Partida Rol por web

Hilos invisibles

Capítulo 0: Resonancia (Milka)

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09/10/2015, 21:32
Narrador

Capítulo 0: Resonancia

Cuando él murió, ella dijo que fue el peor día de su vida. 
Porque se dio cuenta muy tarde que lo mejor de su vida era su amor por él.

Hamburg, 30 de Junio de 2015.

08:05 horas.

Han pasado veinticuatro horas y todavía no has encontrado nada en tu mente que pueda explicar lo que viste. Tus manos se mueven de forma automática mientras repites los movimientos de cada mañana. Despertar a los niños. Despertar a Aharon. Asegurarte de que las peleas por quién se ducha primero no lleguen al derramamiento de sangre. Preparar los desayunos con ayuda de aquel que habría dado lo que fuera por ser tu marido en todos los sentidos de la palabra.

Tus ojos revisan el reloj cada poco, esperando ese momento en que sus agujas encajen a la perfección con las del recuerdo en tu memoria de la mañana anterior. Y cuando está a punto de suceder sientes un cosquilleo en la espalda. Sin embargo, las agujas alcanzan ese punto y lo sobrepasan sin que nada suceda. Sin que vuelvas a verla. Pero no lo necesitas para recordar. De hecho puedes no sólo acordarte de ella, sino acordarte de todas las veces que has revivido ese momento en tu mente, como si tú, ella y el resto de la realidad fuerais parte de un mismo cuadro que viviera en tu memoria.

Ni siquiera estás segura de qué fue lo que viste. Estabas acercándole la jarrita con la leche a Dorian cuando de repente había una mujer. Estaba allí, en tu cocina, sentada sobre una cama tan incongruente como su presencia. Y sin embargo ella parecía sentirse tranquila con su visita. Gloriosa. Vestía un camisón arrugado y su piel estaba cubierta por una capa de sudor. Sus ojos enormes y desorbitados se cruzaron con los tuyos y sentiste una extraña conexión con ella. Sentiste su dolor y su emoción. Su sonrisa te envolvió, y a pesar de que durante un instante una sensación de peligro te invadió, los segundos pasaron y esta fue disipándose en el aire como una cuerda de arpa vibrando cada vez menos hasta volverse inaudible.

Puedes recordarla en tu mente con tanta claridad como el día anterior. Cada pequeño detalle de esa habitación de hotel que viste durante un breve parpadeo. El papel de las paredes, monótono y repetitivo. La penumbra, mostrándote sólo el contorno de las cosas. La luz de la luna entrando por la ventana y dibujando para ti la esquina de un puzzle al que le faltaban demasiadas piezas como para que cobrase sentido. Repasar la imagen una y otra vez no te ayuda a comprenderla. El sonido de la jarrita de la leche rompiéndose se repite en tu mente en el momento preciso. Y aunque en aquel momento no viste a nadie más con ella, siempre tuviste la certeza de que no estaba sola. 

Todo fue algo confuso después. La mujer emitió un largo suspiro mirándote directamente a los ojos. Tus pupilas y las suyas parecían unidas por un hilo fino e invisible, como si fueran dos vasos de yogur y vuestros cerebros las usasen para comunicarse de una forma que no comprendías. Luego abrió la boca como si hablara con alguien, pero no te llegó su voz. Y entonces... Entonces un sonido rompió el ambiente tanto en tu cocina como en aquel hotel. El estruendo de la pólvora estallando, detonando una bala y una vida. Con el sobresalto inicial no llegaste a ver el agujero que atravesaba su cabeza, pero no te hizo falta para saber que estaba ahí. Y pudiste sentir cómo todo se apagaba mientras ella caía hacia atrás, rebotando en el colchón. En el último instante en que miraste al frente pudiste ver la salpicadura que aquel disparo había dejado en la pared. Casi parecía una flor. Un lirio oscuro, sombrío y cargado de muerte. 

Apenas transcurrió un pestañeo antes de que tu cocina volviese a ser la misma. Aquella cama había desaparecido llevándose a la mujer que descansaba en ella. Los últimos ecos de aquel disparo aún resonaban en tu cabeza, y no se apagaron hasta que no dejaste de ver aquella habitación de hotel. La leche todavía se estaba derramando a tus pies y el sonido de la porcelana rompiéndose aún no se había desvanecido en el aire. Podías notar que tu familia no había visto nada en su forma de mirarte y reclamar tu atención... Tal y como están haciendo ahora. 

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10/10/2015, 19:52
Ariel Cohen

- Mamá. Mamá. ¿Ya te has vuelto a quedar atontada? - Dice Ariel mientras mueve una mano por delante de tus ojos, poniendo los suyos en blanco. - Ten cuidado no rompas nada esta vez.

- Oh, no me puedo creer que no me estés escuchando. ¡Mamá! ¡Necesito que me hagas caso! Esa ha vuelto a hacerlo, ¿sabes? Estoy segura de que ha hecho trampas en el examen de Biología. Hace dos semanas en la clase del señor Pauls no tenía ni idea de lo que era una partición celular... ¿Y ahora de repente saca un sehr gut en el examen? ¿Catorce puntos? - Niega con la cabeza, cargada de razón. - No me lo trago.

Sólo faltan dos semanas para los exámenes finales y tu hija acusa cada vez más la rivalidad con su compañera Astrid. Aunque no puedes dejar de preguntarte si la otra implicada en esa carrera es realmente consciente de que lo está. 

- ¿Quizá debería presentarme para delegada de curso el año que viene? He oído que esa se lo está planteando, pero sería una delegada terrible. - Te mira entonces y sus ojos se abren enormes con la idea de una tragedia de esa magnitud. - ¿Te imaginas?

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10/10/2015, 20:02
Vivian Cohen

Tu otra hija también parece necesitar algo de ti, aunque en su caso espera su turno con la mirada sombría y expresión hosca. Aprovecha en cuanto la voz de Ariel se silencia un instante para señalarte la caja de cereales que tienes junto a ti.

- "Mamá" -dice, remarcando la palabra con un gesto de comillas a ambos lados de su cara-, pásame los Mini Wheats. - Pide con un tono que es más bien una exigencia, señalando la caja con la mano antes de que una mirada de Aharon la obligue a añadir algo más, dos palabras dichas a regañadientes. - Por favor.

Y mantiene la mano extendida, esperando que pongas los cereales en ella y sin quitar de su cara esa mueca de sé-que-no-eres-mi-madre a la que ya os habéis acostumbrado.

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10/10/2015, 20:20
Dorian Cohen

Es, sin embargo, otra mano la que coge la caja y se la acerca a Vivian: la de Dorian. El último de tus hijos está de pie a tu lado y te dedica una sonrisa afectuosa después de proporcionar a su hermana lo que pedía. 

- ¿Estás bien, mami? - Pregunta entonces con tono meloso. Sus labios amplían su sonrisa y sin pedir permiso apoya la cabeza en tu hombro y te rodea con los brazos para estrecharte contra él. Demostrando una vez más que sigue siendo tu pequeño, por mucho que su apariencia ya sea la de un hombrecito.

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13/10/2015, 17:10
Milka Bendij

Mis ojos siguen clavados en la pintura salmón de la pared que encierra el espacio del desayuno en la propia cocina, viendo una vez más la monotonía de un papel que no le es propio y jamás hubiese escogido ni regentando un antro de los que Dallas frecuenta.

A penas lo he visto unas mil veces en las últimas veinticuatro horas y ya lo odio y lo temo, por esas motas rojizas que sé que aparecerán al final de la secuencia, justo después del estruendo que me encoge el corazón y me paraliza los pulmones, y cuya estela sonora ahogo siempre con el miso grito, sobresaltada como la primera vez, o quizás más.

Me desorienta y me obsesiona no conocer en qué punto del dibujo encefálico de mi cerebro esta almacenado el origen de ese recuerdo. Recuerdo no recordarla hasta el momento en que la vi en mi cocina, a ella, y a su atretzzo, resultando tan imposible a mi comprensión como real real para mis ojos.

Aun me encontraba esperando la sensación húmeda y fría en mis pies por la leche derramada en un día anterior, cuando la sombra del movimiento de la mano de mi hija frente a mis ojos me arranca de mis pensamientos, de ese pozo sin fondo que es mi cabeza.

Cierro entonces los ojos, prometiéndome que serán solo dos segundos, lo justo para centrarme en mi realidad, en esa la montaña de información que vierte Ariel sobre mi. - Parece que hoy se ha despertado de buenas. - agradezco a Dios por ponerle un bozal de vez en cuando a sus hormonas - Sin duda tu eres mil veces mejor, hija.- respondo por inercia, con sinceridad no objetiva, y sabiendo que no quiere más que una confirmación de sus propias ideas y convicciones. Las primeras palabras después de que las manecillas del reloj tomasen aquella línea casi recta sobre su esfera, marcando las ocho y cinco, salen de mi garganta algo raspadas y atonas.

Siento como todavía me tiemblan las manos, cuando alargo mi brazo al espacio ya vacío dónde recuerdo que estaba la caja de Mini Wheats, y es entonces cuando siento las brazos más dulces que he conocido envolverme y atiendo al verdadero príncipe de mi corazón para escuchar sus palabras a destiempo.

- Sí, todo bien. - miento con ese perdón divino que tienen todas las madres y por lo que me disculpo en un gesto secreto, apoyando mi cabeza en la suya medio segundo antes de girarme con suavidad pero deshaciéndome de su abrazo para tomar su cabecita y besarle en el pelo - No te preocupes y desayuna. - le sonrió con cariño empujándolo hacia la mesa con suavidad para luego volver a comprobar el reloj y llenarme en un suspiro - Ya vamos tarde. - declaro en una mirada a Aharon preguntándole con una ligera elevación de cejas si hoy puede llevarlos él al colegio o tiene trabajo.

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13/10/2015, 23:55
Ariel Cohen

Una sonrisa de oreja a oreja es la respuesta de Ariel, acompañada de un asentimiento de cabeza. - Pues si tú crees que yo lo haría mejor, está decidido: me presentaré. - Entonces rueda los ojos y hace un gesto con la mano, como si estuviera resignándose a hacer un gran sacrificio por un bien mayor. - Estoy dispuesta a hacer lo que sea antes de que dejemos el destino de nuestra clase en manos de esa.

Su atención se desvía entonces hacia Vivian, que está llenándose por tercera vez el bol de cereales. - Ya te puedes dar prisa en acabarte eso -dice, con toda su voz cargada de autoridad de hermana mayor-. Porque si no, vamos a llegar tarde. Y no puedo llegar tarde, tengo química a primera hora y vamos a elegir temas para el proyecto de ciencias de este semestre. Como esa se pida el que yo quiero antes que yo... 

La mueca de su boca da a entender que no podría suceder nada peor en el mundo entero y tras esas palabras, que sólo reciben una mirada sombría por parte de su hermana, se levanta, lleva su taza y su plato al fregadero y sube a su cuarto a buscar la mochila.

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14/10/2015, 02:24
Aharon Cohen

Puedes notar perfectamente cómo Vivian ralentiza el ritmo después de las palabras de Ariel. Empieza a jugar pescando con una deliberada lentitud cada uno de los cereales de su bol para comerlos de uno en uno. Dorian por su parte, más empático que cualquiera de sus hermanas, sigue tu mirada hacia el reloj y luego hacia Aharon y se apresura en terminar su desayuno y marcharse a preparar sus cosas. 

Un asentimiento con la cabeza es la respuesta de tu marido a tu petición muda. Aunque, tal vez por si acaso el asentimiento no había sido suficiente, estira la mano para apretar tu hombro con delicadeza y lo pone también en palabras. 

-Yo llevo a los niños de camino a la notaría. -Su voz es grave y su tono suave. El tono que, después de años de repeticiones en tu mente, has aprendido a identificar como el que pone cuando se preocupa por ti. -Tú descansa un poco, Milka. Tienes mala cara. Quizá estés incubando algo. 

Se gira entonces hacia Vivian y ladea la cabeza, poniéndole una expresión de "vamos a llevarnos bien, ¿por favor?". Y parece funcionar porque tu hija empieza a comer con una pizca más de brío. 

Diez minutos más tarde ya están los cuatro saliendo por la puerta. Ariel continúa charlando incesantemente mientras sale al jardín y Vivian ha vuelto a ponerse ese horrible lazo morado en el pelo que ha estado usando la última semana. Dorian corre hacia ti para darte un beso de despedida antes de salir también, dejando que Aharon sea el último en salir de la casa. 

Tu marido te hace un gesto desde la puerta y puedes ver de nuevo ese poso dulce y amargo en su mirada. Esa disposición a esperar eternamente por una pizca de esperanza, al mismo tiempo que se conforma con lo que tiene. 

- ¿Necesitas que traiga algo de la tienda al volver? -pregunta, ya con la puerta abierta y un pie fuera, esperando tan sólo tu respuesta antes de marcharse y dejarte sola-.

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16/10/2015, 01:12
Milka Bendij

Era un regalo ver sonreír a Ariel, obtener un nuevo cromo de esos tan buscados y valorados por su escasez para mi colección personal. Y por consideración hacia mi misma me paro a disfrutar de ese momento antes de que mi piel reaccione al terremoto inevitable que acabo de provocar erizándome los pelos de la nuca. -Delegada.- valoro -Sin duda es una virtud más para su expediente académico, y la dedicación al colegio más allá de los estudios siempre ha sido bien visto en las universidades. Bueno,- me resigno sabiendo que el poder siempre ha encajado en Ariel como un vestido de gala, iluminando su rostro y agrandando su ego -aguantaremos portazos, agobios, oírla despotricar y hacer morros, hasta que vea cumplidos sus éxitos. No viene de aquí.- resumo el próximo año mientras la contemplo con ojos enternecidos recuperando cada uno de sus pasos, en un pestañeo, mientras ella sigue liderando a sus hermanos, con esa determinación que en otros tiempos me había arrancado lágrimas a escondidas y me había hecho temblar el pulso a la hora de corregirla; y que ahora no puedo entender más que como la constatación de que tiene un destino en la vida, un importante papel en el plan de Dios para el que necesitaba la fuerza de mil leones.

Cuando su cabecita rubia desaparece escaleras arriba, estiro el brazo hacia el grifo del fregadero y con un ligero toquecito hago surtir un pequeño chorro para aguar la aureola de los restos de leche de su bol de cereales. Y con la misma costumbre, clavo mi mirada en Vivian apresurándola sin mediar palabra, su juego, sus reglas. Es entonces cuando siento el gesto de Aharon sobre mi hombro y mis labios me sorprenden estirándose en una sonrisa espontánea que finalizo llevando mi mano contraria sobre la suya para apretarla primero, haciendo aprecio de su apoyo, y luego darle dos palmaditas que aseguran que no debe preocuparse por mi antes de dejar caer mi mano, acariciando sus dedos, hasta que la gravedad la devuelve a su sitio.

- Gracias, y estoy seguro que ellos también te lo agradecerán. - bromeo con el odio que mis hijos sienten hacia mi conducción y obligada por el mismo temor que aumenta las distancias cuando me pongo al volante añado - Pero sobretodo no corras, por favor.- siento como las dos últimas palabras pensan en mi voz tanto como en mi corazón que se encoge para rasgar de nuevo una herida que jamás se cerrará del todo. Y sin comprender porqué esta vez el sabor amargo del último abrazo de Adam hace resurgir en mi mente la profundidad de los ojos que conocí ayer y la flor de sangre que su dueña pintó sobre la pared.

Me volteo y finjo fregar los platos, mientras intento desenrojecer mi mirada y cazar las pocas lágrimas que logran abandonar mis ojos antes de que dejen un rastro notable en mis mejillas.

Dispongo de diez minutos para calmarme, o, al menos de parecerlo, antes de que mis eternamente pequeños salgan de casa, sin mi. El toque mágico del beso de mi hijo, tan natural, voluntario, dulce y considerado me reconforta por dentro y tomo de él las fuerzas que necesito para enfrentar la frialdad de Vivian. Me preocupa independientemente de lo que diga Kurt, quiero creer que atribuirlo a la adolecencia esta bien, pero me resulta inevitable quebrarme por dentro cada vez que me rechaza, sentir que le he fallado y no saber cuando aun cuando he repasado su crianza una y otra vez.

- ¡Eh, leonina! - llamo la atención de Ariel interrumpiendo su verbolera - ¿No se te olvida algo, hija? - extiendo ambos brazos reclamando mi abrazo de despedida y hundiendo mis labios en su pelo, una parte de mi teme dejarla marchar. Pero sus prisas deshacen el abrazo y entonces me dirijo a Aharon - No pases por la tienda, descansaré e iré yo. - respondo acercándome para sacudirle una migaja del desayuno de esa barba que me recuerda constantemente que cada día desgarro un poco más su alma - Ten un buen día. - le deseo como despedida, evitando mirar en esos ojos que me evocan sentimientos contradictorios, encendiendo mi sangre por su traición y oprimiendo mis entrañas por la culpabilidad de considerarlo como tal, en vez, de aceptarlo como la bendición que podría ser.

Una vez sola en casa, termino de limpiar la mesa, y ordenar de nuevo la cocina, colocando cada cosa en su lugar con una precisión milimétrica. Me divierte, más que obsesiona, solapar las imágenes de mis recuerdos, hace que todo parezca más simple, calmado, cotidiano...

Resoplo aborrecida tras el pequeño puzzle, el entretenimiento era tan efímero como el de los juegos de bebés que les piden insertar la redonda en la redonda, el cuadrado en el cuadrado y el triángulo en el triángulo. Suspiro esta vez, aceptando que necesito respuestas, y que no hay mejor momento que la soledad para buscarlas.

Voy entonces al salón, y tras agarrar el viejo portátil de mi suegro, me lanzo al sofá con el gusto de hacer algo que prohíbo a mis hijos. Espero y espero repicando al límite de la carcasa del pc hasta que finalmente me permite trabajar con él y entonces me apresuro a introducir en el buscador de internet "alucinaciones and muy reales and emociones".

Mientras espero que proceses ya he lanzado mi mano al teléfono de la mesilla que queda junto al sofá para llamar a Dallas. Si hay alguien en este mundo que sepa y tenga una explicación para todo, es ella.

Notas de juego

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18/10/2015, 00:00
Aharon Cohen

La promesa implícita y muda que había teñido los ojos de tu marido tras tu petición en la cocina sigue aún presente mientras Ariel te devuelve ese fugaz abrazo en el umbral de la puerta. A pesar de la gris resignación que a veces parece presionar sus hombros Aharon tiene por costumbre hacer lo que dices. En ocasiones por hacerte feliz y en otras por hacer las cosas más fáciles. Hay un último grupo, el de la pura inercia, y aunque para otras personas podría ser difícil saber en cuál clasificar su aceptación para ti es tan sencillo como superponer su reacción a las que ha tenido los cientos de veces que habéis vivido situaciones parecidas.

- Lo mismo digo -enuncia con naturalidad aprendida antes de apretar tu hombro con suavidad-. Si te encuentras mal o necesitas cualquier cosa, llámame -te pide al final-.

Y cuando tus ojos pueden buscarle sin la posibilidad de encontrarse con los suyos es porque lo único que queda de él es su espalda al alejarse.

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18/10/2015, 00:07
Teléfono

Ya a solas el tiempo pasa demasiado lento. Es como una gota de brea que por más que se esfuerce no termina de caer hasta que alguien toma la decisión de intervenir para empujarla. Y esa misma decisión es la tuya cuando te diriges al ordenador y realizas esa búsqueda que tanto has retrasado. El buscador no tarda en arrojarte los resultados, pero para cuando lo hace ya están sonando en tu oído los primeros tonos de la llamada a tu amiga, tan iguales a los de cada una de las llamadas que has realizado en los últimos años. Tarda en coger, como cada vez que has optado por llamarla a una hora tan temprana, y su voz se oye tan somnolienta como de costumbre.

- Hola, Milkibar -suena al otro lado del teléfono-.

Delante de ti, en la pantalla, parece que todos los resultados que tu ordenador te ofrece están relacionados de una u otra forma con desórdenes de algún tipo: esquizofrenia es el principal, seguido por pensamiento obsesivo y narcolepsia.

- Qué pronto, ¿no? -Pregunta. Y aquello parece más un pensamiento en voz alta al ver el despertador que un reproche. - Venga, cuéntale a tu amiga Dally qué te pasa -dice con la determinación de alguien que, a pesar de estar recién levantado, está totalmente dispuesto-.

Sin embargo antes de que respondas hay algo que llama tu atención. Sólo habías apartado un instante la mirada de la pantalla, y al volverla a mirar puedes ver cómo toda esta ha cambiado. Lo que se muestra ahora no es más que una sucesión de caracteres que no logras entender pero que tu mente, plagada de piezas de un puzzle que se construye solo, localiza rápidamente como símbolos japoneses.

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19/10/2015, 14:15
Milka Bendij

A medida que voy descendiendo por los resultados de la búsqueda, pasando mis ojos con prisas por las líneas de letras para darles solo un poco más de atención a las destacadas en negrita, los nervios por el desagrado de las palabras tan crudas que me muestran se apoderan del ritmo de mi corazón de empieza a agitarse como solía hacerlo las noches en que mis padres me abandonaban en casa de tía Becca y ella no encontraba entretenimiento mejor que llenarme la cabeza con historias de fantasmas y demonios que jamás han dejado de afectarme.

En la pantalla, nada tiene buena pinta, así como nada parece ser compatible con una labor sana de madre, aun así la narcolepsia tuerce mis labios en una mueca que la valora como la mejor de las opciones e incluso me resulta envidiable hasta que la voz de Dallas me aparta de la pantalla para buscar la hora en el reloj de pared.

- Lo cierto es que me gusta estar despierta. - reflexiono para ella y para mí - Bueno días, Dallas. Que es eso que hay después de la madrugada... - bromeo degradando mi voz hasta el susurro inconsciente que finaliza aquellas palabras que ya han empezado a escalar por mi garganta - ¡Tía! - deslizo el dedo por la membrana del ratón sin dirección ni sentido especifico mientras mis ojos dibujan un patrón similar entre los caracteres japoneses - Los chino-japoneses han hackeado el ordenador de mi suegro. - espeto anonadada y me apresuro a apretar insistentemente el botón de encendido/apagado para desmontarles el chiringuito - Ahora tendré que llevarlo a que le quiten el virus. - suspiro bajando la pantalla sin mimo ni cuidado- Perdona, Dal, no te he despertado para eso, ¿puedo verte?

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21/10/2015, 00:40
Teléfono

Tus palabras parecen llegar de manera clara al otro lado de la línea. Sin embargo, allí se toman su tiempo para penetrar en el somnoliento cerebro de tu amiga. Mientras tanto el reloj de pared te devuelve una conjunción casi perfecta entre las dos agujas: las ocho y media. Es entones cuando la voz de Dallas te llega de vuelta. Por el sonido de su respiración parece que se esté levantando en ese mismo momento.

- Buenos días -te responde de buen humor-. Oye, tía, no te lo vas a creer -prosigue entonces, a punto de continuar tu broma-. En el cielo hay algo muy raro. Es como la luna, pero más brillante, ¿alguna vez lo habías visto? Tiene que ser lo que decían los mayas. Se va a acabar el mundo -asegura sin que en ningún momento parezca que habla en serio-.

Es entonces cuando escucha lo que dices sobre el ordenador, y no tarda en ofrecerte una razonable explicación. Mientras tanto, en tu pantalla, da igual lo que hagas: por más que mueves la membrana del ratón nada cambia en tu terminal. Parece haberse quedado atascada y estática.

- Bueno, lo hacen siempre -expone-. Es para coger tus datos personales y mandarte publicidad de cosas que compres para que lo hagas en sus páginas. Pasa siempre que te bajas demasiado porno -dice con naturalidad-.

Mientras tanto hay un momento en que la oyes más lejana, como si te hubiera puesto en manos libres, y no tardas en adivinar que debe estar poniéndose una camiseta.

- Claro, nena. Voy enseguida. -Hace una pausa y añade una condición. - Pero me invitas a desayunar. Cuenta el tiempo. En veinte minutos estoy allí. ¿Pasa algo? O bueno, no te preocupes, ahora me cuentas -asegura-.

Y tras aquellas palabras no tarda en despedirse y colgar.

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21/10/2015, 01:02
Dallas Turner

Realmente ni siquiera llegan a pasar aquellos veinte minutos prometidos. Para otras personas puede que sí, que esa sea la cifra con la que se queden, pero cuando suena el timbre y tus ojos encuentran una vez más el reloj a tu memoria viene la figura con el minutero señalando hacia el suelo de un rato atrás, sin error posible.

Al otro lado de la puerta se encuentra Dallas, y en cuanto abres no tarda en dar un paso al frente con una sonrisa y rodear con un brazo tu cuello, estrechándote con rapidez contra ella durante un instante. Luego, con naturalidad, da un par de pasos para entrar en tu casa. Va vestida con unos tejanos cómodos y una camiseta negra. Su pelo está cepillado igual que todas las veces que sólo se lo peina con prisa, y su rostro carece de maquillaje.

- Bueno, cuéntame -te dice entonces, extendiendo un brazo en tu dirección para echar el pelo que cae sobre tu hombro hacia atrás-. ¿Qué ha pasado?

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21/10/2015, 15:52
Milka Bendij

Escuchar a Dallas me tranquiliza, el timbre de su voz despierta en mi cerebro una efervescencia de recuerdos ligados a la seguridad y la serenidad. Sus palabras me envuelven en una canción de nana para adultos haciendo que desatienda al problema del ordenador hackeado para estirar mis labios en una risa poco acostumbrada a salir de ellos tan temprano.

Dejo que ella misma pregunte y se responda, y aunque no le respondo ni a sus condición de que ponga el desayuno sé que ella sabe que cuando llegue tendrá el café puesto en la mesa y todavía caliente. -  Gracias, Dal. Te espero. - me despido escuetamente, y doy gracias a Dios de que no tenga que ganarme la vida hablando por teléfono pues está claro que si fuera por mi habilidad para desenvolverme con él y la palabra moriría de hambre. Pero Dallas nunca había necesitado más, ella era la superheroína con la que todos los niños sueñan, el señor lobo de las madres, mi mejor amiga y bendición.

Estiro el brazo hacia la mesilla auxiliar para colgar el teléfono, mientras la otra mano imita automáticamente el gesto para liberar un bostezo contagiado y liberado a destiempo. - Veinte minutos. - me repito buscando la presión de tiempo para ponerme en marcha, aparto el portátil de mis piernas para abandonarlo sobre los cojines del sofá, ahora mismo, es tan útil como una piedra. Llevo los pies al suelo, descalzos, y al sentir una vez más el frío de la baldosa, dentro de ese innecesariamente caloroso verano, me alegro de haber cedido a la costumbre de los cohen de pasearse sin zapatos por casa. De camino a la cocina, de la que parece que no acabe de salir nunca, me aseguro de que los bajos de la camisola no hayan quedado enganchados con la cintura del pantalón al mal sentarme en el sofá.

Mis pies dudan en dar el último paso al interior de la cocina, llevando a mis ojos al reloj de la pared como avanzadilla, y tras una confirmación de que todo está en orden, me encamino a la pica que todavía tiene al lado la cafetera a medio secarse y la preparo de nuevo para dejarla sobre uno de los fogones que no encenderé hasta diez minutos más tarde. Aprovecho asimismo para comprobar que necesitaré comprar en el super y empezar a preparar tortitas para Dallas.

Aun no había terminado de subir el café cuando suena el timbre y corro a abrir la puerta, prácticamente deslizándome por el pasillo como tengo prohibido hacer a mis hijos, por las mismas razones por las que a estas alturas yo podría tener ya un par de dientes rotos.

Sentir su abrazo siempre me resulta agridulce, es excesivamente parecido al de una madre, al de un suegro, al de Adam, a todos aquellos que echo de menos, tan fuerte y cálido como ella misma y tan efímero como las vidas que han establecido el ritmo de mi corazón, con la clara excepción de mis pequeños. Me hago a un lado para que pase, desviando por un segundo mi mirada a sus pies; nunca le he hablado de la manía heredada de Aharon, y siendo sincera conmigo misma, si se lo contara a Dallas, y siendo una norma de mi marido, no tengo claro que su respuesta no fuera una risa seguida de caso omiso.

- El café está en el fuego. - alargo el momento de hurgar en mis delirios, utilizando  esa excusa para conducirla a la cocina.

*Acompañada no me impresiona tanto volver a entrar, aunque también influye el hecho de haber estado en ella sola sin que pasara nada. Le sirvo entonces las tortitas, divertida con la idea de cuidar de ella por una vez, aunque fuera con algo tan simple como alimentarla.

- Enloquezco. - arrancó sin preparación alguna del terreno mientras le pongo la taza de café en la mesa - Google dice que mínimo es esquizofrenia.  - pinzo con dos dedos un mechón de mi pelo y me lo llevo a la boca para morderlo despistadamente antes de seguir - Ayer alucine. - aclaro al fin con los ojos desorbitados y busco asiento junto a ella - Había una mujer, rubia, con unos ojos enormes y profundos, aquí ...- señalo con la mano el tramo de pintura salmón que ayer era papel y callo asustada, sintiendo un dolor y emoción que me son ajenos, que no me llevan a más tiempo y recuerdo que Ella. Siento como el pulso se me acelera y esa mano que antes señalaba un lugar ahora intenta alcanzar el recuerdo de esa mujer para apartarla de un disparo que me arranca una vez más un grito tras una segunda mano temblorosa.

Siento mis ojos humedecerse, y busco el suelo avergonzada por cómo se quiebra mi cabeza - Dal, ella me miraba, sentí una conexión y sé que su sonrisa era para mí.  - le explico intentando tragarme esas lagrimas acumuladas en el bajo párpado de mis ojos - La sentí, era tan real como tú, o ese cuadro que no sé porqué no hemos tirado ya. - vuelvo a entornar mi cuerpo hacia ella - Pero no existe. ¿Qué me está pasando, Dally? - busco aquellos ojos que encienden mi paz con una disculpa por asustarla- Llevo mucho tiempo sin tomarme un solo Silenor**. - me adelanto a la que creo que será su primera teoría y corriendo un tupido velo al incidente dos segundos anterior le acerco el sirope de miel. 

Notas de juego

* Si no me sigue ignorad de aquí para abajo. Y edito. 

** Pastillas para dormir. 

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23/10/2015, 21:40
Dallas Turner

Los ojos de tu amiga después de su pregunta te observan durante un instante con la profundidad de quien no espera una respuesta breve, y tu aportación sobre la ubicación del café no hace más que apoyar esa idea. Al seguirte sus pasos son resueltos. Siempre se ha movido por tu casa - y probablemente por la de cualquiera - casi como si fuera la propia, y con el paso de los años aquello no había hecho sino pronunciarse más.

Una vez en la cocina ella no tarda en sentarse de lado, apoyando uno de sus brazos en el respaldo de la silla en una postura clara de escucha. Sus pupilas se cuelgan entonces de las tuyas, y se apartan sólo en el momento en que señalas el lugar que un día antes ocupaba la mujer. Tus palabras no parecen alterar a tu amiga, ni tampoco preocuparla en demasía. Más bien parece asimilar lo que dices, como si fuera una posibilidad más. Algo que, simplemente, ha sucedido, y de lo que ahora tendréis que ocuparos.

- En primer lugar -te dice poniéndose en pie para, con toda la confianza del mundo, coger la miel antes de volver a su sitio-. Pasa de Google -sentencia-. Cualquiera puede escribir en internet, y cada persona es diferente: los diagnósticos de unos no sirven para otros -asegura-.

No llega a tomar bocado todavía, sino que se inclina un poco hacia adelante, dispuesta a explicarse. - Una amiga mía estaba súper asustada porque según Google tenía todos los síntomas de un cáncer de riñón, y luego era sólo que le sentaba mal la canela -expone, y entonces hace una pausa. Su mente parece estar buscando entonces qué es lo que puede venir después del primer lugar-.

- Y en segundo lugar -continúa, llevando una mano a tu barbilla para obligarte a alzarla-.

Extiende entonces un instante el pulgar para acariciar tu mejilla en un gesto que trata de ser reconfortante. No hace ningún comentario, sin embargo, sobre las incipientes lágrimas de tus ojos: parece pensar que, si quieres llorar, eres libre de hacerlo. - Tienes tus cosas, pero eres la persona más cuerda que conozco -señala antes de hacer un gesto con la mano, dejando claro que lo que viene a continuación no es más que una broma para relajar el ambiente-. Quitándome a mí, claro -comenta con una pequeña sonrisa-.

- Si tú estás convencida de que esa mujer era real, es que lo era. ¿Por qué dices eso de que no existe? A lo mejor se coló en tu casa y al verla te dio un vahído, y cuando volviste a mirar no estaba -valora, aunque aquella idea no parece convencerla del todo-.

- ¿Has oído hablar de la memoria genética? -apunta entonces, como si algo acabase de encajar en su mente-. Los científicos aún la están estudiando, pero si alguien tiene de eso seguro que eres tú -afirma-. Resulta que valoran la posibilidad de que los recuerdos se almacenen de alguna forma en nuestro ADN, como si una parte del núcleo de nuestras células fueran cd's vírgenes -explica-. Dicen que eso aclararía cómo hacen los pájaros criados en cautividad para saber adónde emigraban sus padres, por ejemplo -enuncia antes de cambiar de postura-. Puede que lo que has visto sea algo de tus padres, o de tus abuelos. A lo mejor no te miraba del todo a ti, sino a alguno de ellos, y es como si lo vieras a través de sus ojos -dice, dejando unos segundos para que valores aquella idea-.

- ¿Qué dice Kurt? ¿Le has visto ayer, no? ¿Se lo has contado? - pregunta entonces mientras empieza, ahora sí, a verter la miel sobre las tortitas para acto seguido dar cuenta de ellas-.

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25/10/2015, 23:37
Milka Bendij

- Lo sé. - alcanzo a decir tras la orden de ignorar a Google y antes del inicio de su anécdota, aunque tengo por seguro que esas palabras caen en saco roto. Sin más remedio, y con prisas para llegar a la conclusión o moraleja de su historia, escucho la relajante voz de Dallas y aprovecho para retirar algunas de mis incipientes lágrimas con un rápido gesto, casi con desprecio hacia ese pánico que me azota.

Es entonces cuando me sorprende su mano y a pesar de estar acostumbrada a su contacto, retiro mi cabeza en un movimiento que me resulta impropio, receloso con quien ni quiero ni necesito serlo. Siento como con esa calificación de mi persona se desliza finalmente una primera lágrima de mi ojo derecho y tras de ella, mi cuerpo se queda frío con la sola excepción de mis labios que me hierven por la sangre que el llanto ahogado ha acumulado en ellos.

- Si tu debes ser mi modelo de cordura, arreglados vamos.- intento bromear para deshacerme de ese dolor ajeno que vive en mi piel.

Apoyo ambas manos en la mesa, para sentir la estabilidad del plano, e intentar calmarme, lo último que quiero es que mi cuerpo empiece a tiritar, aceptando que debo dejar salir más de lo que estoy dispuesta. Recuerdo la noche en que Dallas me salvo de los trillizos, la primera de ellas, la segunda y hasta la quinta. Me ha visto llorar otras veces, ha conocido mi desesperación y mi felicidad, pero aun no me ha visto derrumbarme en pleno día, y, de algún modo, conservar la fuerza cuando el sol todavía está sobre nuestras cabezas es importante para mi. Y tal vez todavía no sea tarde.

Limpio mis ojos cuando Dallas empieza a dar brochazos racionales a mi alucinación, escondiendo bajo una gruesa capa de hipótesis la idea de que se me haya ido la pinza, y a medida que desarrolla su teoría de la memoria genética, se ralentiza mi pulso y mis ojos se secan para dejar paso a una molesta sensación pegajosa en mis pestañas.

- Dios te oiga. - finalizo su discurso con esperanza y gravedad. - ¿memoria genética, dices? - comento con la mirada perdida valorando muy concienzudamente esa hipótesis - Eso explicaría porqué no la conocía antes de que reflotara, - asiento - y porqué sus sentimientos eran tan reales.

La miro entonces, y asiento un par de veces más, como si pudiera comprar con un acuerdo entre nosotras la realidad, dejando claro un "eso a sido" con un patético intento de sonreír como si nada me hubiese perturbado.

- Kurt ya está mayor.- me deshago de las culpas incluso antes de empezar a responder - Le vi, hablamos Aharon, de mi padre y de mis sueños. Pero esto no es su campo, lo hubiese solucionado con drogas. - cierro las manos sin apartar la muñeca de la mesa - No le dije nada.- atajo - Primero debo observarme para que tenga con qué trabajar.

Señalo hacia las tortitas con la nariz - ¿Están buenas? ¿Quieres más?

Notas de juego

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28/10/2015, 01:03
Dallas Turner

Dallas asiente y niega con la cabeza, tan seguido que casi parece que lo haga a la vez. - Están cojonudas -explica entonces-. Pero no quiero más. 

Se lleva el tenedor a la boca para saborear la miel que ha quedado pegada en el metal y parece aceptar con naturalidad que no le hayas dicho nada a tu médico. Cuando saca el cubierto ya totalmente limpio te señala con él en un gesto informal. 

- ¿Sabes qué? Creo que sé perfectamente a quién deberías ir a ver. - Hace una pausa y sus labios se estiran en una sonrisa tranquila. - ¿Te acuerdas de mi amiga Carla? La pelirroja... Ya sabes. - Su mano se mueve de arriba a abajo cerca de su cabeza, como si eso te indicase algo sobre el pelo de esa chica. Aunque ciertamente sabes de quién habla. La has visto un par de veces, aunque nunca demasiado rato. Al parecer se dedica a algo relacionado con una revista de moda y su principal motivación en la vida es ir de compras. 

- Bueno, pues resulta que su novio es un psicólogo, pero muy moderno, de estos que siguen las nuevas corrientes y eso. - Deja el tenedor sobre el plato y estira la mano para coger la taza de café y soplar su superficie suavemente un par de veces antes de seguir hablando.

- Precisamente fue él quien me habló de la memoria genética y sabe un huevo de cosas interesantes. Acaba de montar una consulta en el centro. - Se encoge de hombros y tantea la temperatura del café con un pequeño sorbo. - Hmmm, café... -suspira después, inhalando con fruición el aroma que sale de la taza- Necesitaba uno urgentemente, nena. 

Tras ese momento de respiro, sigue hablando. - Puedo llamar a Carla y que le pregunte a su novio si podemos ir a verle -propone entonces-. No tiene muchos pacientes todavía así que lo mismo tenemos suerte y nos atiende hoy. Es un tío majo, aunque si te digo la verdad, no me acuerdo de su nombre ahora mismo -añade con naturalidad-. Bueno. Vamos, se lo contamos y a ver qué nos cuenta. ¿Te parece?

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28/10/2015, 15:54
Milka Bendij

El pequeño estómago de Dallas me distrae de esa exaltación por lo vivido y soñado, al crear un problema actual que al ser solucionable mi cabeza tacha de prioritario por puro refugio. Miro entonces el cazo que he usado como recipiente para la masa de tortitas con los mismos ojos que mi abuela utilizaba para valorar cuando un plato se consideraba acabado. - Ya se lo comerán los niños esta tarde. - decido volviendo inamovible aquel hecho con un ligero asentimiento de cabeza.

Mientras mi amiga termina de limpiar el tenedor y honrar el descanso de mi abuela con ello, llevó mis fuerzas a los puños que descansan sobre la mesa, hechos unos ovillos de nervios, y me ayudo presionándolos contra la mesa a levantarme justo a tiempo de ser señalada con ese tenedor en un gesto que me asegura que le seguirá una propuesta poco meditada.

Sigo mi camino hacia ese cazo y, mientras, la voz de Dallas empieza a arropar la habitación y a apapacharme. La escucho con prisas para obtener ese quién pero sin deseos de que su voz se apague mientras busco en los cajones un plástico para sellar la abertura del cazo que luego meto en la nevera.

Desvío mis ojos a ella, cerrando la nevera con un codazo casual y acostumbrado, y algo de aire se escapa en una risa por debajo de la nariz sarcástica al escucharla preguntarme si me acuerdo de Carla - ¿cómo olvidarla? - pienso para mí con un tono desagradable equiparable a poner los ojos en blanco que me alegro de no compartir con ella. - Ahá. - asiento únicamente para que proceda clavando la prisa de mis ojos en ella y vuelvo a su lado, solo que esta vez en lugar de sentarme, me apoyo en la encimera de la isla de cocina, con los brazos recostados hacia atrás.

Con sus siguientes palabras muevo la nariz incómoda a lado y lado y siento como empiezo a acumular saliva y a encogérseme la gola. No me gusta descartar sus propuestas, pero menos me gusta la idea de visitar a un psicólogo que no sea Kurt, y menos si tiene una relación tan próxima con la pelirroja. Ni siquiera soy capaz de sonreírle cuando admira el café, mi café, por el contrario, me quedó con el rostro congelado, y los ojos muy abiertos, observándola con una, para mí, clara negativa en ellos, pero no articulo palabra hasta que ella misma me lo pide.

- Dal... - trago saliva - Preferiría no ver a ningún médico. No quiero saber lo que tengan que decirme. Me asusta, me agobia. Me diagnosticaron dos veces Hipermnesia, y ninguna fue agradable. - giro mi cabeza a un lado convencida de que voy a encontrar a mi padre, y tal como encuentro el espacio vacío, vuelvo a Dallas. - ¿Y si solo le llamas? ¿Y si no le damos mi nombre? - doy un salto para sentarme en la encimera - ¿puedo pasar la noche contigo? Después de que los niños se acuesten... - aclaro enredando un mechón de pelo entre mis dedos para luego morder  las puntas - No quiero ir a su consulta, invita a Carla a cenar, y que se traiga un más uno. -sigo proponiendo alternativas sin demasiado júbilo. 

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31/10/2015, 04:26
Dallas Turner

La sonrisa dibujada en el rostro de tu amiga tras tu asentimiento a la pregunta de si te acordabas de Carla no se ha borrado todavía cuando tu rostro habla de incomodidad y reparo. Entonces sus ojos se fijan en los tuyos, con la naturalidad de quien no necesita una memoria como la tuya para conocerlos bien.

- Claro, nena -asiente sin ningún atisbo de molestia cuando dices que no te gustaría ver a ningún médico Entonces alza la mirada un instante mientras abre los brazos en un gesto exagerado-. Tampoco lo decía como una visita oficial-oficial o una consulta, sino más para preguntar y ver si puede ser eso -expone antes de mirarte y dedicarte una sonrisa tranquilizadora-. Pero si no quieres que sepa que va por ti, por mí perfecto -dice con un tono cargado de comprensión, mostrándose de acuerdo, antes de empezar a formar una pequeña sonrisa-. Podemos contarle que ha sido cosa mía, o de una amiga de una amiga, o de mi prima de Colombia -propone-.

- O mejor -dice después, poniéndose en pie y acercándose un poco a ti. En su rostro se empieza a dibujar la ilusión con la que sabes que trata de arrastrar tu preocupación, disfrazando de aventura lo que según Google era algo más grave-, montamos la cena y se lo preguntamos como si lo hubiéramos oído por ahí -enuncia, hablando como si hubiera encontrado el plan perfecto-. Y la cena serán burritos -completa, como si ese fuera el ingrediente que faltaba-.

Y es tras acabar esa propuesta cuando estira un brazo en tu dirección, agarrando el tuyo, y tira de ti para abrazarte de nuevo. Es en ese momento, cuando sus brazos te rodean con calidez cuando un extraño sabor ácido invade tus papilas gustativas, invasivo entre los restos del desayuno. El gusto a limón es intenso y se extiende por el interior de tu boca, hasta que los músculos de tu garganta se tensan ligeramente. Ajena a esa sensación puedes oír la voz de Dallas cerca de tu oído, mucho más cercana, dejando de lado todas aquellas ideas y centrándose en lo verdaderamente importante.

- Vamos, Milkymilk -te dice con un cariño infinito mientras te aprieta un poco más fuerte-. Verás que no es nada malo. Si lo fuera ya lo sabríamos. Seguro que sólo puede ser algo tan extraordinario como tú -asegura al final-.

 

Notas de juego

En nuestro siguiente post te haremos un salto de algunas horillas. Si te apetece puedes narrar tú cómo se desarrolla el resto de tu encuentro con Dallas, o dar por hecho que sigue contigo cuando nosotros retomemos. Por nuestra parte puedes avanzar un rato con normalidad. Si no, nos encargaremos nosotros en el próximo turno ^^.

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02/11/2015, 01:24
Milka Bendij

Apenas levanto la mirada hacia Dallas desde mi negativa hasta que intuyo el gesto de sus brazos.

Oírla decir que no quería arrastrarme a un loquero modernillo en concepto de chiflada me tranquiliza casi tanto como ese peso de seguridad con que firma cada palabra. Sé que nunca me tacharía de desquiciada, y eso que más de tres veces me había visto en ese estado, pero la ansiedad por el miedo a que me encierren corre a flor de piel.

Asiento muda, reconfirmando ese anonimato al que Dallas accede y entonces frunzo el ceño ante un dato no almacenado - ¿Qué prima de Colombia?- pregunto sin buscar ni necesitar respuesta pero, asimismo, sin poder evitar que esas palabras escalen por mi garganta y salgan tan desorientadas como me había sentido antes de comprender.

- Eso me gusta. - accedo a la ilusión de sus ojos - Limitémoslo a un cotilleo - sentencio devolviendo mis pies al suelo figurada y literalmente - No, no serán burritos. - asegura esa parte obsesionada con comer ligero por las noches y en equilibrio con la comida que nació la misma noche que mis hijos, como si una parte del alma de mi madre su hubiese reencarnado en el trozo de cerebro de siempre me había faltado.

Es entonces cuando siento la fuerza de Dallas sobre mi brazo desplazándome hacia ella, en un abrazo tan oportuno como el recuerdo manchado con la voz de mi madre. Se mezclan en mi pecho la tristeza de la pérdida en las distintas intensidades de los catorce años en que ha estado presente y la calidez de no estar sola frente al mundo. Y en mi boca nace la amargor del limón que no he probado esta mañana, fuerte, intenso como la noche del tequila.

Me acurruco contra ella con la sensación de ser una niña en los brazos de su príncipe sacado de un cuento de princesas y brujas, y cuando la duración del abrazo y la paz que se aposenta en mis entrañas empieza a incomodarme, rompo todo vínculo a mis memorias más protegidas.

- Dal, - desaprieto las mandíbulas - necesitaremos tequila para esos burritos.- me deshago de su abrazo tras esas palabras prácticamente escurriéndome por debajo de su axila. - Tu eres la única extraordinaria aquí. - la contemplo unos segundos con la admiración que merece antes de entronar la cabeza hacia el reloj de la pared, evitando deliberadamente el tramo dónde empezó aquella pesadilla.

- Las nueve y cuarto. - pienso para mi creando mi agenda - Deja que coja el bolso, me calce y nos vamos al super.- me apropio de su tiempo - ¿vale?- le pregunto por inercia educada aunque ya he decidido que será así, y tanto yo como ella lo sabemos.-si llegamos pronto nos ahorraremos las colas. - digo por costumbre aunque la experiencia ha determinado lo contrario.

Salgo entonces hacia la entrada, asegurándome por el camino que llevo la camisola bien colocada y lisa. En el recibidor, busco mis bailarinas grisáceas en el armario dónde Aharon ha desterrado todo el calzado, y a pesar de ser verano, agradezco cubrirme los pies. Del mismo armario solo que de otra de sus puertas saco el bolso de la compra y compruebo que lleve en él el monedero y la cartera de los cupones, así como algunas bolsas para no colaborar a la innecesaria tala de árboles.

Con todo dispuesto, y recogiendo el juego de llaves a última hora salgo con Dallas dejando una casa vacía y un portátil irónicamente olvidado.

Gracias a Dios llegamos al supermercado a pesar de desplazarnos en el coche de Dallas, el maldito todoterreno que ella y solo ella puede conducir.

Comprar con Dallas es como comprar con niños, por cada cuatro productos que encuentras en la cesta solo uno lo has puesto tu. Y de esos tres intrusos, alguno, alguna vez, debes permitir que se quede.

Frente al congelador de las carnes vuelvo a cambiar de opinión para la cena. Y en vez de burritos propongo a Dallas preparar unas patatas rellenas con unas rodajas de pescado y salsa de limón. Sin éxito.

Así pues, después de ir y venir de un pasillo a otro, cargando y devolviendo productos, logro partir con la lista completa y los ingredientes para una lasaña que me disculpara frente a los niños por no cenar con ellos.

Huevos, leche, cereales, galletas de cereales y chocolate, naranjas, uvas, miel, carne, tortitas, lechugas, tomates, pimientos, cebollas, harina, quesos, zanahorias, champiñones, vino, limones, tequila y batidos de chocolate en tetrabricks individuales.

Notas de juego