Partida Rol por web

Mientras seguíais el rastro, se escuchaban perfectamente los pasos de unos y de otros. Vuestro ritmo era ligero, a buen trote y sin perder el aliento. Tras unos minutos de búsqueda, el último rastro os lleva hasta un claro en el bosque, en cuyo centro se alza un roble gigantesco y centenario. Ante él se encuentra una vieja mujer, la cual baila enloquecida ante una hoguera. Su pelo está adornado, según pudiste percibir, con hojas de muérdago. Otra mujer más joven se mantiene a cierta distancia, como llorosa, y tiene entre sus brazos un niño recién nacido que no para de llorar.

Mi se...se... ¡señor! -murmuraba el jovencísimo Xacome mientras sus dientes castañeteaban tanto de frío como de terror-.

 Miré a mi sirviente, al que puse una mano en el hombro, tratando de tranquilizarlo, y luego miré a mi otro compañero, a quien le susurré:

 - Bernal, ¿que está sucediendo?.

La cara de Bernal era un poema. Seguramente lo que estábais allí viendo chocaba como dos fuerzas indestructibles en su pensamiento, pues sus creencias tan ortodoxas desechaban todo tipo de acciones como las que teníais delante, como aquella apostasía herética ¡quién no diría que fuera aquesto un aquelarre!

 Toqué al sacerdote, para sacarle del estupor, y le pregunté, susurrando todavía:

 - ¿Que hacemos?.

 Asustado, le doy un bofetón en la cara, esperando que eso sirva para sacarle del trance...

Aquel bofetón hizo reaccionar a Bernal, mirando con grave severidad a su amigo Gabriel. Sin embargo, nada dijo, sino más bien que desenvainó con furia la espada, y cualquiera diría que aquel era párroco... Enseguida, lanzando un aullido como un grito de guerrero antes de entrar en batalla, se abalanzó a la carrera contra la anciana, derribándola de un golpe. El acero viajó de arriba a abajo y de derecha a izquierda, a la vez; et cualesquiera diría que aquella no fuera la primera vez que Bernal manejaba espada, que bien parecia saber.

Un enorme tajazo se le abrió a la que bailaba en la hoguera con hojas de muérdago, yéndole de la yugular al pecho, y llegando incluso a las costillas. La vieja cayó en redondo al suelo, y una vez tumbada, remató a espadazos lo que quedaba de ella, en un acto de suma violencia.

¡Puta bruja! -llegó a decir el párroco-. El niño, entonces, dejó de llorar (tal vez sorprendido por el ataque), y la madre lo estrechó ante sí, como intentando protegerle. Acto seguido, Bernal se giró hacia ella, y sonriendo con crueldad, el párroco comenzó a avanzar lentamente hacia ellas. La intención para con ellas se la puede imaginar su Merced...

Notaste entonces, mientras veías al párroco avanzar, que el pequeño Xacome te tiraba de la manga para llamar tu atención. Te giraste hacia él y te comenzó a hablar en bajito.

¡Mi señor! ¡Vuestro amigo! ¡Va a matar a esa mujer! ¡Mírela! -hasta el siervo de Tui se daba cuenta de que en segundos aquella madre y su hijo estarían degollado, como poco-. ¿No va a hacer vos algo? ¡Está indefensa! ¡Creíale yo a vos más honrado! ¡Ésto no enseñaros vuestros padres ni tampoco usted: esto es horrible!

Sin duda alguna que el bueno de Xacome era joven, pero sensato con su educación.

 Mi siervo tenía razón, así que corrí a interponerme:

 - ¿Que hacéis?. Se supone que veníamos a ayudarlos...

Fue entonces que corriste a interponerte entre el párroco y la mujer que estrechaba al niño. Xacome quedóse donde estaba, observando la escena. Las caras de unos y de otros seguían iluminándose en la noche debido a la fogata, frente al roble centeneraio y la atención de las estrellas del cielo.

¿¡Qué haces, insensato!? -Bernal parecía haberte perdido todo el respeto al tratarte así, como sin importarle siquera que fueras, ni más ni menos, el duque de Torrenegra- ¡Todo el que sea manchado por la brujería debe morir por la espada! ¡Es "la Ley"!

 - ¿Habéis perdido el juicio?. Esto no es a lo que he venido, vinimos a salvar unas almas, no a condenar las nuestras. Jesús dijo, quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra. No sabemos que a obligado a esta mujer a esta situación... Yo digo que la escuchemos y que sea Dios que la juzgue, no nosotros... - Le respondí, con severidad.

¡Es la ley, Gabriel! -te dijo estando delante de la mujer- ¡La ley de la Fraternitas de la Vera Lvcis! ¡APÁRTATE O MUERE!

 Miré al hombre que me casi me crió sin reconocerlo, mientras le preguntaba, lleno de tristeza:

 - ¿Fraternitas de la Vera Lvcis?. ¿Que es eso?.

La Fraternitas es la Luz, la Maestría preclara, ¡¡el fuego de las brujas!! ¡Quien esté en contra de ella es un herejes! ¡Vos parescéis serlo, Gabriel! ¡¡Aaaaahhh!! -Bernal se lanzó contra tí, espada en mano-.

 Uso mi arma para tratar de desarmar al cura y hacerle razonar...

Iniciativas:

• Gabriel: 25
• Bernal: 16.

Actúa primero Gabriel, luego Bernal.

Bernal declara que "ataca y esquiva un posible ataque" (que no haces, pero él lo declara por si acaso).

 Mientras trato de desarmarlo, trato de razonar con él...

 - ¡Por el amor de Dios, se a vuelto loco, usted me conoce!. ¿Acaso a perdido el juicio!.

¡La Vera Lvcis dicta Verdad! -gritó Bernal mientras enterchocaba las espadas-. Acto seguido, tras no poder desarmarle, Gabriel tuvo que hacer por evitar el ataque de su amigo, aunque... ¡no quisiera yo amigos como aquestos! No obstante, el espadazo del párroco no llegó a acertarte.