Partida Rol por web

Y un nuevo día comenzó, luminoso, con el brillo cegador del sol irrumpiendo por doquier y sin permitir que nadie durmiese más tiempo del debido, debido a la intensidad de su luz...  ¿su luz? ¿pero Helios no estaba en el Océano?

No, ya no, por algún extraño motivo Helios había vuelto de su encierro y se encontraba con vosotros nuevamente, con una amplia sonrisa en el rostro.

Sin embargo aquella no sería la única sorpresa que el día habría traído con él...  pues la que no aparecía por ninguna parte era Hera, la mismísima Reina de los Dioses, que como Helios la noche anterior, había sido enviada a las celdas de Poseidón en las Profundidades Oceánicas, un duro golpe para los leales, sin duda...  y en especial un grave insulto para Zeus, que no debía estar nada contento.

En ese preciso instante, aparece de la nada una tenue bruma que da paso a una ligera llovizna muy localizada, que cae formando la figura de una hermosa mujer, una mujer a la que todos reconocéis sin ningún tipo de duda...  ¿pero qué hace allí?

Ariadna, la hermosa princesa cretense que traicionada por su amante había sido rescatada por Dionisos, y a la que este había convertido en su esposa, abandonando así toda particiàción (que no asistencia) a las orgías que se celebraban en su honor.  Sin embargo, las bromas y sonrisa iniciales del dicharachero Dios dieron paso a una expresión gélida y colmada de pavor cuando la llovizna formó también una lanza, una lanza que atravesaba el cuerpo de su esposa.

La mujer cayó de rodillas llevándose las manos a la herida abierta mientras su esposo corría a su lado para tratar de ayudarla.  Confundida, observó el rostro de su marido y con una mano ensangrentada acarició su mejilla:

- ¿Ya he muerto? Me alegro de poder verte una vez más - dijo con dolor en su voz.

El Dios del vino trató de sostener a su mujer, llenándose de sangre en su torpe intento de frenar las hemorragias:

- No digas tonterías Ariadna ¡ni estás muerta ni vas a morir! - dijo mientras se giraba y buscaba sin encontrar a Asclepio o en su defecto a Apolo, como si hubiese olvidado que ya no estaban allí, y gritó - ¡ayudadla maldita sea! - pero ya era demasiado tarde, pues la mujer murió cayendo en sus brazos dejándole totalmente boquiabierto y desconcertado, con los ojos llenos de lágrimas.

En ese momento, Temis, que ya había tomado su lugar junto a la Llama del Olimpo negó con la cabeza - Nada puede hacerse ya Dios del vino, pues Ariadna era una mortal y como mortal ha caído.  Muchos son los mortales que con esta conjura están perdiendo sus vidas, muchos son los mortales que pertenecientes a un u otro bando, arriesgan sus vidas en pos de un futuro incierto que estáis tratando de solventar estas noches.  Pues es todo lo que podéis hacer, descubrir a los conjurados, y acabar con esto.

- Sólo puedo lamentar tu pérdida y esperar que sea una fuerte motivación para la tarea a la que estás destinado Dionisos, realmente lo lamento.

- En cuanto a ti Helios, sólo puedo darte la bienvenida.

En ese momento apareció la oscura bruma que precedía la barca de Caronte, mostrando la figura del esqueleto que se había llevado a tantos a lo largo de su existencia, incluyendo a Dioses:

- Zeus no ha pagado por esta viajera...  - dijo sin el menor atisbo de emoción alguna, - esto no estaba previsto...  las guerras acaban con demasiadas vidas que no pueden cruzar al otro lado por falta de efectivo, aunque claro, alguno quizá queráis contribuir al descanso eterno de esta alma - dijo con el tono de voz de un empresario que sólo pensaba en el dinero...  ¿qué narices haría Caronte con el dineral que le daban las almas?

Dionisos partió la lanza que atravesaba el cuerpo de su mujer y la liberó de esta, poniéndose en pie y mirando fíjamente a Temis le dijo con odio: 

- Yo no he perdido nada, - y acto seguido os miró a todos - y en lo que a mi respecta todos sois basura, ella es mucho mejor que todos vosotros juntos, y por ello esta estúpida guerra me importa un soberano comino - alargó la mano y pagó el doble de lo habitual por el viaje de Ariadna, tomándola en brazos y...  subiéndola él mismo al bote.

- Y ahora Caronte, llévanos al Inframundo...  tengo asuntos que tratar con Hades y con Zeus, pues esto no se queda así... 

Como única respuesta Caronte asintió y comenzó a remar, llevándose a la mortal y al Dios del vino con él, a las Profundidades del Inframundo.

Ártemis observa con atención todos los cambios que se van sucediendo a su alrededor. Profecías dignas de oráculos, llegadas, despedidas forzosas, abandonos voluntarios... Eran tiempos difíciles para los felices habitantes del Olimpo y así se reflejaba en el entorno.
Tras la marcha de Dionisos junto a su amada, el silencio se hizo dueño y señor del lugar. Finalmente, fue ella la que se decidió a romperlo.

-Parece que se han cumplido tus palabras, Hestia. Me alegro de tener a Helios de nuevo entre nosotros.- Dice la diosa dirigiendo un saludo con la cabeza en dirección al representante solar con una sonrisa. -Mas no será algo permanente, me temo. Si las palabras son ciertas, en cuanto demos con un conjurado él se verá obligado a volver a su encierro. O cuando encontremos la oscuridad...

El rostro de Ártemis se volvió más sombrío conforme hablaba.

-Espero que eso no signifique que hasta ahora hemos errado con todos nuestros votos. Con la llegada del nuevo día hemos perdido a dos inocentes confirmados. La marcha de Hera no sorprende a nadie, desde el momento en el que se confirmó su lealtad hacia padre. La de Dionisos... qué decir de ella. Aquellos que seguís empeñados en dejaros llevar por los placeres carnales, en lugar de por la razón, siempre tendréis el punto débil tan expuesto como lo tuvo el valeroso Aquiles.

Un hondo suspiro escapó de sus labios antes de retomar la palabra.

-Estamos en el tercer amanecer y debemos emitir un nuevo voto. Espero que el juicio guíe nuestras palabras y nos permita dar con uno de esos traidores. Solo pondría la mano en el fuego por cuatro de los aquí presentes. En otros tantos confío, aunque no en demasía al carecer de pruebas. Y del resto, no sé qué pensar... De momento esperaré un poco más antes de ofrecer un nombre .

Hebe despertó con los rayos del astro rey golpeando sus pestañas y se levantó de golpe, eso sólo podía significar dos cosas, o Helios había vuelto del Océano o Apolo le había usurpado los poderes y había salido del Tártaro. Sus ojos buscaron entre los cuerpos que la rodeaban y la alegría de ver al dios del sol se vio truncada por la falta del rostro su madre.

Todavía no había podido reaccionar a esa pérdida, ni a las implicaciones que tenía, cuando ante ellos apareció la princesa humana que era la esposa de Dionisio. Una pregunta se comenzó a formar en la mente de la joven pero quedó a medias cuando vio la lanza que sobresalía del abdomen de Ariadna. Las palabras que cruzaron el matrimonio y el desvanecimiento final de la mujer hicieron que los ojos de Hebe se aguasen, su boca se abrió con estupefacción y cogió la firme mano de su esposo tratando de no perderlo a él también, de obtener fuerza.

Cuando ya el barquero se perdió de la vista de los dioses, la benjamina de Zeus y Hera apretó la mano de su marido antes de soltarla y dirigirse hacia su hermano mayor.

Ares, -llamó la atención del dios, pero su voz era clara para que la oyeran todos. Si los conjurados la enviaban con su madre por lo que iba a decir lo haría con la frente bien alta -me dijiste que si tenía algún sospechoso te lo dijera. Tengo varios, pero uno confirmado. Siguiendo el consejo que Atenea me dio hace ya tiempo, y del que he hablado antes, he estado pensando quién está más cercano a padre, tanto físicamente como emocionalmente, y me ha salido el nombre de quien ya varios se han preguntado por qué está aquí. Fue arrebatado de su vida mortal, de su futuro y de todos sus conocidos. Traído al Olimpo para vivir eternamente al servicio de quien lo tiene de amante y sirviente sin haber preguntado su parecer. A pesar de todo parece que ha logrado que Zeus crea que no está resentido y lo mantenga a su lado, será por su belleza, ya sabemos que eso nubla a padre. Incluso lo ha traído aquí cuando no es ningún dios, ni tiene ningún poder que sepamos. El único motivo lógico para estar en este recinto, es que el dios de dioses tenga alguna sospecha fundada sobre él. Dije que protegería a Dionisios y para hacerlo debía elegir a otro para ocupar el lugar en el océano, por todo lo anterior lo elegí a él, pero como es un conjurado sigue aquí, pues esa era la única forma de librarse. Estoy hablando de Ganímedes. Mi poder me dice que es aliado de Poseidón y deberíamos enviarlo al Tártaro ya, podéis creerme o no, preguntar lo que queráis, yo ya he hecho todo lo que podía contra los conjuros.

Eris escucha las palabras de la eternamente joven.

Hebe, aclara cómo concluyes que el copero es conjurado. En tu exposición dices que su presencia aquí sólo podía tener sentido si Zeus dudaba de él, pero eso no es una seguridad. Luego dices que él debería haber sido enviado al océano en lugar de Dionisos, pero este último no fue llevado al océano, sino que lo fue Hera. ¿Estás totalmente segura de tu acusación? La explicación no parece clara. Tal y como lo expones, el inmortal solo habría sido llevado al océano si Dionisos era el elegido por los conjurados. ¿Es así?

Ares aferró con fuerza su lanza, con un gesto de ira, cuando vio que Dioniso se veía forzado a marchar para permanecer junto a su amada muerta. Los conjurados estaban poniendo todos sus esfuerzos para que Poseidón se alzara triunfante en el Olimpo, aunque él no lo consentiría. Pese a la alegría que podría suponer el retorno de Helios, los conjurados se habían cobrado otra víctima: Hera, la Madre de Todos, confirmada como inocente durante el día anterior.

-"El sol volverá al firmamento, por siempre y hasta el final. Hasta que muera su opuesto o al Tártaro un conjuro enviar"-coincidió con Ártemis, pensativo-. Tal y como yo lo veo, si la vuelta de Helios es temporal, y todo apunta a que lo es, tenemos que deshacernos hoy de un conjurador. Supuestamente, Helios regresará al Océano al final del Día si hoy acertamos, pero es un instrumento que sólo podremos utilizar una vez. Lo más probable es que esta noche los conjurados intenten atacar a "su opuesto" para hacer que sean quitados de en medio dos dioses en vez de uno.

-La marcha de Hera no sorprende a nadie. Madre ya sabía que su tiempo aquí era escaso desde el momento en que expusieron sus lealtades. Su poder no podía protegerla de los ataques de los traidores y por eso mantuvo un perfil silencioso. Con suerte, cuando esto termine, podremos traerla de vuelta.

El dios de la guerra escuchó entonces las palabras de Hebe, y realizó un gesto de asentimiento.

-Ganímedes también está entre mis sospechosos, pero no termino de comprender el método por el que llegas a la conclusión de que no ha sido enviado al Océano porque es un traidor. Si protegiste a Dioniso, lo lógico es que él no vaya al Océano, porque Dioniso ha ido al Tártaro por voluntad propia sin que nadie lo envíe. Por otra parte, teniendo en cuenta que el copero votó a Eris y a Démeter sin ningún tipo de argumentación, si resultase ser un conjurador, descartaría como conjurados por el momento esos dos nombres.

Hebe miró a sus hermanos y negó con la cabeza.

-No, no me he explicado bien, lo siento. Yo no elegía a quien salvar, sólo a su sustituto. O sea, esta noche todos estábamos protegidos menos Ganímedes. Si él era inocente ocuparía el lugar del elegido por los conjuros de Poseidón, una pérdida menor pues su voto vale la mitad, si no iba al Océano sería porque ya formaba parte de él, como ha sucedido.

Sus ojos por fin miraron al efebo, en ellos estaba la acusación de haber enviado a su madre a las profundidades oceánicas. 

Eris afirma con la cabeza.

Comprendo. Pero algo aquí no me cuadra. Dame tiempo para pensar e intentar aclarar ese algo.

Ártemis escucha atenta a Hebe con un atisbo de esperanza en la mirada ante la posibilidad de haber dado con uno de los conjuros.

-Entonces, ¿estábamos todos protegidos ante bajadas al tártaro o tan solo Dionisos? Temo que tu poder no haya funcionado por su bajada voluntaria, como afirma Ares. Pero, si estábamos todos cubiertos realmente, Ganímedes debería haber caído por el ataque contra Hera.

La diosa mira al copero con el fuego ardiendo en la mirada antes de devolver su atención a Ares.

[B]-No nos apresuremos. Como ya he dicho alguna vez, de momento confío en Eris, pues sus gestos no me han hecho sospechar lo contrario. Sin embargo, cualquier traidor podría votar por otro, si es evidente que no va a ser el nombre elegido, como método para desperdiciar su voto y tratar de despistar

-Artemis, cualquier traidor puede votar contra otro, es cierto. A veces para despistar porque saben que un solo voto no afectará en lo más mínimo, y otras para salvar su propio culo, pero no se arriesgarán a votar a un conjurado si aún tienen la posibilidad de que no sea el más votado.

-Personalmente, quiero creer a Hebe, pero noto cosas que me chocan mucho sobre el uso de sus poderes. Si puede protegernos a todos, tan sólo con señalar a alguien, es increíblemente poderosa. Claro que Hebe también podría estar mintiendo, podría ser una conjurada inventándose un poder que no tiene para quitarse de en medio a Ganímedes. Debemos valorar ambas opciones, y quiero escuchar también lo que diga el copero, por más que lo considere sospechoso. Hebe, ¿sobre quién usaste tu poder durante la primera noche? ¿Helios? ¿Atenea?

Hebe miró a su familia, estaban cuestionando si estaba diciendo la verdad, era esperable pero no por ello dolía menos.

-Yo no podía proteger en las votaciones para ir al Tártaro, -contestó a Artemis -sólo podía trucar una elección de los conjurados, y si Ganímedes no ha caido es porque es uno de ellos, no es tan difícil de entender ni de comprobar. -volvió su vista a Ares -Un sólo disparo hermano. Gastado tratando de mantener con nosotros a Dionisios para que pudiese revelar a otro traidor, o consiguiendo revelar al traidor directamente. Eso es todo.

Escuchando los cambios, viendo las idas y venidas, el dios de los sátiros sólo le lanzó una mirada de rabia a su compañero por sus palabras, pero enseguida se tornó una suave sonrisa... comprendía su rabia, aunque no que lo hubiese incluido a él.

En cualquier caso, la conversación parece volverse más tensa y la diosa de la juventud eterna habla, Ares y Eris cuestionan.

Y en algún momento, arranca a reír.

Si la profecía es cierta. Si las palabras de Ares sobre el Conjuro, la profecía y el fin de Helios son ciertas... lo tenemos bastante sencillo para cazar a un conjurado. Quiera, o no, creer a Hebe, el hecho es que acusa directamente a Ganímedes. Así pues... si le hacemos caso y matamos a Ganímedes todo dependerá de Helios. Si Helios sigue entre nosotros, Hebe habría mentido y ya habríamos cazado a un traidor. Si Helios se va... Hebe habría delatado a un traidor y tendríamos entre nosotros a otro inocente más y un traidor menos.

¿No es sencillo?

Se sentía orgulloso de tal deducción. Mira entonces hacia Ganímedes y se encoge de hombros.

Tu sacrificio servirá, en cualquier caso, para cazar a un traidor de tu señor. Y... antes de que me olvide.

Carraspea, mirando a los demás dioses y alza la voz.

Yo, Pan, cambiaría muchas cosas. Pero no a Zeus. Más vale viejo gruñón conocido que viejo gruñón por conocer.

Ganímedes es un mero testigo pasivo de los acontecimientos que trae el amanecer así como de la trágica historia de Dionisio y Ariadna. Su romántico final lo entristece pero está seguro que Dionisos sabrá arregárselas en el inframundo y, por otro lado, la conjura sigue su curso, y ya no cuentan con la inestimable ayuda del dios del vino.

Es entonces cuando Hebe le ataca directamente y le acusa de ser un traidor. El efebo, que no tiene dudas de su lealtad niega con la cabeza.

-Me sentencias aunque sabes que soy inocente, qué curioso... Sabía que me tenías celos pero nunca sospeché que llegasen a tanto y menos que pusieras en peligro al mismo Zeus padre por tus propios motivos egoístas.- Dice con un cierto disgusto.

-Tu acusación es muy débil y se basa sólo en tu palabra que, a su vez, reposa en un poder que oportunamente no puedes reproducir. Para empezar, reconoces que me querías fuera del Olimpo, incluso creyéndome inocente porque, al fin y al cabo, valgo menos que cualquier dios y no debo estar aquí. No sé qué poder o estrategia desarrollaste o si desarrollaste siquiera alguna pero el caso es que, con tal de echarme del Olimpo estás dispuesta a todo, incluso a mentir en este momento crítico. Curiosamente, sé que no eres una conjurada, pues sino tu proceder sería mucho más precavido, sólo que eres una deidad despechada dispuesta a todo por echarme de aquí, pues no puedes aceptar que un mortal realice tus funciones mejor que tú.

-En cuanto a los demás, os comprendo. Soy un chivo expiatorio de lo más adecuado que no pinta nada aquí, por ello me iré sin ruido si se me demanda así, pero quizás antes debiérais saber una cosa... No se es copero sin aprender una o dos cosas y mi habilidad es poder reconocer a los conjurados, pudiendo escudriñar la lealtad de un dios cada noche, siempre que la haya declarado públicamente. Por ello vi la lealtad de Hera antes de que la hicieran confesar, así como la de la propia Hebe. Digo esto porque sólo puedo comprobar las lealtades mientras esté en el Olimpo y entre los que estén conmigo aquí. Por supuesto, esto me marcará como objetivo de los conjurados esta misma noche, por lo que intentad aprovechar mi poder de hoy diciéndome que lealtad deseáis que comrpuebe, porque está claro que o salgo en votación o me matan en la noche.- Dice simplemente, aún con sus ojos clavados en Hebe.

Ares observó a su eternamente joven hermana y dio un ligero suspiro.

-He visto a gente defenderse de formas lamentables, pero creo que la tuya se lleva la palma, Ganímedes -dijo el dios de la guerra, con su tono siempre ácido y esbozando una sonrisa maliciosa-. ¿La aprendiste de Himeneo? Lo siento, copero, pero desconfío de cualquiera que comience su defensa diciendo cosas como "Tu acusación es muy débil". Has pasado estos tres días sin apenas aportar nada, intentando subirte al carro de votar a Deméter por su silencio o buscar la oportunidad de tirar mierda a Eris por ser una diosa a la que cualquiera podría señalar como conjurada por todo el caos que ha provocado.

-Y ahora, cuando te ves entre la espada y la pared, te inventas de manera oportuna que sabías de la lealtad de Hera antes de que la hicieran confesar. Pero fíjate tú qué cosas, sabiendo que Madre era inocente, no diste la cara por ella en ningún momento, y tuvo que ser la habilidad de Dionisos la que nos revelara su lealtad. ¿Con Hebe? Lo mismo. Se está exponiendo demasiado como para que alguien pueda creer que sea una conjurada. Si fracasa al señalarte a ti, lo más probable es que alguien la tome por sospechosa y resulte ser la siguiente linchada. ¿Quieres que te diga que pasa si no te enviamos al Tártaro? Probablemente erremos y enviemos a un leal, así que Helios se quedaría. Esta noche, nos revelarás la lealtad de alguien, cosa que por supuesto sabrías al 100% si fueras uno de los conjurados. Por supuesto, dirás que ese dios es leal a Zeus. Al acabar la noche, los leales a Poseidón atacarían de nuevo, arrojando a un nuevo leal al Océano y puede que también se le acabe el tiempo a Helios. A la mañana siguiente, nos venderías el cuento de que te han dejado aquí porque los traidores quieren que se sospeche de ti. Es un truco muy viejo. Lo siento, pero confío más en mi hermana que en ti, copero.

-Sólo has sido el juguete sexual de Papá Zeus, pero como todo juguete, tarde o temprano se aburren de ti y te meten en el baúl de los trastos viejos. Ahí es donde vas a ser enviado. El Tártaro: el baúl más terrible y tétrico que puedas llegar a imaginarte.

Hebe asintió al señor de los sátiros.

-Gracias por recordármelo Pan, yo Hebe soy leal a Zeus y no pienso esconderme cuando tengo la certeza de saber quién es un traidor. Tú lo has dicho claramente, si creéis que miento, podéis decidir votarme a mí primero y luego a Ganímedes. Pero no podemos eliminar a leales a padre durante el día, mientras por la noche vuelve a caer otro.

Luego miró al copero y sonrió con tristeza.

-No te he creído inocente, eso sólo lo he pensado de los dos que han confesado, del resto mi corazón puede desear creer lo que quiera pero todos son dudosos. Y es totalmente lo contrario, me encanta que hagas de copero, así tengo tiempo para dedicarlo a mi creciente familia. Si te quisiera fuera a cualquier precio habría hecho campaña contra tí antes que contra mi hermana y me inventaría algo mejor que la verdad, como haces tú. Yo ya he gastado mi poder y soy prescindible, que tonta al haberlo dicho y no haber inventado que ha de ser cada dos días o algo por el estilo. Mientras que tú, como bien dice Ares, ahora resulta que cada noche puedes hacer maravillas pero no has defendido, ni siquiera de forma leve, a quien sabías leal.

El copero mostró las palmas de sus manos.

-¡Habéis hecho vuestra decisión!, ¡sea!- Dijo con una media risa.

-Enviadme al Tártaro, poco me importa, salvo por el hecho de que perdemos nuestro valioso tiempo, pero no me toméis por idiota. No tiene sentido defender a quien no estaba en peligro y, de ese modo, desvelar a los traidores mi poder. Del mismo modo, mi querido Ares, he puesto a vuestra disposición mi poder para que vosotros mismos decidáis que lealtad queréis sondear, de este modo desearía evitar suspicacias. Ahora ya poco importa pues es imposible que sobreviva a este día, si no caigo en la votación caeré ante los traidores. Por tanto os ofrezco lo último que me queda, un último regalo, como os he dado mis servicios de copero durante todos estos siglos: discretamente y sin pedir nada a cambio.- Continúa.

-Por otro lado, renuncio a enconadas defensas e interminables discursos. Haced lo que queráis y que los mortales sufran lo que deban, como suele suceder con vuestros designios. Tan sólo lamento no poder poneros a los traidores en bandeja de plata, tal y como era mi sincero deseo.