Partida Rol por web

Fue entonces que en sacando ambos la espada, fuísteis monte abajo, en busca del tal caballero (o no) Alonso, que sería aquel armado de abajo a arriba que os entregó el pañuelo de seda. Caminásteis por la loma contraria por la que habíais subido a las ruinas, y descendísteis por entre los árboles. Pronto alcanzásteis una vereda maltrecha, como ya casi desaparecida por la vegetación, y tras seguirla con la aún niebla por doquier, cuanto más descendíais, más cercano se oía un sordo fragor de combate y lamentos, todo inhóspito y algo aterrador.

Finalmente, ante vosotros se abrió el camino a un grandísimo claro en plena falda del monte (algo más llana), donde un grupo de caballeros, al parecer templarios (su cruz característica los distinguías), se enfrenataba a otro grupo de hombres (los cuáles lucían heráldicas no muy diferentes de la que el caballero del pañuelo tenía).

¡Está ahí...! -murmuró Beatriz desde la voz de Xacome-, ¡Alonso está ahí! ¡VAMOS!

Y las piernitas de Xacome dejaron de ver desde la distancia la cruenta batalla del claro y comenzó a correr camino abajo para internarse dentro de la misma.

 Me dispuse a correr para agarrar a  Xacome, con el fin de detenerlo, antes de que siguiera:

 - ¡Quieta!. ¿No veis que está en plena batalla?. Además, no voy a permitir que llevéis a mi amigo a una muerte segura... Escondámonos hasta que todo pase y veamos lo que sucede. No creo que esos caballero vean con buenos ojos a un fantasma poseyendo a un cuerpo, seguramente creerán que sois u demonio o algo así y a saber lo que harán...

Pese a que intentaste detenerlo, la fuerza con que el cuerpo de Xacome (siendo Beatriz) se deshizo de tu impedimento fue pasmosa. No lograste detenerle, pues aquel espíritu, fantasma o cadáver de mujer (fuera lo que fuera) ahora hecho siervo de Tui corría hacia abajo desesperado, esperando encontrar en medio de la batalla al Alonso.

Aquesta locura era impensable.

 Desesperado, le sigo, temiendo lo peor...

Nada más que te quedó marchar tras lo que antes había sido Xacome, tu fiel escudero (que encontrábase de esta guisa como poseído). Mas de tras poner carrera de por medio, que finalmente te internaste, espada en mano, en la mismísima batalla... Et que cuando estabas ya cerca, oyendo a varios pasos crujidos de espadas, lamentos, muertes y luchas, veías que ambos bandos (templarios y heraldos nobiliarios) estaban formados por esqueletos , cadáveres acorazados, y ánimas que cabalgan caballos espectrales...

 Miro los dos bandos, sin estar seguro que lado tomar. Creo que el susudicho que la joven busca es el de los nobilarios, pero al no tenerlas todas conmigo, decido ver a quien apoya Xacomé, cubriéndole a él...

Viste entonces al pequeño cuerpecito de Xacome irse contra los que llevaban el sobreveste de la cruz roja templaria, y a darles espadazos. No le reconocías (obviamente no era él) y en estando en el bando de los que portaban las bellas heráldicas y buenas armaduras, así que lo hiciste tu, luchando a su lado y protegiéndole de cuantas filosas pudieran llegarle por doquier.

Fue entonces que el fragor de la batalla se vio azuzado por el vociferio de dos soldados, uno por cada bando. En los de la órden templarias, uno de ellos arengaba a sus tropas hacia la batalla, y los hermanos de Dios respondieron con fiereza (esforzándose en acuchillar a los nobiliarios). Por contra, un caballero bien armado (no era el tal Alonso, al cual ni veías aún), respondía diciéndoles a los suyos que cargaran sin piedad...

La batalla estaba en pleno auge.

Durante la batalla (antes de ganar por tu bando)......

Gabriel lanzóse con Xacome a pelear (o lo que parecía Xacome). Desde el principio, los espadazos se sucedieron sin parar, dando hojazos a diestro y siniestro, pero sin atacar a nadie concreto (bien retirando filosas hacia él o hacia tí o bien entorpeciendo al enemigo). Sin embargo, hubo varias ocasiones en las que tuviste que dar la talla, y tu actitud (valiente) fue realmente decisiva.

El primer encuentro de gravedad tornóse cuando dos jóvenes fráter novicios de la órden cargaron a la vez contra tí. Por su aspecto juvenil, debían rondar los veinte (tal vez menos) y causóte pena al segarles la vida de cuajo, que a uno hendístele la hoja desde el pecho hasta ser vista por su espalda, y a otro cortástele las tripas, herida por la que los sus humores y las bilis saliéronseles mezcladas con la sangre, mejungue todo caliente y espantoso...

Tras ello, otros dos caballeros templarios de mayor postín lazáronse contra tí; uno venía de frente y otro de un lateral, lo cual era dificil de predecir en hablando de los sus movimientos. Primero deshiciste del de la diestra, cuando su pierna fue cortada por la mitad, a la altura de la rodilla, y el muy valiente quedose tirado en el suelo, momento en que aprovechaste para enviarlo a los Cielos. El otro, lleno de ira por tal hecho, luchó más con el corazón que con la lógica de la cabeza, y en dos mandoblazos atravesástele el estómago, como al anterior, haciéndole echar espumarajos de saliva y sangre por la boca...

Finalmente, un fráter templario con armadura reluciente y sobreveste ensangrentado (ya no se distinguía la cruz roja característica) te lanzó un puñetazo que te tumbó hacia atrás. Tras ello, y sin casi percatarte, levantó su espada mientras avanzaba hacia tí, y justo cuando fue a descargar su espada sobre tu cuerpo, el bracito de Xacome (aún poseído), detuvo la carga, en estando el filo enemigo justo delante de la tu nariz... En éstas que aprovechaste para apartar la hoja del templario con tu propia espada, te levantaste y ambos dos, siervo de Tui y Señor de Torrenegra, luchásteis a la par contra aquel tipo de aspecto cadavérico (como todos los demás...). Finalmente cuando estabas exhausto de cansanció, tu brazó hizo volar la filosa de izquierda a derecha, a contramano, y la hoja atravesó el cuello del tipo al meterse por debajo de la celada... La cabeza del templario rodó lejos y su cuerpo, emanando a presión sangre hacia arriba por el cuello, cayó de rodillas y se desplomó a tus pies...

Fue entonces cuando los templarios comenzaron a huir monte arriba, hacia las ruinas... ¡VICTORIA!

Los cientos de muertos vivientes del bando nobiliario iban rematando a los heridos y prisioneros, por si quedaba alguien con vida.

Entonces, lo que era Xacome hablóte.

Habéis luchado valientemente -aún se oían los templarios huir, siendo perseguidos por algunos soldados nobiliarios-. ¿Cómo os llamáis?

 - Soy Don Gabriel Soto de Queiroga, grande de España... - Respondí al espíritu. - ... ¿Y ahora que pasará con mi amigo?.