Por si un embarazo hubiese sido una opción a huir de allí, se habían encargado de que no lo fuese. Negarte a luchar o hacerte pasar por una inútil tampoco servía. Al final todo se resumía en tres palabras: vivir o morir.

Menos mal que Baldo es permisivo... Matar al celador por violar a una luchadora, no me parece mal. Pero, matarla también a ella.... Espero que no me digais que es justo, no me lo parece.

Nada de sexo. Ni forzado ni consentido. Esperaba ser capaz de llevarlo bien, estaba contenta con que no se la forzase y la verdad es que consentido no lo tuvo nunca, pero tras tantos años de abuso, en algunas ocasiones lograba olvidar sobre quien estaba y disfrutar algo de lo que hacía sobre aquel cruel amo, incluso cuando este se agarraba con fuerza a ella y la manoseaba con sus regordetas manos. Pero todo aquello se desvanecía cuando Rufus se ponía a gruñir de placer o su voz irrumpía en mis oidos. Tendré que olvidar muchas cosas.

Miré con resignación a la joven, la cual mostraba tener gran habilidad con la cuchilla. Se notaba que había hecho esto muchísimas veces más. ¿Alguien más con quien deba tener cuidado a partir de ahora? Pues parece que todos los hombres que nos rodean están deseosos de vernos sufrir. Mis palabras ocultaban el miedo a no sobrevivir demasiado tiempo allí.

Comenzaba a ver un sendero, peligroso de recorrer, pero con una brillante luz al final. Sabía perfectamente lo que me esperaba allí, pero antes debía recorrer aquel camino y asegurarme de no morir en ese lugar, pues sino no alcanzaría la paz y la gloria que me esperaban en aquella luz.

Haribrig vio como aquella chica hacía terribles esfuerzos por no ponerse roja. Era normal, a su edad, a la sueva también le entraban aquellos pensamientos sobre cuerpos desnudos, ya fuesen de hombres o mujeres. Pero ahora que sabía toda la verdad sobre eso, más bien le importaba poco o nada. La habían violado, había tenido sexo con varios hombres en su aldea, con sacerdotisas de su tribu...no iba a descubrir nada nuevo, aunque a la chica, Gyda, si tenía un mínimo de suerte, tendría su primera vez de manera consensuada. Bueno, quizás con mucha suerte, ya tendría tiempo para ello.

-Mataba romanos antes de ser esclava, aparte de servir a los Dioses, quizás algún dia descubras que es algo placentero, rajarles el cuello, y ver como su sangre sale a chorros por la herida, o abrirles en canal y ver como agarran sus propias tripas-

-Pero eso fue hace mucho, antes de ser esclava, me he oxidado bastante en lo de matar-

-Oh , sé que no funciona así. Somos diversión carnal, pero no en lo erótico, sino rozando lo grotesco. Para sangre, pero no menstrual ni del embarazo, sino de entrañas, de vísceras. -sonrió relajándose ante el masaje. Lo llevaba necesitando desde que escapó a caballo de su propia villa- Oh, pero seguramente habrá quienes deseen gozar de damas tan... Selectas... ¿No es así? Vosotras no lucháis, pero tampoco sois abusadas... Pero se os usa, indiferentemente de ello... ¿Es o no es?

-Sobre la dureza... La mental ya la asumí en cuanto pisé la celda en la que me trajeron. Pero la física me costará... Aunque espero que me sirva recordar entrenamientos de mis... hombres. Mi padre y mi marido eran centurión y équite, y me enseñaron alguna cosa o dos, pero... Nada serio, apenas sé sujetar una gladius. Cuéntame más...

   - Desde el momento en que nos ponen el yugo nuestro destino está fijado. Pero si al menos nos dan la oportunidad de luchar, nuestro destino estará en nuestras manos. Al menos se nos concede ese privilegio. - Comentó Asherah. Ella no era una luchadora, pero su familia siempre había sido una familia orgullosa, así como sus congéneres fenicios, y como era ella misma. Luchando le daban la oportunidad de luchar por su destino. Si moría, lo haría luchando, no apaleada o violada en un sucio callejón de cualquier apestosa ciudad romana.

   Los gestos de Asherah se tornaron en suaves quejidos cuando la cera recorrió sus partes más intimas, y los fuertes tirones de Greta arrancaban el vello que allí había echado raíces. Nunca pensó que sería tan doloroso, pero era un dolor que tardaba unos segundos en irse. Arqueó una ceja y alzó la cabeza para mirar a Greta en el momento en que habló de la manera en que Balbo gustaba de probar la mercancía.

   - Pues con esta recua de esclavas Balbo estará bastante ocupado si quiere probarnos a todas. ¿Cómo es Balbo? ¿Cuánto tiempo llevas en su casa? - Preguntó, inocentemente, Asherah.

" Eso quiere decir linda que debemos gustarles a los hombres de la arena, provocar la envidia, deseo o admiración de las mujeres, pero mantenernos castas y en buena forma física? "

Dijo joven y bella esclava griega mirando atenta a Vania mientras que sentía por momento asco, en otros placer y en otros incertidumbre por el masaje, la limpieza de su vello y su posible futuro como gladiadora

La carreta traqueteaba de un lado a otro por el mal estado de la calzada.

Hacia un buen rato que el carro había dejado la calzada principal y ahora se dirigia por un camino de tierra relativamente cuidado, dejando atrás la ciudad de Halicarnas. Los guijarros del camino, aunque pequeños, se colaban entre las ruedas  haciendo dar pequeños botes a la incomoda prisión portátil.

Una compañera de prisión miraba desconsolada a través de los barrotes de la cárcel móvil cómo el paisaje árido de Caria pasaba ante ella con una lentitud que le adormecía la mente. Nada rompía la monotonía de las vistas, excepto algunos arbustos, alguna que otra loma y, de vez en cuando, un viajero que iba de camino a la ciudad.

Las cadenas tililaban cuando se movían de un lado a otro haciendo imposible conciliar el sueño. Pero eso poco te importaba en esos momentos. Llevabas un año dando tumbos hasta que te vendieron a Balbo, el lanista mas influyente y mejor pagado de Roma. Quizá no entendieras muy bien su idioma, pero sabias, por la expresión de los celadores y muchachas que os seguían, que tu destino estaba sellado. igual que el resto. La amarga fortuna hizo, que durante el camino, solo tres de vosotras llegaseis vivas allí. A vuestra nueva casa.

Un silencio expectante reinó entre las prisioneras mientras la caravana serpenteaba lentamente hacia la construcción. A medida que se acercaban, a vosotras os daba la impresión de que era parecida a una Troya en miniatura, por lo sólidas que eran sus paredes. La pesada verja de hierro forjado se abrió y la caravana pasó por debajo de una inscripción en forma de arco que proclamaba que esta era la «Escuela de gladiadoras de Lucio Balbo».

Cuando el carro se para puedes observar la zona de entrenamiento que ocupa casi toda la zona frontal. Una de las zonas más amplias del ludus, cubierta de tierra donde las mujeres entrenan desde que amanece hasta que el sol se pone. Está bordeada por un suelo de piedra así como por algunos bancos para descansar después del duro ejercicio. Que la puerta exterior de a uno de los laterales de esta zona hace que sea constante vigilada y siempre haya guardias pendientes de lo que ocurre.

Nastasen, el nubio. UN hombre mas negro que la noche y con una sonrisa que no invita a hacer amigo se acerca ala verja del carro y justo antes de abrirla , vuestro cochero le comenta algo.

- Eh! ¡Negro! ¿Ves a la de los tatuajes? No se porto bien en el viaje. Ademas, es una rebelde picta... Ya sabes que hacer- Comenta riéndose mientras mastica un trozo de cecina.

- Tranquilo... Se exactamente que hacer, idiota¡- Dice Nastasen mientras llama a otro hombre, de mediana edad con un parche en ojo. - Gladius!! Vamos! Esta zorra me ha mordido al abrir los barrotes de la verja!- Miente en negro mientras te mira con esa sonrisa macabra - Que bueno que no me entiendas, perra...- te susurra en latín.

Entre los dos te cogen,  y pese que te quieras revolver, te tiran a la arena, te arrancan las ropas, y te llevan entre los brazos a otra zona de allí. Los baños.

Se encuentran en la parte trasera del ludus, al final de la zona de entrenamiento. Están formados por varias piscinas, una de agua cálida y otra de agua fría para que los músculos se relajen. También posee varias habitaciones pequeñas con camillas donde las gladiadoras son depiladas y preparadas para lucir un buen aspecto en sus espectáculos.

Entre los dos te tiran de cabeza al agua de la piscina donde aun hay algunas esclavas asustadas limpiándose como pueden mientras Vara, un entrenador con cara de malas pulgas y con una vara de Vid en la mano, las mira con cara obscena.

Independientemente de donde estéis, ois el grito de Vara desde el exterior donde la piscina, haciendo que toda conversación que tuvierais pendiente se interrumpa inmediatamente, y vustras doncella particular os haga salir de la zona de rasuramiento.

- ¡¡Greta!! ¡¡Donde coño estas!! ¡¡Aqui tienes otra esclava mas!!! - Dice señalando a Morrigan que parece que la han tirado directamente a la piscina de agua contra su voluntad. - Un baño rapido y que salgan todas a la zona de entrenamiento ahora mismo!! El señor Balbo quiere hablar con las recien llegadas.

Greta, anima a Morrigan a  que se quite la suciedad rápidamente. Y Tanto Varia como Gyda empujan al resto a salir a la zona de entrenamiento, donde podéis ver que hay mas chicas como vosotras. Unas entrenando y otras corriendo al rededor del ludus.

Por fin había llegado a algún sitio. Si a los Dioses les importara una mierda les hubiera dado las gracias por que hubiera llegado de una puta vez a algún jodido lugar.

Pero estaba claro que a los Dioses le importaba una puta mierda. Dado el lugar en el que me encontraba.

Un año dando tumbos hasta llegar aquí era mucho tiempo. Al menos habia aprendido algo de la lengua zalamera de los Romanos. Aunque no es que entendiera demasiado.

¿Eggcuelaa d gladiadoras d Luci Balbo?

¿Una Gladiadora? Pensé esperanzada. Lo que fuera por no acabar como una jodida servil esclava que tuviera que poner el culo o peor…limpiárselo a su amo. Decían que la vida de los Gladiadores se media en días. E imaginaba que la de las Gladiadoras seria igual. Había oído historias de que algunos Gladiadores conseguían la libertad. Pero no me hacia ilusiones. Era difícil que fuera mi caso. Pero desde luego que no me quedaría en un rincón llorando como una niña.

Al entrar en la hacienda vi lo que parecía un campo de entrenamiento y algo que no había visto antes. Una persona negra completamente como la noche mas oscura.

¿Era acaso un demonio?

¿A bheil thu a deamhan?* Le pregunte en mi idioma

Entonces en una abrir y cerrar de ojos se gesto una fiesta a la cual yo no había sido invitada. O no para bien.

Cuando abrieron los barrotes entre dos me agarraron y me tiraron a la arena. Intente defenderme como pude, les escupí , mordí arañe y lo que pudiera hacer. Pero estaba bastante agotada por el viaje y ellos eran dos.

Cuando vi que me arrancaban las ropas y me levantaban en volandas me imaginaba cual seria mi siguiente parada. Pero cuando me vi en una piscina de agua me lleve una enorme sorpresa.

Clann mìle dòighean!. Ith phalluses!**

Me quite el agua de los ojos para ver que había mas mujeres allí lavándose. Una mujer que no conozco me anima a que me lave rápido.

Ya voy Dije con un acento marcadisimo.

Empujada por la joven que estaba terminando de rasurarme, soy enviada a la zona de la piscina, donde Vara está gritando como un loco y una nueva gladiadora está chapoteando en el agua.

Aún sin vestiduras que me cubra el cuerpo, soy sacada a través de un oscuro túnel, junto con el resto de mujeres a la zona de entrenamiento. Mientras íbamos caminando, podía escuchar el duro metal siendo golpeado junto con algún grito de mujer. Al final del pasillo se veía luz. Al llegar a la salida, aquella luz tan intensa me cegó momentaneamente. Coloqué mi mano sobre mis ojos para aplacarla un poco, mientras mis ojos se acostumbraban a la nueva iluminación más natural.

Pocos segundos después pude empezar a vislumbrar figuras corriendo y otras luchando, poco tiempo después mi ojos lograron hacerse a ello y realmente pude comprobar que no me había equivocado. Agaché la cabeza levemente, mostrando respeto y humildad. No quería mostrarme como una amenaza ni con debilidad. No era bueno ninguno de los dos extremos. Mantuve las manos relajadas a ambos lados del cuerpo, esperando a que Baldo, el nuevo amo, apareciese.

Gyda me hizo salir tras el llamado de Vara indicandome que siguiese a las demas aun sin entender bien de que iba todo. Suponia que habria alguna preparacion o algo mas, pero ni siquiera nos habian dado ropas asi que mientras saliamos atine a recoger algun trapo que al menos me tapase mi entre pierna mientras sujetaba mis senos con mi otro brazo.

Al salir el sol me dejo ciega por unos instantes mientras me fui acostumbrando a ver. Otros luchaban y nosotras estabamos apiñadas en un costado. Parecía un entrenamiento.

Vi a las demas y estaban tan confundidas como yo. Habia algunas que se veia tenian mas experiencia en combate, e incluso pude darme cuenta de una que queria luchar de una vez. Estaba segura que ella seria un problema.

Por lo pronto me mantuve callada para compreder bien que era lo que ocurria o que mas querian de nosotras.

" platicaremos después ". Dice la novata gladiadora griega mientras que se hace de cualquier trapío que tape algo de su desnudo cuerpo antes de reunirse con las otras nuevas esclavas, quienes les susurra en latin:

" Parece que oficialmente comienzan los entrenamientos chicas, cada quién aprenda lo que pueda, pero mientras nos adaptamos, la unión hace la fuerza! "

Todas salís fuera, incluida Morrigan, que tras darse un lavado rapido y aun mojada sale con las demás muchachas a la zona de entrenamiento.

Greta y las muchachas van repartiendo, según pasáis, una cortas túnicas y un par de paños a modo de tapaverguenzas. Es todo lo que os dan. Con eso , teméis , será vuestra única ropa, pues si echáis un vistazo a vuestro alrededor , las demás chicas del ludus llevan el mismo tipo de ropa que vosotras.

En unas cestas hay sandalias con la puntera y el talón reforzados, con cintas de cuero para atar al la pierna. Los tobillos también van protegidos con unas tapas de cuero. Desde luego, es un calzado, poco cómodo, pero indiscutiblemente evitara daño alguno. No son nuevas, precisamente. Incluso algunas de las sandalias están manchadas con algo, que muchas reconocerían como sangre seca.

La zona es arena pura y hace daño a los pies. Esta rodeada de una zona pavimentada, por la que veis que el resto camina.

Varia hace un comentario al resto de entrenadores, para que recojan a las que ya estaban entrenando y os pone a todas en fila. Nuevas y veteranas.

Por lo visto, frente al quejido de las mas veteranas, parece ser que os van a soltar un discurso. Algo que muchas ya han oido antes.

Después de unos minutos, uno de los entrenadores, quien sabéis que era conocido por el nombre de «Vara», se acercó a la hilera de mujeres y observáis cómo os escudriñaba. Ya habíais visto esa mirada antes: Vara estaba evaluando la forma física en general y buscaba un fuego que surgiera de los ojos de alguna de vosotras, para aplacarlo inmediatamente.

—Bienvenidas a vuestra nueva casa —dijo él con su voz aguda y nasal.

Mientras él hablaba, Greta traducía para las mujeres germánicas. Varias y Gyda lo hacían para el resto en sus idiomas de origen. De esa manera, se aseguraba que todas entendiérais lo que se os iba a decir.

—Sois esclavas... menos que un ser humano. Olvidaros de que una vez fuisteis mujeres con una vida fuera de estos muros.

Sonrió burlonamente y con maldad.

—Solo haría que os resultara más doloroso.

Empezó a caminar de un lado a otro de la fila de mujeres mientras blandía la vara hecha con un sarmiento de vid que le daba su nombre.

-El amo Balbo quiere deciros algo... espero que le escuchéis en silencio y con respeto. O si no..- Añadió mientras ponía la vara delante de una de las muchachas que parecían estar mas asustadas. Después, con un tremendo mandoble del palo, propina un sonoro golpe al estomago de la muchacha que la hace doblarse del dolor por el suelo.

Rápidamente, Gladius, uno de los celadores de allí, la recoge del suelo con firmeza y la ayuda, con seriedad a ponerse de nuevo en pie y colocarse en la fila, mientras Vara sonríe al resto de vosotras.

Tras vosotras, vosotras sale Lucio Balbo. Un hombre barrigudo de avanzada edad al que la vida le ha tratado bastante bien. Según los rumores, en sus tiempos fue soldado y después gladiador. Pero se retiro, pues poseía dinero y tierras que le hicieron labrarse una reputación como mercader. Su olfato para los negocios y su amistad, según algunos , con el mismísimo Cesar ...rumores para otros, le hacen vestir de forma elegante al estilo romano.

Es, un romano de las altas esferas en toda regla.

Pese miraros con la mirada de un padre cuando ve a su hija crecer, sabéis que todo es fachada. Abre los brazos en señal de abrazo a vosotras y esboza una fingida sonrisa antes de empezar a hablaros, con un tomo entre lo infantil y lo poco varonil.

- Mis queridas Gladiadoras... Sed bienvenidas a vuestra nueva casa. Me alegro mucho...no... muchiiisimo que hayais accedido de tan buen agrado a mi ludus para aprender a luchar.- Finge con su comentario.- Dispondreis que todo lujo de mi escuela y sereis tratadas como una futura luchadora se merece.

Después su sonrisa desaparece y sus brazos se bajan para sacar el dedo indice, que mientras apunta al cielo, continua con su discurso.

- Peeero.... Estas comodidades requieren algo por vuestra parte..Oh, si... mis queridas mujercitas...Sacrificio. Mucho sacrificio.

Empezó a caminar de un lado a otro de la fila de mujeres mientras Vara le acompañaba a su lado mirando exigentemente a las chicas.

—Vuestro único propósito en la vida es ofrecer un entretenimiento de alta calidad a un público muy exigente. Seréis entrenadas para este fin: para luchar y matar, y para enfrentaros a la muerte de una manera civilizada. Me obedeceréis a mí y a los demás entrenadores en todo momento. Recordad que no sois más que esclavas y es vuestro destino servir las demandas de vuestros amos.

Vara se paró delante de Mirza. Lenta y deliberadamente, deslizó una mano morena y callosa por debajo del dobladillo de la túnica y la acarició entre las piernas. Se rió con estridencia cuando la mujer se puso colorada por la vergüenza, con una mirada llena de furia por la impotencia. Vara sacó la mano e hizo alarde de oler su fragancia.

—Sea lo que sea lo que os pidan —añadió Balbo mientras observaba lo que Vara hacia. En un aparte, Vara asintió y le guiñó un ojo a Mirza mientras la susurraba—. Muy bueno.

—Si nos obedecéis en todo, vuestras vidas aquí serán incluso agradables. Si nos desobedecéis, harán que vuestra existencia sea tan horrible que la muerte os parecerá una liberación. Entrenad duro y aprended... y puede que sobreviváis para comprar vuestra libertad. —Las fulminó con la mirada y negó con la cabeza— Me habéis costado mucho dinero y esfuerzo en encontraros. Yo siempre protejo mis inversiones. ¿Alguna pregunta?- Concluye mientras se gira con los brazos en la espalda y esa sonrisa falsa de nuevo mientras alza el mentón hacia vosotras.

Me lave a la carrera y salí del agua con las demás sin pudor ni tonterías. Los Dioses nos habían dado tetas y coño a todas por igual. Un poco mas feo o mas bonito pero todas teníamos lo mismo.

Me hice con la `` ropa ´´ que nos ofrecían y cogi unas sandalias que al parecer habían recorrido mas camino que yo desde mi hogar hasta aquí.

Nos colocan en fila. Veteranas y jóvenes. Empezaba a pensar que no se que seria mas jodido si los guardias o las veteranas.

El carcelero que se tocaba viendo al amo. No estaba aleccionando para su vista. ¿Amo? En mi mente sonaba hiriente y fatal esa palabra.

Para dejarlo claro golpeo a una pobre chica asustada. Muy valiente por su parte. Golpear a quienes están desarmadas.

Y al poco tiempo salio nuestro patrón , esclavista , amo o como quisiéramos llamarlo. El tío gordo y asqueroso al que nos habían dejado bien claro que pertenecíamos.

Tal vez en su vida mas joven hubiera sido algo digno de temer. Ahora no me parecía mas que un gordo demasiado bien alimentado.

Mi mirada permanecía al frente tal vez demasiado orgullosa o desafiante. Pero ¿Qué podía hacer? Era terca como una mula.

¿Queridas Gladiadoras? ¿Nos podremos todas juntas a tejer bellos vestidos? Venga ya… Ese discurso era mas falso que un Romano viniendo con regalos.

Cuando paso a mi lado no pude evitar mirarlo con cierto asco. Un asco que se hizo mas grande cuando toco a una preciosa rubia.

Loados sean los Dioses a parte de ser esclavas éramos putas.... Al final mucho discurso sobre Gladiadoras y espectáculos. Pero todo se resumía a un par de Tetas y un coño prieto…

No sabia como pero tenia que salir de este lugar. Vomitaría si ese cerdo gordo y asqueroso intentaba montarme.

¿Cómo compraj Nostra liberta? Pregunte en un Latin bastante malo. En este tiempo de viaje había aprendido algo a fuerza de escucharlo. Un año en una jodida carreta da para mucho. Pero no es que hubiera podido practicarlo demasiado.

Haribrig obedeció sin más, se vistió con rapidez y se colocó en su lugar de la fila. Estaba firme, aunque con la mirada baja, para no dar la opción a Vara a que la golpease por enfrentarle la mirada.

Tras esto vinieron los discursos, nada nuevo, las típicas mentiras romanas. ¿Les dejaría comprar su libertad? ¡JA!, eso lo otorgaba el público, básicamente les estaba diciendo, que estarían allí hasta la muerte o hasta que un golpe de suerte, más parecido a un milagro, las liberase. Todavía no había visto la liberación de un esclavo, así que no tenía muchas esperanzas de que aquel gordo de Balbo cumpliese su palabra. Pero quizás, y solo quizás, y aquello alimentaba su esperanza, en la arena alcanzase tal reconocimiento, que podría ser liberada. Para eso todavía quedaba mucho tiempo.

Tampoco le sorprendió la rapidez con la que Vara le tocó la entrepierna a Mirza, todos eran unos cerdos, y además Mirza era bastante bella, pobre destino le esperaría, si continuaban posando sus ojos y manos en ella.

Cuando Morrigan abrió la boca, Haribrig supo que aquello no le conllevaría nada bueno a la picta

Aquello era muy familiar para Mirza, lo había vivido antes. Cuando su primer amo la vendio al segundo y paso de uno bondadoso a una pesadilla. Ese era el destino que los dioses le ofrecian y su deber era aceptarlo como tal. Asi se lo habian enseñado desde la cuna.
Vara tenia razon en algo, para las que una vez fueron libres aquello debia ser mucho mas duro que para ella pero no por ello agradable.
No se opuso al manoseo. Solo cerro los puños y contuvo el aliento esperando que solo se contentara con eso, aun asi no pudo contener la verguenza reflejada en el rubor de sus mejillas.
Sin levantar la vista del suelo asintio ligeramente, como si agradeciera la aprovacion del entrenador.
Era horrible pero sobrevivir solia serlo y Mirza no contaba con habilidades para el combate, tal vez aquello fuera su unica oportunidad de sobrevivir.
La ultima chica en llegar hizo una pregunta interesante. Ella nisiquiera habria pensado en que comprar su libertad fuera una opcion pero tal vez los dioses le estaban poniendo delante la ultima prueba antes de permitirle ser libre.... Tal vez....

Luego de vestirme con los trapos que nos habian dado no dejaba de asquearme con cada palabra que Gyda traducia. La impotencia de mi ser solo era aplacada por la fuerza de mis puños y mucho mas tarde me daria cuenta que mis uñas me habian hecho daño en las manos. Aun no tenia idea si podria resistir estoicamente que alguno de ellos me tocara de la misma forma que era victima la rubia de esbelta figura que no parecia ser luchadora.

Por lo pronto solo pense en parecer los mas fea posible para no caer en sus manos.

Maldita cabra de Loki, gordinflona parasita del averno.

Era lo unico que podia pensar de aquel que se hacia llamar nuestro dueño.

Me odie a mi misma por no reaccionar al respecto y valorar mas mi vida y hacer silencio sumisa ante nuestro proximo calvario. Si iba a morir, seria con una espada en la mano, y al menos un romano caeria conmigo.

Cogí las ropas que me entregaron y me vestí con ellas. Busqué unas sandalias que no me quedasen pequeñas en cuanto a la base del pie y me las até lo más pronto que pude, sobre todo al ver que las mujeres comenzaban a formar y al poco asomar a Vara. Me coloqué con el resto de mis compañeras y aparté la mirada cuando se fue a cruzar con la del celador, el cual arrancó a hablar.

Tras la presentación que realizó para el amo, hizo alarde de su fuerza golpeando a una joven aterrorizada, dejándola doblada y sin aire en el suelo. No sería la última vez que veríamos la muestra de su poder en esa misma reunión. Nuestro nuevo señor salió. Otro gordo y apestoso Rufus. Fue lo primero que pensé al verle. Luego le observé... sus gruesos dedos, sus falsas palabras, promesas vacías, sonrisas postizas... Era igual que mi anterior amo, con más pelo... pero igual en el resto. Vara mostró nuevamente el poder que tenía sobre nosotras, metiendo su mano entre las piernas de una de las nuevas gladiadoras, siendo apoyado por Baldo por su gesto.

¿No se suponía que "no nos tocarían"? Que un hombre empiece haciendo eso y que acabe sobre una mujer, es cuestión de segundos... "Sea lo que sea lo que os pidan." Las palabras de Baldo me sacaron de mis pensamientos por un segundo. Ya está todo dicho.

Baldo acabó con sus mentiras y sus farsas, invitándonos a preguntar. ¿Para qué?¿Para cortarnos la lengua?

Creí que todas guardaríamos silencio, pero no... La recién llegada, en un latín penoso, decidió preguntar. Agaché la cabeza y negué levemente con ella esperando equivocarme con mis sospechas.

Se apenó de que la muchacha con la que había estado charlando no pudo acabar. Malditas órdenes, ¡ella quería su charla! ¡Se la cortaron! Bufó antes de salir de la estancia. Era una verdadera lástima no poder acabar esa conversación.

-Para la siguiente... -susurró a Varia.

Salió ya limpia, y agradeció que pudiera taparse de nuevo. Tenía en alta estima su cuerpo y había causado furor en su adolescencia y como joven adulta, pero no gustaba del exhibicionismo. Los trapos no se sentían bien, eran toscos y muy de vez en cuando hacían que quisiera rascarse. El calzado, no obstante, la agradaba. Soso, un poco incómodo, pero resistente. Había portado antes algunas botas de material parecido, y pensaba que era al menos suficiente como para empezar aquel entrenamiento. Desde luego, no podía esperar más.

Repudió el acto del celador. Le parecía un hombrecillo paupérrimo, asqueroso y que aceptase actitudes tan cáusticas como esa simplemente por no poder aspirar a romances sinceros... Entendió que no era la única que despreciaba al vigilante, y supuso que las demás le guardaban una suerte mucho peor...

Observó entonces intrigada a la nueva-más-nueva, y sonrió para sus adentros ante el fuerte acento que tenía. La pregunta que ella hizo al dueño no estaba nada mal... Pero ella misma tenía otra que hacer:

-No me es suficiente la libertad. -habló en latín culto tras haber formulado la nueva-más-nueva su bruta pregunta- Mi venganza clama su devenir. Serviré. Batiré. Por su gloria, y por mi venganza. No anhelo salir de aquí, mientras pueda traer a la arena al objeto de mi furia...Así, pues... ¿Cómo hacer sangrar a un oponente? -la pregunta cayó casi como un veredicto, o al menos así pensaba Titania, habiéndolo dicho sin expresión, con voz falta de sentimiento. Como una gladiadora, una guerrera, debía hablar...

No pensaba mostrarse como una esclava. El dueño, falso como fuera, había dicho, no obstante, que eran guerreras, no  esclavas. Vio suficiente de esclavos y siervos toda su vida, y ahí mismo en Varia y las demás mujeres que las lavaron. Ellas, por su parte, eran gladiadoras. Sabía de luchadores quienes ganaban respeto por su valor, franqueza, proeza... No aspiraba a ello, pero sí a cierta complacencia en un romano, al dar con alguien que, de no ser su siervo, sería su semejante, o, ¿quién sabe? Quizá su superior. Rezó a que las palabras pasaran más allá de su simple significado e hicieran mella, cuán pequeña fuera, en Balbo.