Partida Rol por web

Hilos invisibles

Prólogo: Nacimiento

Cargando editor
09/10/2015, 20:37
Narrador

 

Prólogo: Nacimiento

 

Tengo muchas voces en mi cabeza, pero la tuya... es la única que necesito.

Cargando editor
09/10/2015, 20:39
Narrador

Observa la penumbra, y obsérvala con atención. La penumbra guarda los secretos que no pueden mostrarse a la luz del día. Esconde lo evidente y te deja ver lo importante. Contémplalo todo. Aprende de la luz, y aprende de las sombras. Fórmate una vista general del cuadro: te permitirá dar sentido a los detalles. Y, sobre todo, no olvides que todo esto no es más que una historia. Un sueño. Al menos hasta el momento en que abras los ojos y veas que hasta el más olvidado de los cuentos está hecho de semillas de verdad. Al menos hasta que la realidad llame a tu puerta y te ate una soga al cuello o te ofrezca un helado en pleno invierno.

Observa la oscuridad, deja que te envuelva, y ten sólo el miedo necesario para estar alerta. Te alcanzarán los monstruos, seguro. Pero tú no eres más que otro monstruo para ellos. Y contémplala a ella. Contempla cómo ni una sola de las argénteas gotas de luz que entran por la ventana llegan a bañarla. No te preguntes si se esconde: pregúntate por qué lo hace. Y de quién, pues probablemente tú acabarás haciendo lo mismo. Y no apartes tu mirada al verla sufrir. Observa cada contorsión de su cuerpo y escucha cada lamento. Deja que su sudor te empape. Siente el tacto de sus sábanas y el del guiñapo en que su camisón se ha convertido. Nota la tensión de sus tendones en los tuyos, y agoniza junto a ella. Entiende sus emociones, su necesidad y su dolor. Aprende a través de su mirada que el arma está en el segundo cajón y las drogas en su bolso.

Y ahora mira a través de sus ojos, y obsérvale a él. No te preguntes por qué no podías verle antes: pregúntate por qué puedes hacerlo ahora. Observa sus pupilas, cargadas de amor, arrepentimiento y traición. Contempla sus labios, tan sublimes como la primera vez que se besaron. Escucha de su respiración el ruego que no se atreve a hacer y la confesión que calla, y escúchalos antes de que hable. Porque quién sabe qué puede pasar cuando sus palabras toquen sus oídos. Cuando la realidad se convierta en certeza, y la muerte llegue a través del quicio de la puerta.

Cargando editor
09/10/2015, 21:53
Budi Hort

Fíjate en él. En su desesperación y su dolor, que no es más que el reflejo del dolor de ella. Fíjate en cómo sujeta su mano, como un padre al lado de su esposa durante las difíciles horas de un parto. Observa su contacto, su confianza y su forma de mirarla. Obsérvale enamorarse una vez más de su piel ahora que aún está a tiempo, y entiende que si ha traicionado todo lo que eran, todo lo que son... Es porque a veces amarse no es suficiente.

Y escucha su voz. Escúchala vibrar mezclando la debilidad de quien se sabe derrotado con la fortaleza del que aún guarda esperanza. Al fin y al cabo él no deja de ser un idiota. Como ella. Pon atención a cada palabra, pues alguna de ellas será la última. Quizá para su lengua. Quizá para los oídos de ella.

Escucha cómo la llama fútilmente, cargando sus sílabas de recuerdos que podrían acercarla a él. - Anna... - Observa cómo se muerde el labio, cómo aún ahora duda sobre qué decir para salvarla. Para conseguir que ella se traicione a sí misma. - Aún estás a tiempo. Puedes parar. Déjalo todo a medias, márchate de aquí. Están llegando. Vamos, Anna. Seguiré contigo. No me separaré de ti hasta que nos veamos en el aeropuerto.

Cargando editor
09/10/2015, 21:53
Annabelle Hiver

Y ahora fíjate en cómo ella cierra los ojos durante un instante. Observa cómo los cierra y siente esas palabras calar en ella Siente cómo duda. Cómo nota la amenaza implícita del tiempo retorcerse en sus entrañas, provocándole una nueva dosis de ese dolor que ha sentido tantas veces. Cómo se deja soñar por un instante y se imagina cómo sería abandonar. Y ahora mira cómo en el último momento, cuando su rostro empieza a relajarse y a transmitirle en una expresión de perfecta dulzura ese sueño, ella cierra de golpe la puerta a la ilusión. Mira cómo se cargan de decisión sus ojos al recordar por qué hace esto, y qué es lo mejor para todos. Y fíjate en cómo entonces, más que nunca, agarra fuerte su mano, le mira durante un suspiro, y deja escapar esa negativa que partirá su corazón y secuestrará su alma.

- No. - Observa cómo le mira ahora como si no hubiera dudado en ningún momento. Contémplala reunir todas tus fuerzas y mentirle. Mentirle por ella misma, por él y mentirle para que todo lo que ha pasado sirva de algo. - No, Bud, no voy a marcharme. Quiero esto. Y quiero que te vayas. - Escúchala asegurar, intentando que su garganta no la traicione: obsérvala aguantar la congoja, aguantar las lágrimas y liberarlo todo en un alarido. Y no te dejes engañar por sus falsos gritos. Date cuenta de cómo finge que es sólo dolor. De cómo se centra en la agonía, intentando no darle pie a quedarse para que no acabe también perdido.

Cargando editor
09/10/2015, 21:54
Budi Hort

Mira cómo él niega, con la resignación empezando a pesar encima de sus hombros y un pequeño brillo de esperanza aún latiendo en su mirada. 

- No voy a dejarte sola. - Contempla cómo entrelaza sus dedos con los suyos con una firmeza inamovible. Cómo se sienta en la cama a su lado y la rodea con el brazo. Cómo besa sus cabellos y trata de ser fuerte y no quebrarse. Por ella. Por él. Por los dos. - Nunca voy a dejarte sola, Anna.

Siente a través de la piel de ella cómo el pulso de él se acelera. Cómo su respiración se va convirtiendo en un sollozo mientras va comprendiendo poco a poco que no va a hacerla cambiar de opinión. Que ya es demasiado tarde para salvarla. Observa sus ojos mientras se rompe, contempla ese pequeño ápice de arrepentimiento cuando las dudas aguijonean en su determinación. Escucha cómo su voz se convierte en un murmullo tenue y mira cómo sus dedos se aferran a ella con la desesperación del que ha abandonado la esperanza. Del que se resigna. Del que asume. Del que comprende a pesar del dolor. - No voy a dejarte sola. 

Cargando editor
09/10/2015, 21:54
Annabelle Hiver

Pero obsérvala también a ella. Contempla sus dedos crisparse al agarrar la tela, sus piernas retorciéndose y su espalda arquearse con cada oleada de dolor. Fíjate en su garganta, tensándose con cada uno de los gritos que nacen en su pecho. Observa la forma en que sus dedos se agarran a él, a pesar de su traición, o tal vez incluso por ella.

Siente ahora con ella cómo algo se quiebra en su interior. Siente cómo se desgarra su vientre, su pecho, cada partícula de su ser se rompe y fíjate en cómo sucumbe y grita mientras él la mece entre sus brazos. Retén los detalles en tu memoria, pues lo que estás viendo ha pasado antes y volverá a suceder. 

- Bud... - Escucha su voz ronca y húmeda y mira sus ojos, desorbitados, mirando a un punto del vacío en esa habitación de hotel. Observa cómo alza una mano y señala a ese lugar. Contempla cómo va naciendo una sonrisa en su rostro desencajado y no dejes de escuchar el sollozo de él, mirando sin ver hacia dónde ella señala. - Bud... Puedo verlos. Ya puedo verlos... 

Cargando editor
09/10/2015, 21:54
Narrador

No mires donde su dedo señala, pues no verás nada allí. Debes ver a través de sus ojos si quieres verlos, siguiendo su mirada lejos de esta habitación. 

Mira cómo el sol está comenzando a bañar las calles de la ciudad cuando una puerta se abre en ese edificio. Las aceras son amplias y el tráfico abundante. Fíjate en el hombre oriental que asoma la cabeza y mira a ambos lados detenidamente antes de salir del portal. Observa la calidad de su ropa y ese pequeño gesto inconsciente en los dedos que se mueven rítmicamente, de esa forma que desvela que su interior está lleno de una música que sólo él puede oír. 

Fíjate en su expresión cuando ve a la mujer y siente esa conexión casi eléctrica recorriendo sus brazos. Puedes llegar a sus miedos a través de ella. ¿Sientes cómo podrías tocar sus temores con la punta de los dedos? ¿Habías visto alguna vez alguien tan lleno de ellos?

Escucha ahora el repiqueteo de la lluvia en los cristales. El cielo está nublado una mañana más, pero esa mujer rubia ya está levantada. ¿Puedes verla distribuyendo desayunos y poniendo orden entre esos tres adolescentes? Contempla sus ojos abriéndose desorbitados cuando se cruzan con los de la mujer y siente a través de ella el temblor de sus manos que la obliga a soltar la jarrita de porcelana. Fíjate en cómo sus pies se empapan con la leche que se derrama cuando la pieza se rompe contra el suelo y cómo su familia la observa sin comprender por qué ella mira tan fijamente un punto vacío de su cocina.

Siente cómo rastrea su mente desesperada e inconscientemente, tratando de encontrar algo que pueda explicar lo que está viendo entre la miríada de recuerdos que atesora contra su voluntad. 

Cargando editor
09/10/2015, 21:54
Narrador

Ahora siente cómo la noche lo llena todo. Siente el calor pegajoso del coche y el aroma a tabaco, cansancio y comida rápida. Obsérvala a ella, aparcada en ese callejón, esperando durante quién sabe cuánto tiempo. Escucha los sonidos de la ciudad y respira su ambiente. Oye, como los demás, ese frenazo a lo lejos, y observa cómo nadie se inmuta. Siente el reflejo de sus luces artificiales, y míralas pasar a través de las pupilas de ella. ¿Ves su licencia sobre el asiento del copiloto? ¿Eres capaz siquiera de imaginar los secretos que oculta? Y ahora observa su cabeza girar lentamente hacia su derecha, donde la mujer la está esperando. ¿Ves cómo se abren sus ojos? ¿Ves cómo apenas duda?

Escucha esa maldición musitada. Observa cómo su cuerpo se tensa durante un instante. Cómo a pesar de su aparente frialdad aquello toca y revuelve su humanidad, y cómo su mano viaja hacia la puerta para abrirla.

Y ahora viaja de nuevo hasta encontrarle a él. Reconócele por el ronroneo de su motocicleta y obsérvale cabalgarla con esa mezcla de decisión y rutina que acaba por atrapar a tantos corazones. Fíjate en su postura, en su manera de acelerar y evitar frenar hasta el último instante. Y date cuenta de que conduce como alguien que no le tiene miedo a nada. Pero no te quedes ahí: inspira su sudor y siente su aroma. Nota la culpa impregnando su cabello, su piel y su ropa. Tiñendo su mundo. Y mírale ahora cuando ve a la mujer ante él: observa cómo maniobra para no atropellarla.

Fíjate en cómo detiene su moto unos metros más allá y cómo, al volver la vista atrás, sus miradas se encuentran. ¿Sientes esa chispa? ¿Esa incertidumbre? ¿Ves cómo tiemblan sus manos durante un instante, antes de que busque algo en el bolsillo de su chaqueta?

Cargando editor
09/10/2015, 21:54
Narrador

Huele ahora el salitre y escucha el rumor lejano de las olas. Siente la libertad del que vive a la orilla del mar. Hace una temperatura ideal para perder el día en la playa, pero ella está encerrada entre cuatro paredes. Percibe esa mirada concentrada y esa tensión en sus brazos mientras trabaja en ese taller. ¿Puedes sentir en sus huesos esa determinación que no la deja dormir? Tiene algo importante entre manos, en ese pedazo de madera que va tallando con energía. 

Observa cómo se entreabren sus labios por la sorpresa cuando levanta la mirada y la ve delante de ella. Fíjate en cómo pestañea y mira a su alrededor, buscando una explicación que no encontrará fuera de sí misma. 

Y ahora escucha el sonido de las cigarras en los campos que hay más allá del cafetal. Deja que tus fosas nasales se llenen del aroma amargo de las plantas de café y fíjate en cómo la mano del hombre recoge cada grano para depositarlo en una cesta. ¿Puedes ver en sus ojos ese brillo soñador del que aún no se ha resignado a su suerte, del que cree sinceramente que hay algo mejor esperándolo a la vuelta del siguiente surco?

Pero observa cómo sus ojos se abren al ver a la mujer. Contempla cómo su mano se detiene a medio camino al ir a recoger el siguiente grano. Siente cómo sus miradas se cruzan y todos los poros de sus brazos se erizan mientras la imagen lejana de una abuela nunca olvidada acude a su mente. 

Cargando editor
09/10/2015, 21:56
Narrador

Contempla ahora la ciudad, con sus rascacielos y esas enormes cantidades de gente moviéndose con prisa, todos en la misma dirección y al mismo ritmo. Y fíjate en esa mujer elegante que no sigue el caminar establecido. ¿Puedes percibir cuánto se ha desviado sin que se note en su apariencia? ¿Puedes acaso tocar esa herida que aún permanece abierta en su pecho? Fíjate en cómo se frunce su ceño con extrañeza al ver a la mujer inmóvil, delante de ella. Observa su extrañeza ante ese color ajeno en la piel y trata de ver más allá de la frialdad de sus ojos.

Siente cómo algo se estremece en su estómago y fíjate cómo su mano se dirige de una forma inconsciente hacia su vientre, arrugando la tela de su vestido bajo su mano, como si la mujer hubiera despertado un dolor lejano en ese lugar.

Y por último busca de nuevo en el Norte, donde el octavo espera. Observa su cuerpo, trabajado tanto como maltratada está su alma. Fíjate en esa mirada que no es capaz de observar más de lo que tiene delante, en esos ojos que no son capaces de volver la vista atrás, y no intentes llevar la cuenta de sus secretos: son demasiados. Observa el chaleco por el que tanto ha trabajado y que viste no como una segunda, sino como una tercera piel. Contempla cómo cambia su mirada al verla a ella, y cómo lo primero en lo que piensa es en la vigilancia.

Observa su duda. Obsérvale plantearse ignorarla mientras su mirada se afila. ¿Qué crees que hará a continuación? ¿Crees que él mismo lo sabe?

Cargando editor
09/10/2015, 22:11
Whispers

Y ahora vuelve a la habitación. Ahora que los has sentido a todos y cada uno, ahora que los has visto... Regresa, y observa el éxtasis en el que ella se encuentra. Y mírale a él. Al otro. Al que no estaba antes. Mírale a él y no te preguntes cómo ha llegado: pregúntate por qué está aquí. Observa sus manos trabajadas, capaces de sostener el peso de cien nombres. Y presta atención a cómo la mira a ella. Cómo se prepara para dejar que su lengua libere una palabra tan sedosa como una caricia.

- Annabelle. - Escucha cómo susurra. Y luego pon atención a sus alabanzas, capaces de abrir las puertas del corazón más defendido. - Bien hecho, Annabelle. Sabía que podrías. Sabía que eras fuerte. - Y ahora fíjate. Observa su mirada volverse exigente, y ese pequeño temblor bajo el pómulo izquierdo que indica que está más tenso de lo que quiere parecer. Observa su boca abrirse de nuevo, y vuelve a oír esa suavidad cargada de lógica que son sus palabras. - Y ahora dame sus nombres.

Cargando editor
09/10/2015, 22:11
Annabelle Hiver

Fíjate ahora en los ojos de ella. En su sonrisa. Pasado el dolor, si te concentras lo suficiente podrás sentir las endorfinas hinchando su pecho. Y observa cómo ignora las palabras de él por un momento, cómo busca a su amado con la mirada y aprieta su mano con suavidad. Mira cómo toma coraje de él, cómo extiende la mano libre para secar sus lágrimas como si ellos fueran las únicas personas en el mundo. Y toma nota de cómo sus pupilas buscan entonces al otro antes de que sus labios le regalen la misma negativa que antes había dado, ahora cargada de un condicional tan lúgubre como la muerte.

- No. - Observa cómo esta vez es ella quien derrama una lágrima y cómo, tras limpiársela, cruza una mirada con su amado antes de seguir hablando al exigente hombre recién llegado. - Dijiste que me protegerías. Dijiste que estaría bien. - Escúchala exponer, como si pensase que recordarle aquello fuera necesario. - Tú puedes salvarme. Dijiste que podías. - Escúchala. Advierte el cambio en su tono ahora que va a hablar con una inevitabilidad demoledora. - Vienen a por mí. Van a matarme.

Cargando editor
09/10/2015, 22:11
Budi Hort

Y ahora date cuenta de algo realmente importante. Fíjate en un hombre y en otro: sólo la miran a ella. No te preguntes por qué lo hacen: pregúntate por qué no se miran entre sí. Y ahora que lo has entendido observa cómo el amante coloca un mechón de ella empapado en sudor detrás de su oreja. Observa cómo con las palabras de ella comprende que ya no están solos, y aún así no desperdicia una sola mirada buscando al otro hombre.

Escucha su pregunta, que no parece necesitar ningún tipo de respuesta. - ¿Es él, verdad? - Y luego mira cómo pasa un brazo por su cabeza, atrayéndola más hacia él y apoyándola sobre su regazo. Cómo por un momento parece a punto de prometer que todo estará bien, que no le pasará nada. Pero la derrota es demasiado profunda como para emplear sus últimas promesas en mentiras. - Cuidaré de ellos, Anna.

Cargando editor
09/10/2015, 22:11
Whispers

No pierdas detalle de cómo el temblor en mejilla del hombre aumenta durante un instante con aquella negativa, y cómo parece tomarse un instante para llenar sus pulmones antes de sus siguientes palabras. Observa su rostro ahora, convertido en una máscara de inexpresividad. Desaparecido el temblor, desaparecida la tensión, dejando sólo un rastro de urgencia en sus pupilas.

- Puedo protegerte. - Siente cómo la fatalidad hace vibrar el aire y entiende que aquellas palabras no son más que una hipérbole. - Puedo salvarte. - Escúchale repetir con esa voz que, con tiempo, podría convencer a un muerto de levantarse de su tumba. - Pero tienes que darte prisa. Los nombres. - Oye cómo exige, y entiende que incluso él da la vida de ella por perdida. - Ya.

Cargando editor
09/10/2015, 22:12
Annabelle Hiver

En este momento no te olvides de las manos de ella, acariciando las de su amado. No olvides su respiración, o su pasado dolor, o su mirada. Y asegúrate de recordar cómo mira ahora a aquel que le promete imposibles antes de negar con la cabeza con la indecisión de quien aún no ha asumido su propio destino.

Escucha cómo repite una vez más lo único que es importante, y maravíllate con los dos mayores instintos de la naturaleza humana: el de sobrevivir, y el de depositar la culpa en otros. - Dijiste que podías protegerme. - Observa cómo tiemblan sus labios mientras su pecho se agita, luchando por acelerar el tiempo y respirar todo lo que querría en los años que le gustaría vivir. No te preguntes cuánto tiempo le queda: pregúntate cuándo se convirtió en una cuenta atrás.

Cargando editor
09/10/2015, 22:16
Narrador

Escucha ahora los ruidos del pasillo. Parecen pasos, pero es el lento y pesado levitar de la muerte. Escucha el silencio que se produce cuando estos se detienen tras la puerta y no esperes que pierdan el tiempo en llamar. Fíjate en cómo tardan menos de tres segundos en abrirla, y no te preguntes cómo lo han hecho: pregúntate por qué.

Obsérvala a ella entrar primero. Las arrugas en su piel son los caminos que el paso de los años ha marcado, y sus labios están tan apretados que podrían fundirse en uno solo. Y obsérvale a él. Su color sólo refuerza la idea de que no es más que una sombra y sus pasos discretos, felinos, son más sigilosos que el propio silencio.

Cargando editor
09/10/2015, 23:22
Budi Hort

Observa una vez más a su amado. Fíjate en cómo sus músculos se han tensado, en cómo parece luchar consigo mismo para no enfrentarse a aquellos dos recién llegados. No pierdas de vista la desolación de sus ojos, pero tampoco la culpa que esconden. Y cuando le escuches hablar, evalúa hasta qué punto es sincero.

- Anna, estamos a tiempo. - Escúchale suplicar. Como si anticipase el dolor que ella no va a llegar a sentir, pero cuyos ecos reverberarán en su pecho durante el resto de su vida. - Déjale. Ve con ellos. Puedes salvarlos. Puedes salvarte. - Escúchale insistir sin soltarla, acariciando una y otra vez el rostro congestionado de la mujer. Obsérvale apoyarse en las sábanas llenas de sudor, y dedicar una mirada desesperada a los dos recién llegados. - No tiene por qué ser así, Anna. No tiene por qué ser así.

Cargando editor
09/10/2015, 23:22
Whispers

Fíjate en cómo la espera hace crecer la crispación del otro hombre. Date cuenta de cómo sólo dedica una mirada a los recién llegados antes de tragar su frustración y transformarla en frialdad. Y observa cómo cambia su postura, colocándose junto a su oído mientras su cabeza elabora una frase que pretende ser determinante.

- Y tú dijiste que tu novio no nos daría problemas. - Observa la sombra de su sonrisa, y date cuenta de cómo espera los segundos justos para que esas palabras penetren en los oídos de ella. - Y ahora dame los nombres. O él será el siguiente.

Cargando editor
09/10/2015, 23:22
Budi Hort

Contempla cómo ella se estremece y la decisión de sus ojos flaquea ante esa amenaza. Pero no te centres sólo en ella, observa a su amado y comprende, al mismo tiempo que él, que ella está a punto de ceder. 

Mira cómo estira la mano y la toma por la barbilla sin dejar de abrazarla, cómo la obliga a mirarlo a los ojos y le susurra tres palabras. 

- Te amo, Anna. - Y ahora fíjate en cómo la besa, callando así su voz y borrando su debilidad. Date cuenta de cómo él es su apoyo y su fuerza, de cómo el mundo parece desvanecerse para ambos en cuanto sus labios se rozan y cómo sus manos se agarran con desesperación. Aprende de ellos. De él cómo ha recurrido a lo único que tenía para callarla, aún sabiendo que aquello podría matarlos a ambos. Y de ella sobre su decisión de dejarlo todo de lado, de olvidarse del mundo y de la muerte y ahogar sus últimos suspiros contra la boca de su amado.

Cargando editor
09/10/2015, 23:23
Claire Walk

Fíjate ahora en la mujer mayor. ¿Puedes ver cómo titubea, cómo esa duda empieza a nacer en su mirada? ¿Cómo se compadece y comprende? Escucha sus pulmones llenarse al tomar aire profundamente antes de hablar y observa cómo alza una mano, como pidiendo un momento de calma antes de decidir.

- Annabelle. Todavía podrías arreglarlo, aún estás a tiempo de arrepentirte. - Contempla su otra mano, dirigiéndose a su bolsillo y comprende que no es para tomar un arma, sino para buscar una alternativa. - Todavía podrías venirte con nosotros.