Partida Rol por web

LA ZONA DEL PUERTO EN MÉLVONT

Undécimo día de Uktar (el Podrido), Año de los Dragones Solitarios (1373 CV, Cómputo de los Valles)

Acabáis de llegar a Mélvont, ciudad situada en la orilla noroeste del Mar de la Luna con la reputación de ser un lugar plagado de peligros e intrigas, al tiempo que promete aventura, riqueza y fama.

Sois portadores del sello de Woarsten Nanther, patriarca de una poderosa e influyente familia noble de la ciudad, que os ha convocado para solucionar el grave problema que lo abruma, la repentina desaparición de su hijo Oreal, a cambio de una gran cantidad de oro. El sello os ha proporcionado vía libre al interior de Mélvont; eso sí, tras una inspección minuciosa de la guardia, que parecía extremadamente recelosa.

Una vez dentro, observáis que se trata de una ciudad sucia de calles laberínticas, atmósfera cargada de brumas y locales de mala alcurnia.

¡No bajéis la guardia!

Mmm, comenta Wuzuk harto de tanto registro y manoseo. La verdad es que un sitio tan cerca de las tribus orcas y de los bastiones del Mal no puede albergar nada bueno. Busquemos a ese noble.

T´rijss se mueve de forma sigilosa por las calles, preguntando aquí y allá a los comerciantes. Ese registro tampoco le ha gustado, así que después de un rato de indagaciones se dirige a la mansión.

Tras entrar en la ciudad con sus compañeros, Beren se relaciona con la gente en busca de información de utilidad para la aventura que acaba de emprender.

Más centrado en su propio mundo interior que en aquello que lo rodea, Wuzuk apenas es capaz de percibir nada más allá de la inmediatez del grupo con el que viaja.

A menudo se dice que Mévont es la capital del Mar de la Luna. Se trata de una ciudad cuya principal característica reside en las frecuentes y agrias disputas existentes entre sus familias mercantes, de las que destacan por su poder e influencia las casas de Bruil, Nanther y Leyraghon.

A pesar de que es una ciudad sucia e inhóspita, las posadas y tavernas de Mélvont suelen estar bastante aseadas y ser relativamente seguras, lo cual no debería sorprenderos lo más mínimo, pues parece que la mayor parte de los negocios de la ciudad tiene lugar en dichos locales. La posada del Nido del Cuervo sobresale por su exquisito menú y por ofrecer los lechos más confortables de Mélvont.

Normalmente la ciudad es un lugar escandaloso y peligroso a los ojos de un viajero solitario y desarmado. Sin embargo, hoy está bastante apagada y muy vigilada por la guardia. La gente os mira con sospecha mientras se afana en sus recados.

A menudo se dice que Mévont es la capital del Mar de la Luna. Se trata de una ciudad cuya principal característica reside en las frecuentes y agrias disputas existentes entre sus familias mercantes, de las que destacan por su poder e influencia las casas de Bruil, Nanther y Leyraghon.

A menudo se dice que Mévont es la capital del Mar de la Luna. Se trata de una ciudad cuya principal característica reside en las frecuentes y agrias disputas existentes entre sus familias mercantes, de las que destacan por su poder e influencia las casas de Bruil, Nanther y Leyraghon.

A pesar de que es una ciudad sucia e inhóspita, las posadas y tavernas de Mélvont suelen estar bastante aseadas y ser relativamente seguras, lo cual no debería sorprenderos lo más mínimo, pues parece que la mayor parte de los negocios de la ciudad tiene lugar en dichos locales. La posada del Nido del Cuervo sobresale por su exquisito menú y por ofrecer los lechos más confortables de Mélvont.

Normalmente la ciudad es un lugar escandaloso y peligroso a los ojos de un viajero solitario y desarmado. Sin embargo, hoy está bastante apagada y muy vigilada por la guardia. La gente os mira con sospecha mientras se afana en sus recados.

Los vástagos de las casas más influyentes de Mélvont han desaparecido. Matones a sueldo vagan por las calles en su busca, aunque suelen terminar siempre encontrando gresca.

El grupo deambula por las calles de Mélvont hasta que finalmente logra encontrar la mansión de los Nanther. Una vez allí, el sello que portan es inspeccionado minuciosamente por los sirvientes antes de que sean invitados a pasar a un enorme y lujoso salón en el que les atienden con gran hospitalidad. Al cabo de un rato hace su aparición el señor Nanther.

Woarsten Nanther entra en la sala apoyándose en un bastón de marfil y punta de oro cuyo mango es la cabeza de un ibis. Aunque va bien vestido y es capaz de fingir una ligera sonrisa, su descuidada apariencia sugiere que no ha pegado ojo en los últimos días. Prescindiendo de presentación alguna, se desploma sobre un sillón acolchado y fija su férrea mirada en vosotros.

-Les pagaré 1.000 monedas de platino si encuentran a mi hijo: Oreal. Ya sé que es mayor de edad y que desconozco las actividades que realiza diariamente, pero hace cinco días que falta, demasiados… Y lo que es peor, crece el rumor de que otros jóvenes nobles también han desaparecido.

-He agotado toda línea de investigación prudente. Sin embargo, me temo que con los recientes, y cada vez más frecuentes, saqueos orcos y la tensión causada por la desaparición de nuestros hijos, he llegado a un callejón sin salida. A buen seguro, ustedes, en calidad de agentes neutrales tendrán mejor fortuna. No obstante, como señor de esta familia debo advertirles de que tengo muchos enemigos, tanto dentro como fuera de Mélvont. No hay duda de que hay alguien que intenta aprovecharse de la ocasión para desautorizarme. Es intolerable la mera de idea de que destruyan la Casa Nanther, pero así es la política de esta maldita ciudad.

-Les ruego que encuentren y traigan de vuelta a mi hijo, a la fuerza si es necesario, pero sano y salvo. Hagan lo mismo con los otros jóvenes si dan con ellos, ya que seguramente las otras Casas acusarán a la nuestra de cualquier daño que sufran sus vástagos. Sin embargo, el platino que les ofrezco será sólo por el regreso de Oreal, por supuesto.

Wuzuk, algo incómodo desde que llegó a la ciudad, pregunta inocentemente: ¿Y cuáles son las otras casas afectadas? No estaría bien que buscásemos a un chico y nos olvidásemos de los demás. Especialmente, si pensando en que ellos también falta, tal ve averigüemos algo que, centrándonos sólo en vustro hijo, pasaríamos por alto.