Partida Rol por web

Alphonse entra en la habitación y hace una mueca, está verdaderamente impactado por lo que está sucediendo, no sabe que hacer y se queda totalmente petrificado ante semejante espectaculo de sangre y gruñidos.

Parece que los perros están rabiosos y el doctor ha perdido el sentido... y ha caido, pero algo llama la atención de Alphonse Rosignon... un arma yace en el suelo al lado del Doctor.

Roussingnon ha sido viejo cazador en la campiña francesa, sabe como se maneja una escopeta, ha matado animales y despellejado para luego comerlos, no es nada nuevo, piensa. Lo que si es nuevo es el verse amenazado por una bestia, pero poco importa... Sin casi darse cuenta Monsieur Rousignon ha empezado a caminar hacia el arma intentando no llamar la antención del chucho, intentando no hacer movimientos extraños, suda copiosamente, pero sigue andando encorvado poniendo un pie delante del otro con suma delicadeza.

Ok, no se si entro en panico o no, si no entro en panico, me tiro con el cuchillo en la mano a por el perro que esta sacudiendo al Doctor...

El doctor Scotch se lanzó con su escopeta a por el perro, blandiéndola como un garrote, con tal mala suerte que la culata impactó contra el suelo, disparando el arma. El muslo de Scotch fue atravesado por los perdigones, que se incrustaron en el techo. El doctor, tras gritar como un condenado, cayó al suelo inconsciente, a escasos centímetros de las fauces del mastín.

José Cesar fue bañado en la sangre del terapeuta, como si de un ritual de iniciación amazónico se tratara. Sin apenas inmutarse por la grotesca situación, con extrema frialdad, apuntó la escopeta al perro y disparó. La cabeza del animal se partió en pedazos, salpicando el cuerpo del doctor.

Alphonse Roussignon se acercó cuidadosamente a la escopeta de Scotch, sujetandola con firmeza y recibiendo parte de las salpicaduras de sangre canina.

Saeka Mitarai sacó un cúter del bolsillo y lanzó un preciso corte hacia el cuello del otro perro. Por escasos centímetros falló. Sin embargo, también recibió su correspondiente ducha sanguínea.

Max Thorwood también escondía un cuchillo en su ropa. Lo sacó y apuñaló al mastín en la nuca, quitándole la vida y recibiendo, al igual que los otros, un denso baño de sangre.

Adrian Lindermann se puso lívido, sus labios azules por la impresión.

Otro perro trató de saltar por la ventana rota, pero con menos energía que los otros dos. El resultado fue tan grotesco como impactante. El perro ensartado en los cristales rotos, moviendo la cabeza hacia los lados, incapaz de asumir que sus intestinos se estaban volcando sobre la alfombra.

Sólo un perro, el cojo, quedaba fuera. En su pelea con el otro perro había sufrido daños serios en la garganta. Sus ladridos parecían más gorgoteos absurdos, similares al sonido que produce una manguera sin presión.

El olor de la sangre, su textura... la herida abierta en el muslo de Scotch, expulsando ese líquido rojizo a borbotones... te abre el apetito. No el apetito de comida... ESE apetito. El terapeuta está tendido en el suelo, como una delicatessen lista para ser preparada... un manjar de dioses... Pero sigue con vida... El Conejo Rabioso se agita en tus intestinos...

¿Natsumi...? -Saeka no abre el párpado en el que nota que la sangre chorrea, apenas abre el otro para ver la carnicería que el tiro de Cesar ha originado. Le mira un instante... Se familiariza con su rostro de buen chico, de santo. Se incorpora después, y corre al baño con Kate. Sin importarle el pudor, una vez entra, haya quien haya delante, se desnuda y se mete bajo la ducha sin atender siquiera a si el agua sale fría o caliente. Limpia el cúter también, como si fuera una extensión de si misma.

José se queda por un momento paralizado, y por un momento le tiembla la mano.

Mira la situación, parecía una película de argumento imposible a la que alguien le ha dado al pause.

La chica asiática le miró fíjamente y se marchó. El hecho de que alguien rompiera la escena le hizo darse cuenta realmente de lo que pasaba y se acercó a ver como estaba el doctor.

Maldita sea, todo se está desmadrando.

José había visto muy sorprendido como manejaban cuchillos sus compañeros, especialmente Max. ¿sería él?

Creo que todo el plan acaba de cambiar, pero aun no tengo una nuevo, MALDITA SEA.

Entras en el baño como anestesiada, ajena de tí misma. En ese momento, Natsumi ha vuelto en toda su fuerza plástica, su sanguíno esplendor para reirse de tí otra vez, para robar tu alma con imágenes hoomicidas.

El cuadro que se presenta frente a tí no te hace ni parpadear; Kate Steel vaciando sus tripas en el retrete, con un hilo de vómito chorreando de su boca. Sin preguntar, sin juzgar, te quitas la ropa y te metes bajo la ducha. La temperatura es perfecta. Cierras los ojos.

Tus párpados actúan como pantalla, mostrándote una filmación surrealista. La cara de ángel de José Cesar bañándose en sangre, maquillándolo como a un payaso psicópata. Los perros despedazados por el salón, mezclándose con el almuerzo de Roussignon en tu interior.

El chorro de agua caliente te purifica, te santifica. Lentamente, las capas de ajenidad se van disolviendo, dejando paso a Sae, a tu verdadero yo. Los olores de vómito, sangre y marihuana llenan el aire como incienso barato, pero el vapor de la ducha consigue aislarte, te permite volar lejos, más allá de las vías del tren, a kilómetros de distancia de Japón, Vermont... te permite llegar a tu planeta privado, a la dimensión Sae. Por fin encuentras un lugar seguro, un sitio húmedo en el que refugiarte.

Con todo, algo no funciona en ese planeta. No puedes dejar de sentir esa presencia, como si alguien te espiara, te leyera la mente, penetrara en tus pulsiones más íntimas, llegando más allá de lo que tu misma conoces...

Los músculos se habían tensado de una forma atroz, los ojos de Adrian se abrieron de par en par al ver aquel espectáculo dantesco, intento gritar pero sus cuerdas bocales parecían haberse cortado ya que no emitía sonido alguno.

Pronto todo se nublo….. las imágenes y la profundidad no existían….. solo ahora la oscuridad.

Alphonse no está para nada atónito, es viejo cazador y ha visto sangre multitud de veces, cuando ve que Julio César se está encargando del Doctor, él decide encargarse de la limpieza de la gran sala.

Rousignon desaparaece por la puerta de la cocina y vuelve a aparecer con dos bolsas grandes de basura, abre una y toma con las manos desnudas el cadaver de uno de los chuchos y lo introduce en ella y hace o mismo con el segundo cadaver canino, luego desaparece por la puerta de la cocina de nuevo dirigiéndose hacia la zona de basuras. Deposita los perros en los contenedores en la parte de atrás de la cocina.

Y vuelve a aparecer con los utensilios de limpieza... Antes de ducharnos deberiamos limpiar este desaguisado.

Supongo que el doctor tiene un buen tiro en la pierna, las escopetas de caña, son de perdigones, seguramente de perdiz, no hacen un daño ezcesivo a una persona, pero la infecion podria ser grave, asi que cojo unas servilletas del comedos y le digo al doctor que Sujete esto contra la herida, todo lo fuerte que pueda.
Pongo agua a calentar y busco un botiquin o algo de jabon para desinfectar la herida.

Chicas, por un casual no tendreis una pinzas de depilar?

Kate sale del baño como algo mareada, tiene el rostro amarillento y sudores recorren su frente, anda tambaleándose mientras se baja un poco la falda para estirársela.

¿Que si tengo unas pinzas de....?

Kate ve todo el espectáculo que hay en el salón....sagre por todos lados el doctor en el suelo muerto o incosciente, Max encima del doctor, casi todos los demás cubiertos de sangre, dos perros del demonio muerto en el suelo y uno más incrustado en la ventana con sus tripas esparcidas bajo ella.
Kate no puede seguir hablando...empieza a tener arcadas y finalmente tambaleandose comienza a vomitar cerca del doctor y de Max, una bilis de color verde amarillenta, con grumos blanquecinos...no se observa comida alguna en el vómito.

Agua caliente. La pantalla de la ducha sirve de recurso televisivo, una barrera en la que se proyecta la realidad, alejada, como vista por los ojos de una espectadora y no de una presunta coprotagonista. El vómito. Verde, amarillento, blanco. Bilis y acetona. Es anoréxica, bulímica... Tiene un trastorno evidente y puede que las bases de las muelas y el interior de los dientes tenga el esmalte descascarillado. Es un fenómeno común en Japón, las chicas no son tan delgaditas de forma natural, tal y como se piensa, a pesar de que en efecto la complexión oriental es más fina.

Ese hilo de vómito que cae de la comisura de sus labios es el glamour de la esbeltez.

Hierro. Sangre. Se desliza en el desagüe y la desaparición de su olor da la señal para abrir los ojos sin riesgo de intoxicarlos con cualquier posible enfermedad de los perros. Observa la hoja del cúter, otra vez brillante. En ella se reflejan los ojos inocentes de Natsumi, mirando a Saeka a través de su fulgor metálico.

Ver...

Un parpadeo lento, espeso, evocando un despertar.

...mont.

Los ojos vuelven a abrirse, y de nuevo la secuencia del disparo y los perros se repite en su mente a una velocidad de vértigo, deteniéndose como una grabación en los ojos de Jose César, donde podía leer otra vez esa frase: "He hecho algo malo, ¿verdad? Lo siento, lo siento mucho".

Los asesinos eran imperfectos y aleatorios. Los organizados no merecían su respeto por su falta de pasión, y los desorganizados como Natsumi y a buen seguro César, eran débiles y desequilibrados. Saeka, a pesar de horrorizarse de ellos, no se sentía intimidada. Todavía no había nacido "el asesino perfecto". Ésta era una figura con la que ella había fantaseado numerosas veces. Algo que le hiciera temblar, que removiera los cimientos de su bloqueado mundo con el pánico o la fascinación grotesca.

Al salir de la ducha se pone la ropa de nuevo, descartando metódica y minuciosamente la que esté manchada de sangre. No se arriesga a contactar con infección o enfermedad alguna, y es por ello que su torso queda cubierto únicamente por un sujetador blanco sencillo, sin costuras. Deja la ropa "infectada" en la ducha y la cierra. Se mira unos segundos en el espejo.

Satomi Mitarai.
Natsumi Tsuji, Nevada-tan.
Saeka Ozaki.
Saeka Mitarai, Nevada-tan.

Solo había dos opciones: La fusión o la segregación perfectas. No podía cargar con todas. Se mira ante el espejo. No hay nada en su cuerpo de lo que avergonzarse. Sale entonces a la cocina, con el cúter en el bolsillo del pantalón y el pelo mojado y desordenado sobre los hombros, con objeto de integrarse de nuevo en la escena.