Partida Rol por web

Los más grandes de entre los Dioses, los más poderosos, los más respetados, los más famosos o simplemente los que estábais cerca...  todos, habéis sido convocados ante la presencia de Zeus, Rey de todos los Dioses cuya palabra es ley, en lo más alto del Monte Olimpo y sin posibilidad de ser sustituidos o negaros. 

Algunos venís desde de los lugares más alejados y recónditos del mundo, otros simplemente cruzásteis el pasillo y sin duda la gran mayoría con gran esfuerzo delegásteis o dejásteis todo listo para poder ausentaros...  lo cierto es que no había una reunión tan multitudinaria y aparentemente tan importante desde los tiempos en que Cronos había sido encerrado en el Tártaro, y eso os tenía ciertamente intranquilos.

Diversos rumores viajan en estos días, preocupantes e intranquilizadores.  Rumores sobre una conjura de dioses liderada por Poseidón, que trataba de engordar las filas de sus ejércitos del modo más discreto posible. 

Algunos no habíais querido creer que esto fuese cierto, otros seguían pensando que eran exageraciones o simples peleas de hermanos...  fuera como fuere, lo cierto es que algo de verdad había detrás de todo aquello si habíais sido hechos llamar.

Dioses contra Dioses...  ¿otra vez? Esperemos que no...

Poco a poco vais llegado a las mismísimas puertas del Olimpo, donde los guardianes os esperan...

Se trata de Alexiares y Aniceto, hijos mellizos de Hebe y Heracles, guardianes de las Puertas del Olimpo a los que su madre, diosa de la juventud, otorgó la eterna niñez...

- Bienvenidos seáis dioses - dijeron al unísono - y bienvenidos seáis padre y madre - prosiguieron saludando a Hebe y Heracles - aunque lamentamos las circunstancias que nos han reunido aquí.  Todos deberéis ser pacientes y esperar mientras van llegando los que han sido convocados...  incluso los que vivís en el Olimpo deberéis esperar a que todo esté dispuesto - concluyeron.

Como no podía se de otra manera Hestia hace su aparición en primer lugar. Un humo ligero comienza a brotar del aire y en su centro un rápido fogonazo aparece. Tras apagarse el resplandor Hestia se encuentra frente las puertas del Olimpo. No es muy habitual que salga al exterior, pero alguna vez le gusta bajar al mundo mortal a escuchar alguno de los rezos o rituales que le ofrecen, que no son pocos.

-Saludos, pequeños- dijo con amabilidad a los pequeños guardianes.

Tras saludarles se apartó a un lado de la puerta y se puso a juguetear, con pequeñas trazas de fuego entre sus dedos, mientras esperaba al resto de los convocados.

Al llegar allí ya noté que todo estaba de un modo que no era el normal. Alexiares y Aniceto nos recibieron y les devolví el saludo cordialmente. Allí ya estaba Hestia, mi tía. Su naturaleza distaba bastante de la mía pero era una diosa que realmente me agradaba. - Hola querida tía, esperemos que esto sea una reunión de protocolo y volver pronto a nuestras faenas. Encuentro cosas bastante interesante entre los ciudadanos de Atenas y me gustaría volver para estudiarlos.

Artemisa llega al Olimpo con gesto serio. Cuando llega, descubre que tanto Atenea como Hestia se encontraban ya allí, junto a los pequeños Alexiares y Aniceto y sonríe. Al parecer era la tercera en hacer acto de presencia.

-Saludos -hace un pequeño gesto de deferencia en dirección a las otras diosas. -No estaba segura de cuántos de nosotros habrían llegado ya, pero veo que somos las primeras. Espero que este encuentro no nos lleve más tiempo del necesario. ¿Sabéis para qué nos ha convocado Zeus hoy aquí?

Se manifestó entonces el cuarto de los olímpicos, llevado de vuelta al reino paterno gracias a una escalera hecha de parras sin aparente principio o fin. El divino llegó caminando con actitud despreocupada muy típica de él, balanceando juguetón en su diestra el cetro que probaba su estirpe, en tanto que tomada por su siniestra llevaba vacía una copa dorada de fina hechura. Apenas alcanzar la zona de bienvenida saludó con una cálida sonrisa al par de enanos que a efectos prácticos eran sus bisnietos, pero su atención no tardó en recaer sobre las tres diosas ya presentes.

— Tía, hermanas, es siempre un placer verlas por separado...pero encontrarlas juntas me da más bien escalofríos — bromeó, o tal vez no, pues el dios de la vendimia no era conocido precisamente por la claridad de sus palabras — ¿Alguna sabe para qué nos llamó el viejo? — lanzó la pregunta al aire al tiempo que se encogía de hombros, luego fue a buscar un lugar dónde echarse.

Mientras algunos dioses se reunían ante las puertas, un murmullo comienza a hacerse más y más fuerte. ¡Es música!

Las duras notas del heavy metal resuenan en el ambiente, mientras a lo lejos se acerca una figura de enorme tamaño.

El gigante se acerca a grandes pasos, revelando una estructura mecánica intrincada, de forma humanoide. Un avanzado robot (muy del estilo de las películas mortales denominadas Transformers), del cual, justo en el momento en que la música llegaba a su apogeo ("As the masses came/Like a shadow through this lands"), brotaron unos pilares de fuego de los costados. El robot termino de acercarse a las puertas del Olimpo, se arrodilló, y abrió una compuerta de la que salió nada más y nada menos que Hefesto, con una sonrisa de oreja a oreja.

- Eso muchachos, ¡ES UNA ENTRADA! ¡HEFESTO IS IN DA HOUSEE! -

Había arribado al lugar bastante temprano al parecer ya que pocos habían hecho su aparición. En la puerta fui recibió por mis hijos que, gracias a él don que les había dado su madre, se verían jóvenes hasta el final de los tiempos.
-¿Como están mis pequeños? saludé. -Me he enterado de tan funestos rumores y he acudido a la espera de que esto se resuelva lo antes posible.- Agregué antes de acercarme a los otros dioses. Tanto Alexiares como Aniceto habían sido elegidos para una tarea y no debía importunarlos por mucho tiempo.
 -Saludos a todos los presentes.- dije sin referirme a alguien en particular antes de unirme a la conversación iniciada por Artemisa.
-Aun no se sabe en concreto pero se oyen rumores sobre un posible desacuerdo entre mi padre y su hermano Poseidón- No quería adentrarme más en el tema ya que no había nada probado y no estaba bien tomar un rumor como cierto y expandirlo por todo el Olimpo. -Espero que el motivo de reunión sea algo más ameno, incluso festivo. No pierdo las esperanzas.- Trate de mantener un semblante serio, si bien mi fama había sido adquirida a través de mis puños, preferí siempre mantener una apariencia tranquila.

— ¡Si de fiesta se tratara ya lo sabría yo antes que cualquiera, nieto mio! — clamó el dos veces nacido, ya recostado de lado sobre una alfombra de dudosa procedencia. No es que Dioniso quisiera ser impertinente, es que no podía ser de otra forma. La seriedad no era su fuerte, así como tampoco era tal la sobriedad, por ello de la misma forma en que insospechadamente obtuvo un "lecho" para tumbarse, más rápido que Zeus siéndole infiel a Hera el dios de la celebración ya tenía llena la copa de su conocido brebaje carmesí.

— Por cierto, definitivamente te pediré que amenices una de mis juergas, Hefesto. — La entrada del herrero ntampoco pasó desapercibida para él.

Iris, la en apariencia frágil mensajera, llego mecida por el viento, ayudada por su túnica la cual refleja el propio arco-iris de la que era diosa. Al ser una diosa de menor importancia de los que ya hubiera presentes, espero paciente, jugueteando con sus sandalias a que todos terminaran de llegar a las puertas y tras asegurarse de que por el momento no hubiera nadie mas, se apresuro sin llegar a tocar el suelo en personarse junto a los niños que guardaban la entrada.

-Hola pequeños. ¿Hoy sera un duro día de trabajo verdad? -Les saludo con una sonrisa, mientras les dedicaba una leve reverencia y pasada desapercibida entre los demás, quedando de nuevo en silencio, columpiándose con el viento.

Ares arribó al Olimpo de la forma que se esperaba de él. Cubierto con su caso de negro penacho y su broncínea armadura, sosteniendo su mortífera lanza con la mano derecha mientras que con la izquierda agarraba su escudo. En el momento, en que había sido convocado, el dios de la guerra y la brutalidad estaba enfrentándose a varias decenas de primitivos mortales, gusanos a sus ojos, por lo que su escudo se hallaba repleto de flechas. Un simple movimiento con su lanza y limpió su preciado escudo de toda clase de proyectiles.

Sus ojos escrutaron con frialdad a todos los dioses que habían acudido a la llamada de su padre Zeus. Sonrió con malicia. La mayoría de ellos eran sus hermanos, aquel hatajo de seres imperfectos que su padre había concebido con toda clase de mujeres mortales. Deformes, impíos, cobardes y remilgados, esa era la progenie que Zeus había engendrado, la mayoría a espaldas de Hera, la todopoderosa madre de los dioses. Pocos de entre ellos eran dignos de respeto a ojos del dios de la guerra.

-Hermanos, tía Hestia -les saludó al llegar, con la capa creada a partir de la piel de sus víctimas arrastrando a sus espaldas-. ¿Nuestro padre sigue haciéndose de rogar?

Era un día como cualquier otro en el Olimpo, Hebe se dedicaba a sus quehaceres cuando fue avisada que el padre de todos los dioses, o al menos de muchos de ellos y de otros tantos héroes y semihombres, había convocado una reunión con gran parte de la familia invitada a ella. 

Dejó lo que estaba haciendo y se encaminó hacia el lugar designado con pasos apresurados pero sin correr, su padre decía que un dios no llegaba tarde y no debía correr nunca, pero al fin y al cabo ella no era uno de los olímpicos y no quería que la esperasen, máxime cuando sólo tenía que recorrer varios pasillos. Por muy largos que éstos fueran.

Al fin vio las puertas que flanqueaban sus retoños y una sonrisa de orgullo asomó a su rostro.

-Buenos días guardianes. -dijo en tono solemne dirigiéndose a sus hijos. 

A pesar de las ganas de estrujarlos un poco entre sus brazos se contuvo, sabía que cuando estaban cumpliendo con su deber no querían ser tratados como otra cosa que no fuese lo que les habían mandado, aunque no pudo evitar un guiño de su ojo izquierdo cuando se aseguró que nadie los veía. 

Avanzó un poco más con el porte que una mujer merecía emitir, mirando a los ya congregados y preguntándose qué infiernos era esa mole de chatarra humeante, hasta situarse al lado de su marido.

-Esposo. -saludó poniendo una mano en su antebrazo para ponerse de puntillas y besar su mejilla, luego se giró hacia el resto e hizo una inclinación de cabeza general -Familia.

Entonces miró de nuevo el amasijo de metal y una chispa iluminó sus ojos haciendo que se viese lo joven que era.

-¿Eso es obra tuya hermano? Si ya te cansaste de hacer juguetes para Atenea podríamos hablar de unas ideas que tengo...

De pronto muchos símbolos se dibujaron en el suelo, cubrían un radio de tres metros y desbordaban elegancia y luz. Empezó a llover dentro del circulo (¿como, si no hay nubes?) y las gotas se empezaron a juntar formando la figura transparente de Apolo y su hijo que un un destello cegador adquirieron color y complexión, el dios de la luz y su hijo llegaron al Olimpo, cada uno portando su insignia. el arco y la vara.

Después de agradecer el transporte saludé a los dioses, algunos con mas ánimos que otros. -Espero que sea importante, hacer que los dioses dejen sus obligaciones sin darnos a conocer el motivo no es una buena forma de empezar el día. -Sin decir algo mas me apoye sobre un muro repasando las hiervas medicinales que había usado antes de llegar aquí.

- JA JA JA JA JA, veo que no has cambiado nada, hermanita. Nadie lo hace, pero eso son detalles... Es muy cruel de tu parte mencionarme a Atenea, ¡cuando ella claramente no ve mis encantos masculinos! - Me acerco y le doy un abrazo enorme.

- Vamos, ¡que la vergüenza es para los humanos! - Entonces miro hacia las puertas y veo a mis sobrinos.

- ¡NIÑOS! ¡MIS BELLOS SOBRINOS! Agghhhh, cómo los extrañé... Les traje nuevos inventos si les interesan, ¡son una genialidad! - Y agrego en un susurro, mientras los abrazo a ellos también y les alboroto el pelo - Y no digo eso porque los haya creado yo. -

- Terminadas las formalidades, hermanita, estaré encantado de escuchar tus ideas, y decirte que son pésimas JA JA JA JA JA. -

-Veo que me he perdido el inicio de la fiesta - llegando un poco tarde dije a modo de entrada principalmente mirando a Hefesto.

Dejé de estar alejado para acercarme a los demás haciendo una ligera reverencia a toda la familia - Familia, encantado de volver a veros... Hace mucho que no nos vemos todos juntos. - entonces volví a mirar a Hefesto - Por favor, que no pare la musica.

Aunque si que miré a todos lados para buscar algunos dioses que faltaban por llegar - ¿Alguien ha visto a mis padres? Me imaginaba que mi madre tardaría en llegar, pero no me lo esperaba de mi padre. Por fin puedo decirle que le he ganado. - Y me reí brevemente por esta pequeña broma

Su hermano y esposo Zeus les había convocado a una extraordinaria reunión, donde Dioses de todos los lares debían reunirse en el Olimpo, no le hacía mucha gracia que su hogar fuera a estar lleno de gente a la que no tenía en alta estima, aunque eso ya pasaba diariamente, al menos no pasaba con tanta cantidad. Bajó de sus aposentos e hizo acto de presencia. - Bienvenidos seáis todos al Olimpo, podéis comer y beber todo lo que queráis mientras esperáis la llegada y el motivo por el cual Zeus, mi esposo, nos ha convocado hoy a todos aquí. Espero que la reunión no se alargue demasiado y podamos volver todos a nuestros quehaceres - dijo con un tono amable - Y pueda volver a la tranquilidad de mi amado hogar. - pensó para si misma.

Escuchó por un casual el comentario de su hijo Hefesto y por ello antes de sentarse examinó con sumo cuidado la silla que estaba destinada a sus posaderas, no quería volver a quedarse encadenada en ella por culpa de los inventos de Hefesto, pero tras cerciorarse de que estaba en perfecto estado, se sentó a la espera de noticias por parte de su marido.

Ante la llegada de Hera, Iris ceso en su entretenimiento, para volar junto al trono de Hera y quedar a su vera, con la cabeza gacha.

Una mujer pequeña de tamaño que lucía un aspecto tan inocente como hermoso entró en el Olimpo atravesando su puerta principal y saludando con un gesto de su mano y una sonrisa a los guardianes, a los que apenas les sacaba una cabeza. Pese a su tamaño, sus formas eran las de una mujer adulta.

Todos allí la conocían. Era hermana de muchos los presentes, pero con quien mejor se llevaba siempre había sido su querido hermano Ares.

Veo que ya estáis aquí casi todos, eso explica por qué sentía la imperiosa necesidad de llegar aquí. Allí donde los Olímpicos se juntan yo nunca ando muy lejos. ¿Verdad hermanitos?

¡Mamá! ¡Qué alegría verte! Estarás muy feliz de recibir a todos tus hijos en casa, ¿no?. Porque yo sé que a todos los sientes como propios. Aunque algunos de ellos se rían a tus espaldas, estoy segura de que te quieren mucho. Como yo.

Helios estaba descansando en Rodas cuando escuchó la llamada de Zeus pues él veía y oía todo lo que pasaba, y no dudó en acudir a la reunión. Se montó en el carro de fuego tirado por sus corceles, Flegonte, Aetón, Pirois y Éoo, rumbo al Olimpo.

Al poco llegó, viendo primero a Alexiares y Aniceto a los cuales saludó sonriente, para a continuación dirigirse a todos los presentes: Buenos días a todos, en breve Zeus nos dirá que sucede pero algo grave imagino si nos ha convocado a todos.