Partida Rol por web

El viaje por los planos es breve, brumoso y cargado de malos augurios. Roerkas no había vuelto a cambiar de mundo desde su recobrada libertad, pero Daern, Merlivert y Camus apenas han tenido tiempo de saborear el aire del Plano Material. A su lado, Hagen, Folcard, Bohemond y Parthalan parecen tan dispuestos a adentrarse en esa pesadilla como cualquiera a dormir plácidamente. Posiblemente los cuatro líderes de las Órdenes de Berfôska tengan dificultades en seguir el ritmo de los cuatro Héroes Antiguos, pues hay tanta diferencia de poder entre los Héroes y los Líderes como entre estos y los valientes aventureros que ahora deben estar haciendo camino para combatir a Bashnar, el avatar de Erythnull en la tierra.

El antiguo Mago Rojo les ha transportado tan cerca del Múltiple como se ha atrevido, y eso no es decir mucho. El Dios de la Matanza es dueño absoluto del plano, y regente directo sobre esta capa. Seguramente sea imposible mantener en secreto la entrada en sus dominios, pero hay que intentarlo. Cuando se entra en el hogar de una deidad con el plan de matarla, todas las precauciones son pocas.

Se han materializado en una especie de terraza de roca azotada por el viento. Los terribles vendavales serán el obstáculo más frecuente en este caos aullante que es el Pandemonium, pero solo el menor de los enemigos. En este mundo infame casi todo es vacío o ventisca, y los dispersos enclaves de tierra no son lugares seguros. La piedras, afiladas por el viento hasta parecer cuchillas, aguardan al viajero que caiga víctima de la voluble gravedad reinante. Aquí, el "arriba" y el "abajo" no son conceptos tan claro, y casi siempre están determinados por el capricho del viento y de la oscura voluntad que los guía.

Folcard libera un broche y su pequeña capa ceremonial sale volando a una velocidad increible. La tela cambia varias veces de rumbo bruscamente antes de desaparecer de la vista, y mientras tanto el líder de los Caballeros del Cáliz se envuelve con un pesado manto con capucha que le dará mayor cobijo ante las inclemencias del hostil tiempo. Hagen envaina la espada y coloca su gran escudo a la espalda, haciendo un gran esfuerzo para que el continuo ciclón no lo haga volar con la misma facilidad que la capa de Folcard. Bohemond maldice el viento, que le impedirá trazar el delicado círculo-trampa con polvo de plata que acostumbra usar para domesticar a sus convocaciones. Dedica sus atenciones a preparar otra convocación, más arriesgada, quizá, pero también más poderosa. Mientras tanto, Parthalan medita buscando sin éxito cualquier rastro de conexión con su dios, Heironeous, en este plano maligno.

Ante la amplia terraza de roca hay un abismo de trescientos pies, y después una pared que llega tan lejos en las cuatro direcciones como se puede llegar a ver en esta semioscuridad. Cerca del centro de esta pared, y ligeramente por debajo del nivel de la plataforma natural en la que están los héroes, hay un agujero con forma de puerta invertida, recta por encima y con un suave arco por debajo. La gravedad y el viento empujan desde la terraza hacia esa pared con una puerta, que es el primer objetivo. El problema estriba en que en las cercanías del muro, el viento cambia de dirección, lanzando pequeñas partículas de roca y arena - y también a cualquier viajero descuidado - hacia arriba. Alguien que no alcanzara del todo la puerta invertida tendría una larga "caída" hacia arriba, y el cielo en esta posición se convertiría en un suelo contra el que volarían hasta morir aplastados.

Daern el Matadragones alza su poderoso arco, único lanzador de proyectiles, armas de asedio aparte, capaz de superar esos vientos tempestuosos. Tras forzar al máximo la cuerda, suelta la flecha, atada a una resistente y mágicamente ligera soga. Tras superar los vientos como si fueran una brisa, la punta adamantina de la saeta se clava profundamente en la roca, un poco por encima del umbral en la roca, y sin una pausa Merlivert el de los Nueve Puñales comienza a moverse por la cuerda. Durante unos segundos realmente se deja caer, pues la tempestad le empuja hacia la pared, pero en el último tramo tiene que deslizarse evitando la gravedad que le lleva hacia lo que antes era el cielo. El "arriba" para sus compañeros, aún en la plataforma, se ha convertido en su "abajo", y Merlivert, cuando llega a la punta de la flecha, trepa por la roca hasta llegar al borde recto, inferior, de la puerta. Deja caer una segunda soga desde la entrada hasta la flecha de Daern, y así, con las dos cuerdas cruzadas como camino, los otros siguen la ruta marcada por Nueve Puñales. Daern, Camus, y después Folcard se mueven hábilmente por las cuerdas hasta alcanzar la puerta en la pared.

Bohemond salva la distancia, y el viento, a lomos de una horrible criatura alada habitante de este plano. El ser que le sirve de montura tiene una cabeza astada, y un cuerpo retorcido que parece consistir en poca cosa aparte de alas y garras. Con magia la ha convocado y sometido, y probablemente las alas deformes de este ser, oriundo del Pandemonium, sean unas de las pocas capaces de adaptarse a las extrañas condiciones del plano. Roerkas desdeña la cuerda, y en su lugar crea una esfera de fuerza mágica en la que también envuelve a Hagen y Parthalan. Moviendo suavemente la esfera mágica, el mago rojo salva la distancia, imperturbado por el viento, y se posa en la entrada al túnel en la que le esperaban los otros. Tal vez los conjuros de vuelo sean impracticables con tanto viento, y la teleportación esté obstruida por la cercanía de Erythnull, pero aún así al mago le quedan formas de viajar más comodas que la propuesta por sus compañeros. Dentro de este cobijo casi no hay viento, y la gravedad es la opuesta a la que experimentaban hace un momento, pero al margen de este extraño detalle la gruta parece totalmente practicable, y permanecer en ella es fácil y cómodo, en comparación al inclemente mundo de ahí fuera.

Los oídos pitan como consecuencia de los escasos minutos al descubierto, y es un alivio estar en interiores. El sonido del plano es el de un aullido eterno enloquecedor. Folcard mira con desdén a Bohemond, y a duras penas parece quedar satisfecho cuando el Redentor, siguiendo su costumbre, acaba con la vida del inmundo ser llamado con magia. Parthalan, y también los otros, miran hacia el interior del túnel, que saben es el camino, pero el líder de los Caballeros del Cáliz aún decide decir algo sobre lo que acaba de ocurrir.

Por lo que es sabido no eres un mago, y aún tus poderes parecen en plena forma cuando los dioses nos han abandonado. Me pregunto qué clase de clérigo eres y ante quién responden tus oscuras invocaciones. Creí entender que solo quedaba una deidad en el panteon...

La sutil referencia a Erythnull es una daga afilada que los chispeantes ojos azules de Folcard lanzan hacia Bohemond. Tan solo el gran valor y poder de la orden de los Caballeros de la Redención les había permitido coexistir con otros caballeros más "puros", pero en la soledad de este plano oscuro, la rencilla vuelve a florecer.

Bohemond se quita el yelmo completo para mostrar el rostro al responder a Folcard. Sin duda su piel morena y su espesa barba negra le hacen parecer un debatiente de ira fácil, y durante un momento parece que simplemente va a atacar al otro caballero por la afrenta. Sin embargo, su expresión vuelve a ser totalmente calmada cuando le responde.

He luchado en cien batallas al lado de Berfôska y ¿aún tienes dudas? Aunque no compartas mis métodos harías bien en respetarlos, pues en virtud de ellos estoy aquí para enfrentarme a nuestro enemigo, como todos, y morir en el intento.

Tal vez después de esta última batalla gane tu respeto al fin. Sentencia finalmente, aunque la opinión del caballero de cabello dorado parece importarle bien poco, y se da la vuelta mirando hacia los Héroes Antiguos buscando en ellos comprensión o, al menos, un cambio de tema.

Hagen, eterno mediador en la disputa de las dos órdenes, pide silenciosamente disculpas con la mirada a los Héroes y se dirige a Folcard.

Ya sabes que eso no ayuda a nadie, Folcard. Llegados a este punto en el que nos las veremos con una deidad me veré obligado a recordarte que contamos con un antiguo Mago Rojo, sin el cual nada de esto habría sido posible, o que en el grupo de valientes que se enfrentará a Bashnar hay un nigromante. No soy conocido por mi tolerancia con la maldad, pero estamos en una situación excepcional y lo sabes.

Su mirada severa hace callar al incitador de la discordia.

Parthalan asiente, levantando sus manos en señal de paz.

No olvidemos que los dioses solo se han retirado, no muerto, y que no se pueden citar reglas por las que la magia, divina o arcana, se rijan. Ni los sabios pueden discernir esos extremos. Parte de la fuerza de algunos conjuradores no arcanos puede venir de un poder propio desconocido, y algunos sostienen que un sacerdote debe ser capaz de sacar energía de su moralidad, canalizando el poder del plano de su deidad sin que el propio dios intervenga.

Mira a Bohemond, sin poder disimular cierta duda. No es un frecuente, para un adivinador tan sabio como Parthalan, saber tan poco sobre un hombre con el que lucha codo con codo.

Daern no parecía afectado por el viento del Pandemonium, ni siquiera por los sonidos que este traía que a él se le asemejaban a alaridos de terror y dolor. El poder del plano hacía honor al dios al que pertenecía, el dios hacia el que caminaban para acabar con su vida.

Pero a pesar de su recia voluntad de guerrero, ni siquiera él era inmune, ni siquiera su piedra de protección servía de nada. Estaban en el hogar del dios de la matanza, y su presencia se sentía en lo más íntimo de cada célula de su cuerpo.

A pesar de todo eso él era Daern el Matadragones, había acabado con una Gran Sierpe cargando contra ella, había luchado contra las bestias más poderosas que se habían visto nunca en Comyr, y había sido atrapado y desterrado más allá de donde alcanzaba la conciencia. Y ahora estaba allí, metido de pleno en la mayor batalla de su vida, en la mayor batalla de la humanidad, en la batalla que decidiría el destino del mundo, de muchos mundos, de todas las personas que él nunca había conocido.

Sin duda, lo mínimo que podía decirse es que le pesaba la responsabilidad.

Con todo eso sobre sus hombros, Daern reaccionó como él solía hacerlo.

- ¿Y si llamamos a la puerta y nos hacemos pasar por vendedores de crecepelo?

Incluso aquí, sin tener que prestar la atención requerida por culpa de la compañía, la fortaleza mental de Roerkas era tal que mantener a raya el insidioso aullido del Pandemonium no requerría mas que una ínfima fracción de su voluntad y atención.

Sin embargo creo que acabaré prefiriendo su aullido a estas discusiones banales.

- Confiar tu poder a un extraño siempre tiene consecuencias inesperadas. Los Dioses y sus actuaciones son el mejor ejemplo. - Contempló al pequeño grupo antes de hacer desaparecer la esfera mágica con un simple pensamiento. - Iba a compararlos con niños, pero Daern ha decidido quedarse con el papel. Estamos dentro y El lo sabe. Negar nuestra presencia es un gasto de recursos, pero no lo es ocultarnos y esparcir la confusión. - Una fría sonrisa cruzó su rostro con su última frase.

El antiguo poderoso clérigo, despojado de sus poderes, no resulta del todo indiferente por la charla de los líderes de Berfôska. En todo caso, decide no intervenir. La cota de mallas le pesa, y se siente débil sin el respaldo de San Cuthbert. Incluso su recia fe dudaba a veces, y el silencio de su deidad le hacía preguntarse si su patrón habría favorecido la misión en la que se encontraba el clérigo. No había forma de saberlo.

Sonríe ante la frase de Daern. Solía reir a carcajadas los chistes de su compañero guerrero, pero hoy es un día oscuro, incluso con la grata compañía. No deshace su sonrisa cuando Roerkas interviene, siempre cortante. El grupo de Héroes Antiguos había combatido junto demasiadas veces como para que esas dagas verbales alteraran en lo más mínimo su cohesión. En eso, los caballeros de Berfôska tenían bastante que aprender.

Continuemos. No es buena idea retrasarnos con charlas.

Siempre práctico, da la pequeña disputa por zanjada y mira hacia Merlivert, quien solía liderar la marcha en terrenos peligrosos desconocidos.

Merlivert sonríe ante la locura que parece comenzar a anidar en la mente de algunos de la compañía. Para cuando termine el día, tal vez no sea el más demente. Él, por ahora, se movía tan fácilmente por este plano como en cualquier otro, aunque eso también puede cambiar. Lo cierto es que los aullidos del viento no le impresion: oye voces mucho más terribles dentro de su cabeza constantemente.

Soltando una risita aguda, el llamado Nueve Puñales se da la vuelta para abrir camino. Pasa una y otra vez las manos por los filos de las armas que le dan el nombre, como contándolas. Lo cierto es que eso es lo que hace, y como siempre, el número le da distinto a nueve... y también distinto al resultado anterior.

Suficiente para volverte loco... piensa alegremente mientras camina.

El pasaje oscuro no es precisamente acogedor, pero parece un cambio a mejor después de haber experimentado los fríos vientos de este abismo. Lo que antes era un coro de aullidos ahora se ha convertido en una sinfonía de notas tenidas; un millar de instrumentos de viento tocando a la vez un acorde imposible. Las paredes del túnel están repletas de grietas pequeñas pero de una profundidad insondable. De estas brechas con frecuencia salen brisas de aire, sugiriendo que las quebraduras en la roca deben llegar hasta el mismo borde de la gran pared en cuyo centro estaba el túnel. Casi siempre las fisuras no producen otra cosa que un ligero aire, pero en algunas ocasiones por ellas entra una corriente concentrada de viento infinitamente más potente que el peor huracán. De no señalar Merlivert esos lugares, el desafortunado que pasara por ellos habría roto todos sus huesos contra la roca de la pared opuesta. Afortunadamente los ojos atentos no faltan, y la mayor parte de ese pasillo oscuro resulta seguro. A veces agachándose, a veces serperteando o dispersándose, el grupo salva las dificultades y avanza a buen ritmo hacia la salida.

Unas estría naturales en la roca discurren longitudinalmente sin fin, siguiendo la boca del túnel y también el camino de los héroes. Con el tiempo, esas estrías parecen curvarse y girar en torno al perímetro del pasillo. Una marca que estaba sobre sus cabezas ahora está a la altura del hombro; la muesca que estaba antes casi a la altura del hombro ahora está cerca del suelo. Las estrías producen la ilusión de que el túnel se retuerce constantemente sobre sí mismo. Roerkas desmiente esa apariencia con una explicación aún más sorprendente: las hendiduras son totalmente rectas, son ellos los que giran. La gravedad está cambiando a medida que avanzan; lo que antes era suelo ahora es pared, pero el cambio ha sido tan gradual que nadie lo ha podido percibir. Roerkas, conocedor de la caprichosa gravitación del Pandemonium, ha sabido reconocer la realidad, y su prodigiosa mente, analítica y perfecta, va dibujando un mapa tridimensional del camino que han hecho. El Mago Rojo intuye que su orientación actual es de 90º hacia la izquierda respecto a la gravitación inicial, sobre el peñasco solitario; 90º hacia la derecha respecto a la gravedad del principio del túnel. Cualquier otro distinto a Roerkas que pretendiera dibujar ese mapa tridimensional solo conseguiría un dolor de cabeza y, con toda posibilidad, acabar mareado. Para el mago solo supone un sencillo ejercicio de agilidad mental. Un calentamiento para lo que estará por venir.

Al fin se puede ver un pequeño punto de luz azulada delante. El final del pasillo está cerca, y todos presienten que las dificultades comenzarán pronto.

El aullido del viento. Eso es todo lo que nos rodea.

Gritos de dolor. Gritos de desesperación. Gritos de desconsuelo. Gritos de pérdida. Quizás de gente desconocida; quizás de alguien cercano y desaparecido... Sea como fuere, el responsable es uno. Uno solo. Múltiple y feroz. Pero solo uno. Uno que además pretende ser solo uno por toda una eternidad. Destruir todo y convertirlo en la nada. Una nada total, vacía de toda vida. Desprovista de aquello que ofende los sentidos del señor de la matanza con su mera existencia. Y nosotros avanzando a su encuentro para detenerlo.

Si no fuera porque soy un cínico, creería que hasta somos heroes con posibilidades.

Rio entre dientes imaginando un futuro de regreso y gloria. Gentes recibiendonos, lanzando flores y agradecimientos; besos y muestras de afecto varias. Imagino los festejos del mundo al sentirse salvado. No necesariamente como los de Cormyr, enterados de nuestras aventuras y desdichas, si no la simple alegría de ver un nuevo día de una simple persona que se levanta a trabajar el campo, o de una madre que abraza a un hijo que se levanta legañoso.

Familia. Algo que se que nunca alcanceré. Nunca llegaré a enamorarme. Ni a casarme. Ni a tener hijos e hijas con quien enfadarme o de los que encontrarme orgulloso. Familia. La tenía, pero ya no era así. Mi familia era mi hermano. Mi otro yo. Él estuvo conmigo. Y murio por mi. Por alguien más que por mi. Por todos. Él lo tenía claro y desapareció con una sonrisa en los labios. Y yo ahora seguía aquel destino con la única familia que me quedaba. Aquella panda de orgullosos caballeros embutidos en metal y magia. Pero sobre todo aquellos tres que sin nacer del mismo vientre que nuestra madre, eran nuestros hermanos. Los de mi gemelo y mío.

Roerkas, la mente. Más aguda que nadie que pisara o levitara sobre la faz del mundo. Pero no por ello carente del respeto por la vida que le hace estar hoy aquí. Porque estar aqui no es de listos, si no de valientes.

Daern, el cuerpo. Fuerza. Fuerza en sus músculos. Fuerza en su corazón. Fuerza de ánimo. Imparable. Indestructible. Irresistible. Irreductible... Él más que nadie podría disfrutar del favor de el múltiple, maldito sea su nombre, si lo quisiera. Pero también, a pesar de ello, respeta la vida. Lo suficientemente como para poner a prueba en una única apuesta todas sus vidas. Quizás algunos dirían que idiota. Pero yo solo veo valor.

Camus, el corazón. Todo espíritu y entereza, mi amigo Camus había perdido una parte de su ser, al igual que yo. Y había seguido adelante. La retirada de los dioses le golpeó con la fuerza de la vida. El golpe más duro posible. El abandono de algo más fuerte que el amor. Más fuerte que el fanatismo. El abandono de aquello que te convertía en persona: la inspiración de tu integridad. Qué facilmente podría haberse dado la vuelta y ofrecer la espalda, como un amante despechado con todo el derecho. Pero no. Camus no es así. Tiene el valor de hacer lo que debe hacer. Aunque se sienta abandonado. Aunque se sepa abandonado. Él no abandonará.

- Pero... ¿Y yo...? ¿Que parte soy yo...? -pensé ácidamente mientras mantenía la exploración a flor de piel. Entonces vi un punto de luz. Al parecer estábamos a punto de traspasar el punto de no retorno, si no es que lo habíamos hecho ya. Los cuatro líderes de las Órdenes de Berfôska habían tenido sus desavenencias y aun necesitaban la coexión de un puño para poder golpear como tal. Mis tres hermanos ya eran ese otro puño cerrado, dispuesto a golpear. Pero nunca estaba de más recordarles porque debían golpear. Yo al menos no enfrentaría a ese bastardo en silencio ni con humildad. No merecía que le mostrara ni la una ni la otra. Ni siquiera en sus dominios...

- Bien señores... -comenté con una jocosidad que no sentía- Tal como ha menudo hemos sospechado tras largas disertaciones, parece que siempre hay una luz al final del tunel. Aunque en este caso hay que apagar aquella lucecita... Nadie aquí es especialmente dado a discursos, y yo dudo que más adelante tengamos tiempo de pararnos a comentar la enormidad que tenemos entre manos. Pero vais a permitirme una palabritas al respecto... -hago una pausa antes de continuar, poniendo en órden mis pensamientos antes de convertirlos en palabras. Cuando retomo la palabra, lo hago en tono firme y tranquilo, que se irá tornando paulatinamente apasionado, mirando alternativamente a los ojos a los diferentes componentes de este grupo y retándoles a mantenérmela o a apartarla- Quizás penseis que esta es una misión suicida solo porque nos enfrentamos aun dios y no hay nada más que perder. Pero yo digo, que con la muerte se acabaría la fiesta. Porque la fiesta es ver arrodillado a ese bastardo que quiere arrancar del mundo hasta él último ápice de vida; verle herido y humillado en su orgullo, en su propia casa, al ver sus planes frustrados. Porque antes de que acabe el día, el multiverso mirará hacia aquí, y verá sangrar a un díos. Porque antes de que acabe el día, el multiverso mirará hacia aquí y oirá gritar a un dios como si fuera una rata llorando y revolviéndose de frustración. Nunca antes nadie hizo lo que vamos a hacer hoy aquí. Y yo digo que podemos hacerlo. Podemos arrodillarlo. Porque contamos con algo que él desconoce. Contamos con una arma secreta que ese bastardo no es capaz de siquiera entender ni alcanzar con todo su poder y divinidad. Nosotros le golpearemos a él con la fuerza del mundo. La fuerza de millones de almas que quieren vivir. La fuerza de la vida, algo que está fuera de su alcance, le dará de lleno y le dañará más que nada en la historia de su miserable existencia. Su arrogancia será su perdición. Y en cuanto la primera gota de su inmunda sangre mancille el suelo, comprobará, TODOS lo comprobaremos, incluidos todos lo demás dioses que observen desde sus atalayas, que lo que digo es auténtico. Y entonces sentirá temor. El temor de los inmortales a la muerte; algo novedoso y pavoroso para ellos. Porque, esa señores, debe ser nuestra meta. Mataremos al señor de la matanza, porque ni él ni nadie se lo espera. Sabedlo y luchad por la vida. No sabiendo que vais a abandonarla suceda lo que suceda. Lo importante no es empeñarse en morir. Si no empeñarse en vivir... Así le destruiremos. No os quepa duda... Y ahora, vayamos a tocar su puerta...

Dicho esto, me giré en dirección a la luz y avancé decidido.

Ya se quien soy. Yo soy las entrañas. Las tripas. La sangre que completa el cuerpo y que arde ante la llamada de una deuda no saldada. Contra el causante de todo este viento. De toda esta perfidía. Le haría pagar cada segundo de frustración inmortal deslavazando sus planes hasta convertirlos en cenizas.

Roerkas era la mente; Daern, el cuerpo; Camus el corazón...

Yo soy la venganza. La fuerza del mundo guiará mis puñales para revelarse contra ese bastardo. Seré las voces de todos los que no pueden hacer nada y sufrieron, sufren, o sufrirán este desenlace. Soy su representante. Y mediante una puñalada, toda la vida del mundo gritará conmigo "¡JODETE, ERYTHNULL!" mientras alzamos un comunal dedo corazón delante de su cara. Así lo hizo mi hermano. Y murió con una sonrisa en los labios. No se me ocurre una forma mejor de luchar y morir. Así lo haremos todos...

"Tiene mucho valor, pero yo no soy tan optimista" Dijo Gwin mentalmente.

"En todo caso, es cierto que no tenemos nada que perder. Cualquier destino que me toque será mejor que seguir luchando eternamente como he estado toda esta eternidad. Y no es pesimismo, simplemente como no tengo nada que perder, no tengo miedo o razón alguna para retirarme ¿De qué sirve volver atrás si no hay un atrás? ¿De qué sirve guardar algo para el futuro si no hay futuro? Lucharé hasta la última gota de mi sangre simplemente porque no nos ha dejado ninguna otra opción, y lo haré con toda la furia de la que soy capaz por la muerte en vida que me dio en ese semiplano. Más le vale ser realmente inmortal, porque estoy dispuesto a poner eso a prueba" Respondió Daern.

Gwin no dijo nada más, sólo un sentimiento de aceptación, de comprensión, de compartir ese pensamiento.

- Me gusta tener esta segunda oportunidad aquí, ahora, con vosotros. No sé si somos cuatro hormigas caminando para dar muerte a un elefante, enchidas de orgullo, pero que sólo caminan para ser aplastadas con la simple voluntad de su enemigo. O si realmente somos un ejército que puede arrodillar a un dios y quitar la vida a un inmortal. En el fondo me da igual, no hay nada detrás de mí ni en mi futuro si no tenemos éxito, no hay ninguna otra salida u opción posible. Así que seguiré caminando sin miedo, sin desesperación y sin dudas. Y con ganas de venganza, le debo una eternidad de golpes sin un momento de respiro. Pondremos a prueba si los dioses son realmente inmortales, será divertido averiguarlo -añadió Daern, ahora en voz alta.

Las palabras de Merlivert se amortiguan por los gemidos del viento, pero llegan a clavarse profundas en algunos de los que le acompañan. El rostro de Bohemond es un misterio, pero Parthalan y Hagen parecen conmovidos por el discurso. No es que existan esperanzas luchando contra una deidad, pero la mera idea es esperanzadora. No creen que la victoria sea posible, pero hasta ahora nadie había se había atrevido a insinuar un "y si...". Folcard está aún más convencido, y la forma en la que echa su manos a las cimitarras parece belicista. Fuera lo que fuera lo que les deparaba el destino, todos morirán luchando.

El punto de luz al final del túnel parece el ojo del Múltiple, vigilante. Nadie, ni siquiera Roerkas, puede estar seguro de a qué otros oídos puede haber llegado el discurso del embaucador Merlivert, pero lo cierto es que el viento empeora súbitamente ahí fuera, y el sonido se parece más que nunca a un aullido. Un desafío. Parece como si el plano entero - o su gobernante - les llamara, impaciente.

- ¿Sabéis por qué aulla de ese modo? ¿Y sabéis por qué cambia de aspecto? Un anciano monje me lo contó hace mucho tiempo... Es impotente, no se le levanta, cambia de aspecto a menudo buscando una forma en que se le levante pero no hay manera por lo que terminó estando en la parte de abajo, mordiendo las mantas. Y aúlla en recuerdo de su primera experiencia sexual, por la que no se pudo sentar en dos semanas. Ese es su secreto. Así que no os dejéis amedrentar por este ambiente, no es más que su eterno lamento por no poder estar con una mujer... Y pensad que cuando acabemos con él, nosotros podremos escoger las que más nos gusten, y no sólo entre las del puerto, las nobles harán cola para darnos descendencia. Tendrán que cambiar las leyes y dejarme tener dos docenas de esposas, una sola me resultará demasiado poco para tantos años de abstinencia en aquel plano.

Las risas atronan en el túnel. Camus ha encontrado por fin su sentido del humor perdido, y recuerda lo bien que lo ha pasado siempre en compañía de Daern. Folcard y Hagen se unen a las carcajadas, pues las palabras del guerrero son el bálsamo ideal para el aire trascendental y fúnebre que habían creado la combinación del discurso de Merlivert y la respuesta del viento. Rota la tensión, todos sonríen, y la risa llama a más risa. Los aullidos del viento se siguen escuchando, quizá más coléricos aún, pero seguro menos aterradores ahora. Por alguna magia de la acústica, el sonido de las carcajadas rebota sin fin, y les acompaña mientras todos avanzan sin miedo hacia la salida. Arropados en ese sonido, más retador y más humano que cualquier grito de guerra, todos afrontan el inminente peligro son otro ánimo.

Aunque nadie sea capaz de definirlo, se ha producido un cambio en la mayoría. Las palabras de Merlivert y el coraje de Daern han cambiado la perspectiva. Sea una empresa suicida o no, no están aquí para ganar tiempo con un sacrificio heróico. Golpearán a Erythnull tan fuerte como puedan, le harán sangrar y temer por su inmortal pellejo.

El pasillo llega su fin cuando las paredes y el techo se terminan mientras que el suelo continúa un centenar de pies. Se encuentran en una nueva terraza natural, aunque la gravedad ha dado tantas vueltas que no es muy útil pretender ubicarla geográficamente. Una luz amarillenta resulta casi cegadora, y el viento vuelve a golpear a los héroes, amenazando con dejarlos sin aliento o derribarlos hacia uno de los bordes de la plataforma.

En el cielo hay una espesa bandada de demonios. Docenas de monstruos de piel azul con vago aspecto de buitres con cuatro zancudas extremidades acabadas en garras. "Los cielos del Infierno están cubiertos de negras alas...", dijo una vez el profeta Aristeo, y bien podría referirse a este infierno. Cien vroc vuelan en círculos sobre sus cabezas, y caen en picado como una lluvia de picos y garras afiladas.

Nadie ha perdido el buen humor, aún así, porque saben que El Múltiple ha decidido hacerles esperar, indignos de su atención, o tal vez haya querido ponerles a prueba.

En todo caso, esto no es más que un calentamiento...