Partida Rol por web

Scornubel era un buen lugar para empezar. Aunque Kurgan no supiera para empezar qué.

Había visitado muchas ciudades en su larga vida, y Scornubel era una de las más grandes en extensión, quizá incluso en riqueza. Adicionalmente, también era una de las poblaciones más feas y turbias que había visto. Por el lado bueno, la Ciudad Caravana - llamada así porque estaba formada por casi más caravanas que edificios - era muy abierta a distintas razas, y aquí un semielfo era compañía grata para ciudadanos acostumbrados a lidiar con medio-orcos y bichos aún más desagradables. Desde luego, aquí había mucha gente y con oro se podía comprar casi de todo.

Una serie de sueños tenía a Kurgan preocupado. Siempre se había tomado en serio su fe hacia Wee Jas, pero no había esperado recibir mensajes oníricos que le empujaran a... ¿a hacer qué? Solo podía recordar imágenes, sentimientos, al despertarse. De las inquietas noches solo había sacado en limpio un odio profundo hacia los adoradores de Erythnull y cierta morbosa curiosidad - quizá afinidad - hacia la deidad Vecna. No sabía mucho de dioses hasta hace poco, y nunca se había imaginado que sus simpatías y antipatías pudieran apuntar tan alto. Lo poco que le habían enseñado de pequeño le decia que el Dios de los Secretos - Vecna - no era menos malvado que el patrón de las bestias salvajes que era Erythnull.

La única certeza que le habían transmitido esos sueños es que el mundo corría un gran peligro. El plano entero corría un gran peligro. Y la única solución que se le ocurría era encontrar algún nigromante, brujo o tipo de esa calaña para que le hablara de Vecna y de por qué era tan importante. Bueno, eso y acabar con la vida de cualquier seguidor de el Múltiple, el Dios de la Matanza, que encontrara en su camino.

Contra todo pronóstico, no había encontrado ningún hombre de esa calaña en una ciudad tan sucia como esta. Kurgan se limitaba a pasar el tiempo hasta que algo cambiara en su suerte. Pasaba días en la taberna El Descanso del Viajero, bebía cerveza tratando de sonsacar información y conocía a cualquiera que mostrara ser medianamente interesante.

Y su suerte cambió, al menos en cierto sentido. El tercer día que pasaba en aquella posada le había ido mejor. Desde el amanecer la taberna estaba llena, siendo lo más destacable la llegada de un grupo de espadas de alquiler. Uno de ellos parecía bastante dado al diálogo, sobre todo si creía poder ganar unas piezas de plata apostando. No solo le había ganado una pequeña fortuna con los dados a ese mercenario medio borracho, sino que además ese tipo le había contado cosas de lo más interesantes; cosas sobre un ejército enorme en algún lugar de los bosques, sobre clérigos de Erythnull saqueando y matando, y sobre un ejército de caballeros procedente de Berfôska.

¡Condenado orejas picudas! espetó el guerrero desde el otro lado de la mesa.

Apuesto a que haces trampas... a pesar del aspecto fiero del hombre, y de sus quejas, no parecía interesado en llevar las acusaciones más allá. La visión de las armas del semielfo contenía su lengua.

¡Otra partida! me has dejado sin dinero pero la suerte tiene que cambiar. Me juego esta espada contra mi dinero... mírala bien ¡vale por lo menos un puñado de platino!

El muy imbécil tenía entre sus manos un arma magnífica. Para él sería solo una espada bien afilada y de empuñadura decorada, pero para alguien como Kurgan ese objeto olía a magia. Un puñado de platino... seguramente esa espada valía un puñado de piezas de electro.

Aunque la paciencia no era una de las virtudes del semielfo, en este caso mostró una calma inusitada tras la referencia a sus orejas que hizo el mercenario y la posterior acusación de estar haciendo trampas. Kurgan sabia que el sucio jugador todavía podía serle de mucha utilidad. Un rápido brillo en los ojos de Kurgan y un leve temblor casi imperceptible sobre la mesa en la que jugaban fue la única respuesta violenta del Filo. Algo normal en alguien acostumbrado a practicar la magia instintivamente y a ejecutarla a la velocidad del pensamiento y que se estaba conteniendo en esos momentos.
Hasta ahora había conseguido información y dinero de el mercenario, y ahora añadía al lote algo todavía mas interesante, una verdadera espada mágica. Una sonrisa evidente se dibujaba en la cara del semielfo, que no se esforzaba en ocultar su satisfacción al estar aceptando el negocio del siglo.

Acepto tu apuesta, aunque solo sea para ganar una espada mas acorde con un trasgo.

Te vas a enterar...

El mercenario agarra sus dos dados y los sostiene en la mano con más fuerza de la necesaria.

Me toca empezar a mi.. dice de mala gana, y sin pensárselo más tira los dados.

Las tabas ruedan hasta marcar un 4 y un 2.

¡Cuatro! anuncia orgulloso. Su mirada vuelve a ser socarrona.

El semielfo lanza sus dados con mayor delicadeza que el mercenario. Y aunque se muestra mas valiente lanzando un dado mas que su contrincante, su resultado es peor. No obstante no pierde su serenidad.

Un tres, hagamos otra tirada.

Mantiene la sonrisa pero sus ojos dicen que está deseando acabar con la situación lo antes posible.

Suelta un suspiro cuando, tras lanzar tres de sus dados, obtiene un resultado de su agrado.

¡Cinco! ¡ya hacen nueve!

Suelta una risa nerviosa. A pesar de su ventaja, el mercenario ya empieza a sudar.

Kurgan se ve superado ampliamente por los resultados del mercenario, aun así se mantiene relajado y con una ligera sonrisa en su rostro, como si ya hubiera ganado el juego antes de comenzar.

De nuevo un tres.

El mercenario casi da un grito cuando ve girar los dados demasiado cerca de la derrota. Sin embargo, la suerte sigue de su lado y respira aliviado. Cada resultado aumenta su expresión de triunfo.

Otro cuatro. Hacen... trece.

Kurgan mantiene su sonrisa en todo momento, aun con el resultado abultado del ultimo lanzamiento del mercenario.

Estas sudando, ¿seguro que no quieres plantarte?, ahora llevo 10 puntos.

Procurando no hacer caso de las palabras del semielfo, el mercenario tira los dados una vez más.

¡Otro cuatro! ¡Hacen dieciseis!... ¡diecisiete!

A pesar de su casi obvio triunfo, las palabras y la aparente seguridad del mestizo que juega contra él le alteran. Mira a su contrario con pretendida inteligencia antes de declarar:

Ahora sí que me planto... todo tuyo semielfo. ¡Tu dinero es mio!

Kurgan hace una nueva tirada tras haberse plantado el mercenario. La tensión es enorme, sobretodo cuando comprueban en un primer vistazo que se trata de una pareja....pero de cuatros. La siguiente tirada la hace sin dar tiempo prácticamente a que el mercenario haga la suma de los resultados de Kurgan. Un seis, el semielfo se queda quieto y no hace ningún tipo de aspaviento ante la victoria.

Un total de 20 puntos, la espada es mía....y el juego termina aquí.

El mercenario se queda lívido y durante un instante parece que va a dar uso de la espada que aún tiene entre sus manos.

Sin embargo, parece pensárselo mejor y desaparece, saliendo de la taberna tan rápido que ni siquiera se llega a oir su gruñido.

La escena atrae unas pocas miradas, pero pronto la gente vuelve a meterse en sus asuntos y la taberna vuelve a ser tan ruidosa y caótica como siempre. La espada brilla encima de la mesa, aún más que el oro. La empuñadura ciertamente está bien trabajada, aunque su talla parece algo pérfida. No es el arma de un angelito, aunque Kurgan tampoco es que sea un clérigo de Pelor.

Kurgan recoge sus pertenencias de la mesa de la taberna con discreción. Esconde la espada recién adquirida sin pararse a observarla ni un segundo, casi como si se tratara de un objeto ominoso. Paga al tabernero y sube hasta su habitación en la posada tratando de no llamar la atención, pero con cierta prisa. El semielfo se sentía algo ansioso por poder observar la espada con mas detenimiento y en un lugar reservado, donde poder empuñarla y estudiarla como es debido.

Veamos si puedo entender alguno de sus caracteres para reconocer el poder del arma, si no tendré que llevarla a algún experto para que la estudie, aunque en esta ciudad puede que haya pocos que tengan mas conocimientos que yo.

Aquella espada sin duda tiene magia. No es una mera baratija, y Kurgan tenía desde el principio la certeza de que había algo maligno de por medio. El pomo de empuñadura parece una calavera demoniaca. La hoja de la espada contiene al menos nueve runas superpuestas en grupos de tres. Una de las runas de cada grupo de inscripciones - le costó bastante tiempo descifrarlo - era un caracter en dracónico. Las tres runas eran una simple cuenta - uno, dos tres - y saben los dioses el significado que podría tener eso.

Las sospechas del semielfo se acentúan cuando analiza la magia que emana del objeto, mediante un conjuro. La espada tiene relacionada un aura bastante fuerte de ilusión, y también algo de nigromancia... no es un arma nada corriente.

Un fogonazo - puramente mental - aturde a Kurgan en el momento en el que la espada devuelve la mirada al semielfo.

Quítame de encima tus sucias manos de elfo...

Las palabras no son pronunciadas, no son audibles. Más bien acuden directamente al cerebro de Kurgan, como si las hubiera pensado él mismo.

Pero, desde luego, él no ha hecho tal cosa. El emisor del mensaje está muy claro.

Kurgan obedeció al instante la orden de la espada. Solo el sobresalto producido por escuchar la voz en su cabeza ya hizo que soltase inmediatamente el arma sobre el jergón de su habitación.

Vayaaa, no esperaba esto, una espada con vida propia.

Pasado el primer susto, el filo del ocaso decidió intentar comunicarse de nuevo con la espada. Se acerco de nuevo y la cogió con fuerza por la empuñadura.

¿Quien eres?, ¿como has llegado hasta aquí?, háblame de nuevo, puede que no te gusten mis sucias manos de medioelfo, pero seguro que las prefieres a las del bruto mercenario que te apostó a los dados.

El mercenario solo era un medio de transporte. Servía hasta que encontrara otro dueño un poco más digno.

La voz en la cabeza es bastante confusa para Kurgan, pero seguramente el filo del ocaso podía acostumbrarse mucho más rápido que alguien sin experiencia con lo arcano.

Desde que me abandonó el Guerrero estoy esperando, pero un mestizo no encaja en mis planes. Pórtate bien y regálame a algun otro aventurero.

Kurgan se mostraba muy interesado en todo lo relacionado con la espada, aunque esta lo rechazara abiertamente.

Dime, ¿y quien es ese "Guerrero" que te abandonó?, ¿era él digno para empuñarte?, y ya puestos, solo por curiosidad, ¿quien seria merecedor de usarte en combate?.