Partida Rol por web

[HLdCn] Asesinato en el Orient Express

Trayecto Estambul - Belgrado

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19/10/2014, 23:59
-Revisor-

Se oye una voz por todo el andén:

- ¡VIAJEROS AL TREEEEEEN!

Poco a poco, los distinguidos pasajeros del Orient Express van subiendo al vagón y van ocupando sus respectivos compartimentos, para alojar las maletas y ver qué les ha tocado en suerte. Algunos habrán conseguido billete de primera clase, otros, ya sea por limitación económica o de tiempo, sólo han podido optar a una plaza en un compartimento de segunda clase.

El revisor, con la ayuda de los porta-equipajes, acomoda a cada viajero en su lugar, siempre con una sonrisa en los labios y unos modales exquisitos.

- Bienvenidos al Orient Express, velaré personalmente por que su viaje sea lo más cómodo y ameno posible. Por aquí, por favor.

La mayoría de los viajeros, una vez dejan sus equipajes en su compartimento, salen de éste y se reúnen con los demás en el vagón restaurante, el cual se divide en una lujosa sala de estar, en su primera mitad, y en un fastuoso restaurante, en la segunda.

Notas de juego

Abro la veda.

Sois libres de charlar entre vosotros. Si habláis en esta escena, se supone que habéis salido del compartimento y estáis en el vagón restaurante. Lo dicho aquí es público para todos los pasajeros. Tomadlo como una escena de presentación y toma de contacto.

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20/10/2014, 00:13
James R. Otterbourne.

Tras asegurar todo en mi compartimento, salgo al vagón restaurante. Miro por los alrededores y me dá la impresión de que soy el primero, así que me acomodo en una mesa de cara a la puerta donde están todos los otros compartimentos y llamo al camarero:

- Por favor, (mientras hago el gesto para llamar la atención) ¿sería tan amable de servirme un Whisky doble con hielo por favor?

Y allí con mi trago y mi maravillosa sonrisa me quedo esperando a que alguien llegue y quiera hacerme compañía.

 

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20/10/2014, 01:10
Richard Lancaster III

El joven heredero de los Lancaster había llegado al tren vestido a la última moda de los sastres de Londres y con el pelo húmedo, probablemente tras haber pasado por una exótica casa de baños para limpiarse del polvo y la suciedad que abarrotaban países tercermundistas como aquellos. Su equipaje lo llevó un joven que sudaba la gota gorda para seguir el buen ritmo del noble, quien le lanzó con elegancia un par de monedas que brillaron en el aire cuando llegó a su destino y el personal del tren se hizo cargo de sus cosas.

Tras instalarse y cambiarse -ya que, por supuesto, no iba a llevar la misma ropa en la calle que en el tren- se aproximó a la barra del vagón restaurante, y tras dedicar un leve cabeceo y una sonrisa al hombre que allí se encontraba, puso un dedo sobre la barra.

- Ginebra - dijo, con un suave acento del norte de Inglaterra - Esperemos que la bebida esté a la altura del precio del pasaje...

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20/10/2014, 01:32
Edward Carmichael

Edward habría aparentado ser el típico caballero inglés si no fuera por el acento marcadamente americano y por lo que algunos podían tomar como un "exceso de confianza" aunque su actitud fuera en gran parte formal. Por lo demás, su forma de vestir así como incluso su apariencia física podría hacer a algunas personas confundirlo con alguien de Inglaterra. Claro que esos eran sus orígenes, pues su abuelo nació en la vieja Inglaterra.

Entró en el comedor a pesar de no tener demasiada hambre. Pero estar allí era una buena de conocer gente, y para eso estaba allí... no habría cruzado el charco si no tuviera la intención de codearse con los otros pasajeros.

-Buenas, señores- les dijo a los que ya se habían sentado, antes de hablarle al encargado de servir las bebidas- para mí un café, si es tan amable.

Otra gran diferencia que lo separaba de los ingleses, se había aficionado al café. De hecho, solo tomaba té en reuniones formales, y ni siquiera demasiado a menudo en esas situaciones.

 

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20/10/2014, 01:47
Sor Lorenza

A paso lento, tras dejar mi equipaje en mi compartimento, llego al vagón restaurante. En la entrada hay un pequeño obstáculo que hay que sortear, es insignificante, de esos que son una rendijita y poco más pero para mí son un mundo y es que no olvidemos que ya tengo una edad. A lo que iba, me recojo un poco la falda de la sotana y levanto un pie, luego el otro y sigo a paso lento con las manos entrelazadas.

-Buenos días caballeros- digo un poco en general como símbolo de educación mientras me dirijo a una de las mesas.

Me siento bien cómoda y hago una señal al camarero. -Por favor joven, ¿cuando disponga me podría traer un zumo de tomate?- miro a mi alrededor, solo hay hombres y como han podido extrañarse de mi elección le digo al caballero que hay a mi vera... -Lo probé el año pasado en Indiana y es una verdadera delicia, debería usted probarlo- mi rostro no ha perdido la sonrisa desde que entré en el Orient Express. Me encanta viajar y siempre he oido muy buenas críticas sobre este tren.

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20/10/2014, 04:55
Frank Heath

Frank llego al vagon restaurant con un rostro cansado y avanzo sin dar muchas palabras hasta donde se encontraban los demas señores y la monja. "Buenas tardes Señores y Señora." saludo con poco animo acercando a la barra y esperando a que estuviera desocupado para pedirle un Whisky sin hielos.

La verdad no estaba ahi por la compañia, sino para beber su Whisky pero talvez encontraria una persona interesante que le alegrara la bebida.

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20/10/2014, 13:19
James R. Otterbourne.

Hago resonar mis hielos al tiempo que de doy unas buenas vueltas al vaso para luego tomar un buen trabo disfrutando sel fuerte sabor. Vuelvo a abrir los ojos y solo me encuentro con hombres y una monja.... aunque parece que no todo el mundo tiene un mal gusto para la bebida.

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20/10/2014, 13:30
Edward Carmichael

Va saludando a los que van entrando pero particularmente prestó atención a la monja, cuando hizo alusión al zumo de tomate. Él personalmente, aunque lo había probado, no era un amante de esa bebida que a él se le hacía algo empalagosa. Sin embargo, saber que alguien más de los presentes había estado en su país equivalía para él una "invitación directa" para iniciar un tema de conversación.

-Hermana...- se quedó un momento callado, como esperando oír un nombre por parte de la religiosa para que supiera como llamarle- ¿ha estado usted en indiana? Qué casualidad, yo provengo de Chicago, lugar donde se invitó esa bebida. Yo soy más de café o, lo reconozco, de cosas más fuertes antes de su prohibición en Estados Unidos.

Un defecto que tenía, o virtud, dependía de a quien se le preguntara, era que le gustaba establecer conversaciones hasta con gente desconocida para él. Ese rasgo le hacía ver como alguien afable para unos, sobre todo con una posición social no demasiado elevada, y un impertinente para otros. No le importó, él hacía eso hasta que percibía que no era del agrado de otra persona.

-¿Ha estado usted en el "nuevo continente? Espero que le haya gustado, mi querido país puede ser tan atrayente como intimidante.

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20/10/2014, 13:58
Abbey Lansbury de Kent

Apuré del brazo a Phineas, con una mirada crispada por el agobio. Llegábamos tarde por culpa del horrible atasco que se había formado en la principal vía de Estambul. Estaba exasperada, con el corazón latiéndome muy deprisa, y miraba a Phineas con ansiedad.

El tren se nos va, Phineas— dije, corriendo lo que me permitía los zapatos y el vestido—. No me puedo creer que los caballos aún vayan por las mismas calles que los vehículos— de nuevo me vino a la mente la imagen del caballo atrapado en un adoquín sin su herradura—. Qué vergüenza da Estambul. Los aliados invadieron las ciudades equivocadas— añadí con desdén.

Al entrar en la estación, me abrí a codazos por entre el bullicio de la gente, mirando de soslayo a mi marido.

—Phineas, ignora a la gente. Ahora mismo no quiero saber nada acerca de cada uno de los que presentan ojeras en el rostro, o un maletín con cabellos rubios— sonreí al terminar la frase.

Sacamos los últimos billetes que quedaban, y tuve que quejarme al vendedor por sólo tener billetes de segunda. No podía creer que no estuvieran reservados ciertos billetes de primera por si venía algún tipo de celebridad.

La compañía cae en picado, vida— dije, de nuevo, arrastrándolo por en largo andén, buscando el vagón correcto—. Billetes de segunda— bufé, poniendo los ojos en blanco.

Tras unos días en aquellos camarotes de barco, donde el tamaño sí que importaba, pues me sentía como si estuviera en la cola para pedir comida en la beneficencia, me terminé acostumbrando, aunque Phineas tuvo que aguantar mis improperios por la boca, la cual no se cerraba hasta que no lograba conciliar el sueño. 

Con la garganta seca, convencí a Phineas para acercarnos al vagón restaurante, mientras el tren recorría un valle bañado por la luz del sol. 

Un Long Island Ice Tea, por favor— dije al camarero—. Y rápido, haga el favor. Tengo sed— indiqué. 

Saqué un cigarro y lo coloqué en la punta de una boquilla negra larga. Lo encendí con un gesto distraído, y di una pequeña calada, pensando que no estaba tampoco tan mal aquel viaje tan particular.

Eché un vistazo, mirando de soslayo, a mi alrededor, y contemplé a los señores que allí había, algo divertida. Pensé en la habilidad de Phineas y lo interrogué con la mirada, sonriente, comprobando si podía sacar alguna cosilla de los que nos rodeaban. 

Notas de juego

Editado :)

Espero que se entienda mejor :P

XDXDXDXXD

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20/10/2014, 15:02
Ada Birdwhistle

Ada Birdwhistle entró en el vagón restaurante seguida en todo momento por su institutriz, Fraulein Rottenmeier, que observaba todo lo que la rodeaba con un desdén constante, arrugando la nariz como si tuviese algo maloliente bajo ella permanentemente. 

La pequeña, sin embargo, miraba a su alrededor tratando de no perderse nada de lo que sucedía. Sus ojos, grandes y transparentes dejaban traslucir el debate que se mantenía en el interior de la niña. Por un lado, deseosa de liberar su curiosidad infantil y por otro, recordando constantemente las normas de educación que le habían sido inculcadas. A pesar de su corta edad, Ada se movía como una pequeña damita de alta sociedad, conteniendo su intención de tocar todo lo que se presentaba ante sus ojos. 

Había algo en ellos que tampoco era difícil de descifrar. Una tristeza, tan reciente y dolorosa como la pérdida que la había provocado, y cuyo poso permanecía en los ojos de color miel de la niña, apagando la vivacidad propia de su edad. Llevaba un vestido color crema, fabricado con tela de buena calidad, con algunos ribetes en dorado en los volantes del vuelo de su falda y en la pechera un pequeño adorno negro de seda, como símbolo del luto en el que todavía estaba envuelta.

Ada se acercó a la barra, mirando por el camino a todos los que se encontraban en el vagón, y se puso de puntillas para asomarse por ella, haciendo visible para el camarero tan sólo la mitad superior de su rostro. - Buenos días. - Dijo con voz dulce y tono educado. - ¿Tienen chocolate? Me gustaría tomar un chocolate caliente. Con una nube de leche justo en el centro, por favor. - Se giró entonces hacia su institutriz y se dio cuenta de que no le había pedido permiso antes de pedir, así que se apresuró a corregir ese error dedicándole una pequeña sonrisa que suavizó de forma adorable la tristeza de su expresión durante un instante. - Puedo tomar un chocolate caliente, ¿verdad, Fraulein? ¿Qué desea tomar usted?

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20/10/2014, 15:24
Andrew Lowell
Sólo para el director

El señor Lowell, observo como el revisor invitada a los pasajeros al subir al tren, dirigió una mirada al resto de los pasajeros intentando discenir cuales de ellos gozarían de una posición económica como la suya para más adelante relacionarse con ellos.

Al subir le indica a su criada que por supuesto va detrás de él que sea cuidadosa con su equipaje.

La mujer de mediana edad asiente de forma asustadiza y parece adoptar una forma más delicada de sujetar la pesada maleta.

Andrew espera conseguir alojamiento en la primera clase, las cosas serán un poco menos cómodas sin una sirvienta pendiente de sus necesidades pero es el precio a pagar para mostrar cuanto se posee.

Una vez ha dejado a su sirvienta (...¿Berna?, ¿Ana?....la verdad es que suelen durar tan poco a su servicio que no se acuerda, es tan difícil conseguir nuevos empleados en estos tiempos...) acomodando su equipaje en el compartimento, se dirige al vagón restaurante, una vez sentado y con el correspondiente periódico en su manos, hace un gesto para llamar al camarero:

-Un café sin leche por favor y que no este demasiado caliente, odio el café caliente.

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20/10/2014, 16:38
François du Vermont

En el vagón restaurante hay una zona amplia reservada a la barra del bar, donde el maître es el encargado de preparar las bebidas a tan distinguidos viajeros.

A pesar de su edad, al ir recibiendo los pedidos, el maître muestra su savoir faire en la ejecución y buena memoria, al no olvidar ni un sólo pedido de los que le han sido lanzados al vuelo, ni el destinatario de cada cual. En poco tiempo tiene sobre la barra las diferentes bebidas y acerca con una bandeja a cada cual lo suyo. Silencioso y metódico, ajeno al bamboleo de las vías.

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20/10/2014, 16:46
Fraulein Rottenmeier

Observa a su pupila con una mueca de desaprobación impasible en su rostro.

- Los excesos de azúcar no son buenos. Ni para el recato ni para la figura ni para ése vestido. - Mira sin variar su rostro contrito al maître. - Sírvale a la señorita Birdwhistle lo que le ha pedido, pero en una taza pequeña, de esas de ahí, y sólo con chocolate hasta la mitad. A mí me pone un agua con gas. - Le acaba por decir con la acostumbrada voz a mandar y de quien no pone en duda ni por un momento que será obedecida. Para desolación de la pequeña Ada, la taza señalad por su institutriz es de las más pequeñas de la alacena, de aquellas en las que sirven el café a los pasajeros italianos.

Espera en la barra que el maître le sirva lo solicitado para ser ella la que se encarga de acercarlo hasta una mesa.

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20/10/2014, 17:32
Richard Lancaster III

- Por favor, caballero - dijo el joven, girándose hacia Edward Carmichael y mirándole como quien observa un espectáculo callejero de tercera - Estados Unidos hace tiempo que dejó de ser el Nuevo Continente... ahora es sólo un lugar donde enviar a los que no son lo suficientemente seguros de sí mismos como para emprender negocios en Europa. ¿Qué trae a un americano a este lado de oriente? ¿Buscando más esclavos para sus plantaciones?

Aunque el tono era hiriente, parecía salir de forma natural, como si en realidad pensara todo aquello y no fuera una agresión propiamente dicha.

- Oh, parece que el atractivo del viaje acaba de aumentar repentinamente - dijo, acercándose a Abbey Lansbury de Kent e inclinando la cabeza suavemente -y no besando su mano, como hacen tan vulgarmente en otras partes del mundo- Soy el barón Richard Lancaster III, a su servicio, ¿me haría el favor de decirme quién tiene el honor de iluminar con su luz el hasta ahora lúgubre vagón?

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20/10/2014, 17:42
Sor Lorenza

Antes de que llegue su ansiado zumo de tomate empiezan a llegar más personas. Una ansiosa muchacha con su marido, pide algo extraño pero gracias a mi dominio del inglé sé que es un té helado, sin muchas florituras, claro que desconozco todo el alcohol que lleva. También llegan una niña y lo que parece su institutriz, la niña es muy dulce y tanto lo es que su maestra no le deja tomarse el chocolate como a ella le viene en gana, no vaya a pasarse la niña con el azucar...

Un hombreton se me arrima y me habla. Parece americano por ese acento tan cosmopolitan y no me equivoco, es un americano y uno que sabe lo que se cuenta...

-Me puede llamar Hermana Lorenza- sonrio al caballero. -He estado en muchos sitios y el nuevo mundo no podía faltar entre esos lugares. El zumo de tomate es delicioso, de lo mejor que conocí allí jejeje- camuflado en mi risa hay algo... no me gusta demasiado la gente americana, mucho libertino y mucha descocada. El tiempo dirá si este caballero es merecedor del corazón de Cristo.

-Si, señor... ¡No me ha dicho su nombre!- doy un sobresalto en la mesa -Ay perdoneme, que modales los míos, hablar con usted sin saber su nombre. Ay madre míaaaa, no me he dado ni cuenta- después de ese pequeño traspies en mi anciana cabeza, me recompongo y sigo la conversación a la espera de su nombre. -Si que me gustó pero por allí hay mucho pecador, ya sabe usted jejeje. Deberían seguir más la palabra de nuestro señor.

Un joven interrumpe nuestra agradable conversación pero en seguida se va con la chica ansiosa sin percatearse quizá de que el hombre que la acompaña es su marido... Veremos si esa mujer sabe guardar sus faldas...

-Como es la juventud de impetuosa...- digo en bajito al señor que me acompaña.

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20/10/2014, 19:14
Abbey Lansbury de Kent

Di un gran sorbo al alargado vaso de cristal, e hice un gesto con la mano al camarero, indicándole que estaba delicioso y a la perfecta temperatura. Odiaba las bebidas calientes.

Me distraje mirando a la pequeña niña, recordándome a mí hacía unos años, con pomposos vestidos, tules, peinados perfectos, y sonrisas falsas en el rostro, tratando de mantener la compostura mientras estuviera expuesta de manera pública.

Me acerqué a la niña, me incliné un poco, y sonreí de manera pícara.

En cuanto te deshagas de esa mujer— susurré en su pequeño oído—. Yo te compro un chocolate de verdad, querida.

Me incorporé, guiñándole un ojo mientras daba una airosa calada a la boquilla, y miré de forma divertida a aquella institutriz, que tanto me recordaba a las que yo misma había tenido.

—Una niña preciosa— dije con mi sonrisa falsa que mantenía de niña—. Debe de ser un orgullo para usted.

Ensanché la sonrisa, y me di la vuelta, poniendo los ojos en blanco, mirando a Phineas. Tomé otro sorbo largo de mi té helado, y me sobresalté cuando aquel hombre me abordó sin ni siquiera invitarme a algo.

Sonreí ante su pregunta y di una calada más, pensándome la respuesta. Divertida, ensanché la sonrisa, y miré de soslayo a la monja.

Soy la hermana Mary— contesté, llevándome la boquilla a los labios—. Me falta poco para entrar en la orden, pero considéreme ya dentro— mentí de manera descarada—. Para hablar con su semejante, una servidora debe hablar con Dios— enarqué una ceja divertida,  exhalando el humo a través de mi boca semiabierta, totalmente divertida. 

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20/10/2014, 19:17
Sor Lorenza

Miro a la chica con mi sonrisa más picara.

-Señorita he de decirle que tengo muchos años atrás para creerme tal disparate.- junto las manos. -Puede que usted se llame Mary pero está lejos de meterse a monja. Le delata su bebida, las monjas no bebemos alcohol, eso es pecado y si va a entrar en nuestra orden supongo que no bebería. Por no hablar de su vestimenta, normalmente a las que están a punto de entrar en nuestra orden les hacen ir más recatadas y llamando menos la atención.- miro de reojo al resto de presentes. No quiero importunar más de lo necesario, al menos por ahora. -Perdone, no quería ofenderla ni mucho menos, cada cual es libre de llevar la vida que quiera pero sin duda alguna la suya no es la vida que llevaría una fiel seguidora del señor.

Dicho esto doy un sorbo a mi zumo de tomate y sigo hablando con mi acompañante.

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20/10/2014, 19:27
James R. Otterbourne.

Estaba sentado y nadie se me había hacercado, después de ver lo que estaba pasando me levanté, intenté llamar la atención de Abby, para hacerle un pequeño gesto, un guiño serviría. Luego me acerqué ala institutriz de la niña.

- Perdone, Señorita, no he podido evitar escuchar la conversación sobre el chocolate y me ha parecido que la llamaban Fraulein, usted tiene que ser alemana, ¿me permite invitarla a algo? no tiene que ser alcohol, entiendo que está trabajando....

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20/10/2014, 19:35
Richard Lancaster III

Rió de forma comedida y elegante ante la broma de la joven que aquella sierva de Dios no supo coger a tiempo. Tampoco podía pedir mucho a personas que se cerraban a todos los aspectos de la vida que no fueran los religiosos.

- Sois un hombre afortunado de tenerla a vuestro lado, milord - dijo, dirigiéndose al acompañante de Abbey - Y más os vale no dejarla ni un minuto a solas durante el viaje o me veré obligado a invitarla a cenar...

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20/10/2014, 19:53
Phineas Poirot Lansbury

El caso había resultado decepcionante. ¿Por qué no decirlo? Vistos todos los hechos, los protagonistas de aquél pequeño drama, y sus inevitables consecuencias. En conclusión, había resultado menos misterioso y menos estimulante de lo que habían sugerido la prensa, el gobierno turco, y su propia y expectante (o ávida) imaginación, a primera instancia. Menos irresoluble de lo que se lo habían “vendido” aunque, por lo contrario del esfuerzo supuesto, le habían compensado con una generosa retribución económica que no conseguiría levantar su estado anímico entristecido y aletargado por la mediocre inventiva de la “farándula” criminal.

-Kilómetros recorridos- se decía, lamentando el hecho de que podría haberse resuelto, sin moverse de su sillón de cuero en la comodidad de su hogar en Londres, de haber tenido las pruebas y un par de testigos a mano. Distancia que podría haberse ahorrado, o tiempo que habría empleado en otros asuntos, de no ser por la incompetencia de las autoridades locales y de los responsables del servicio secreto del gobierno turco.

Aletargado, Phineas Poirot Lansbury, el gran detective, suspiró mientras su esposa lo arrastraba por el atestado andén. –Sé que se nos va, querida. Es lo que suelen hacer los Ferrocarriles cuando da la hora, estén o no en ellos sus posibles pasajeros.- Se quejó puntualizando un hecho, aunque ella no le escuchaba.

Detrás de ellos el cochero resoplaba cargando, al ritmo del matrimonio, con todo el equipaje. Phineas sintió lástima por el asalariado.

Trotando, y prácticamente tropezando con todos los usuarios que esperaban o bajaban de algún que otro ferrocarril, el detective resistía, por orden de su conyugue, pero sin conseguirlo, innatas tentaciones de distraer su mente analizando con la mirada a cada uno de ellos.

Finalmente pudieron hacerse con un camarote de segunda y entrar al maldito tren.

Un viaje que, desde las prisas de su inicio se auguraba, como mínimo para él, menos placentero de lo que anunciaban los carteles de la compañía y de lo que le había promocionado esa misma mañana Abbey, con risueña expresión. Lo había encontrado habiendo pasado la noche tumbado en el sofá, con la cabeza enterrada bajo un insípido libro que no le había distraído en absoluto. Al verlo, la joven sorteó los periódicos, con sus noticias remarcadas o subrayadas, abandonados por el suelo del hotel, para ir a rescatarlo de debajo sus páginas. Al despertar, su mirada enérgica se sometía perdida y vidriosa como la de un pez, lo que delataba que otra vez se había dormido bajo los efectos del alcohol mezclado con peligrosas cantidades de pastillas de litio. Algo para nada inusual cuando su mente no encontraba ningún reto, o estímulo, que le alejara de sus vicios. Mala costumbre que su exasperada mujer no conseguía erradicarle.

- Un placer tener a un ilustre Poirot en el pasaje.- Manifestó el revisor* sacándole de su frustración pintada mientras acompañaba al matrimonio a su compartimiento.

-Diez dólares para usted, si no vuelve a repetir eso en voz alta, mi buen señor.- Le replicó brindando tal billete con una sonrisa contrariada que proclamaba algo de intimidad.

~

Habían pasado los minutos, lentos, carentes de novedades y sin ninguna esperanzadora clase de estímulo. El paisaje, con la atención fija y perdida era poco más que manchas arrastradas por la velocidad del vehículo a vapor.

Conociendo los aspectos nocivos de su inactividad, Abbey decidió intentar convencerle de arrastrarlo al vagón restaurante. Phineas se incorporó sin mucho ánimo, esgrimiendo una mueca resignada, y la siguió.

Una vez allí, la joven intentó de motivarlo con “niñerías” de juegos deductivos, sus ojos brillaron y sus labios se separaron dispuestos a soltar un sinfín de detalles que flotaban en aquella habitación y sus ocupantes cuando se acercó un desconocido a importunarles.

Levantó una ceja inquisitivamente observando la “divertida” escena.

Notas de juego

*Comentario del revisor escrito por el máster.