Partida Rol por web

Eres, claramente, de los que más lejos empieza su periplo hacia Creta (pero tampoco el que más). Esta mañana te has despedido de tus familiares, tu padre ha bendecido la espada y te dispones a abandonar tu polis para abrazar la que puede ser tu última aventura. Recorres las calles hasta el puerto, y allí buscas algún trirreme mercante en el que embarcarte.

recreación del ágora de Ampurias

Llegando al puerto Indikos se dio cuenta de una cosa, solo tenía una moneda de plata, había gastado todo su dinero en equiparse y no tenía para el pagar el pasaje. 

Bueno, si estoy destinado a este viaje, la fortuna me sonreirá

Pensó en voz alta, aunque en el fondo sabía que la suerte no era algo que le sonriera a menudo...

Indikos llegó al puerto y rápidamente localizó un trirreme que estaba cargando ánforas de aceite de oliva. Ampurias era un puerto transitado, y la Polis gozaba de buena salud económica. Se acercó al que parecía el dueño de la embarcación, pues estaba dando instrucciones al resto.

Saludos Señor! Veo que están atareados, se dirigen a Creta, si no me equivoco, ¿Podría acompañaros en el viaje? No tengo dinero para el pasaje, pero soy bastante fuerte físicamente y un guerrero hábil, podría ayudaros a cargar y descargar las ánforas en vuestro destino y luchar por vosotros si nos asaltan piratas fenicios en el trayecto, ¿Qué os parece mi propuesta?

Indikos no quería parecer demasiado ansioso o desesperado, pero lo cierto es que disimular, no era su fuerte

Tras pensarlo un poco, el patrón del barco acepta tu propuesta:

- Podrás viajar con nosotros y tendrás un plato de comida al día. A cambio ayudarás a mis hombres a cargar y descargar la mercancía y lucharás en caso de que sea necesario.

Tras estas palabras te pones manos a la obra y ayudas a terminar de cargar la embarcación.

Varios días siguen en alta mar, por suerte no hay tormentas y la navegación es sencilla. Atracáis en algunos puertos, descargando y cargando las ánforas de aceite e intercambiándolas por otras manufacturas. Es así como llegáis a la isla de Zetos, la última parada antes de llegar a Creta.

Estás cargando el trirreme junto a los otros marineros cuando ves que se acercan dos guerreros, bien pertrechados, que dicen querer ir a Creta a internarse en el Laberinto. El patrón del barco les acepta en la tripulación. Uno de ellos es un hoplita veterano, y otro un aguerrido centauro:

Dicen llamarse Kynortas y Sinódaso, y puedes notar una rivalidad fuertemente arraigada entre ellos, pues se pisan las frases y siempre debe quedar el uno por encima del otro. Abos llevan una lanza. El hoplita porta una armadura completa que reluce bajo el sol, un escudo y una espada. El centauro sólo lleva un yelmo y un arco a la espalda además de la lanza. Son veteranos, fuertes, temibles.

Amanece en Zetos. Hoy es el día de vuestra partida hacia Creta. Tan sólo dos jornadas de navegación os separan de vuestro destino. Os encontráis en el puerto, pertrechados con vuestras armas y armaduras.

Kynortas porta una armadura completa que brilla bajo sol, lanza, espada y escudo. Además un gran petate cuelga de su espalda.

Sinódaso galopa a pecho descubierto, un yelmo cubre su cabeza, en una mano una larga lanza, y a la espalda un arco junto a su carcaj. Igualmente carga un bulto sobre su grupa.

Ambos negociáis con un marino mercante, y conseguís convencerle para que os lleve hasta Creta. Le prometéis escolta y queda convencido. Os comenta que otro joven, un tal Indikos, proveniente de Ampurias, en Umbría, también se dirige a Creta con vuestro mismo propósito:

Indikos

El trirreme zarpa hacia Creta. Dos días de navegación hasta llegar a vuestro destino. Los tres estáis en cubierta.

Un Centauro...Indikos era la primera vez en su vida que veía uno, había oído historias sobre ellos, pero en Ampurias nunca se habían encontrado con ellos, se decía que eran aguerridos guerreros y extremadamente inteligentes, aunque aquel centauro en concreto parecía bastante aguerrido y duro.

El Hoplita se parecía bastante al general Parkos de Ampurias, no físicamente, pero si en la actitud y la mirada, se veía claramente que aquellos guerreros tenían más experiencia en combate que él, pero no debía dejar que aquello le amedrentase, Indikos era fuerte y hábil, era un guerrero bastante afamado en Ampurias, aunque eso en Iberia no impresionaba mucho, las tribus iberas eran famosos guerreros en todo el mundo, usados por reyes y generales como tropas mercenarias, pero Indikos no estaba en Iberia, quizás en Creta podría destacar. 

En cualquier caso no pensaba estar solo y callado todo el trayecto, era una oportunidad para, quién sabe, forjar alguna alianza, el laberinto sería un lugar peligroso, la ayuda podría ser bienvenida.

Saludos! Veo que todos nos dirigimos a Creta, mi nombre es Indikos y vengo de la Polis de Ampurias, en las costas al norte de Iberia, ¿De dónde venís vosotros?

Sinódaso, privado de cierto movimiento debido a su gran envergadura, se apoya sobre la borda para sentir la brisa marina. El corto pelo de la grupa se le eriza con la humedad y la castaña maraña que forman su cabello y su barba se encrespa y pierde su forma natural.

Aún siendo de origen insular, a Sinódaso nunca le ha gustado el mar. ¿Acaso a algún centauro le gusta el mar? ¡Aquella ridícula canción de El pirata de cuatro patas que siempre cantaban algunos aedos tras haber vaciado más de una botella de vino no se la creía nadie!

Resopla suavemente ante ese pensamiento en lo que recuerda a un leve relincho más que a un suspiro humano. Golpea con los cascos de los cuartos traseros para que no se le duerman las patas y la madera del trirreme cruje en consecuenci.

Sinódaso -gruñe el centauro a modo de presentación-, protector de Zetos. Y ese -dice refiriéndose al hoplita sin poder evitar entornar los ojos- es Kynortas, el niño mimado de Zetos. Zetos es muy pequeño, ¿sabes? Hasta alguien como él puede destacar.

Se toma un leve momento para examinar a su interlocutor. ¿Por qué me miras así, Indikos de Ampurias? ¿No hay centauros en tu tierra o qué?

Lo cierto es que no se ven muchos amigo Sinódaso, de hecho, eres el primero que veo en toda mi vida, de ahí el asombro, lamento haberos importunado. ¿Dónde se encuentra Zetos? Lo más lejos que he viajado es al sur de Iberia, a visitar a las tribus bastetanas, para comerciar. Extraen de la tierra un metal maravilloso, más fuerte que el bronce, ésta espada...

Indikos dudó un momento, tenía ese defecto, era excesivamente sociable y confiado, más de una vez se había visto envuelto en situaciones indeseables por culpa de su forma de ser, que unida a su carácter fuerte, le había propiciado más de un problema, pero aquel centauro parecía una criatura honorable, sacó la falcata que brilló con intensidad ante la luz solar

Está hecha con el mismo material, pertenece a mi familia desde mucho antes de que yo existiese, es una reliquia pero, no he encontrado en Ampurias mejor arma que esta.

Indikos sabía que en el ancho mundo habría más y mejores armas que su espada, pero no podía evitar contemplarla con orgullo, la guardó con cuidado nuevamente.

La emoción de Kynortas solo quedaba disimulada por el casco que le cubría toda la cabeza, salvo una rendija para ver y respirar. Por fin abandonaba Zetos. Por fin partía en busca de las aventuras y la fama que, desde joven, le habían prometido serían suyas. Todo era perfecto. Bueno, casi perfecto.

Si podía encontrar una pega, que podía, era que tuviese que compartir transporte con el puñetero centauro. Siempre había sido un envidioso. Seguro que solo se apuntó a esta travesía cuándo se enteró que Kynortas dejaba Zetos.

- Lo que debe sorprender al joven, Sinódaso - rebufa el hoplita sin dejar de mirar el mar -, es ver por primera vez una cara tan fea como la tuya. Yo también me quedé de piedra la primera vez.

Al oír a Indikos, Kynortas se gira un momento para ver la escena, tras lo cuál sigue admirando el paisaje.

No me dijo lo mismo tu madre anoche, responde Sinódaso automáticamente, con muy poca gracia y cierto aburrimiento en la voz.

Realmente nunca había entendido la broma, pues Sinódaso no era un centauro risueño, pero por lo que había comprobado con distintos humanos durante sus aventuras era que a todos ellos les molestaba que mentase a sus madres, en concreto a ellas dondequiera que estuvieran la noche anterior.

Chico, no deberías ir alardeando de tus trofeos familiares por ahí , advierte el centauro. ¿Qué pasaría si te robásemos la espada ahora y te lanzásemos por la borda? ¡Aquí, en medio del Mar Medio, valga la redundancia! Suspira. Ándate con ojo. Apuesto a que esa espada reluciente conjunta muy bien con la reluciente armadura de Kynortas.

Mueve su grupa de un lado a otro, entumecido y agobiado.

Cuéntale cómo me quitaste a ese gigante y te llevaste toda la gloria, Kynortas. Cómo me dejaste como un tonto frente a toda la aldea de Népesos.

Escupe al mar, enfadado.

- Todo el mundo pensaba ya que era idiota mucho antes de aquél incidente, Sinódaso - exclama Kynortas, mientras se reincorpora y se acerca al Indikos -. No hagas caso al viejo, chaval. Está amargado. Y nos encontramos al este de Umbría, por cierto. ¿Qué te trae a ti por estos lares?

Indikos miró con cierto aire divertido a ambos, parece que se conocían de hace tiempo, aunque no estaba muy seguro si aquella aparente animadversión mutua era real, o simplemente fruto de la excesiva confianza que ofrecen los prolongados años de amistad, se veía que ambos eran más veteranos que él en el combate.

Fortuna y gloria amigos. Llevo toda mi vida siendo un granjero, llamado a filas en las constantes guerras que Ampurias debe librar con las tribus bárbaras vecinas, las cuales no siempre gustan solo de comerciar, así que sé tanto de trigo como de luchar. Pero no quería ser el típico veterano de Ampurias, que ha pasado toda su vida entre la espada y la azada, quería algo más, una vida mejor. La historia recuerda a los que destacan.

Obviamente si esos dos guerreros se uniesen para lanzarlo por la borda, no les sería muy difícil, parecían mucho más experimentados que el, no estaba seguro si ese aparente rencor mutuo llegaría hasta el punto de quedarse de brazos cruzados en caso de que uno de los dos estuviese en grave peligro. Indikos no era tan veterano como ambos guerreros, pero era fuerte y hábil, ha pasado toda su vida peleando contra guerreros ansiados por reyes y generales como mercenarios, no tenía miedo de uno de ellos solo, pero de los dos juntos... ya era otra historia.

- ¡Bárbaros! -grita el primer marinero en divisar la embarcación que se aproxima a vosotros a gran velocidad. Rápidamente se arma un gran revuelo en el trirreme, algunos corren a por sus armas y otros a esconderse (no todos son tan valientes como vosotros, la verdad). El patrón mercader os recuerda vuestra promesa, y os apremia para que os pongáis las armaduras y os preparéis para ser abordados.

El otro barco cuenta con velas más grandes y un casco más profundo, así que os alcanzarán en pocos minutos. Desde aquí podéis ver a una docena de bárbaros desorganizados, armados con porras, espadas y hachas, y llevando rudimentarias armaduras o yendo a pecho descubierto. No os parecen gran cosa, sobretodo después de haber luchado en varias batallas. Pero al mirar a vuestro alrededor el optimismo se os ve ciertamente mermado: prácticamente sois los tres únicos sobre la embarcación en saber empuñar una lanza o una espada.